Partida Rol por web

Atizarle a Harlowe Barstool estaría bien, de hecho, estaría muy pero que muy bien. Sonríe el kender con malicia. Pero…… El que un kender pusiera objeciones a un plan era algo inusualmente rato y extraño. …puede que al capitán no le guste que dejen inconsciente al corregidor del puerto en su barco. Ese hombre vive de comerciar con el puerto de Ballifor, y su pulpo rojo también vive de dicho comercio, es más, todos los tripulantes este barco viven del comercio con puerto Ballifor. Si dejamos inconsciente al corregidor en el barco del capitán, este barco no podrá volver a este puerto.

¡Prefiero nadar con los delfines!

Una vez en la ciudad será fácil atravesarla, está llena de kender que nos ayudaran a llegar hasta al antiguo camino que lleva a Kendermore. ¡El problema es el puerto!

La larga aventura compartida me había llegado a hacer creer que me estaba amoldando bien al trabajo en manada, o como decían los hombres, en equipo. Sin embargo, momentos como aquel en que debíamos alcanzar decisiones, y más aún cuando mi estado anímico estaba en momentos tan bajos, me ponía a prueba duramente. Sólo quería que se callasen, cerrar los ojos, y esperar que llegase el momento en que mis tripas y mi cabeza dejasen de dar vueltas, y mi sudor procediera del esfuerzo físico o del clima, no de aquello que tanto se asemejaba a una enfermedad.

Tiburones... -Corregí a Plaga, que como era habitual en su raza, estaba entusiasmado. Mucho dudaba que aquello le hiciera cambiar de idea o menguase su entusiasmo hasta llegar a convencerle de que fuera mejor permanecer a bordo y dejar que tan sólo nosotros fuéramos a nado. Pero tenía que intentarlo. Al fin y al cabo, era a nosotros a quienes los caballeros negros buscaban, según tenía entendido, aunque quizás él también tuviera sus más y sus menos con ellos- Si pido ayuda a la fauna marina, serán tiburones... -Suspiré pesadamente, temiendo que en cualquier instante me viniera una arcada- Plaga, en el caso de que, por cualquier motivo, nos viéramos separados, ¿hay algún lugar en la ciudad donde pudiéramos establecer un punto de reunión?

¿Tiburones? Pero…. Llevaran la boca cerrada, esos peces tienen muchos dientes y pueden ser muy peligrosos. Recuerdo la vez en que un tatarabuelo Rudof Sinmanoderecha intento acariciar a uno de esos animales.

Sí, hay un sitio que podríamos establecer como punto de reunión dentro de la ciudad que es el antiguo barrio de los Kender, el ahora llamado barrio triste. Antes era el barrio más animado de la ciudad, pero… pero… desde la destrucción de Kendermore por la gran dragona roja ahora está lleno de Kender Tristes.  ¡Pero no nos reuniéremos ahí! ¡Es demasiado triste! Nos reuniremos en hay una posada que se llama “La última esperanza”, si mejor no reuniremos ahí.

Continuaba encontrándome mal, y tanta verborrea por parte del kender y la sola insinuación del semiogro de que matáramos a alguien me ponían aún más enferma. Escuché en silencio a unos y otros, pareciendo llegar a nado casi nuestra única opción, aun pudiendo resultar difícil para algunos.

Tras la intervención de Lobo Blanco, quien aclarado el tema de los animales marinos preguntó por un lugar donde pudiéramos reunirnos de terminar separados, algo que no era difícil que sucediera dada la forma en la que debíamos llegar a aquel lugar; Plaga terminó hablándonos de un lugar para ello tras dar muchos rodeos.

- Si estáis todos de acuerdo, “La Última Esperanza” será nuestro punto de reunión. - afirmé con voz cansada y haciéndose aún evidente en mi rostro que no me encontraba nada bien, estaba deseando llegar a donde fuera que resultara un lugar óptimo desde el que lanzarnos al agua. - Plaga, a parte de que Harlowe Barstool es un kender muy curioso y que trabaja de manera muy eficiente para los Caballeros Negros sin que se sepa por qué, ¿hay algo más que sepas sobre él? - por mi mente pasaba la idea de que quizás hubiera algún modo de poner a Harlowe Barstool de nuestro lado si terminábamos topándonos con él aun no accediendo al puerto en aquel barco.

 Mientras los demás discutían acerca de los planes acerca de lo que íbamos a hacer, yo era incapaz de participar en la conversación y aportar mi opinión al respecto... Ya que seguía en la misma posición, realizando la misma indignante y desagradable acción:

- ¡¡¡Uuuaaarrrggghhh!!!.

Definitivamente lo de viajar en barco no iba conmigo.

Harlowe Barstool tiene una cimitarra muy muy pero que muy grande con filo aserrado. Pero no sé nada más de él. Los kender no se relacionan con él, es una mala persona, así que no podemos saber cuál es su color favorito o si le gustan los pastelitos de limos. A todo el mundo le gustan los pastelitos de limos, habría que ser un monstruo para que no te gustaran.

Plaga no parecía saber mucho más del tal Harlowe a parte del tipo de arma que utilizaba. Tomé nota de aquel detalle, esperando no tener que ver con mis propios ojos aquella cimitarra que por cómo la había descrito Plaga debía ser más grande que su dueño.

El barco se encontraba cada vez más cerca del puerto, y terminó llegando el momento de tomar una decisión respecto a cómo llegaríamos a aquellas tierras.

Si es que llegamos.

Pensé de manera fugaz, y es que una vez tuve que tirarme al agua el miedo comenzó a apoderarse de mí.

Aún llevaba puestas las pieles que me había prestado Lobo Blanco, y desabroché las correas con las que estas se aferraban a mi cuerpo con manos temblorosas, tendiéndole las pieles al druida tras quitármelas.

- Gracias. - le dije tratando de mostrarle una amable sonrisa, volviendo a mirar al agua poco después.

Siguiendo el consejo de Lobo Blanco, me tiré al mar antes de que él lo hiciera, pidiéndole a Mishakal porque todos saliéramos indemnes de aquel bravío mar.

Anna hubiera preferido pasar por el puerto a escondidas, y si se encontraban con problemas podían recurrir al subterfugio, la intimidación, el soborno o a lo que se prestara la situación. No obstante el grupo de la profecía había preferido ponerse en peligro antes que enfrentarse a una figura de la autoridad tiránica del puerto, era una lástima que por ello se fueran a perder las maravillas de esa ciudad. Desligó la cuerda de su arco y ajustó bien su equipo para nadar. Iba a ser difícil y según había entendido, Lobo Blanco ayudaría en caso que alguien no lo lograra

Anna saltó al agua con su fardo a las espaldas, al ver que a los pocos metros Kairi era tan solo un sendero de burbujas, supo que no habrían muchas más opciones de rescate, por lo que debía dar lo mejor de sí, tan así, como lo diera cargando cajas

Aquello era realmente una mala idea. Okodar seguía pensando que destazar a un kender mejoraría su humor y el ambiente, además de que podría ser útil lo que le sacaran además de las entrañas. Sin embargo, recordaba bien el problema de pelear solo contra los corazas negras cuando lo superaban mucho en número, y si los demás no tenían el coraje de quedarse… pues ni modo. Ocultarse era inútil, asi que probaría suerte con el agua.

Resoplo con desgano y se demoró quitándose su armadura, acomodando el fardo y envolviendo bien a Klad. Tendría que limpiarla bien todo después o se oxidaría.  Lo aseguro bien a su espalda y en vez de saltar, bajo por las cuerdas del costado con cuidado, dejándose caer al agua despacio. El mar no era para nada como un arroyo, eso estaba más que claro, y el no sentir el fondo era preocupante… Aquella no era muerte para un guerrero, sin dudas, eso lo entendia incluso con su limitada imaginación. Sin mirar más que la costa, comenzó a bracear con fuerza, dejando que el resto se arreglaran como pudieran. Ya bastante tenia consigo mismo…

 Encomendándome a Solinari, me tiro al agua y trato de nadar a mi destino. Al principio voy bien, pero el viaje lleno de penalizaciones, sobre todo esta última parte, en la que he perdido nutrientes y líquidos de mi cuerpo, comienza a hacer mella en mí y mis fuerzas comienzan a fallarme...

Abandonar aquel barco y sumergirnos en las aguas en busca de tierra firme parecía la mejor de las ideas, y la más suculenta. Estaba deseando abandonar aquel cascarón de madera que no dejaba de moverse, y llegar a la tan ansiada tierra, en la que apoyar mis manos y cuyo perfume poder oler para sentirme de nuevo en casa. Sin embargo, la tarea iba a resultar mucho más compleja de lo que habíamos previsto en un principio.

Si bien la mayor parte de mis compañeros parecieron adaptarse bien a las aguas, braceando con vigor y manteniéndose a flote, aparentemente, sin problemas, no fue así en el caso de la sacerdotisa de Mishakal. Por fortuna, o gracias al instinto de conservación de manada que había aprendido de diversos animales del bosque, había tomado la precaución de aguardar al último lugar, antes de abandonar el barco. Mucho me temía que, en caso de haber complicaciones, sería Chislev quien habría de proveer ayuda, algo que no podría solicitar desde las aguas. Y fui consciente de que había sido una gran idea en el preciso instante en que, nada más sumergirse en las aguas, Kairi se hundió inmediatamente, a buen seguro superada por el peso de su armadura.

#Príncipe de las aguas, aquel que moras entre dos mundos, imploro tu ayuda...# -Recité en el lenguaje secreto de los druidas, solicitando la conjuración de un animal de la superficie, que vivía en las aguas pero respiraba aire, una marsopa, que acudiese en busca de la sacerdotisa y la arrastrase hasta el ansiado aire, ayudándola en la tarea de llegar a tierra.

Pronto me di cuenta de que tendría que hacer uso del favor de mi diosa mucho más aún, pues antes incluso de llegar a ver a Kairi ascender a la superficie de nuevo, comprobé en la distancia que tanto Anna como Anubis parecían estar en problemas. Si bien habían comenzado a nadar con cierta soltura, daba la impresión de que el oleaje o la falta de fuerzas les estaba pasando factura. De modo que tuve que recitar aquellas palabras dos veces más, invocando sendas marsopas también para auxiliarlos. Por suerte, pues mis fuerzas para invocar el favor de mi diosa empezaban a verse demasiado menguadas, parecía que Okodar se las apañaba bien para llegar a tierra.

Suspiré, sintiendo cómo el estómago volvía a hacerme sentir mal de nuevo. Sin embargo, aguardé aún unos instantes más, manteniendo mi atención como un ave rapaz en aquellos a quienes estaba protegiendo con el poder de la naturaleza, como buen miembro de una manada. Pero el tiempo se agotaba, y no podía posponer más mi paso por las aguas si no quería ser visto desde el puerto. De modo que recité unas últimas palabras antes de saltar a las aguas.

#Lobo del mar, tu hermano de la tierra te pide ayuda, pues es tu reino, y necesito regresar al mío...# -Recité, invocando a un tiburón mediano que nadase con vigor conmigo agarrado a su aleta dorsal, para llevarme hasta donde terminaba su territorio de caza.

A media tarde comenzasteis a ver las montañas de la desolación, y a final del día, cuando el sol comenzaba a ocultarse tras las montañas, divisasteis la ciudad de Puerto Ballifor. Cuando el barco comenzó a encarar la entrada del puerto, a unos doscientos metros de la orilla, fue el momento decidido por Plaga para lanzarse al agua.

¡Hoy toca mojarse un poco! Dijo saltando al agua de color rojo de la bahía con una gran sonrisa en la cara. Era sabido que las aguas se habían vuelto rojas tras la llegada de Malystryx, la gran dragona roja, que con su magia había levantado volcanes submarinos los cuales habían calentado el agua y levantado los limos del fondo de la bahía tiñendo sus aguas de color rojo sangre. Tras la muerte de la dragona, los volcanes habían cesado su actividad, pero sus consecuencias seguían patentes el agua seguía de color rojo, más caliente que el agua de otros mares y los animales muertos por estos cambios aún no habían regresado.

Planga nado ágilmente hasta alcanzar una pequeña playa escondida tras los grandes riscos de los acantilados que rodeaban la ciudad de Puerto Ballifor. Okodar, quien se había mostrado más reticente a nadar, también llego a la costa sin problemas. Anubis y Anna consiguieron nadar sin problemas hasta la mitad del trayecto, pero luego comenzaron a fallarles las fuerzas y comenzarón a hundirse. Más preocupante fue el Kairi que tras lanzarse al agua comenzó a hundirse como una piedra.

Lobo Blanco, que había decidido ser el último, pudo ayudar a sus compañeros de manada invocando a varias marsopas que arrastraron a sus compañeros hasta a orillas. Las marsopas eran totalmente blancas y con los ojos totalmente velados, eran ciegas. Los animales se habían adaptado a las duras condiciones de la bahía de aguas rojas donde la luz del sol no podía entrar. Finalmente, Lobo Blanco invoco a un tiburón, que al igual que las marsopas era ciego, para ayudarle a llegar a la orilla.

Al saltar al agua todo se volvió rápidamente rojo a tu alrededor, algo tiraba con fuerza de tu pierna arrastrándote hacia el fondo. Al mirar a tu pierna ves la gran cabeza de un gran dragón rojo mordiéndote, su cabeza era tan grande como un barco, el agua de color rojo te impidió ver el resto del cuerpo. Tratas de luchar con todas tus fuerzas para desacerté de las poderosas mandíbulas donde cada diente era del tamaño de tu pierna. La lucha era en vano.

Entonces una delicada mano te sujeto tu cintura y comenzó a tirar hacia la superficie de ti. Una dama blanca con un vestido ribeteado de azul comenzó a ayudarte a subir a la superficie, en el cuello de la mujer pudiste reconocer el símbolo de Mishakal en forma de colgante. Ella es Malystryx, la merodeadora roja, la gran dragona roja, es un recuerdo del pasado que no debe volver…. Dijo con voz suave y tranquila como el agua cristalina. Al mirar hacia tu pierna, la gran cabeza de dragón ya no estaba, luego todo comenzó a volverse negro.

El primero en llegar a la playa de arenas rojas fue Plaga que comenzó a sacar los múltiples objetos que llevaba en sus múltiples bolsillos para secarlos. Luego llego Okodar, seguido de Anubis y Anna que llegaron gracias a la ayuda de las marsopas, finalmente llego Lobo Blanco. ¿Y Kairi? ¿Dónde estaba la sacerdotisa?  La marsopa que arrastraba a Kairi llego casi cinco minutos más tarde con Kairi inconsciente.

Nadar por aquellas aguas dejándome arrastrar por el escualo resultó ciertamente una experiencia llena de armonía. Alejado del esfuerzo de luchar por no verme engullido por las aguas, la bestia me llevaba en una danza que se asemejaba al volar de las aves, deslizándonos ambos con suavidad. Me sujetaba con una mano a su aleta dorsal y con la otra a la lateral, y el animal, de ojos velados y ciegos, portaba conmigo hasta las inmediaciones de una orilla a la que tendría que llegar por mis propios medios en los últimos pasos, desde donde el agua me llegaba a la cintura.

Allí, ya con los pies plantados en el suelo, dejé que el animal se girase para alejarse y desvanecer su existencia en nuestro plano, agradecido por su ayuda. Mi mano se deslizó por su piel, áspera y rugosa, dura como la de una bestia depredadora, diseñada a la perfección para cumplir su función en el cíclico, perfecta y hermosa en su concepción, inmejorable en modo alguno. No podía sino admirar la creación de Chislev, un depredador perfecto, veloz, capaz de ocultar su presencia en los fondos marinos, mortal en su mordisco, con un inmenso sentido del olfato que le permitía detectar presas a grandes distancias. Había supuesto un gran coste, solicitar su ayuda, pero la experiencia había valido la pena.

Con una tenue sonrisa, me despedí silenciosamente de aquella criatura, que se sumergía en las aguas para seguramente desaparecer de igual modo que había sido invocada, y me giré para comprobar el estado de mis compañeros de manada mientras salía de las aguas.

¿Todos bie...? -Enmudecí, desvaneciéndose la sonrisa de mis labios, al comprobar que no todos se encontraban en aquella playa. Mis ojos parpadearon unos instantes, asegurándome de que no me encontraba desorientado y que, efectivamente, faltaba alguien- ¿Y Kairi...?

La respuesta llegó, no de boca de ninguno de mis compañeros, sino con un resoplido a mi espalda, la expulsión de agua de una marsopa tan cegada como el escualo que me había portado hasta la arena, y que portaba consigo a una sacerdotisa de Mishakal... inmóvil y con los ojos cerrados. ¿Muerta? ¿Inconsciente?

¡Kairi! -Exclamé, abalanzándome de nuevo hacia las aguas, con la máxima preocupación- ¡Okodar, ayúdame! -Pedí la ayuda del semiogro por la gran fuerza que sus brazos atesoraban, pues no estaba seguro de poder cargar con la mujer yo sólo. Aún así, la tomé entre mis brazos acercando mi oído a su rostro, para comprobar si respiraba. Sentí un cierto alivio al comprobar que, aunque débilmente, seguía respirando- Está inconsciente, pero aún vive...

Brujería marsopil... - Pensaba Anna para sus adentros arrastrada por aquella especie de burra blanca tan resbaladiza y de rostro plano. - ¿Porqué los brujos siempre se esperan a que todo el mundo esté en problemas para actuar? - Miraba hacia atrás, la silueta de Lobo Blanco se recortaba tras la batayola de la Flecha. - Cuan sencillo hubiera sido prestar la ayuda de aquellas bestias desde el comienzo antes de ver como el resto nadaba con el equipo y las corazas.

Cuando llegó a la playa, Anna se desembarazó de la mochila, que arrastró hasta un lugar seco para que empezara a secarse, al escuchar el grito de auxilio de Lobo hacia Okodar, Anna se acercó también a ver qué sucedía y vio el rostro de Kairi, lívido y blanco entre los brazos de Lobo, el agua estaba fría, y la sacerdotisa no lo había conseguido.

Se acercó más para ver como, al pasar Lobo las manos por los labios de Kairi, ésta volvía a respirar débilmente... más brujería. Anna observó, esperando que volviera a despertar, insuflada con la jovialidad y fuerza que su diosa Mishakal parecía imbuirle.

¿Despertará? - Preguntó Anna con impaciencia al ver que pasaban los minutos y no parecía abrir los ojos

 Miré preocupado a la inconsciente clérigo. Al notar el tono impaciente y carente de empatía de Anna, miré a la exploradora con severidad, por su actitud carente de compañerismo, pero no dije nada. En su lugar volví a centrarme en Kairi, con preocupación:

 - ¿Está respirando?. Si lo está haciendo, deberíamos de tumbarla de un lado, para que el agua que pueda haber en su boca y sistema respiratorio no la ahogue y salga fuera...

Al saltar al agua, todo se volvió rojo a mi alrededor, algo que no era de extrañar; pues aquel era el peculiar color del agua de la bahía. Pero lo que sí era totalmente inusual fue la repentina sensación de que algo tiraba de una de mis piernas. Asustada, trataba de zafarme de lo que fuera que estuviera tirando de mi, sin éxito por el momento.

Terminé mirando hacia abajo, acertando a ver entre las aguas escarlatas una cabeza, la gran cabeza de un dragón. Volví a mirar rauda hacia la superficie, luchando con mayor ahínco aún si cabía, pues no se trataba únicamente de mí. Debía salir a la superficie cuanto antes y advertir a los demás de la presencia de semejante criatura, y es que el tamaño de esta era tal que uno de sus dientes era tan largo como una de mis piernas.

Notaba cómo mi corazón latía cada vez a mayor velocidad mientras intentaba liberarme, pero continuaba siendo incapaz de ello, todo esfuerzo estaba resultando inútil; pero no los de ella.

Es ella, tiene que serlo.

Una mujer me sujetó por la cintura y tiró de mí en dirección a la superficie. Su vestido estaba ribeteado de azul, y llevaba un colgante con el símbolo de Mishakal. En cuanto la vi pensé que tenía que ser ella. Mishakal me había salvado, otra vez.

Mientras ascendía, escuché su tranquilizadora voz hablándome de lo que estaba sucediendo. Aquello no era más que otro de aquellos ecos del pasado, uno demasiado real y aterrador. Pero sus palabras no hablaban solo de lo que sucedía, sino también de lo que no debía suceder. Mi mirada se dirigió nuevamente hacia abajo, en busca de aquella cabeza, pero no hallé nada allí.

El entorno rojo empezó entonces a desaparecer, viéndome en seguida sumida en una completa oscuridad.

Finalmente, alguien cogió una de las pociones de curar heridas¹ de Lobo Blanco y se la dio con cuidado a Kairi. La humana vomito una gran cantidad de agua antes de recuperar poco a poco la conciencia. Plaga empezaba a ponerse impaciente, dando vueltas de un lado a otro y sin parar de murmurar que tenían que moverse para alejarse de la ciudad y los caballeros negros