Partida Rol por web

Fuera la tormenta ruge, las casas están siendo poco a poco destrozadas por los rayos. Cada tanto el grito de un moribundo se escucha tan alto como los truenos. El cuerpo de Stanislav yace en el suelo. Los tablones de madera se beben su sangre con paciencia. Restos de cráneo y materia gris se esparcen por la ventana, la pared y el piso.

En la botica hay una innumerable cantidad de frascos y unas cuantas estanterías repletas de libros y pergaminos. Algunos son de medicina y herbología, pero otros son de literatura clásica. Pese a que los tomos están pulcramente ordenados, hay algunos libros a los que se les ha dado uso reciente: son los libros de poesía y ocultismo, pues están desacomodados o ligeramente fuera de orden.

Estás en Novokovo.

Tus pies caminaron entre fantasmas y alucinaciones y te guiaron hasta la entrada del pueblo. La vista no podría ser más terrible. Las nubes negras bloquean el sol. Sopla un viento gélido que te cala hasta los huesos. La niebla te llega hasta la cintura. La violenta lluvia ha hecho de las calles un lodazal; las gotas son densas y el viento es tan fuerte que las hace caer de manera inclinada. Los truenos se oyen a montones. Los rayos caen sobre las casas de madera y las destruyen al instante.

Dos docenas de cuervos revolotean por el pueblo: son los ojos de la bruja, buscando objetivos y víctimas. Ves aldeanos huyendo por entre las calles, buscando refugio, hombres y mujeres desesperados, gritando. Los relámpagos los golpean con furia. Caen fulminados al instante, convertidos en ruinas carbonizadas. Cuentas al menos veinte cadáveres ennegrecidos en las calles.

Heinrich miró con pena hacia el cadáver del boticario:

-Se dejó consumir por la venganza, y le ha llevado a este final. Lo peor le viene ahora, tendrá que responder ante Fenre por sus pecados....

Se enfocó hacia Laurien, una vez terminada su plegaria.

-Creo que los niños del orfanato podrían ayudarnos. Seguro que algo saben del paradero de "la niña de Stanislav". ¿se te ocurre alguna otra idea, hermana?

Laurien terminó la plegaria y miró en dirección a donde yacían los restos del boticario, suspiró y negó con la cabeza.

- Cuanta vida desperdiciada... Que poco aprecio le tienen en este lugar... 

Usó su brazo sano para levantarse y escuchó las palabras de Heinrich mientras iba recorriendo el lugar por si allí había algo que pudiera darles alguna pista, centrándose en los libros más antiguos de ocultismo y en aquellos que habían sido consultados más recientemente.

- ¿Y la niña que estaba con el otro huérfano? Tenía algo... No sé, fue como una sensación y sus palabras... ¿Cuadra su edad?

Las calles están engullidas en la penumbra. Cada tantos minutos un rayo cae y destruye una casa. En distintos puntos de Novokovo se alzan columnas de humo allí donde la tormenta se ha cobrado una vivienda; el humo se confunde con la densa niebla y termina dispersándose a causa de las ráfagas de viento y lluvia. En el trayecto al orfanato contáis unos quince cadáveres chamuscados: personas que no llegaron a refugiarse.

Curiosamente, el orfanato no ha sido tocado por los relámpagos. Ni el orfanato ni las casas a su alrededor. El hogar de los niños desdichados parece totalmente fuera de peligro. Golpeáis la puerta y os abren unos muchachos. Dentro hay unas cuantas decenas de niños y niñas en el salón, mirando con ojos asustadizos todo lo que ocurre del otro lado de las ventanas. Hay llantos y murmullos por doquier. Una escalera da hacia la segunda planta del orfanato, donde están las camas.

Yuri, el jovenzuelo que quería ser inquisidor con desesperación, está entre los niños. Se acerca a vosotros con la expresión cruzada por la angustia y el nerviosismo.

-¡Señora inquisidora Laurien! ¡Señor inquisidor Heinrich! ¡Estáis vivos! ¿Lo habéis oído? ¿Habéis oído aquella voz, antes de que empezara la tormenta? ¡Es la bruja! ¡Nos está atacando! Yo, yo... tengo… tengo miedo. Las calles están repletas de muertos, y, y, y… no sé si todos los huérfanos han conseguido refugiarse… Pietr, Vasili, Dmitri, mi amiga Nika…  oh, espero que los rayos no les hayan alcanzado...

El explorador echó un rápido vistazo a la estancia mientras escuchaba al joven. Cuando esté término se agachó a su altura y le dio un abrazo.

-Si, lo he visto y escuchado todo. No temas, lo que tenga que ser, será, pero este orfanato se mantendrá en pie. Mandaré aquí a todos los niños que vea, será tu función atenderlos al llegar. Un buen inquisidor ayuda con lo que puede, y lo que debe, y tú debes quedarte aquí y atenderlos al llegar ¿Entendido?.

Le revolvió el pelo esperando la confirmación de que lo había entendido.

-Sobretodo, debes ser valiente y aparentar tranquilidad, esos niños, tus hermanos, necesitan que seas fuerte por ellos. Necesitan saber que no va a pasar nada aquí dentro, y serás tú quien les de esa seguridad. Veo en ti a alguien totalmente capaz, confío en ti. Recuerda que ser valiente no es no tener miedo, si no hacer lo que se debe aún con miedo. Dominarlo y tranquiliza a tus hermanos cuando lleguen. Yo cumpliré mi parte mandándolos aquí.

Le estrechó los hombros.

-No obstante, necesito saber algo. ¿Sabes dónde está la hija de Stanislav? Bueno, hija no, ya sabes a qué me refiero...Hay mucha gente que necesita su ayuda, y debemos echarle una mano. ¿Por donde suele estar?

Le estrechó los hombros 

El trayecto por el bosque ha sido devastador para el Rostro de Plata. Los fantasmas del pasado se arremolinan a su paso, señalándole, acusándole. Le han sentenciado, le han condenado por sus pecados de sangre. Se ha granjeado por derecho propio un título que apela a su más secreta deshonra... Matasangres.

La terrible verdad que se esconde tras la máscara argéntea no permanece oculta para los espectros. Ya no. Y sin embargo, el último de los Van Wayden sigue caminando hacia... ¿Hacia dónde?

Aun acechado por su pasado, ungido con la sangre todavía fresca de la hechicera Shadha al Qanan y del maestre Cornelius, Gherim van Wayden recuerda en su caminar, en su apostura, a un lobo de tres patas, un muñón aún fresco donde debiera estar la cuarta. Restos de lo que fueron tendones cuelgan de su afilada dentadura. Sus colmillos han hendido su propia carne para escapar del cepo de la culpa, una trampa que amenaza con aniquilarle, pero hoy no... Hoy no.

El enmascarado escapa del bosque sintiéndose infinitamente solo, hastiado hasta la náusea y deseoso de una paz que le elude como a un leproso. Quiere la suerte que a su olfato viaje raudo el hedor dulzón de la carne calcinada y a sus oídos el crepitar del fuego que devora Novokovo. Su mirada asesina ha recuperado el verdor azulado que la caracterizaba. Y si ahora bulle en un dorado escarlatino, no es por otra razón que la danza de las llamas que se yerguen altivas sobre la aldea.

El fuego, y así lo entiende, da sentido a su cruzada. Arder. Arder. Arder hasta extinguirse.

Apretando la mandíbula con un deje de rabia, Gherim van Wayden, el besado por el fuego, comprende su destino. Acalla el recuerdo de la fantasmagórica Hilde señalándole, mostrándole las llagas en el cuello y en la boca. Desenvaina su arma. Las dos.

Él es Fuego. 

Él es Muerte.

Laurien entró con Heinrich al Orfanato, sus ojos estaban ligeramente húmedos por las lágrimas contenidas de ver el lugar y a sus habitantes así, al menos aquellos pequeños y pequeñas estaban a salvo, algo que indicaba que la bruja les tenía aprecio.

Mientras su hermano se encargaba de hablar con aquel niño Laurien se preocupó del resto de niños y niñas, comprobando que no tuvieran heridas y atendiéndoles en aquello que necesitasen aprovechando la ocasión para revisar por los alrededores e ir preguntándoles sobre la niña bruja. 

El niño respira hondo e intenta calmarse. Alentado por las palabras de Heinrich, endereza la espalda y adopta una postura decidida.

—Sí, señor Heinrich. Haré lo que usted diga. Me quedaré aquí y calmaré a los demás. Haré lo que debo hacer, aun con miedo. Es lo que hace un inquisidor y yo seré un inquisidor. 

Cuando el batidor le pregunta al niño por el paradero de la hija de Stanislav, Yuri se muestra confuso.

—¿La hija de Stanislav? Pero... Stanislav nunca tuvo hijos. Él cuida de todos los huérfanos, pero siempre ha tenido mejor relación conmigo y con Nika. Pero no se lo digáis a los demás, por favor, que se pondrán celosos —agrega en voz baja—. Siempre decía que Nika y yo éramos como los hijos que no tuvo. Yo era su niño y Nika su niña.

Una lágrima cae por su mejilla.

—Señor Heinrich... ¿Stanislav está bien? Si lo veis, decidle por favor que se refugie en el orfanato. No creo que la botica sea un lugar seguro en medio de la tormenta. Y Nika... la última vez que le vi fue hace unas horas, cuando hablamos con usted y con la inquisidora Laurien en la taberna, antes de que atacaran el ayuntamiento. Nika dijo que tenía algo que hacer y se marchó sola.

>>No sé dónde puede estar, pero... pero hay un lugar en el cual Nika y yo solíamos jugar. Es una casa abandonada, a diez calles de aquí, hacia el sudoeste. Una casa de puerta roja, al lado de la herrería. ¿Tal vez Nika esté refugiada allí? Si la veis, por favor, acompañadla hasta aquí. Es mi amiga y no quiero que le pase nada malo. ¿Es a ella a quien buscáis? ¿Creéis que Nika puede ayudar al pueblo?

Entretanto, Laurien atiende a los niños heridos por la tormenta, que son pocos, y con lastimaduras superficiales. Revisando el piso superior donde duermen los niños, Laurien puede ver allí los catres donde duermen los huérfanos. La inquisidora pregunta por una niña bruja, pero ninguno de los huérfanos sabe siquiera que la bruja fuera una niña. Todos creen que la bruja es la extranjera que fue apresada el día anterior. Hay algunos catres vacíos, que son los de los huérfanos que se han perdido en la tormenta. Entre ellos está el catre de Nika, la niña que visteis en la taberna. Sobre su catre hay un libro, La danza del enamorado y las siete sirenas. Debajo de la cama hay un arcón con ropa y unas bolsas con alpiste, semillas y maíz troceado. Alimento para aves, sin duda.

Heinrich prestó atención a cada palabra de Yuri, aquello era de suma importancia. El corazón domado del batidor se encogió ante las preguntas del pobre huérfano sobre Stanislav, y lo que parecía su ingenuidad sobre el boticario y su propia compañera. Había que sacar a ese niño de ese ambiente, pero primero lo primero: la bruja...Nika.

Tan pronto como pudo echó una mirada a su compañera. La situación no era agradable, pero había que solucionarla. 

-Laurien, deberíamos irnos.- dijo con voz apesadumbrada.

Luego dirigió la mirada a Yuri.

-Tienes un trabajo hijo. Cúmplelo, sé que lo harás. Nosotros vamos a intentar poner la aldea a salvo. Gracias por tu ayuda pequeño. Sin duda serás un buen inquisidor, aunque antes de eso, has de sufrir aquí - dijo señalando su corazón - A veces el deber nos enfrenta a cosas desagradables, a miedos y tormentos. Considera el día de hoy como un valioso aprendizaje. Sin duda, forjará tu destino, aunque tú no lo entiendas ahora. Tomes la decisión que tomes en un futuro, cúidate mucho.

Y sin decir más, tras asegurarse de que Laurien tomaba su decisión de ir o no, corrió hacia su nuevo destino. La casa abandonada de la puerta roja, con el revolver cargado, la mano ejecutora firme y un rezo por el alma de aquella niña en su cabeza. El destino era cruel...una niña, una niña manipulada. Tenía que darle muerte, era su deber, su juramente, exterminar el mal, fuera como fuera. Pero no tenía por qué hacerla sufrir, ya había tenido bastante. Una bala en la cabeza sería suficiente.

Laurien tomó con cuidado aquellos objetos, depositándolos en su propia bolsa, quizás como una forma de intentar hacer que la niña entrara en razón o quizás intentando llevar consigo algunos objetos que pudieran darles pistas o que la niña se los llevara con ella...

Sintió la mirada de su hermano y asintió para comenzar a caminar a su lado pero antes de marcharse se agachó hasta Yuri y depositó un beso en su frente para dedicarle después una tierna sonrisa.

- Regresaremos a por ti Yuri, mantén a tus amigos y amigas en paz. Fenre vela por vosotros.

Tras aquellas palabras se levantó y siguió a Heinrich.

Y los pasos del último de los Van Wayden avanzan firmes entre la tormenta asentando la promesa de un furibundo caos emergiendo sobre Alurnia, su epicentro en la aldea de Novokovo.

Cada estallido del trueno resonando en la oscuridad del cielo espolea su determinación. Cada relámpago surcando el horizonte nuboso como una premonición de sangre.

—Nos encontraremos, hermana... Nos encontraremos pronto, lo juro. Pero hoy no... —se dice a sí mismo entre murmullos demenciales mientras avanza notándose resurgir de nuevo firme en su determinación. Aísla a los fantasmas en su mente. Ellos no pueden juzgarle. ELLA NO PUEDE JUZGARLE. Él es el Ejecutor, la mano estoica que sujeta el acero vengador. Sus espadas son los colmillos del lobo. La Eisenzahn vive esta noche para enviar un mensaje.

—Tu nuevo amanecer está próximo, bruja —susurra sin mirar a la cabeza decapitada de Al Qanan, dejando escapar una risa sardónica. Sabe que le está escuchando. —Brillante e ígneo... Oh, hechicera, qué hermoso amanecer será... Si las deidades de la guerra observan mis actos, hoy dirán que tienen un nuevo adalid. Y si solo tú de entre todos los espectros que me juzga ha de presenciar mi siniestra cosecha, a ti te digo, bruja, que sabrás por qué me llaman cazador. Regaré los campos con sus cadáveres. Los ríos fluirán rojos embriagados con su sangre. ¡Y sus famélicos hijos temerán pronunciar en sus gargantas el nombre de Herenhout!

>> Muerte al Falso Emperador...

El mantra le protege. La letanía le abriga como una capa a un cruzado del Dicasterio. Avanza con la misma certeza que el tiempo. Imparable. Impostergable. Tiene un mensaje que entregar. Y la única tinta que sirve para redactarlo es la sangre.

Waldo el Traidor, por ti resuenan las campanas.

No habrá piedad para nadie.

El niño se muestra confundido.

—A qué... ¿a qué se refiere, señor Heinrich? No... no entiendo. Por favor... cuidad a Nika. Traedla aquí sana y salvo. Yo mantendré tranquilos a los demás huérfanos —dice a Laurien.

Pero las dudas azotan el rostro de Yuri.

Tres de cada diez casas de la aldea han sido destruidas por los rayos, y la tormenta sigue, y sigue, y sigue, y los cuerpos yacen en las calzadas, o se amontonan debajo de los escombros de las viviendas derrumbadas. Novokovo se ha convertido en una trampa mortal, en un vórtice de caos, muerte, niebla y lluvia.

La casa abandonada donde los niños solían jugar está, como dijo Yuri, cerca del orfanato, al sudoeste. Es un hogar humilde hecho de una madera que el tiempo ha desgastado. Tiene una única planta. La puerta cedió hace añares: el camino al interior está despejado. Los cuervos que sobrevuelan el cielo negro ya os han divisado. La vivienda cuenta con una sala de estar y una habitación. En el suelo sea acumulan el polvo y unos cuantos muebles desvencijados tumbados de lado. Aquí no vive nadie hace mucho. Hay velas flotando en el interior que disipan las oscuridad con sus llamas azules.

La bruja aguarda en el centro de la sala de estar.

Nika está sentada en el suelo, cruzada de piernas. Es una niña de unos trece años y es, al mismo, la responsable de la masacre que está aconteciendo allí fuera. Es quien ha llevado a Novokovo al borde de la anarquía. Es la venganza encarnada y es quien no dudará en daros muerte. Laurien siente el halo de magia a su alrededor. Es espeso y poderoso, una furia arcana que ocupa el cuerpo de la niña. Sus energías están concentradas en controlar la tormenta, pero aun tiene una reserva de poder con la que podría haceros añicos.

Alrededor de la bruja hay cinco velas flotando en círculo. La cera derretida se acumula en torno suya. En una esquina de la habitación hay un un par de cuervos. Os miran. Nika también.

—¿Por qué? ¿Por qué insistís en salvar Novokovo? ¡Os advertí! ¡En el cementerio! ¡Os lo advertí! Todo lo malo, todo, todo, todo el dolor, el sufrimiento, la soledad... ¿cómo es que no lo entendéis? ¡Mis padres murieron por culpa de Novokovo! ¡Fueron obligados a combatir en la guerra! Esta era su casa, ¿sabéis? Yo podría haber tenido una infancia normal, junto con mis padres... pero las gentes de Novokovo me arrebataron a mi familia. Stanislav me lo dijo. Él fue el único que se preocupó por mí. Él y los demás huérfanos. Mis amigos. Nada malo les ocurrirá a ellos.

>>Eres un huérfano —le espeta a Heinrich, mientras una lágrima se desliza por su mejilla—. ¡Tú mismo me lo dijiste! ¡Y tú! ¡Tú eres una bruja! ¡Como yo! ¡Lo sé! ¡Lo vi en el cementerio! ¡Lo vi, vi lo que hiciste con los resucitados, con los cuervos, lo vi, lo vi todo! ¿Es que no sabes lo que se siente ser diferente a todos? —le grita a Laurien—. Si pudierais vengaros de quienes os quitaron a vuestra familia, haríais lo mismo que yo.

>>¡Marchaos! ¡No lo repetiré! ¡No tengo nada contra vosotros! ¡Marchaos ahora!

Laurien caminaba con pesar por aquellas calles, moviéndose de forma que casi parecía querer encontrar a alguien con vida, algo que parecía realmente imposible. Al menos estarían en un lugar mejor junto a Fenre o eso anhelaba...

Al llegar a la casa fue moviéndose con cautela, fijándose bien donde ponía sus pies para no tropezar o caer entre aquellos escombros. Su piel se erizaba y su cabeza dolía, seguramente al sentir aquella cantidad de energía, de magia, una oscura energía que venía de aquella niña, una a la que habían utilizado...

La joven la escuchó y suspiró con pesar antes de arrodillarse para estar a su altura pero sin acercarse demasiado, quería que se sintiera segura, que no viera amenazada su vida.

- Nika... Yuri nos ha pedido que te protejamos y te encontremos... Tus amigos están muy asustados y atemorizados, lo están pasando realmente mal... Lloran implorando por sus vidas... ¿Cómo crees que recordarán este día? - Volvió a suspirar - Fueron muchas las familias y las personas que sufrieron, entre ellas el hombre al que tanto pareces apreciar, Stanislav... Pero ese hombre no es bueno... Te ha utilizado Nika, te ha utilizado para que lleves a cabo su venganza, para que seas tu quien asuma la culpa de todas las muertes que has provocado... ¿Sabes que han muerto otros niños y niñas? ¿Que has dejado a más huérfanos y huérfanas que ahora quizás busquen vengarse de ti? Es el pez que se muerde la cola, no podemos vivir de venganza pues al final toda la tierra se teñirá de sangre y dolor y muchos otros inocentes sufrirán lo mismo que has sufrido tu... Sé que eres una buena chica, que te importan tus amigos, a quienes consideras familia pero... ¿Cómo verán ellos que haya sido su amiga la que haya asesinado a tantas personas? ¿Todas eran culpables? ¿Incluso ese bebé que apenas había llegado al mundo y que ni siquiera existía cuando tus padres se fueron? 

Acomodó sus ropas y continuó mirando a la muchacha con comprensión.

- No me siento diferente pues solamente dejo que Fenre use mi cuerpo para hacer su voluntad... Nadie me arrebató a mi familia pues fue mi familia la que me puso al amparo de Fenre, mi familia son mis hermanos y hermanas, aquellas personas a las que tu misma has dañado con tus actos... ¿Debería pues ahora yo vengarme de ti por ello? ¿Qué lograría sino hacer más grande el dolor y la pena? Solamente tenemos una vida y nadie debería juzgar quien vive y quien muere, nadie que no sea Fenre pues no podemos compararnos a Dios... Mira bien en tu interior Nika, sabes que esto que estás haciendo está mal, que estás muriendo por dentro, adentrándote en una oscuridad de la que sabes que nunca podrás salir si continuas cayendo... 

Heinrich se quedó petrificado. En su interior, albergaba alguna esperanza de que aquella niña no fuese la bruja. Pero no fue el caso. La niña era la bruja, estaba claro.

Cuando le interpeló, Heinrich no pudo evitar sonreír tristemente, pero esperó a que su compañera interviniese primero. Cuando Laurien terminó de hablarle, en un tono que sorprendió y agradó al batidor, habló él:

-Nika...escucha lo que Laurien te dice...lamento que la vida te llevase a este momento, de verdad que lo lamento, pero has de ponerle fin. Hay muchos inocentes sufriendo, al igual que sufrieron tus padres en la guerra. Puedes ponerle fin, pero de no hacerlo, te estarás convirtiendo en aquello que odias.

Yo soy huérfano, fue la rebelión primero, y la guerra después los que me llevaron a serlo. Yo mismo participé en la guerra, llevado por el odio y la venganza, hasta que me di cuenta de eso...de que me estaba convirtiendo en aquello que odiaba. Me llevó años darme cuenta, la revelación casi consigue que yo mismo me diese muerte, pero encontré sentido a la vida con Fenre, el me guía a evitar de verdad esas injusticias.

Heinrich tragó saliva, lo que iba a decir podría suponer su muerte, pero tenía que hacerlo. Miró a Laurien intentando confesar con la mirada aquel sentimiento, y se decidió a hablar. Alea iacta est.

- Todo lo que te dije en el cementerio, olvídalo, las circunstancias han cambiado, y no eres tú la culpable directa, si no quien ha manipulado tu mente...Stanislav...pero debes tomar una decisión ahora. Si continúas por el camino de la venganza, serás tan culpable como el boticario, tanto como los que mataron a tus padres, tanto como aquellos que provocan guerras por intereses personales. Mi orden directa es matar a la bruja de Novokovo, -miró de nuevo entonces a Laurien - pero si tu decides parar esto y abandonar la magia, entonces....entonces yo....yo...DESOBEDECERÉ - gritó mientras guardaba la pistola que llevaba cargada y en la mano-. Te ayudaré a salir de aquí, cosa que puede suponer mi ejecución, espero que entiendas la situación

Hilde no responde. La cabeza decapitada de Shadha al-Qanan tampoco. Ser Alecsander y su corcel, Escarcha, no están por ningún lado. Tus fantasmas están callados. Una vez que te acostumbras a escuchar a los muertos hablar, no hay nada más terrorífico que su silencio. Están allí, en algún lado, juzgándote, pero no puedes saber cuál es el veredicto.

Sí alcanzas a oír el lamento de los vivos. Los rayos caen, las casas arden, se desploman, y los aldeanos refugiados en ellas sucumben bajo el peso de los escombros. Tres de cada diez viviendas han sido destruidas. La niebla es cada vez más alta y espesa. Los cuervos revolotean por encima de la silueta de Novokovo buscando nuevos objetivos. El templo del pueblo aun no ha sido destruido. Asomado a una de las ventanas ves al párroco Timur, quien en realidad es un desertor de nombre Waldo. El falso sacerdote observa cómo te acercas a la parroquia con cierto asombro, pero nada sospecha de tus verdaderas intenciones.

La puerta no está cerrada con llave. Tu próxima víctima está al alcance de tu mano.

El párroco estaba vigilando a través de la ventana. No está desprevenido. De hecho, sostiene una pistola en la mano. Sea lo que sea, estaba esperando algo.

—Eh, eres tú. ¿Cómo es que era tu nombre? ¿Caraplata? Menuda te has montado. ¿Es verdad eso de que liberaste a la extranjera del calabozo? Joder, Caraplata, Erik y los suyos enloquecieron por tu culpa. Si tus hermanos no hubieran estado allí... Escucha, Heinrich me ha pedido que esté atento a no sé qué puto monstruo que dice que vio por el campo. ¿Has visto algo por el estilo? Que en tiempos normales yo diría que el hermano Heinrich está pasado de revoluciones, jé, pero como verás, no estamos en tiempos normales.