Partida Rol por web

Comienza a cruzas hacia el otro lado poco a poco. Es una suerte el haber descubierto el camino del sol para poder cruzar porque hacerlo sin apoyo hubiese resultado peligroso. Se desliza con cuidado sobre el pequeño borde mientras se agarra a los soles. Cuando parece que está a punto de llegar al otro lado, un pie se resvala al pisar en una zona con arena.

-¡Ahhhhhhhhhhhhh!

Comienza a cae hacia las estacas cuando consigue asirse a una de las ranuras solares. Con mucha fuerza de voluntad y muerta de miedo consigue llegar al otro lado. Respira con dificultad.

─Sencillamente... Brillante, señorita Sophia. ─al fin entendí por que Herb creyó, y no sin razón, que la señorita Wynne sería de utilidad en Nepal.

Alentada por el reciente descubrimiento me armé de valor y crucé.

Mientras avanzaba con cautela sufrí un repentino traspié, un resbalón que de no ser por el descubrimiento de aquellos soles, me hubiera costado la vida... Me repuse con rapidez del contratiempo y, con el corazón en un puño, llegué al otro lado.

Sonreí a Sophia cuando llegué junto a ella.

Teníamos difícil continuar el camino con aquella trampa abierta a nuestros pies. Me asomé para contemplar las estacas y, nada más ver los cuerpos clavados en ellas, aparté la mirada con una mano en mi boca intentando ahogar un grito de estupor. Respiré hondo concentrándome en lo que estaba viendo, buscando una manera segura de cruzar, pero no veía nada.

Me sorprendió Sophia cuando descubrió un acceso que podría facilitar nuestro avance. Desde luego aquella mujer tenía muchos conocimientos sobre el Antiguo Egipto. Conocimientos que, en estos momentos, nos estaban siendo de gran ayuda. Me dispuse con cuidado a cruzar por el reborde junto a la pared, sujetándome en cada una de las ranuras para no caer. Pero estaba claro que no servía para tales hazañas. Aún así, y pese a las dificultades y que a punto estuve de caer, conseguí cruzar al otro lado.

Observé cómo la señorita Wynne señalaba los soles y lograba cruzar a través de ello, ¡milagro! Las caras retorcidas de algún nazi incauto no eran plato de buen gusto, pero al menos eran la advertencia para cualquier otro grupo descarriado (nosotros, por ejemplo), que quisiera penetrar en el templo, fuera a robar o a salvarlo. Hice lo propio, es decir, acercarme todo lo que pude a la pared, y muy lentamente fue poniendo las manos en ambos astros, mientras pensaba cómo diantre los mecánicos egipcios podrían realizar semejantes trampas...

Me propuse a cruzar el foso, yo era una persona hábil, así que no tenía por qué haber problemas en que lo cruzara sana y salva. Me hacía gracia ese foso, tan obvio, pero los nazis eran tan tontos... ahí está la raza superior. Me pegué a la pared utilizando el caminito que había descubierto la científica e intenté guardar el equilibrio. Pero finalmente retrocedí y opté por dar un salto, seguro que era mejor caer directa a los pinchos que resbalar, me haría sentir inútil por última vez en mi vida. Reí para mí, y me dispuse a saltar. No llegué completamente, pues me tuve que agarrar con las manos al filo al saltar, pero finalmente reuní la fuerza necesaria para gatear hasta arriba. Un centímetro más abajo y me habría pinchado. Miré a Ágatha.- Muy bien, no te veía capaz, realmente...- Dije dándole un golpecito en la espalda. Temía que mi dinero explotara al pincharse con esos pinchitos, pero finalmente había logrado salir impune. 

Rick observaba inquieto como cruzaban sus compañeros, sabía que "los malos" podían aparecer de nuevo en cualquier momento y, de cogerlos en medio de esa situación, no iba a ser fácil salir del apuro. Agatha había hecho bien su trabajo desvelando los asideros; sin embargo, esa forma de cruzar les estaba llevando demasiado tiempo. No queriendo retrasar más al grupo y, sin pensárselo dos veces, Rick saltó.

En un principio pensé cruzar aquel foso mortal como lo habían hecho las mujeres y el escritor, pero cuando Rick lo hizo  saltando a las bravas y vi la mirada, aduladora e incluso podría asegurar que lasciva, que le dedicó Maddie al ver su hazaña, se me hirvió la sangre...

Yo no podía ser menos. No podía cruzar como las mujeres, ni como el señor Blair, cuya salud mermada, probablemente por el tabaco, no le permitía otra cosa. Debía demostrar tanto a Maddie como a Rick que no era ese señoritingo acomodado, inutil y temeroso que sabía, por sus miradas, que pensaban que era.

Tras armarme de valor inicié una vertiginosa carrera hacía el abismo con el fin de coger impulso...

...Y salté.

Después de reponerse del susto de casi haber caído al vacío, ayuda a la señorita Archer y a la señorita von Wagner a salir con más seguridad de la repisa cuando llegan al otro lado. Suerte han tenido de descubrir tal ingenio egipcio porque sin los asideros es muy probable que hubiesen acabado en el fondo del foso como casi todos aquellos que han intentado cruzar.

-Debemos vigilar donde ponemos los pies. Es muy probable que haya más trampas a partir de ahora y a medida que vayamos acercándonos a la cámara del sarcófago.

Espera a que sean los duchos en armas y defensa los que se pongan delante para continuar avanzando.

¿Nazis, alli muertos?

Nada dejo de impresinarme antes de verlos allí retorcidos entre enjutas tiras de su propia carne y paralizados, "momificados" mejor dicho. La idea del contrapeso en un bajorrelieve del mismísimo Anubis, deidad de los Muertos, no era sino ingratamente inquietante; y es que precisamente habría de estar allí para avisar a cualquier intruso del peligro de muerte que se encontraría, fuera quien fuera.

Sin embargo, aún no había visto el tremebundo horror vacío. Una grieta de aspecto infinito y descendente perfectamente excavada geométricamente. Aquello era impensable. ¿Llegaría realmente al centro de la Tierra? ¿Acaso no les bastaba a los Egipcios con mirar a las estrellas y conocer el firmamento que tenían que ahondar en las profundidades? Como cualquier arqueólogo o antropólogo, me inmiscuí en aquella tenebrosa maravilla de la antigüedad, seguramente no consciente de la gravedad de los hechos (y es que en realidad estaba impactado y expectante de la susodicha singularidad).

Y cuando el horror de los cuerpo como petrificados a la manera de los faraones se me vino a la mente los mallquis incas, tan retorcidos aquellos fascistas que su torpeza ideológica suponía el menor de nuestros problemas. Pero, ¿qué decir de la tumba?

Ahí está... -murmuré en alto sin darme cuenta-. Está abierta, pero sin rastro de Zimmer.

Miraba, sin pasar aún por el descendente pasillo sobre la "tenebrosidad", a la tumba. Luego intentaba discernir todo lo que pudiera comprobar.

Anubis, señor de los muertos, guarda la entrada a la cámara del sarcófago. Por lo que sabe, Anubis sometía a las almas de los muertos a un juicio en el que pesaba el alma del difunto en una balanza. En uno de los platillos: la pluma de Maat; en el otro: el alma de aquel que quería entrar en el mundo de los muertos. Si el alma pesaba más que la pluma, Anubis no dejaba pasar su alma al otro lado y vivir en el paraíso. Si era al contrario, se enfrentaba a la segunda muerte y dejaba atrás la existencia para siempre.

¿Qué encontrarán tras Anubis? Ahí parece ser el guardián de algo que no puede salir de allí. Hay veces que los misterios de la historia no deben ser resueltos y con todas esas advertencias, no puede ser nada bueno lo que se esconde tras esa losa. Entra tras los demás y camina con cuidado para no caer al vacío. Tiene una distribución rara ese cámara... 

Saca la libreta y comienza a dibujar lo que ve. La forma, los pilares, el sepulcro... con una estrella de david en la losa que cierra el sepulcro. Dibuja todo lo que ve alrededor: las runas y la distribución de éstas; pero se aleja lo máximo posible del centro cuando ya ha acabado de hacer lo que quería hacer. No le inspira la más mínima confianza.

De pequeña, entraba en muchas excavaciones y, sin lugar a dudas, esa no es la sensación que tenía en ese entonces. Allí hay algo maligno y el señor Zimmer y los nazis lo han despertado.

-Sería mejor irnos... y dejar que Anubis hiciese su trabajo.