Partida Rol por web

 Miré a los elfos fijamente, ignorando la daga clavada en la mesa, indicando que no me sentía intimidado en lo más mínimo por la amenaza implícita:

 - Está bien, os ayudaré, pero con una condición: No quiero muertos ni heridos en el robo, ¿entendido?.

 Dijeran lo que dijeran, no podía confiar en su palabra, pero nos permitiría ganar tiempo hasta decidir que hacer. Además, si nadie salía herido,mucho mejor.

Anna se mantuvo a un lado de la negociación de Anubis, en realidad ella era una mercenaria, solo le movía el dinero y las promesas, le repelían las profecías del fin de los tiempos y los asuntos de magos que siempre acababan en cuentos de gnomos, es decir que no llevaban a ninguna parte.

Que el tipo sacara una daga solo hizo que Anna se encarara con Anubis, asumiendo que la cosa no iba con ella y que estaba del lado de los elfos dispuesta a sacrificar al joven aprendiz si era necesario para salir de aquella ilusión.

Plaga se dedicó a responder a nuestras inquietudes, incluso a aquellas sobre las que no le habíamos preguntado directamente, como aquella sobre la que me había pronunciado susurrando a Lobo Blanco; en busca de su ayuda. Estaba claro que aquel kender tenía un gran interés en que le acompañáramos, y me preguntaba por qué.

Plaga dejó claro que sabía dónde estaban nuestros compañeros y que serían avisados de nuestro paradero, con lo que acompañarle se convertía en algo factible. No estaba convencida de que aquello fuera lo que debíamos hacer, pero al menos aquel refugio secreto del que hablaba se encontraba cerca del muelle.

Cuando el kender mencionó lo de la cerveza, mi rostro se llenó de estupor. Me tiraría aquella bebida por encima si fuera necesario... ¿Pero no era aquello demasiado extremo? ¿No llamaría más la atención de esa forma?

Por fortuna, Lobo Blanco en seguida reaccionó, ofreciéndome una alternativa. Expectante, observé cómo se desprendía de su mochila, para después hacer lo mismo con aquellas pieles que vestía y ponerlas por encima de mis hombros; mientras exponía la situación. Ajustó la prenda y observó su obra, momento en el que me sonrojé ligeramente, para terminar por explicar qué era lo que pretendía. Yo no era la única que cambiaría de aspecto, sino que él también lo haría.

- Es una gran idea, gracias. - dije con una gran sonrisa. - Entonces, ¿estáis seguros de querer acudir a ese refugio? - pregunté a mis compañeros, viendo cómo el cuadrúpedo druida se situaba a mi lado, dispuesta a seguir a Plaga si los demás se mostraban de acuerdo.

¡Ni nosotros! Manifestó con énfasis Liam. El tal Lemuel tiene muchos amigos en el reino elfo que se sentirían en la obligación de vengar su muerte. El mago no está en Haven, ya que ha ido a visitar a esos amigos de Qualinost.

La casa se encuentra vacía. ¡Una hora de trabajo y seremos ricos! En cuanto a ti, puedes coger la parte que te corresponde en monedas de acero o en artefactos mágicos.

Lemuel se marchó de la ciudad hace dos días, así que no disponemos de mucho tiempo. ¿Qué tal esta noche? ¿Estás con nosotros?

Claro que es seguro. Contesto Plaga introduciéndose en la conversación de los aventureros de forma poco sutil. Aunque sigo pensado que la jarra de cerveza derramada le daría un poco más de veracidad al disfraz. Pero así está bien, falta un poco de suciedad, pero pareces una mujer salvaje. Luego la atención de Plaga se centró en su “nueva mascota” el Lobo. Plaga aprovechaba cualquier momento para intentar montar encima del lobo, como si de un caballo se tratase, o acariciarle.

Plaga os guían hasta el barrio portuario, y desde ahí, os conduce por encima de tablones rotos y marcos de madera, hasta un agujero en el casco de un barco naufragado. En su interior hay linternas colgando y varias cortinas de lona que forman una especie de madriguera de habitaciones y oficinas donde otros kender duermen, tiran dados, tallan conchas y hablan sobre mapas y cartas de navegación. La mayor de estas salas improvisadas tiene una vista magnífica de la bahía a través de una serie de ojos de buey, y un escritorio hecho con una puerta de madera de color brillante soportada por barriles.

Entonces visteis una imagen que muy poca gente había podido ver, un kender de aspecto canoso y serio. Muy pocos Kender llegaban a viejos por motivos obvios a su raza… El kender anciano levanta la mirada de un montón de mapas dibujados a mano.

Mi Kronn Thistleknot¹. Dice con voz apagado. He mando a mi hijo a buscaros porque crero que podemos tener intereses comunes. Creo que huis de los caballeros negros, y si habéis venido a Ak-Khurman es porque pretendéis llegar a Puerto Balifor. La pregunta es: ¿Qué buscáis en Puerto Balifor? ¿Qué buscáis en la Desolación? Malystryx redujo toda la isla a cenizas, moldeándola a su gusto, convirtiéndola en un infierno. Entonces veis otro hecho insólito en un Kender. Una lagrima de tristeza empieza a bajar por la mejilla de Kronn. ¿Si huis de los Caballeros Negros, por qué buscais refugio en la desolación?

 - ¿Estáis seguros de que no hay nadie en su casa?. ¿Que hay de algún empleado en su tienda o aprendiz?. - Pregunté, buscando una manera de evitar el robo sin enfrentamiento directo contra los elfos o de buscar ayuda de alguna clase, en caso de que fuera inevitable.

Los kender eran individuos muy particulares, demasiado curiosos y demasiado inquietos, al menos la mayoría de los que había conocido; y el caso de Plaga no era diferente. Tuve que pararle los pies varias veces al muy granuja cuando intentó subirse a Lobo Blanco.

El kender nos guió hasta el lugar acordado, viéndome obligada a mirar a un lado y otro de manera constante, a tenor de lo extraño del refugio; aunque ello no impedía que el sitio tuviera cierto encanto, sobre todo en cuanto a las vistas se refería. A través de los ojos de buey, había una magnífica vista de la bahía, en la que lamentablemente solo me pude detener brevemente.

En seguida llegamos frente a un kender cuya edad no debía acercarse ni remotamente a la de los miembros de aquella raza que había podido conocer. El canoso kender alzó su mirada de una serie de mapas que observaba y comenzó a hablarnos, presentándose y exponiendo lo que sabía, o creía saber sobre nosotros; no tardando en preguntarnos por nuestras intenciones.

A su última pregunta le acompañó una lágrima, algo que no sólo me conmovió, sino que hizo que me tornara confusa, pues no comprendía del todo aquella actitud. Pero algo más rondaba mi cabeza. Aquel nombre, Kronn Thistleknot, me resultaba familia.

- Señor, ¿se encuentra bien? - pregunté con voz suave.

Anna podía notar la presión de los dos magos sobre Anubis y la posición terca de éste de retrasar la prueba a la que era cometido. Su indecisión costaba tiempo a los eventos presentes, y en una cofradía de exploradores le habrían lanzado una bola de tinte rojo para señalizarle como muerto. #34- No permanecer en el mismo sitio el tiempo suficiente para que te apunten# . Aparte de eso, Anna ya se había sentado colocándose junto a Liam, encarándose y observando el rostro de Anubis como una examinadora más, con la barbilla apoyada entre el primer y segundo dedo de la mano derecha

El trayecto hasta nuestro destino se hizo realmente insufrible durante algunos tramos, ya que el kender parecía obsesionado con montar a lomos míos cada vez que me descuidaba. Si se hubiera tratado de un auténtico lobo, algo así habría servido para que el pequeño hombrecillo se llevase una buena dentellada, pero tratándose de mí todo terminó en la agotadora actitud de tomar asiento sobre mis cuartos traseros cada vez que le sentía sobre mi espalda, haciéndole bajar y aguardando a que prosiguiera el camino encabezando la marcha. Por fortuna, fueron menos ocasiones en las que tuve que hacerlo de lo que el kender hubiera podido hacerlo, ya que Kairi se mostró atenta a sus intenciones y me lo quitaba de encima con sus buenos modales de vez en cuando.

El refugio oculto al que nos llevó resultaba ser el casco de un antiguo barco naufragado, pero su interior resultaba acogedor y disfrutaba de hermosas vistas. Al menos, para encontrarse en la ciudad, desde luego, pues nada era comprable a las impresionantes vistas naturales de las que se disfrutaba desde lo alto de una montaña, o a la orilla de un lago virgen. Las creaciones de los hombres nunca embellecían el paisaje, sino todo lo contrario.

Plaga nos presentó a su padre, quien afirmó compartir intereses con nosotros, aunque no supe a qué se refería, por lo que ladeé mi cabeza de lobo, aposentado al costado de la sacerdotisa de Mishakal. El anciano parecía haber deducido nuestra ruta, pero pretendía saber más de lo que nosotros mismos conocíamos. Porque, realmente ¿qué buscábamos? Ni siquiera lo tenía claro, más allá de vagas referencias en ensoñaciones conscientes. Sabía que nuestros dioses, mi diosa, nos quería allí. Pero no para qué, aunque deduje que nos sería revelado a su debido tiempo.

De ese modo, dejé la conversación en manos más hábiles que las mías, permaneciendo en silencio como el lobo que custodia su territorio y protege a su manada. Habría tiempo de recuperar mi forma de hombre si la conversación lo requería.

Kronn-alin Thistleknot es un veterano de la Guerra de La Lanza. Cuando los dragones malignos asediaron su tierra, Kendermor, se unió al ejercito Silvanesti donde sirvió de mensajero y de espía.

Cuando Malystryx, la gran dragona roja,  invadió la región Kendermor. Kronn se quedó para proteger la huida de su pueblo a Hylo. Durante la Guerra de las Almas, fue un famoso líder kender en la ciudad de Flotsam.

En algún momento, tras la muerte Malystryx, Kronn  regreso a Port Balifor y Ak-Khurman con la intención de mapear la región ahora conocida como la Desolación, la región que rodea la antigua ciudad de Kendermor. Muchos rumorean que la verdadera intención de Kronn  es regresar a la antigua ciudad Kender y repoblarla.

No, no se preocupe, es la tristeza. Kronn ríe de forma forzada. ¿Seguro que es la primera vez que ves un Kender aquejoso? A los humanos les gusta llamarnos así “aquejados”¹. Muchos dicen que es una enfermedad producto de la destrucción de nuestro hogar, Kendermore. No creo que sea una enfermedad. Cuando uno ve su hogar reducido a cenizas, hasta el más alegre de los kender pierde las ganas de reír.

Pero, no venimos a hablar de mí y mi tristeza, venimos a hablar de vosotros.

Los elfos decidieron que ya era hora de actuar, ya estaban cansados de tanta pregunta y tanta charla. Salieron de la posada y dieron un rodeo para llegar a la casa de Lemuel a fin de no tener que cruzar por la ciudad. Al llegar a la casa del viejo mago no se veía luz a través de las ventanas ni se oía ruido alguno que indicara que hubiera alguien dentro.

Micah sacó la llave maestra que había hecho y la introdujo en la cerradura. Los otros dos elfos montaban guardia; llevaban las capas abiertas para así tener fácil acceso a las armas e iban bien equipados con dagas y cuchillos, las armas propias de los ladrones, de los asesinos.

La puerta se abrió sin hacer ruido. Al otro lado del umbral estaba oscuro y silencioso.

Los humanos no ven en la oscuridad. Dijo Liam en elfo, idioma que Anubis controlaba. No nos interesa que tropiece con algo y se rompa el cuello.

 Como no habían preguntado, no vi necesario confirmar que entendía su lengua. Además, no confiaba en ellos y no estaba seguro de que no tratarían de traicionarnos, una vez terminado el trabajo:

 - Esto está muy oscuro. ¿Alguien tiene alguna luz?. - Susurré en común.

 Podía usar mi propia magia, pero prefería preguntar si tenían alguna alternativa que no fuera un resplandor delator que anunciara nuestra presencia a algún vecino.

Mientras me preocupaba por el estado del kender, logré hacer memoria. De repente, las palabras de Kronn tenían mucho más sentido. Tras decir que tan sólo estaba triste, quiso ahondar en aquella cuestión, pero pronto optó por cambiar de tema; aludiendo a que estábamos allí para hablar de nosotros.

- En realidad, no hemos venido a hablar de nosotros. Estamos aquí porque Plaga nos dijo que estábamos en peligro, no nos dio mucha más información. - respondí con inocencia, encogiéndome de hombros. - Nos dirigimos a la ciudad de Kendermore, o más bien, hacia sus ruinas... - expuse con cierto reparo, dado lo que el tema afectaba al kender. - Por lo que tengo entendido, podría ayudarnos a llegar hasta allí, ¿no? - pregunté, mirando brevemente aquellos mapas dibujados a mano que tenía frente a él. - Nos vendría bien conocer el terreno...

Decidí no contar nada más, al menos por el momento. Mucho de lo que rodeaba a aquella misión divina era bastante confuso y podía ser objeto de diferentes interpretaciones, y no quería enturbiar aún más a Kronn. A la espera de la respuesta del kender, miré un instante a mis compañeros, preguntándome si querrían añadir algo más.

En la oscuridad escuchar como una daga se empieza a deslizar de su funda. Micah, el elfo más reservado y más oscuro, volvió a hablar en su legua. Creo que deberíamos de deshacernos de esta humano. Un mago que no sabe lanzar hechizos no sirve para nada. Claramente los elfos no llevaban antorchar. ¿Por qué llevaría antorchas una criatura que ve en la oscuridad?    

Entonces una voz silbante y quejumbrosa llego a la mente de Anubis. “Si no superas la prueba de magia morirás, no hay lugar para los magos mediocres”.  Luego otra voz más serena y pausada, que Anubis rápidamente reconoció como su maestro, empezó a recitar como si estuviera dando una clase “Habrá como mínimo tres pruebas de los conocimientos del iniciado sobre la magia y su uso. La Prueba requerirá la ejecución de todos los conjuros que sabe el iniciado. Habrá al menos tres pruebas que no podrán superarse únicamente con la magia. El iniciado habrá de sostener un combate como mínimo contra un adversario de rango superior al suyo”¹.

 Pronuncio unas palabras mágicas y una luz brilla brilla en la punta de mi bastón. Iluminé la estancia y luego miré a los presentes, haciendo como si no me diera cuenta dela mano de Micah en su daga:

 - Bueno, ya que nadie tiene nada, tendré que apañármelas. Pero que nadie se queje si alguien de fuera ve la luz y llama a la guardia.

 A continuación, comencé a buscar cualquier cosa de interés.

Mi cabeza lobuna se torció ligeramente hacia un costado, mientras escuchaba a aquel kender anciano hablar de la forma en que se referían a ellos los humanos, siendo ésto producto de un mal que arrastraban por la pérdida de su hogar. Me di cuenta de que en otro tiempo habría creído que aquello carecía de importancia. Perder el hogar sólo representaba la oportunidad de buscar otro, y yo mismo había cambiado de bosques en innumerables ocasiones. Sin embargo, había sido duro testigo de la desolación que el gran dragón rojo había causado, y aquella impronta permanecía aún en mi alma. No era el ser expulsados de allí, sino la intensa destrucción del lugar, que no volvería a ser el mismo. No habían perdido su hogar, sino que ese hogar se había perdido para todos.

Kairi parecía estar gestionando correctamente aquella conversación, y no me cabía duda de que ni mi intervención ni la de Okodar eran necesarias, o incluso convenientes. Por ese motivo, decidí permanecer en silencio y dejar que la sacerdotisa se encargase de negociar con el anciano una posible colaboración.

Estuvisteis como una hora registrando la casa sin encontrar nada de especial relevancia, solo había componentes para conjuros, pero no había objetos mágicos ni libros de conjuros y ni siquiera había objetos de valor o dinero.

Pero uno de los elfos encontró una puerta secreta una de las mesas de la cocina. La mesa en cuestión era un tajo de carnicero, utilizado para trocear la carne. Estaba hecho con madera de roble y aparecía manchado con la sangre de incontables animales. Aguantando la respiración para no oler lo que para ellos debía de ser una peste repugnante, Micah y Renet levantaron la mesa a pulso y la retiraron a un lado. Hecho esto, se limpiaron rápidamente las manos en un paño. Debajo de la mesa había una trampilla. Los elfos tiraron con fuerza hasta que finalmente se abrió con un seco ruido.

Una bocanada de aire tan gélido y húmedo como el de una tumba salió de la oscuridad del sótano. También llegó un hedor asqueroso que hizo que los elfos encogieran la nariz y se echaran hacia atrás.

El propio Liam parecía intranquilo. ¿Qué es esa pestilencia? Se preguntó en voz alta. Huele como si hubiera algo muerto ahí abajo. No creo que unos libros de magia, ni siquiera humanos, puedan oler tan mal.