Partida Rol por web

El frío brazo que se internaba en la cabeza de Darkon haciendo que se despertara, fue el mismo gélido toque que sintieron Arthorias y Allen. Si bien los tres lo sentían en su cabeza, la sacerdotiza lo sentía en su corazón.

Ese mismo frío mantenía en un profundo sueño a Horntes, que poco a poco empezaba a convulsionar. El hombre se retorcía entre sus sueños y estaba teniendo la peor pesadilla de su vida, pero por algún motivo no se podía despertar, el hombre no emitía sonido alguno y permanecía a merced de aquellos oscuros y viles hombres con los que decidió compartir comida y lecho.

Anazareth sintió orgullo por su oscuro Dios y el poder que podía blandir cuando estaba en sintonía con él. Pero en lo profundo de su corazón sabía que su Dios le demandaba algo más, un sacrificio y más sangre en sus manos... Solo que el riesgo era mucho mayor que laanterior víctima y eso gustaba más a Bane.

Me levanté con fuerzas, y le señalé a Arthorias que vigilara la puerta, yo busqué un pedazo de cuerda, y acercándome hasta donde estaba Hornet, le puse una soga en la boca, haciendo una señala para que Anazareth comenzara el ritual de inmediato, pues no había mucho tiempo que perder.

Darkon me encomendo vigilar la puerta otra vez andan con sus rituales pence mientras me levantaba pero tampoco habia de otra, así que tome mi espada y mi escudo, colocandome cerca de la puerta me apoyo en ella bloqueandola ya que no habia nada cerca lo suficientemente pesado para bloquearla lo hice con mi propio cuerpo, dandole una señal de ok a los demas, esperando que se apresuraran con los preparativos, coloco mi oido en la puerta esperando escuchar si alguien pasara cerca, avizarle a los demas que se apresuraran.

La profana clériga se para inmediatamente como si fuerzas invisibles la impulsaran desde el suelo, lentamente caminaba mientras sacaba su cuchillo ritual que, en su filo, emitía un aura oscura decorada de pequeños susurros deseosos de probar nuevamente sangre del ganado.

Anazareth se acerca al hombre y con una gran agilidad corta los ropajes del torso, lentamente los gruesos labios de la mujer comenzaron a susurrar lenguajes herejes, palabras venenosas que invocaban antiguos entes de odio y de muerte.

La punta del cuchillo acaricia la piel del sacrificio, moviéndose de arriba hacia abajo, desde la tráquea hasta el ombligo, lentamente la punta comenzó a penetrar la piel de individuo, pero su intención no era violar sus entrañas ni nada por el estilo sino ultrajar el cuerpo del hombre capa por capa, despellejándolo vivo.

Primero fue la epidermis  y sus hermanas que, lentamente, fueron penetradas por la daga llegando hasta el musculo, fue un corte vertical desde el cuello hasta el hipogastrio, lentamente la sangre comenzó a salir pero más aún cuando la clériga comenzó a tirar la piel con sus manos desnudas para luego clavarlas con diferentes agujas al piso como si fuese un maldito animal despellajado.

Los músculos estaban expuestos, palpitaban por la violación, nervios, sangre y agonía una mezcla perfecta que hacía que la vagina de la mujer se excitara, secretando fluidos lujuriosos, pero aún faltaba, el sacrificio aun respiraba, era hora de sus extremidades

La mujer saca de su bolso cuatro estacas, clavándolas en las muñecas y pies del hombre de tal forma que evoca una posición blasfema, una vez hecho eso, mientras se acaricia su vulva, comienza a pintar un circulo con la misma sangre de Horntes, que salía como si fuese pus en una herida infectada, formando un mórbido símbolo hacia su señor.

Una vez terminado eso, la clériga se saca la armadura y sus ropajes, dejando en evidencia su escultural y exuberante cuerpo, se sienta sobre la ingle del sujeto moviéndose de lado a lado excitada por lo que está por comenzar, mancha sus manos con sangre para luego tocar cada rincón de su piel, dibujando diferentes símbolos oscuro en honor a su dios.

Toma nuevamente el cuchillo y mientras cabalga sobre la ingle del sujeto, comienza a cortar cada fibra muscular evocando palabras a su dios.

-. SARGARSH TER KUN DARBASUSH-. Evoca sus labios mientras se arquean de un placer enfermo.

-.MISHU ARSHU GALAK JUSH-. El cuchillo comienza alimentarse de los nervios.

-.Bane tarker bish tum-. Susurra en el oído del traicionado al mismo que corta la última fibra muscular haciendo que estas se separen de golpe, mostrando un hermoso mar de viseras y órganos latentes, una obra de arte digno de cualquier torturador

El bastardo aun respirada, agónico, desesperado, encerrado en una pesadilla profana que era fortalecida por el mismo dolor del ritual.

La sacerdotisa se mantiene arriba del tipo, contemplando, con suma gracia, como el interior del hombre sigue fpalpitando, estaba despellejado suplicando de forma muda su muerte, pero no será asi, no, la mujer comienza un cantico oscuro con la intención que aquellas palabras invocasen a los segadores de Bane y que vengan a tomar el alma atormentada de este hombre y lo lleven al purgatorio.

El cantico finaliza al momento que la sacerdotisa llega al orgasmo y con él una nube oscura que comienza a secar el cuerpo del pobre diablo, succionando todo dejando solo la disecada expresión de tormento de la ofrenda… una escena grotesca pero hermosa, la mujer se queda mirando hacia el techo, desnuda y manchada con sangre, esperando algún signo de aprobación o una nueva misión de su amo.

La escena había sido mórbida y cruel. El pobre hombre se retorcía de un intenso dolor que no podía expresar ya que Darkon mantenía una soga firmemente en su boca, pero sus ojos decían todo: Una mirada intensa y desesperada, no entendía lo que pasaba ni por qué lo hacían.

Su cuerpo se contorsionaba grotescamente a medida que el cuchillo especial de la sacerdotisa bailaba con su piel y con sus entrañas. El dolor era tan intenso que perdió el conocimiente, pero una fuerza oscura proveniente desde el desnudo cuerpo de Anazareth lo despertó de golpe, esa fuerza no iba a permitir que se librara del dolor y el sufrimiento tan fácilmente. Esa extraña fuerza que la mujer sentía en sus partes íntimas disfrutaba con la escabrosa escena que tenía lugar en esa habitación.

Poco a poco la luz de los ojos de Hornet se fueron desvaneciendo, sus fuerzas fueron mermando poco a poco, hasta que toda vida se fue del cuerpo de aquel hombre. El traicionero traicionado.

Justo en ese instante una brisa gélida se coló a través de las gruesas paredes de roca sólida, congeló hasta el tuétano de los presentes, causando un dolor extrañamente placentero. La fogata se apagó de repente y en su lugar se encendió una llama color verde y azul virulenta. Extrañas y pequeñas figuras incorpóreas casi transparentes empezaron a brotar de la llama y empezaron a atacar al inerte cuerpo, succionando su alma y su espíritu atormentado.

Las figuras volvieron a desaparecer en las extrañas llamas.

De repente, las llamas cesaron de existir por completo y la oscuridad total invadió la estancia. Darkon sintió un movimiento pero no pudo precisar de quien era y Anazareth se contorsionaba convulsionando sin que nadie lo notara en medio de la oscuridad. Arthorias se quedó estático en la entrada, como si el frío lo hubiera envuelto en un manto de parálisis.

Pocos segundos después la llama se encendió de nuevo. Esta vez era una llama de fuego normal y la luz volvió a la estancia, Anazareth estaba en el suelo y había dejado de convulsionar, pero se sentía un poco débil y Darkon se percató de que el cadáver de hornet había desaparecido. Arthorias ya era libre de moverse y Allen se incorporó de inmediato en ayuda a la sacerdotiza.

Una figura humanoide permanecía parada y quieta en un rincón, al fijarse mejor, era Hornet... O algo así.

Su cara era arrugada y pálida, como si hubiera envejecido. Sus ojos no irradiaban presencia de vida, pero permanecían abiertos. Su piel era blanca casi como el color de la nieve y su cara mantenía una expresión de tormento y sufrimiento. Sin duda era un muerto viviente, pero permanecía estático, parado sin hacer nada.

Pero Anazareth, en su corazón supo que era un sirviente suyo, un regalo enviado por su dios...

Ya el sacrificio estaba hecho, pero quedaba ahora la parte más difícil: Escapar sin ser vistos, sin que los sirvientes de Hornet notaran su ausencia.

Observé la escena, después del sacrificio, todo había resultado como habíamos querido. Miré a el resto y les dije;

-Ahora que hemos cumplido con el mandato de Bane, dediquémosle las almas de todos los que están durmiendo allí afuera. Allen, encárgate de los que estén durmiendo. Anazareth, ve con tu tumulario hasta el troll, y estate atenta, necesitarás fuego para matarlo si despierta. Arthorias y yo nos encargaremos de los vigilantes de los alrededores, una vez terminemos volveremos aquí al centro a encargarnos del troll. –Dije, mirándolos, mientras sacaba mi espadón en silencio, y con una sonrisa cruel, salía a buscar a mis víctimas en el mayor silencio posible.

La ecena paso lentantamente sobretodo para el torturado, pero tampoco era la cosa mas amena de ver, aunque despues de la cuarta ya te acostumbras, aunque esta era la primera o segunda vez que bane nos daba tal respuesta, al terminar mis musculos estaban entumecidos si no fuera por la puerta tal vez hubiera caido, darkon al hablarme se me pasa el efecto -arg- gruño mientras me estiro un poco -así que alfin tendremos algo de accion despues de tanto rato eh, esta clase de trabajos si me gustan, aunque sabes que el sigilo no es lo mio- digo para abrir despacio la puerta y salir en conjunto con darkon.

La sacerdotisa, aun desnuda, contempla con cierta alegría espectral el regalo de su señor, se acerca al Tumulario y lo acaricia, con sus delicadas manos, su fría y corrupta piel, satisfecha con el resultado.

Lentamente se vuelve a poner su armadura y armas, una vez lista, le ordena al cadáver de Hornet que se equipe la armadura y la capucha que en vida eran de su propiedad, para luego susurrarle, en un idioma muerto, que caliente sus armas al rojo vivo y que prenda una antorcha.

Su plan era simple, ella ira en compañía de “Hornet”  hacia donde se encontraba el troll de forma tranquila como si se tratase de un ritual religioso, y trataran de atacarlo por sorpresa con las brasas de la antorcha y el rojo vivo de sus armas, aprovechando la confusión que reinara al ver su líder atacar a uno de los suyos.

El plan estaba trazado: Lionel y Darkon se encargarían de los centinelas mientras Anazareth y "su" Hornet lidiarían con el Ogro dormido y Allen permanecería en las sombras, apuñalando a los dormidos e incautos.

Era un plan completamente arriesgado y más temerario que valiente, pero el fanatismo de estos cuatro los llevaría a una posición difícil. Cuando todos, incluído el nuevo y mejorado Hornet estuvieron listos, tomaron caminos diferentes:

Desde el principio, Allen se perdió entre las sombras para no ser visto de nuevo, cumpliría con sumisión mientras avanzaba agazapado.

Anazareth pudo llegar a las instancias del Ogro sin problema alguno, aquel Ogro gozaba de un pajar bastante cómodo, pero bastante húmedo por el frío y la nieve. Dormía alzando al aire ronquidos que se escuchaban a varios cientos de metros de distancia en la callada noche. Tenía a su sirviente muerto viviente a su completa disposición, presto a cumplir el mandato de su ama.

Darkon marchó en sigilo con Lioneli, realizando una tarea de inteligencia y analizando los movimientos de los guardianes. Era el momento de acabar con el primero, un bandido que patrullaba con una antorcha. Justo cuando estaban acercándose, Lioneli pisó una rama seca que alertó al guardia. 

Inmediatamente el hombre volteó su mirada y observó la postura hostil de los dos. Inmediatamente se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo y justo en ese instante lanzó un grito que alertó a aquellos que estaban relativamente cerca. EL bandido desenfundó su espada corta y encaró a ambos hombres, mientras unos metros más atrás de él un enorme orco con un alfajón miraba con odio a los traidores. 3 Pequeños goblins encima de un peñasco sacaban sus arcos, y detrás de Darkon un Hobgoblin desenfundaba su mangual....

La batalla había comenzado y ya no había marcha atrás....

Maldije por lo bajo. A veces me daban ganas terribles de matar a Arthorias, siempre que teníamos que hacer algo sigiloso, el terminaba cagándola. Iba con mi espadón desenfundado, preparado. Realmente no me esperaba que mi enemigo fuera capaz de descubrirnos…pero no teníamos otra opción. El corazón y la fuerza de Bane guiaban mis pasos, y planeaba regar la muerte por donde quiera que fuera. Antes que el primer vigilante reaccionara, me lancé sobre él. Un corte en el muslo derecho fue suficiente para que se arrodillara del dolor, y eso no fue más que un paso, para dar un giro, y usando toda la fuerza de mi cuerpo, rebanar su trozo a la mitad, lanzando carne y sesos en contra de los otros oponentes. Mientras el resto veía esto, cargue contra el siguiente, atravesando su corazón con mi espadón, para luego bajarlo y llevarme trizas y huesos en un sonoro ‘’clack’’ al momento que se rompían sus huesos, y su columna vertebral se deformaba, sonando como una sandía rota. Saqué mi espadón de su sangrante cuerpo, a la vez que mi armadura quedaba manchada de sangre, sonreí, ese sería un glorioso día para Bane.

Justo cuando nos descubrieron darkon me miro con cara de te mato cosa que me hizo reir un poco ante la reaccion de mi compañero, pero bueno poco me podian perdir a mi en sigilo, darkon reacciona rapido y mata rapidamente a dos bandidos, pero entre movimiento espectacular y giro inecesario, resbale con un pedazo de, estomago?, apendice?, no se, pero la cosa es que me hizo tambalear antes de intentar golpear a mi enemigo.

Al llegar al lugar en donde el troll dormía, la enfermiza sacerdotisa comienza a acumular energías entrópicas en sus manos para lanzar una bendición al su esbirro, haciéndolo más fuerte, preparándolo para la masacre…

La mujer respira suavemente el frio aire de la noche, está a gusto y tranquila. Mira al muerto viviente y con una sonrisa le ordena que ataque a los ojos de la bestia con sus armas al rojo vivo, esperando una orquesta de gritos de dolor… en honor a su señor.

El Ogro despertó de su sueño a causa de los sonidos que venían del exterior, pero para su infortunio, un tumulario y un hechicero negro invadían su habitación. El tumulario, con la bendición del dios negro, se abalanzó contra la enorme criatura y la espada bastarda de Hornet atravesó piel y carne. El Ogro solo pudo lanzar un grito de dolor.
Répidamente se incorporó y tomó su arma, atacó aquel extraño ser que parecía su líder Hornet pero completamente desfigurado y con sus ojos vacíos de vida. Pero el mazo enorme del ogro solo logró estrellarse contra el suelo. Aún estaba desconcertado por su abrupto despertar.

Darkon, mostrando gala de sus poderes marciales, impactó con su espada mandoble a uno de los bandidos. La espada cortó carne y hueso tan fácil como el cuchillo penetra la mantequilla. El cuerpo del guardia se cortó en dos pedazos y la sangre brotó en todas direcciones. Darkon aprovechó la ventaja que le daba su movimiento para atacar a otro guardia. El momentum de la espada fue aprovechado magistralmente por el guerrero y la espada cortó limpiamente la cabeza del siguiente guardián. Eran dos menos a los que enfrentarse, pero la sangre ya empapaba las ropas de Darkon.
Artorias intentó lo mismo, pero su contrincante parecía ser mejor entrenado que los otros y logró repeler los vehementes ataques.

Era turno del enemigo: El tercer bandido, se sorprendió ante el ataque sorpresa y lo sanguinario con lo que habian caído sus compañeros, pero lejos de asustarse y huir, contra atacó a aquel guerrero infernal lanzando blasfemias e insultos por doquier. No alcanzó a atinar a Darkon, pero esquivar el ataque le tomó gran energía a Darkon que empezaba a ver como poco a poco se le iba el aire.
Fue más evidente cuando el orco se cargó contra él. Su maza se estrelló contra la armadura, nada grave, pero Darkon empezó a sentir la falta de aire mientras jadeaba constantemente. Se apartó del orco y del bandido tratando de tomar una bocanada de aire y no vio como una saeta silbó por los aires y penetró su antebrazo. La herida quemaba y la sangre empezó a brotar del caballero oscuro.

Los otros dos goblins, desde una distancia segura, atacaron con sus pequeñas ballestas a Artorias, pero sus disparos no fueron nada precisos. Pero bastaron para distraer al guerrero para que el Hobgoblin cargara contra él. Su espada traspasó las defensas pero se estrelló contra el peto metálico de su armadura sin causarle daño alguno, sin embargo el impacto fue brutal y casi cae al suelo, pero la rápida reacción hizo que hiciera pie y lograra mantener el equilibrio.

Las cosas no pintaban bien para Darkon y Artorias, pero eran valientes y sadicos, de peores habían salido.... Sus compañeros Allen y Anazareth se encontraban fuera de la vista, concentrados en sus misiones propias.

Allen, finalmente logró llegar a una de las habitaciones más alejadas del complejo sin ser visto. Abrió la puerta de madera desvencijada y en su interior vio un hobgoblin y cuatro goblins que dormían profundamente, sin haberse percatado aún del alboroto allá afuera. Era su oportunidad de cortar algunas gargantas.

Me costo algo de tiempo el escabullirme sin ser visto hasta mi actual posicion y ahora estaba frente a 4 enemigos totalmente a mi merced...

Lo primero que pensé para eliminarlos fue el sacar mi daga e ir degollándolos uno a uno pero viendo que todos los de las otras habitaciones todavía estaban dormidos, otra idea apareció en mi mente... Una en la que una vez se dieran cuenta de lo que pasaba ya estarían destinados a una eternidad de sufrimiento a manos de nuestro señor.

Poseía 2 pintas de aceite, con lo que empapar algún material inflamable que estuviera cerca que me permitiera crear fuego en la entrada de la caverna, para evitar que los desdichados pudieran escapar, dejándolos a merced del fuego y del humo para acabar con sus vidas; En el caso de que hubieran sobrevivientes estos no deberían tener razón para atacarnos al menos que nos vieran combatiendo a otros enemigos, ademas estos estarían confundidos y posiblemente en un estado de pánico que no dejaría pasar...

Dicho esto me dispuse a poner mi plan en acción con suma rapidez y cautela.

Recibí la herida sangrante sin detenerme, y miré como mi compañero se las estaba arreglando. Observé a mis dos contrincantes con una gran sonrisa maniática, la sed de sangre de Bane era algo que jamás se detenía, y que vibraba en la piel y en la espada, provocando una melodía infinita que jamás se detenía, solo la muerte la hacía más y más perfecta. Cargué de frente contra el bandido, y sorprendiéndolo antes que hiciera cualquier movimiento, lancé un tajo de abajo hacia arriba con mi espadón, de manera que cortaría toda la parte baja de su cuerpo, hasta llegar a sus entrañas para luego dar una vuelta y atacar al orco, y así concentrarme solamente en él por el momento.

Me habian puesto esta vez contra el tio fuerton, unas pocas flechas y un tajo rapido no eran suficiente como para tirarme el suelo, estaba poco a poco entrando en calor mientras disfrutaba de la pelea, mirando a mi enemigo con ojos burlones voy a paso ligero para hacer una pequeña embestida, "tal vez no ahora pero en pocos segundos ese imbecil estara en el suelo con o sin vida" pienso al cargar de cara a el.

El combate entre la entidad de hornet y el ogro continuaba encarnizado, uno golpeaba y el otro respondía con vehemencia.

Arthorias y Darkon seguían en su combate sin tregua. Darkon con su espadón logró matar al último bandido, al igual que la vez anterior intentó aprovechar el momentum de su arma pero esta vez el orco fue más astuto y logró esquivarlo por muy poco.
Arthorias seguía enfrentado mano a mano con el Hobgoblin que parecía un digno rival, las espadas se estrellaban y causaban estruendos como relámpagos en medio de la tormenta de sangre y muerte que se libraba a su alrededor.
Era momento de la respuesta de los enemigos; Una respuesta blandengue y poco contundente. Las flechas de los goblins silbaron pero solo se estrellaron contra el duro piso, rebotaron y se rompieron. El orco parecía no ser rival para Darkon y no pudo conectar su golpe a pesar de que el guerrero se encontraba herido.
El Hobgoblin logró penetrar las defensas de Arthorias, pero su espada solo abullonó ligeramente la armadura de Arthorias, algún hematoma le saldría en esa zona del cuerpo, pero nada grave aún...

Arthorias por su parte, empezó a regar los frascos de aceite por la habitación. Hubiera disfrutado más degollando y saboreando la sangre del rival, pero el tiempo era apremiante y debía ayudar a sus compañeros. De igual forma la muerte por fuego no era muy placentera y eso consoló al ladrón de las sombras por ahora.

Parecía que esto iba a durar un poco mas de lo que creía pero aun así esto me era mas conveniente que tener que degollar a cada una de las criaturas sin contar por supuesto el bonus de poder matar a cualquier otro inquilino que pudiera estar cerca.

Mientras regaba el aceite me di cuenta que los únicos medios que poseía para encenderlo era una de mis lamparas de capuchón pero como todo buen ladrón era un "Poco" tacaño y no me gustaba la idea de gastar mas de lo necesario. así mientras terminaba de regar el aceite, me fijaba si en la habitación se encontraba algo con que encenderlo y de paso algo valioso que solo tuviera que tomar mientras hiciera mi salida.

Ahora que había acabado con mi enemigo, la sangre de mi espada podía seguir siendo alimentada. Observé al orco, y observé venir sus ataques, eran mucho más finos que los de los bandidos, pero indudablemente eran muchísimo más entendibles a solas, que en grupo, como me le estaba enfrentando antes. Observé su movimiento venir, y aprovechando una abertura, inmediatamente aproveché la oportunidad y le enterré mi espadón directamente por el costado izquierdo, para luego sacarlo limpiamente, pues aun no sabía si había acabado con él o no.

La clériga observa excitada el enfrentamiento entre el muerto en vida y el asqueroso troll, cada golpe, cada embestida solo estimulaban la corrupta vulva de la mujer…

Lentamente la sacerdotisa saca su cuchillo ritual y comienza, con una voz gutural y antinatural, recitar un purulento rezo al cielo mientras pequeños cortes nacen de sus cicatrizadas muñecas, invocando un sensual elixir rojo… después de pocos segundos la clériga comienza a danzar salpicando su sangre a su alrededor, marcando a su siervo… para luego, manteniendo aun el canto profano, guardar su daga para  desenfundar, posteriormente, su maza, poniéndose en alerta, contemplando como la carne comienza a ser mutilada.