Partida Rol por web

Me encontraba demasiado cansado como para tratar de dilucidar hasta qué punto portar mi lanza a modo de báculo podía ser visto como una ofensa e ir en contra de la neutralidad de ese sagrado lugar. Tampoco me sentía con ánimo para extraer la punta de la lanza y quedarme únicamente con la madera, pues me habría llevado un rato. De igual modo, la posibilidad de explicar el concepto mismo de neutralidad, ni al kender ni al resto de la expedición, tampoco me atraía demasiado. Puede que fuera el cansancio, pero dudaba que apenas alguno de ellos tuviera el más mínimo interés en ello.

Así que me limité a colocar la lanza como pude entre los arreos de mi mochila y cargarla incómodamente a la espalda, y seguir caminando hasta alcanzar el lugar del que Plaga había hablado, que para mi sorpresa parecía un oasis de calma y sosiego con un fuego que se alzaba sereno hacia el cielo. Allí, de una cueva, salieron a recibirnos tres figuras femeninas, que debían necesariamente ser los Oráculos de los que nuestro guía nos había hablado. Tres mujeres que no podían ser más diferentes, tanto en aspecto, raza y comportamiento, como en el mismo color de sus ropas. Azul, carmesí, blanco... Tres... Como tres eran las fuerzas que movían el mundo.

Territorio neutral... -Murmuré al verlas, pensativo. ¿Qué eran aquellas mujeres? ¿Divinidades? ¿Fuerzas asociadas a ellas? No era muy dado a tales cuestiones, pues desde siempre me había centrado únicamente en comprender los aspectos más mundanos de la obra de mi diosa. Tal vez Kairi comprendiera mejor lo que yo empezaba a sospechar- El Bien, el Mal, y la Neutralidad. ¿Es eso posible? -Pregunté a la sacerdotisa- Tal vez deberías ser tú quien hable con ellas...

Logré hacer memoria acerca de los Oráculos y el territorio neutral en el que se encontraban, aunque todo cuanto había escuchado no eran más que rumores. Entre ellos se encontraban la información que nos había dado Plaga, haciendo que me preguntara si el kender tenía la certeza de lo que decía o también se trataba de cosas que había oído su padre.

Tras insistir Plaga en la importancia de no llevar armas, Lobo Blanco decidió llevar su lanza a la espalda y continuamos avanzando, terminando por alcanzar un oasis que resultaba tan bello como extraño.

Nos encontramos pronto con tres mujeres que al parecer habían salido de la cueva, y cuyas miradas resultaban inquietantes. Debían ser los Oráculos, correspondiendo los colores de sus cabellos con lo que se decía sobre ellas y lo que nos había contado Plaga. Las tres eran muy diferentes en aspecto, pero al mismo tiempo poseían características en común, incluso me dio la impresión de que hablaban la una tras la otra como si compartieran un único pensamiento.

Las observaba pensando en a qué se debería su presencia allí, si Malystrix no habría podido con ellas o si simplemente las había dejado al margen por algún motivo, cuando Lobo Blanco me preguntó algo que me dejó descolocada. No había pensado en ello, pero quizás se tratara de eso.

- Podría ser, aunque no entiendo muy bien cómo. Podrían representar un equilibrio que resulta irrompible, y por ello Malystrix las ha dejado en paz o no ha podido con ellas... - respondí al druida, sintiendo no poder ser más precisa.

Al sugerir Lobo Blanco que quizás debía ser yo quien hablara con las mujeres, me sorprendí, pero en seguida asentí. No sabía si era yo la más indicada para aquella labor, pero estaba dispuesta a hacerlo lo mejor posible.

- Señoras, gracias por la bienvenida. - dije con voz suave y calmada. - Si esperaban nuestra llegada, entiendo que saben quiénes somos y qué hacemos aquí, pero aun así me gustaría presentarnos. - procedí entonces a presentar a cada uno de mis compañeros, terminando por presentarme a mí misma, tras lo cual proseguí hablando. - Hemos oído hablar sobre la sabiduría que atesoran, quizás quieran iluminarnos con ella, ayudarnos en nuestra complicada misión. Y si no es indiscreción, nos gustaría saber algo más sobre ante quién nos encontramos. - solicité desde la más profunda humildad, terminando por mostrarles una amable sonrisa.

Cuando habláis, los tres Oráculos de la Fuente os miran con sus ojos oscuros.

Sí. murmura.

Responderemos a vuestras preguntas. Murmura la rubia.

Pero primero debéis estar de acuerdo en el precio. Sigue la pelirroja.

Por una pregunta deberéis estar de acuerdo en llevar la carga que os entreguemos. Dice con su voz suave y sensual.

Por dos preguntas deberéis llevar la carga que os entreguemos y llevar a cabo una tarea para nosotras. Susurra suavemente.

Por tres preguntas deberéis llevar la carga que os entreguemos, realizar una tarea para nosotras y también darnos algo que tenéis en gran estima. Murmura profundamente.

¿Estáis de acuerdo con nuestro precio? Dicen las tres a la vez con las voces mezclándose en una sinfonía que os hace subir un escalofrío por la espalda.

Las tres mujeres, que yo entendía eran personificaciones de las distintas fuerzas primarias que pugnaban o coexistían en el universo, nos ofrecían la posibilidad de formular algunas preguntas, aunque hacerlo tenía un alto coste, además de enigmático. Llevar una carga, realizar una tarea, entregar algo... sin especificar el qué, exactamente. Casi daba la sensación de que todo aquello fuera una especie de truco, una trampa en la que hacernos caer, como la tela fina de una araña que termina atrapando a un incauto insecto. Sin embargo, una vez que estábamos allí, resultaba imperioso formular al menos una pregunta, aquella que nos había llevado hasta tan apartado lugar bajo el mandato de los dioses. Y es que Chislev tenía una tarea para mí, pro yo, como su siervo fiel, aún carecía del entendimiento suficiente para afrontarla.

Si no os importa, compañeros, yo tengo una pegunta que hacer. Aquella que nos ha traído hasta aquí y que nos mostraría el camino a partir de ahora. En función de la respuesta, podemos decidir si preguntar más cosas. -Indiqué a mis compañeros, adelantándome para hablar a las tres mujeres- ¿Qué podemos hacer para revertir el mal causado por la dragona roja, y evitar que algo así vuelva a suceder?

Estáis cerca del final de este viaje, pero después empezará otro. En la sombra del volcán encontraréis algo que buscáis. Pero las respuestas no están en Kendermore, sino en el vientre de la bestia. En un lugar de oscuridad y fuego encontraréis una herramienta de luz. Con la luz condenaréis la oscuridad. Lo que acaba en fuego puede terminar en hielo.

Ahora entendía porque nadie podía llevar armas en aquel sitio; la “claridad” de las explicaciones de aquellas mujeres hacia que le dieran a uno ganas de retorcerles el pescuezo o al menos azotarlas. Si estos eran los “oráculos” que tanto veneraban, la verdad no le impresionaba mucho más que cualquier brujo charlatán… Lo único que le quedaba claro era que la misión seguiría después de aquel maldito desierto y que tenían que buscar otra herramienta. Lo que fuera que significase…

Para esa información bien habrían podido dejarles una maldita nota. Alguna idea sobre los enemigos, los números o su ubicación exacta al menos, eso sí sería de ayuda. Sin embargo no era su trabajo ponerse a pensar ni las cosas de hablar, por lo que se limitó a mirar al resto y abrir las manos con las palmas hacia arriba mientras fruncía el ceño, tan desconcertado como al principio. ¿No les podían sacar nada más?

Por una pregunta, debéis llevar un objeto durante 30 días. Dicen las tres mujeres mientras una de ellas deposita un trozo de ámbar en la orilla del lago. 30 días tendréis que llevar este objeto con vosotros, ni un día mas ni un día menos, pasado ese tiempo podréis abandonar el objeto.

Ahora podéis descansar. Dicen las tres mujeres mientras vuelven al interior de la cueva.

La respuesta que ofrecieran los Oráculos parecía más una adivinanza que una información clara y concisa. Eran más impresiones y suposiciones, lo que generaba en mi mente y mi alma temerosa, pues cada palabra parecía indicar algo que podía malinterpretarse.

Sin embargo, mi mayor temor era ese precisamente, el de tomar aquellas palabras por lo que finalmente no fueran.

Un volcán... ¿El pico de Malys, del que nos ha hablado Plaga? -Quise consultar con los demás, a pesar de que su colaboración en tales disquisiciones solía ser en exceso dispar, pareciendo que algunos de ellos se desentendían completamente- Era el nido de la dragona roja, ¿no? El vientre de la bestia... ¿Murió allí? ¿Será el arma que acabó con su vida aquello que buscamos, acaso? -No conocía la historia en profundidad, pero en aldeas y caminos había tenido conversaciones con hombres, además de las historias que se relataban en mi aldea cuando era pequeño. La historia de una tal Mina, o algo así, que había derrotado a un dragón con una lanza sagrada creada por los dioses. Una... Dragonlance. Y si la historia que comenzaba en el fuego terminaría en el hielo...- Pareciera que la misión para la que se nos requiere sea portar tal arma hasta tierras gélidas donde more otro dragón, y evitar que se repita la destrucción de estas tierras.

Por supuesto, y ante la negativa a formular más preguntas, las mujeres nos hicieron entrega de una pequeña piedra de ámbar. Según ellas, debíamos portarla con nosotros durante treinta días, aproximadamente un ciclo lunar. ¿El motivo? No lo explicaron, y me abstuve de preguntar al respecto.

Ehm... Si queréis puedo portarla yo. -Me ofrecí- Al igual que con la caja de música, todo lo que porto se funde conmigo al cambiar de forma, así que el riesgo de extraviarla es menor.

Tal era la representación que hacían aquellas mujeres del equilibrio y/o la neutralidad, que tan sólo concedían respuestas a cambio de algo. Curiosamente, fue Lobo Blanco, seguidor de una deidad neutral; quien tomó la iniciativa formulando la única pregunta que haríamos. También fue él quien trató en seguida de desentrañar la información que ocultaba la enigmática respuesta de aquellas oráculos, quedándome todavía más claro que los dioses no habían escogido al druida de manera casual.

- Podría tratarse de un volcán. Plaga comentó que nadie había entrado en aquel lugar, así que es posible. - afirmé ante la pregunta de Lobo Blanco sobre el pico de Malys. - No sé si murió allí, pero sí que se trata de su nido, no me parece descabellado pensar que volviera a este a morir; o que la mataran allí mismo. Creo que lo del arma podría ser así, encaja con lo que han dicho las oráculos... - añadí pensativa ante las siguientes palabras del druida, continuando meditabunda mientras pronunciaba las últimas, aquellas que daban forma definitivamente a nuestro objetivo. - Cuando me ahogaba... Mishakal me habló de que el recuerdo de la merodeadora roja no podía volver. Pensé que se trataría de que ella volviera, pero no tiene por qué, puede que simplemente se tema que vuela un mal como el ocasionado por ella. - comenté, viendo más que posible que la interpretación que había hecho Lobo Blanco fuera acertada.

No formulamos más preguntas, pero debíamos pagar aún por la respuesta concedida, lo que supuso finalmente tener que llevar un trozo de ámbar bajo unas instrucciones muy precisas. El druida en seguida se ofreció a portarlo él, por el mismo motivo por el que llevaba la caja de música.

- A mi me parece bien, gracias por llevarlo. - le respondí, bajando la voz tras ello. - ¿Sabes que eres muy listo? - añadí con una sonrisa.

Pronto me torné nuevamente pensativa, tratando de rememorar algunas de aquellas complicadas informaciones que íbamos recibiendo y que iban tomando cada vez más forma. Antes de ponernos en marcha, quise compartir algo con los demás.

- Nos dijeron que el Fragmento de Luz era una llave, una para encontrar lo que buscábamos en las ruinas de Kendermore. - comenté, mirando a Anna tras ello. - Cuando podamos volver a usar nuestras armas, quizás convendría que desenfundaras la espada.

Mina consiguió robar el tótem de cráneos de Malystryx, la fuente de poder de la dragona roja. Eso incito a la dragona a salir de su refugio e ir en busca de Mina a la ciudad de Sanction. En 421 AC, en los cielos sobre la ciudad de Sanction, Mina encima de un dragón de la muerte, mató a Malystryx.

Se sabe que en la lucha Mina empuñaba una de las miticas Dragonlace, pero tras la lucha no se encontró rastro del arma en el campo de batalla.

La noche pasa sin sobresaltos. Plaga se muestra menos charlatán y hablador de lo normal, puede que la cercanía de Kendermore también le esté afectando a él.

Mientras os preparáis para marcharos de la Fuente, los Oráculos vuelven a salir de su cueva y os miran a través de las aguas del estanque. Las voces de los oráculos van saltando de una a otra completando las frases.

Sed valientes, tenéis el destino de muchos en vuestras manos. Dice la voz flotando a través del agua.

Antes de que los tonos melódicos de su voz desaparezcan, el susurro suave de sue hermana recoge el testigo.Vuestros pasos os llevarán muy lejos de este reino desolado, hasta lugares que no os podéis imaginar.

Sigue con suavidad antes de que las últimas palabras de su hermana se desvanezcan. Veréis cosas que se han permitido ver a muy pocos.

Vuestra misión es noble, aunque no sabéis todo lo que traerá consigo.

Habrá triunfos, pero también sufriréis muchas pérdidas. El oraculo baja la mirada hacia el agua.

Finalmente sabed esto: el hado os ha elegido, pero vosotros debéis elegir vuestro destino. La voz es casi dura mientras termina las palabras de sus hermanas.

Como si fueran una, las tres hermanas se vuelven con sus caftanes de seda fluyendo a su alrededor mientras desaparecen de nuevo en la cueva, dejándoos solos otra vez.

Cuando los Oráculos han desaparecido, Plaga se adelante, todavía pareciendo algo incómodo, aunque fue él quien os guio hasta este lugar. Deberíamos irnos. Tenemos mucho camino por delante. Llegaremos a las ruinas dentro de unas horas. Plaga se cuelga la mochila, saca su Yupac y empieza a caminar fuera del oasis, en dirección a Kendermore.

Como venía siendo costumbre, Kairi fue la única que se pronunció. El resto, sumidos en sus propios pensamientos o sencillamente ajenos al tema, no dijeron una sola palabra. El silencio en lo referente a nuestra cruzada venía siendo una constante en aquella manada, pero no por habitual se volvía menos incómoda.

La sacerdotisa de Mishakal, no obstante, se mostró de acuerdo con mi teoría del volcán y el nido, añadiendo detalles acerca de aquella visión que había recibido, una señal de su deidad patrona, como también yo la había recibido de la mía. No podía ser casualidad, aunque ¿qué significaba eso por parte de los otros? Ninguno parecía haber recibido revelación alguna, lo que unido a su aparente falta de implicación me causaba ciertas dudas acerca de los motivos que les llevaban a seguir unidos a nosotros en la tarea.

Chislev me mostró la destrucción de estas tierras por parte de la dragona roja, y la tarea que me encomendó su voz fue hallar la manera de que tal destrucción no se repitiera. -Compartí con la sacerdotisa, así como con quien tuviera interés en ello, sumiéndome tras ello en un meditabundo silencio que no se interrumpió ni a pesar de la sorpresa que me causaron aquellas palabras de la sacerdotisa. ¿Listo, yo? Miré a aquella mujer de medio lado, sin comprender a qué se refería. Aquello no era una cuestión de inteligencia, sino simple eficiencia. Los animales hacían uso de ello cada instante del día y de la noche, emplear el menor esfuerzo para obtener el mayor resultado, sin entretenerse ni distraerse en otras cuestiones absurdas como hacían los hombres. En aquel caso, si portar aquella piedra era importante, que yo la llevase minimizaba el riesgo de ser extraviada o hurtada.

La noche pasó sin sobresaltos ni sorpresas, y pudimos descansar para ponernos en marcha a la mañana siguiente, tras una misteriosa despedida por parte de las Oráculos. Plaga estaba ya ansioso por retomar la ruta, que debía llevarnos a las ruinas de Kendermore. Me pregunté si no debíamos alterar nuestros planes y encaminarnos directamente hacia aquel presunto volcán, aunque la extensión era grande y desconocíamos la entrada. ¿Quizás hallaríamos una indicación en las ruinas? ¿Información? ¿Una pista?

La noche transcurrió de manera tranquila, lo cual no era de extrañar al encontrarnos en territorio neutral, pero ni siquiera el charlatán kender perturbó aquella paz. Estábamos cerca de alcanzar las devastadas tierras de su pueblo, esas de las que tantos otros kender no habían podido regresar, y puede que todo ello estuviera afectando a Plaga.

Tras mis rezos, dediqué algo de tiempo a meditar sobre la Dragona Roja y su muerte, y gracias a Mishakal terminé por recordar ciertos detalles que permanecían aún en algún rincón de mi memoria. Había pasado mucho tiempo estudiando, demasiado a juicio de algunos, y precisamente por ello a veces necesitaba de un tiempo de reflexión para dar con la información precisa.

Nuestro objetivo estaba cada vez más claro, sobre todo después de que Lobo Blanco nos recordara el mensaje que su diosa le había dado, pero no lo estaba tanto el modo en el que lo lograríamos; por ello mi intención era la de compartir cuanto antes con mis compañeros aquello que había recordado sobre lo sucedido con Malystryx. Sin embargo, cuando me disponía a ello, las Oráculos aparecieron de nuevo.

Las palabras que nos dedicaron antes de marchar me inquietaron mucho. Estas no sólo hablaban de la grandeza de nuestra misión, sino también de las consecuencias que esta tendría para nosotros. Sentí miedo en aquel instante, por los demás y por mí, aunque a pesar de ello no pensaba echarme atrás. Mi voluntad de ayudar y hacer el bien era mucho más fuerte que mi miedo.

- Un momento, por favor. - le pedí al kender cuando este nos instó a partir, dirigiéndome a todos tras ello. - He recordado algunos detalles sobre la muerte de Malystryx que quería compartir con vosotros. Mina, quien acabó con la dragona como sabréis, hizo salir a esta de su refugio robándole su fuente de poder; un tótem de cráneos. La Dragona Roja fue a buscar a Mina a la ciudad de Sanction, y en esos mismos cielos acabó con ella. Volaba en un dragón de la muerte, y empuñaba una Dragonlance... Un arma del que no quedó rastro en el campo de batalla... - callé un instante, pensativa. - El arma podría haber quedado completamente en el interior de la dragona, ¿no? ¿Lo de que el Fragmento de Luz sea una llave podría significar que lo necesitamos para abrir el vientre de la dragona y llegar así hasta la otra Dragonlance? - fui conjeturando en voz alta a medida que se me ocurrían las cosas. - Todo esto sucedió alrededor del año 420 antes del Cataclismo... 421 creo. Sí, era el 421. No sé si eso os dice algo, pero por si acaso... - sonreí levemente.

También se cuenta que junto a Mina había un minotauro, llamado Galdar, cabalgando un dragón y empuñando un árbol como lanza. Ayudo a Mina clavando el árbol en el ojo de la gran dragona roja. Aunque la historia de Plaga podía ser muy animada, este la contó con cierto deje de tristeza. Plaga no había nombrado a ninguno de sus parientes en la historia. Además, Sanction queda a más de 300 millas, y habría que volver a cruzar el mar sangriento. Ahora que estamos tan cerca de Kendermor podríamos investigar porque todos los exploradores mandados por mi padre han desaparecido. Puede que este relacionado con vuestra sagrada misión.

Antes de que retomásemos la marcha, ya dirección a Kendermore, Kairi solicitó un momento para analizar nuestra situación, dado que había logrado rememorar algunos detalles acerca de la historia de la muerte de Malystryx. Al parecer, la dragona no había sido abatida junto a su nido, sino que había sido alejada de él mediante un subterfugio, siéndole arrebatado algo valioso para ella. La lucha contra la dragona se había celebrado en la ciudad de Sanction, la cual yo desconocía totalmente. Me disponía a preguntar a Anna por su localización, cuando fue el propio Plaga quien indicó que estaba a más de trescientas millas de nuestra posición, más allá del Mar Sangriento.

Es una posibilidad, aunque podría haber otras... -Respondí a Kairi, que se preguntaba por la utilidad que debía tener el Fragmento de Luz- En cualquier caso, no parece que nuestro conocimiento al respecto albergue importancia alguna. Al fin y al cabo, nada de lo que hemos hecho hasta el momento ha sido buscado en base a nuestro saber. Somos, al parecer, hojas flotando en la corriente que los dioses disponen para nosotros, guiados por augurios ininteligibles. -Indiqué con aire solemne, al tiempo que resignado- Estamos aquí, y por algún motivo hemos viajado hasta estas tierras. No se suponía que fuera por obtener el saber de las Oráculos, aunque realmente lo desconocemos, de modo que estoy de acuerdo con Plaga. Ya que estamos tan cerca de las ruinas de Kendermore, deberíamos investigar sus restos.

 Mientras escuchaba todas las fábulas y leyendas que Plaga nos contaba, traté de recordar mis lecciones de historia, para ver si me acordaba de lo que realmente había sucedido, ya que podía ser útil en esta misión...

La historia que cuenta Plaga es totalmente cierta, alguna vez has leído pasajes sobre ese hecho en los libros. Mientras, Plaga continuaba andando hacia las ruinas de la ciudad.

El compartir con los demás la información que había recordado pareció animar a Plaga a hacer lo mismo, aprovechando también la ocasión para mostrar su postura sobre lo que hacer a continuación. En seguida me di cuenta de que había malinterpretado mis palabras, lo cual no me quedó claro si también había sido así en el caso de Lobo Blanco, quien antes de manifestar que estaba de acuerdo con Plaga mostró una actitud bastante desalentadora. Cierto era que a los acontecimientos parecían habernos llevado en más de una ocasión de un lado a otro sin que supiéramos muy bien con qué objetivo, pero no podíamos resignarnos. Ni él ni yo podíamos hacerlo.

- No, no, no... De eso nada, me niego. - dije negando con mi cabeza, al mismo tiempo que lo hacía también agitando mis manos. - Es nuestra obligación tratar de interpretar y seguir los augurios de nuestros dioses, no podemos conformarnos. ¿Crees que Huma o Mina lo hicieron? Yo diría que no. - afirmé convencida de ello, puede que con un punto inocente, demasiado idealista quizás. Pero así era, o así decían que era. Me dirigía directamente al druida con aquellas palabras, pues claro me había quedado ya que éramos los únicos que dotábamos de importancia a los mensajes divinos que habíamos ido recibiendo; así como a la misión que continuábamos empeñados en llevar a cabo a pesar de tantas trabas. Se me escapó una enigmática sonrisa al desviar mi mirada un instante a la lanza que portaba el druida, tras lo que volví a mirarle a los ojos. - No me puedes dejar sola en esto. - le exigí con una sonrisa.

Dicho aquello, me tomé un par de segundos y continué.

- No trataba de decir que es Sanction a donde debemos dirigirnos. Sigo creyendo que Lobo Blanco estaba acertado en sus conjeturas, y en que si los dioses nos han guiado hasta este lugar debe ser por algún motivo. ¿Dijiste que Kendermore estaba a la sombra del Pico, verdad? - miré a Plaga para formularle aquella pregunta, dirigiéndome nuevamente a todos tras ello. - No creo ni que haga falta investigar por qué desaparecieron esos exploradores, tengo el presentimiento de que no tardaremos en enterarnos cuando nos adentremos en esas tierras. No estaría de más echar un vistazo en esas ruinas, pero creo que no deberíamos entretenernos demasiado en ello.

Es nuestra obligación tratar de interpretar y seguir los augurios de nuestros dioses, no podemos conformarnos. ¿Crees que Huma o Mina lo hicieron? Yo diría que no.

Tampoco lo hizo Goldmoon, la fiel seguidora de Mishakal, ella confío en su diosa cuando nadie creía en los dioses. Añadió Plaga, que a cada paso que daba acercándose mas a Kendermore parecía mas abatido y cabizbajo.  Goldmoon se convirtió en una de los Héroes de la Lanza junto a Tanis Semielfo, Caramon, Raistlin, Flint, Tas, Sturm y otros. Plaga suspiro sonoramente. Si el tio Tas estuviera aquí seguro que sabría qué hacer. Claramente Plaga se refería al mítico Tasslehoff Burrfoot, el kender más famoso de Ansalon.

¿Dijiste que Kendermore estaba a la sombra del Pico, verdad?

Si. Dijo el Kender que seguía avanzado a paso lento pero constante, parecía que algo lo arrastraba a la ciudad.

Entonces, tras salvar un pequeño collado pudisteis ver los restos de Kendermore. Las ruinas están esparcidas por las laderas del pico de Malys como había comentado plaga segundos antes. La sombra de la antigua guarida de la Merodeadora roja impide que el sol de la mañana extienda su luz sobre la ciudad muerta.

Las ruinas de Kendermore es como dar una vuelta por Ansalon tras el Cataclismo. En las ruinas pueden encontrarse una amalgama de estilos arquitectónicos copiados de casi todas las culturas de Krynn, aunque ahora todo está quemado, ennegrecido y roto. Las delicadas agujas elficas yacen destrozadas entre columnas de mármol aplastadas, y los hogares de estilo solámnico se inclinan precariamente sobre los pedazos de placas doradas que antes cubrían las cúpulas con forma de cebolla al estilo khurita. Todo está cubierto con una fina capa de ceniza volcánica debida a las ocasionales erupciones del volcán.