Partida Rol por web

Ayudo a cargar a Kairi sin problemas, aunque no antes de dejar a Klad de pie en la arena y su equipaje al lado. Sin embargo, se aparto una vez tuvieron el cuerpo de la muchacha a salvo, yendo a revisar sus pertenencias, desmontando el paquete para sacudir lo delicado y exponerlo a la luz. La sanación no era cosa suya sino todo lo contrario; así que si la muchacha vivía o moría por las aguas era mala suerte, pero también un riesgo del camino que habían decidido tomar. El semiogro tuvo de paso por su mente la imagen de si mismo hundiéndose hasta el fondo, seguro que nada, ni los bichos mágicos del druida, lo podrían sacar…

Molesto, blandió a Klad nuevamente y lo sacudió de un lado a otro con aspereza, mientras observaba la playa buscando evidencias de alguien que los viera llegar o mejor todavía, de algún refugio donde moverse. Otra vez estaba de acuerdo con un kender y eso empezaba a ser preocupante; pero tenían que salir del descubierto.

Tras ser ayudado por Okodar a llevar a Kairi hasta la arena, teniéndola allí tendida en el suelo sin consciencia, me vi súbitamente embargado por una intensa soledad. La soledad no era nada nuevo para mí, pues de hecho era el estilo de vida que prácticamente había elegido vivir. O él me había elegido a mí, en ocasiones era difícil determinar ese tipo de asuntos. Aún así, en aquellos instantes la soledad me golpeaba con fuerza, clavando sus garras en mi piel. Me encontraba allí arrodillado junto al cuerpo de la sacerdotisa de Mishakal, y daba la impresión de que buena parte de los presentes apenas sentía una mínima preocupación por nuestra camarada caída. De hecho, casi daba la impresión de que les molestase más la pérdida de tiempo que requería atenderla que su situación en sí.

No éramos una manada, eso lo tuve claro. No todos, no de verdad. Puede que Chislev me hubiera elegido para aquella tarea, pero eso no significaba que estuviera de acuerdo con el resto de elecciones, fueran obra de otros dioses o de otra serie de circunstancias.

Pero no podía detenerme en eso. Nadie parecía tener una solución al estado de Kairi, y yo no contaba con las bendiciones de mi diosa respecto a la sanación de los cuerpos. No obstante, de pronto y con urgencia recordé que sí que contaba con algo. Una poción de curación, entre mi equipo. Me apresuré a buscar entre mis cosas, extrayendo aquella poción y suministrándosela a la sacerdotisa. Tuve que alzar la cabeza de la mujer para hacerla beber aquella poción, cuidando de dejar que pudiera torcer su rostro si necesitaba expulsar agua. Tardó más de lo que mis nervios deseaban, pero finalmente la poción fue accediendo por su garganta, a pequeños sorbos, y Kairi terminó por toser y comenzar a expulsar el agua tragada.

Me quedé allí, sosteniendo su cabeza mientras tosía sin parar, observando su rostro que volvía a tomar algo de color. Había estado cerca, demasiado y peligrosamente cerca. Pero sonreí. Finalmente, todo había salido bien.

Aquella completa oscuridad comenzó poco a poco a difuminarse, mientras una sensación de ahogo que inhundaba mi pecho me impulsaba a toser, expulsando lo que al parecer era agua. Iba vislumbrando colores de formas borrosas, hasta que tras terminar de echar aquel agua pude recuperar un momento de paz en el que mis ojos también recuperaron la nitidez de su visión, encontrándome nuevamente con una figura de cabello largo ante mí.

En aquella ocasión no se trataba de ella, sino de Lobo Blanco, que sostenía mi cabeza con una sonrisa. No entendía lo que había pasado, no del todo, pero podía intuir por qué el rostro del druida era el primero que veía; y además con aquella expresión. Haciendo acopio de las pocas fuerzas que tenía me abracé a él, sonriendo, sin pensar.

- Gracias... - susurré cerca de su oído, separándome de él al darme cuenta de que quizás aquel abrazo se estaba prolongando demasiado y de que mis brazos no darían mucho más de sí. Con cuidado me incorporé sentada en el suelo, mirando al resto. - Gracias a todos. - les dije antes de volver a mirar a Lobo Blanco, mostrando una tenue y cansada sonrisa. - La he visto, me ha hablado. - compartí dirigiéndome a él, convencida de que sería quien mejor me comprendería al haber recibido también un mensaje de Chislev.

Mi rostro se descompuso de pronto recordando lo sucedido hacía no sabía cuánto tiempo ya. El miedo se reflejaba en mi cara y no me sentí capaz por unos instantes de hacer que este dejara de hostigarme.

- Malystryx trataba de llevarme al fondo de mar con sus grandes fauces, atrapó mi pierna y... - tragué saliva, sin poder terminar la frase y costándome continuar durante un instante. - Mishakal me ayudó, estoy convencida de que era ella. Me dijo que la dragona era un recuerdo del pasado que no debía volver... - les conté de manera resumida, no queriendo revivir aún más la angustia de aquellos momentos. - No entiendo qué ha pasado en el mar exactamente... Pero diría que los dioses creen que la merodeadora roja puede regresar... - compartí con inquietud.

Al escuchar la descripción de Kairi, Plaga agacha la cabeza apesadumbrado. Rápido, si Malystryx quiere regresar hay que impedírselo. Rápido. Pasaremos por la posada y luego iniciaremos el camino por la gran desolación hasta la antigua Kendermor. Mi tío abuelo decía: quien madruga, tiene más tiempo para caminar. Rápido.

Plaga os guía por una zona que se llama “el barrio Triste”. Esta zona de Puerto Balifor parece haber sido cogida desde el vecindario del puerto por un gigante malicioso y lanzada violentamente sobre la zona de la marea. Por todas partes pueden verse restos quemadas de edificios, secciones destrozadas de calles pavimentadas, paredes en diferentes ángulos, y tablones de madera entrecruzados. Además, el suelo está lleno de pilotes de muelle, baúles destrozados, trozos de barcos y botes e incluso montones de barriles atados con cuerdas gruesas.

Finalmente, llegáis a la calle principal y de esta a la “Ultima Esperanza”. Esta taberna a diferencia del resto de la atmósfera sórdida y nerviosa de la villa, parece irradiar calidez y hospitalidad. Hay bribones y picaros de todo tipo sentados en las mesas del interior, holgazaneando en la entrada y los bancos de fuera, y cantando al ritmo de la música que se oye en la sala común. Esto es la Última esperanza, quizá llamada correctamente en una villa que persiste bajo una nube de intranquilidad.

La posadera, una hermosa semielfa, se acerca a vosotros y os ofrece una ronda a cuenta de la casa, limpia una mesa y sugiere lo que podeis tomar (sus especialidades son el pastel de anguila y el estofado de cangrejo)¹.

Sentado, al fondo de la barra, no muy legos de vuestra mesa. Hay un kender con una cicatriz sobre un ojo y el pelo de color rubio espiga. Va vestido con un sobretodo negro y lleva un pesado alfanjón aserrado en una funda a la espalda. Plaga lo mira nervioso y susurra. Es Harlowe Barstool el corregidor del puerto, el espía de los caballeros negros.

 Tratando de no llamar la atención del colaborador, le pregunté a Plaga, en voz baja:

 - ¿Sabes si hay alguna tienda de magia o de cosas que puedan serme de utilidad?. Me imagino que al ser un lugar ocupado por los caballeros de Neraka, seguramente no haya nada mágico siendo vendido abiertamente, pero he pensado que tal vez sepas algo del posible mercado negro local.

 Al saber el precio tan alto de las comidas del local, me escandalicé, aunque no dije nada. Es cierto que la comida parece abundante, pero con una comida más ligera, que costara menos, me conformaba. Miré a mis compañeros, para saber que decidían al respecto, y si comían lo que se ofrecía o por el contrario buscaban algo más barato en otra parte. En circunstancias normales, no me importaba pagar un poco más, pero no sabía hasta donde nos llevaría nuestro viaje y cuanto tendríamos que gastar...

Las revelaciones de Kairi me causaron un escalofrío, pues me recordaban demasiado al sueño que me había sido también revelado. A mí me había atacado en un bosque, y a ella había tratado de arrastrarla al fondo del mar, pero el resultado había sido el mismo. Una advertencia del peligro que acechaba, de algo que había acontecido para nuestra desgracia, y no debía repetirse.

Eso no sucederá. -Dije con voz firme, todo lo que logré, mientras le ofrecía a Kairi mi mano para ponerse en pie. Tanto su diosa como la mía parecían decididas a evitarlo, y de algún modo estaba seguro de que, en su sabiduría, encontrarían la forma de que así fuera.

Plaga nos instó a ponernos en marcha cuanto antes, de modo que hice un rápido repaso a mi equipo para asegurarme de que no faltaba ni se había estropeado nada, y adopté mi forma de lobo para caminar junto a mis compañeros. Nos adentramos en la ciudad, pero en un barrio de ésta que parecía haber sido destruido por los elementos, como si un tornado y una riada se hubieran puesto de acuerdo en arrasar todo a su paso. Sin embargo, la posada donde nos guió el kender parecía agradable, al menos al principio, hasta que descubrimos el precio de la comida y la presencia allí del corregidor del puerto. Los precios no me preocupaban, en realidad. Contábamos con raciones de viaje, y si alguno de mis compañeros quería una ración podíamos fácilmente compartirla. Pero aquel kender espía de los caballeros de Neraka suponía un problema.

Tomé asiento en el suelo, al lado de Kairi, y como un can adiestrado para la guarda de la que tanto hacían gala los hombres me dediqué a observar a nuestro alrededor. Si aquel kender hacía algo raro, debía estar atento para verlo. Mientras tanto, aguardaría a que mis compañeros tomasen decisiones.

¿Magia? ¿hace dos días estuviste en una tienda de magia? Reprocha el kender. No, aquí no hay nada de eso, y el único mercado negro que puede haber lo lleva la bella Mintra Brisademar. Lo que supusiste era una referencia a la hermosa posadera.

Si vosotros no vais a comer, yo sí. Vosotros os lo perdéis. En este mundo no todo es oro, y nos espera un largo y peligroso viaje. Dijo el kender que pidio un plato completo de comida, que seguramente, no sería capaz de terminar el solo. Junto con la espléndida ración de comida que Mintra sirvió al pequeño kender, esta también trajo los restos de una pata de baca para que el perro del grupo pudiera comer algo, el disfraz funcionaba a la perfección.

 Suspirando, hice un gesto a la posadera para pedir una ración para comer y, una vez que estuviera a nuestro lado, le pregunté, en voz baja:

 - Disculpad, mi señora, si sois tan amable, quería saber si hay por aquí algún sitio donde comprar equipo y pertrechos para viajeros... Propensos a meterse en situaciones complicadas.

Tan sólo Lobo Blanco y Plaga reaccionaron ante mi revelación de un modo que indicara que aquel asunto les importaba. Nuevamente me preguntaba por el por qué de la formación de aquel grupo. ¿Quizás los dioses no habían tenido tanto que ver en esta como pensaba? No tenía respuestas, ni fuerzas para buscarlas, así que pronto dejé a un lado aquel asunto.

Tomé la mano del druida con una tenue sonrisa cuando me la ofreció, viéndome imbuida en una repentina calma ante sus firmes palabras, dándome cuenta una vez en pie que me encontraba mucho más débil de lo que pensaba. Con la determinación y tranquilidad de Lobo Blanco contrastaba la reacción de Plaga, que aunque también demostraba cierta determinación, esta estaba repleta de una inquietante premura.

El kender nos guió hasta una posada antes de abordar el camino que nos llevaría hasta Kendermor, intuyendo por las calles que íbamos recorriendo la gran necesidad que debían padecer las gentes de aquel lugar. Empapada como me encontraba, llegué temblando a “La Última Esperanza”, esperando poder entrar pronto en calor en el interior de la sorprendentemente acogedora posada.

No fue hasta que tomé asiento que me di cuenta de que el kender que habíamos querido evitar estaba allí, cuando Plaga nos lo hizo saber, sintiéndome algo inquieta por su presencia. En seguida miré a Lobo Blanco, que en su forma animal permanecía sentado cerca de mí, viendo cómo este se encontraba alerta observando a nuestro alrededor.

Pedí un plato de sopa a la semielfa después de que Plaga pidiera algo para comer y decidí esperar a que Anubis terminara de hablar con ella para abordar qué íbamos a hacer. Esperaba encontrarme algo mejor tras tomar algo caliente, pretendiendo proceder después a sanarme si nuestra salida iba a ser inmediata.

Me encontraba atento a los movimientos de aquel kender, cuando algo me sobresaltó. Era la posadera, que dejaba a mi lado unos restos de carne. Miré aquella carne, que sin duda no era tan reciente como acostumbraba a comer cuando no tenía tiempo de cocinar y me limitaba a cazar como los animales a los que admiraba y alimentarme como ellos. Pero la carne de un animal recién cazado era cálida y jugosa, con sangre supurando por sus fibras. Aquella carne estaba fría, llevaba demasiado tiempo almacenada, y la mayor parte de la sangre que le ofrecía jugo se había perdido por el camino. Era carne para cocinar, no para comer cruda.

Y sin embargo, acerqué mi morro y la olisqueé en detalle. Era carne, al fin y al cabo. Comida, sustento para el cuerpo. Fuerzas para lo que habría por venir. Hasta el lobo comía aquello que no le gustaba, si el hambre apretaba. Y el hambre apretaba. Necesitaba mantener aquel disfraz, de modo que no podía permitirme un estofado caliente. De modo que me eché junto a aquella carne y comencé a comer, sin perder ojo a la mesa del kender traidor, aún disimulando para que no percibiera una mirada fija en él. Mi mirada paseaba por las mesas, comprobando todo lo que se movía por la taberna, pero siempre regresando al kender cada poco tiempo.

Tengo pociones de curar heridas a uno 100 piezas de acero la unidad y otra de arma mágica también a esa cantidad. Si buscas cosas más específicas tendrías que hablar con Zoe Manoizquierda, al otro lado de la vahia. Luego la semielfa mira al grupo y mira a Harlowe, el kender con la cicatriz sobre un ojo. El kender está empezando a ponerse nervioso porque la posadera no le rellena la jarra de cerveza. No os quedéis demasiado. Estamos bien como estamos y no necesitamos que gente como vosotros agite las aguas. Susurra y luego marcha a servir la cerveza.

Atento a los movimientos de aquel kender, mascaba la carne que podía soltar con mis fauces de aquel trozo de pata. No daba la impresión de que el tipo hubiera reparado en nosotros demasiado, sino que parecía inquieto por tener que esperar a que la posadera le rellenase la jarra de lo que fuera que estaba bebiendo. Sin embargo, mientras atendía a eso, mis orejas puntiagudas atendían a la escasa conversación de la mesa.

Los precios de las pócimas que allí se vendían me parecían en exceso elevadas de precio. Desconocía cual era su precio de mercado, porque no acostumbraba a realizar tales compras, confiando siempre en que la naturaleza proveería y huyendo de los asentamientos humanos. Lo que sí tenía claro es que nuestro presupuesto se alejaba bastante de tales precios. Además, la posibilidad de adquirir otras cosas parecía pasar por acudir precisamente a quien habíamos dejado atrás y lejos de nuestro alcance, así que era mejor no planteárselo.

Por si eso fuera poco, la posadera nos advertía de la conveniencia de permanecer por allí el menor tiempo posible, lo que hizo que me incorporase hasta terminar sentado, girando mi cabeza lobuna en dirección a Kairi y a Anna, esperando que cualquiera de las dos dijera algo al respecto de marcharnos cuanto antes.

Cuanto antes abandonásemos aquella ciudad, tanto mejor.

Aquella semielfa no parecía demasiado interesada en ejercer de camarera, soltando de pronto que vendía unas carísimas pociones sin haberme traído la sopa. En seguida me di cuenta por sus siguientes palabras que debía haber sido Anubis quien le preguntó por aquel asunto, supuse que buscando equiparse mejor antes de que emprendiéramos el camino hacia Kendermor.

Terminé buscando algo de mi comida en la mochila, esperando poder comer algo aunque fuera pasado por agua.

- ¿Está bueno? - pregunté al druida por lo bajo al verle comer aquel trozo de carne, con curiosidad, aunque también me había sentido ligeramente sorprendida en un inicio; desconociendo que comiera carne cruda.

Proseguí a lo mio, desviando la mirada del interior de la mochila cuando la posadera nos hizo aquella advertencia. No era mi intención quedarme mucho tiempo allí después de haber visto al kender que habíamos estado tratando de evitar, pero la forma en la que aquella mujer habló de lo que podíamos provocar en el lugar me disgustó. No por mi, ni por el grupo, sino porque detrás de aquellas palabras debía haber una desagradable y triste historia.

Me di cuenta cómo Lobo Blanco se movía tras las palabras de la semielfa, viendo cómo nos miraba tanto a Anna como a mi, pareciendo aguardar algo. Finalmente tomé una de las raciones de viaje y la saqué, esperando a que la posadera se retirara para pronunciarme.

- Si no hay nada más que tengáis que hacer aquí, propongo marcharnos en cuanto acabemos de comer. - sugerí, tomando unos cuantos frutos secos. - Debo sanarme antes de que partamos, pero eso apenas me llevará tiempo. - añadí antes de comenzar a comer.

-Yo quiero el plato bueno y abundante. +gruño simplemente a la semielfa, teniendo claro que no iba a conformarse con una sopa tras el baño y el nervio que había pasado. Seguían vivos y eso era motivo de celebración, o cuando menos de disfrute. Lo único que aguaba su fiesta era encontrar en la posada a lo que se habían arriesgado tanto por evitar. Por suerte en una cara como la suya, un mal gesto no se distinguia con facilidad de lo normal.

Las alucinaciones de Kairi sobre una dragona que hacía tiempo era huesos y polvo nada lo preocupaban; cualquiera las tendría habiendo mirado de cerca a la muerte. Tampoco estaba interesado en porque aquel sitio lucia como un basural; asumió sin mas que debía ser cosa de la guerra. Asi que sin ahondar en el tema, asumió un aire tonto y distraído con el cual estaba familiarizado. Tan pronto llego la comida la ataco con voracidad, poniéndose al momento a acabarse hasta las migajas. Asumir ese papel le había ahorrado problemas antes y ademas mostrarse alertas cerca de aquel kender de negro solo levantaría más suspicacias. Era mejor parecer solo un bobo angurriento y confiar en que el buen perrito se ocuparía de aquello, si no estaba muy entretenido con su hueso.

La camarera trajo un plato de un plato completo para Oka y el plato de sopa que había pedido Kairi. Tras la comida el Kender empezó a impacientarse, y todo el mundo sabia que no había nada más peligroso que un Kender aburrido. Así que, el grupo se puso en marcha.

Plaga os guía a través del barrio triste hasta la salida de la villa de Puerto Balifor. La puerta de salida de la ciudad esta simplemente cerrado con un tranco de madera que se retira con suma facilidad. Los caballeros negros no vigilan la salida de la ciudad hacia la desolación. ¿No sé por qué? El Kender se encoge de hombros. Aunque dicen que todo lo que entra en la Desolación muere y todo lo que hay en la desolación ya está muerto. Cuando termina de ajustarse sus múltiples saquitros, pasa la puerta y empieza a caminar en dirección oeste, hacia las montañas que forman una barrera entre Puerto Balifor y el desierto de la Desolación.

Todo lo que habéis oído sobre la Desolación es cierto. De hecho, probablemente todavía no habéis oído lo peor. Incluso con la Merodeadora roja muerta durante estos últimos seis meses, la Desolación no ha cambiado. Las montañas siguen expeliendo su bilis, la tierra todavía se sacude de dolor... es una tierra torturada. Plaga suspira suavemente. Los padre dicen que es peor a cuando el bosque de Silvanesti quedó atrapado por la pesadilla de Lorac. Allí había algo contra lo que luchar, alguna esperanza a la que acogerse... aquí en la Desolación no hay nada.

Pero eso ahora no es importante. Tenemos un largo viaje por delante. Por suerte todavía es invierno, así que podremos viajar algunas horas antes de que el calor empeore demasiado y tengamos que encontrar refugio. Después de que haya pasado el calor viajaremos un poco más hasta la caída de la noche. Desdichadamente, es demasiado oscuro para atravesar las montañas por la noche. Pero cuando lleguemos al desierto viajaremos sólo de noche. Durante esas horas hay más criaturas, pero son menos peligrosas que el sol del desierto.

Plaga camina, hablaba y consulta un mapa garabateado a la misma vez. En ocasiones daba varias vueltas al mapa o mira una piedra diciendo entre dientes. Esto no debería de estar aquí.  Finalmente, tras subir por varios caminos tortuosos llegáis a un pequeño paso que serpentea entre las montañas.

Al atravesar el paso y llegar al otro lado, ante vosotros, se extiende la Desolación. La arena del desierto es negra y carmesí, como un campo de hollín manchado por la sangre de todas las criaturas que han muerto en la zona. El cielo está manchado por las sombras oscuras del humo procedente de los picos volcánicos que salpican la Desolación.

Incluso a través de la gran distancia que separa las montañas Goodlund¹ de Kendermore, podéis ver el infame pico de Malys² levantándose a lo lejos, como una sombra oscura iluminada por los ríos de lava que bajan de su cumbre. Kendermore está a la sombra del pico.

Cuando habéis tenido unos breves momentos para comprender la asombrosa tarea que os espera, Plaga se adelanta con aspecto curioso mientras se ensombrece los ojos con la mano y mira hacia el pico. Ese es nuestro destino. Kendermore no está lejos de la base del pico. Descansemos antes de continuar, a partir de ahora solo viajaremos de noche. El sol nos freiría como un huevo en una sartén.

Por fortuna, no tardamos demasiado en abandonar tanto la posada como la propia ciudad, a través de una puerta que, por lo que Plaga nos explicó, no estaba vigilada debido a que su destino no lo requería. Nadie que se adentrase en la Desolación regresaba, y nada venía de aquel lugar como para que los caballeros negros se tuvieran que preocupar por ello. Así, nos resultó relativamente sencillo abandonar la ciudad hacia nuestro destino.

Aguardé un buen trecho en aquel camino, antes de abandonar mi forma de lobo y caminar sobre dos pies junto a mis compañeros. Sentía la tripa moderadamente llena, a pesar de que la carne me había resultado insulsa y poco abundante, no como cuando cazaba un buen venado y, tras recitar una plegaria por la presa a Chislev, lo devoraba en la manera que fuera apropiada en ese momento, ya fuera cruda o cocinándola al fuego. Por supuesto, fue algo que no pude expresar ante la pregunta de la sacerdotisa de Mishakal, quien tan sólo obtuvo mi mirada lobuna como respuesta. En cualquier caso, una vez fuera de la ciudad caminé en silencio escuchando las muchas y agoreras explicaciones de Plaga, quien parecía enturbiar el ánimo de la manada con sus palabras. Desolación hacía honor a su nombre: un territorio desolado, carente de vida, estremecida por la desconexión que casi podía sentir entre la tierra y la naturaleza más vital, la de mi diosa.

Duro camino nos aguarda. -Comenté cuando Plaga explicó dónde se encontraba el destino de nuestro viaje, a la sombra de una montaña aún lejana en el horizonte- Como duro es soportar la visión de este paisaje.

Tuve que cerrar los ojos unos largos instantes, suspirando al final. Resultaba doloroso comprender la falta de vida de aquel lugar, pero sobre todo el modo en que todo aquello se había producido. Me hacía revivir aquel sueño, el contacto de las garras del dragón, el abrasador fuego sobre mi piel y el mundo a mi alrededor. Pero el kender sugería descansar en aquel lugar, y a pesar de que dudaba de ser capaz de conciliar el sueño con facilidad, creí que sería sin duda lo mejor.

¿Será preciso organizar guardias? -Pregunté a nuestro guía, buscando con la mirada la segunda opinión de quien nos había guiado por más tiempo, Anna- De ser así, quisiera hacer la primera de ellas. Temo que igualmente tardaré en conciliar el sueño.

Anna contemplaba la desolación con la mirada perdida, una cosa era el desierto y otra cosa muy distinta era ese yermo destruido completamente por la arrogancia de una criatura.  Si, no hay que organizar las guardias. como ha dicho Plaga esto es mucho peor que cualquier cosa que hubiéramos oído. No sabemos que nos podemos encontrar aquí.

 - Yo también coincido que hay que organizar guardias, por precaución. Aunque sea por simple precaución, cualquier cosa que pueda sobrevivir a este entorno tendrá un peligro de cuidado. - Señalé, mientras miraba a mi alrededor, sobrecogido por el aspecto grotesco del paisaje que tendríamos que hacer frente.

Una vez terminamos de comer, procedí a sanar mis heridas en un rincón discreto y nos pusimos en marcha, resultando más fácil de lo que había imaginado abandonar aquella ciudad. Era lógico después de todo, pues los Caballeros Negros no tenían de lo que preocuparse si como decía Plaga todo el que entraba en la Desolación acababa muerto, y no había nada allí que pudiera acceder a la ciudad.

Caminábamos rumbo oeste, hacia las montañas que separaban Puerto Balifor y la Desolación, mientras el kender nos hablaba del lugar hacia el que nos aventurábamos. Sin duda el nombre le iba como anillo al dedo, tratándose de un lugar en el que la esperanza no era capaz de mantenerse con vida. Esperaba que aquello cambiara, que nuestra presencia supusiera de alguna manera la semilla que aquellas yermas tierras necesitaban para que la esperanza volviera a florecer en ellas, pero aún no sabía cómo podía darse aquello.

Proseguimos caminando mientras Plaga nos daba instrucciones sobre el camino que nos esperaba, hasta que finalmente tras un complicado sendero terminamos por abordar las montañas Goodlun. Nos encontramos así frente a aquel desierto donde tan sólo la muerte parecía tener lugar, pudiendo avistar un paraje terrible en el que se divisaba un lugar aún más horrendo.

- Aquel es el Pico de Malys, ¿verdad? - dije temerosa, justo después de que Lobo Blanco manifestara su impresión sobre aquel lugar, con la cual estaba completamente de acuerdo.

Sentí un intenso escalofrío mientras observaba el refugio de la dragona, sin poder quitarle los ojos de encima durante unos momentos. Al lograrlo, fijé mi miraba en la base, la cual Plaga había señalado como el emplazamiento de Kendermore. Se encontraba a la sombra de Malystrix casi de manera literal.

- Es terrible... - musité, mirando rauda al resto cuando comenzaron a hablar de la necesidad de hacer guardia, algo con lo que todos parecían de acuerdo. - Me ofrezco a hacer la segunda guardia, a menos que prefiráis que vigilemos por parejas, en ese caso no me importa hacer la primera junto a Lobo Blanco.

Esa primera noche no pasó nada, no hubo ningún ataque ni ningún sobresalto, pero siempre la recordareis como una de las peores noches de vuestra vida. El ambiente de muerte y corrupción de la desolación estaba impregnado en todo, en las piedras, en el aire, incluso en el viento que soplaba con más fuerza, cuyos sus silbidos asemejaban a los llantos de una mujer.

Es primer día dormisteis hasta muy tarde, hasta la hora de comer. Como había expuesto Plaga, por la Desolación solo se podía caminar de noche. De modo que, utilizasteis las últimas horas de luz del día para bajar de las montañas de Goodlun e iniciar esa misma noche, tras la cena, la primera jornada de camino por la Desolación.

Todo en la Desolación había sido trastocado por la magia de Malystryx. Las pocas plantas que crecían era retorcidas y venenosas; y cada poco la tierra expulsaba efluvios venenosos o temblaba como un enfermo agónico. La arena negra que lo cubría todo como ceniza era muy traicionera en algunos lugares era suave como la arena de la playa y en otros se apelmazaba formado rocas que arañaban las suelas de las botas. Plaga puso especial énfasis en que vigilarais donde pisabais, ya que la tierra estaba en constante cambio y podían abrirse fallas en cualquier momento.