Partida Rol por web

Necesitaremos un vehiculo ─al fin algo de acción ─y las señas para llegar a la excavación ─añadí.

Miré a David y sonreí. Después de nuestra aventura nepalí me sorprendió que se mostrara dispuesto a embarcarse en otra riesgo misión.

Casi tanto me sorprendía su actitud como la de Rick, quien se había mostrado callado y pensativo desde que habíamos embarcamos en el avión rumbo a Tebas.

─¿Ocurre algo, Rick?.

Así que Zimmer tenía que ver... había sentido la corazonada de seguirlo, pero no le había echado cuenta. Y ahora quizás fuera demasiado tarde. De todos modos no me preocupaba en exceso la misión, mientras que Ágatha siguiera viva... esa era mi única misión. Me dirigí a Ágatha.- Eso estará lleno de matones y nazis, te estás jugando mi sueldo y tu vida.- Dije ladeando la cabeza.- pero yo solo estoy aquí para que salgas viva y tengo que seguir tus órdenes. Tú decides, yo me limitaré a salvarte la vida.- Acto seguido tomé un papel pasivo, como la de un verdadero guardaespaldas. Nada de heroicidades.

Hay miles de formas de confundir la lectura de los jeroglíficos, sobre todo si la persona no es una experta en el tema y se cree todo lo que le dice un "experto arqueólogo" cuya única intención es largarse con una de las piezas de la tumba. Sin duda, allí hay gato encerrado.

-Cabe la posibilidad de que el señor Zimmer le engañase con la tumba y que realmente el objetivo sea otro.

La verdad, es que tiene ganas de volver a estar en una excavación y ver la tumba y sus tesoros como hacía cuando era niña, así que es la primera que se apunta a la persecución, pero no porque vaya a enfrentarse a Zimmer, sino para acariciar la piedra cincelada.

-¿Por qué estas cosas siempre suceden cuando vamos vestidos con nuestras mejores galas? - se acerca a Cornelius - No tendría unos pantalones y unas botas de sobra, ¿verdad? Los zapatos no son lo más cómodo para el desierto.

Con su torpeza, es capaz de destrozar la excavación si va con zapatos y vestido.

Me acerqué al señor Corneillius el cual estaba invadido por Rick y ahora Madelaine.

Con vuestro permiso... -dije a mis compañeros mientras introducía el brazo en el espacio vital del señor Cornellius, extendiendo la mano para estrecharle la suya-. Eric Blair, señor Hollister. Es un placer y un honor haber sido invitado para la difusión de mi último libro, espero que le gustase. Sin embargo -levanté las cejas, suspiré a conciencia delante de él y miré a Rick y Maddie-, sin embargo ha ocurrido lo peor. No entiendo mucho de egiptología, tan sólo he leído algo de las más grandes dinastías, pero nada importa que la tumba que usted tiene señalada y en menta sea la de ese Ramsés. Le han robado el estuche, no hay duda, y ya que no hay gente aquí para la difusión de mi obra tampoco, habrá que arreglarlo.

Había escuchado las palabras de Rick ofreciéndose segundos atrás a encontrar dicho objeto recién robado.

También estoy a su disposición, señor. Si nos proporciona algo de información sobre su científico, sin querer apuntar a nada concreto -tampoco estábamos seguros de que fuera él-, podríamos investigar un poco por esta ciudad antes de que el estuche viaje y se pierda definitivamente. ¿Le parece bien?

Mi última pregunta la acompañé con gesto serio, decidido, e incluso con cejas arqueadas hacia abajo.

Suspiré resignada, no me gustaba nada la idea de meterme de lleno en otra aventura igual o más peligrosa que la que habíamos vivido en Nepal, pero me había comprometido con el club y la idea de poder acceder a la excavación despertaban en mí más curiosidad que miedo.

No pude evitar abrir los ojos ante las curiosas palabras de Sophia y, mirando mi atuendo, no pude más que darle la razón. Parecía que, a partir de ahora y viendo cómo la historia se repetía, debería ir a todas las fiestas con un gran bolso donde meter ropa de repuesto y más cómoda para una aventura como aquella.

Me giré hacia Anne para comentarle la decisión que había tomado. El tema de los nazis era lo que más me preocupaba pero no creía que ningún alemán me reconociera y, a ser posible, intentaría no hablar delante de ellos pues mi acento me podría delatar.

- Nosotras también vamos.

Rick se mantuvo silencioso y taciturno durante la fiesta, no terminando de gustarle ese tipo de ambientes y personajes. Se entretuvo echando una ojeada a esto y aquello, cazando al vuelo algunas de esas copas de champagne que los atareados camareros llevaban de un sitio a otro, siempre al alcance de los invitados, o simplemente observando las luces de la noche desde el gran ventanal de una de las estancias de la casa; el ulular de un buho era lo único que rompía en inmenso silencio que reinaba más allá de esos salones atestados de gente. A Rick no le había sentado demasiado bien el fracaso en Nepal, pero ahora intuía que pronto se le presentaría la oportunidad de demostrarse a sí mismo que aún era capaz de conseguir aquello que se proponía, y esta vez no pensaba dejarla escapar.

Lo que Lobo no había pensado era que ese "pronto" llegaría con tanta premura. Cuando la música de la fiesta se detuvo y entre el murmullo general de la gente se comenzó a oír la palabra "robo", el interés del aventurero se avivó como unas ascuas a golpe de fuelle. Depués de escuchar las parcas explicaciones que Cornellius -que parecía no tener mucha idea de lo que estaba hablando- en respuesta a las preguntas de sus compañeros del Club, Rick no tardó en decidirse:

-Mr. Cornellius, necesitaremos un coche, y cuanto antes.

En cuanto el resto del grupo esté listo, Rick conducirá con premura hacia las excavaciones, con el convencimiento de que, en esta ocasión, serán ellos los que se lleven el gato al agua.

Breve es la información que os proporciona Cornelius a cerca de Zimmer:

─Tiene unos 50 años muy mal llevados. Ha vivido desde los 12 años entre excavaciones. Sufre numerosas complicaciones respiratorias, las cuales le dan un tono de voz roto y cascado. Viste siempre traje blanco y hace gala de un irónico sentido del humor, pese a su aspecto de científico despistado.

No tarda en poner un coche a vuestra disposición. ─¡Vamos! El tiempo es crucial y cada minuto que perdáis puede ser decisivo.

La excavación se encuentra a veinte minutos en coche os explica Cornelius antes de que marchéis. Pero a mitad del trayecto os topáis con un coche detenido, probablemente es el coche de Zimmer. Antes de que podáis intervenir hace unas señales con los faros. En breves instantes, un camión aparece desde un sendero lateral, colocándose a espaldas del coche del profesor.

Optáis por no hacer ninguna locura hasta ver de que va todo eso... Una vez llegáis a las puertas de la excavación, mientras los guardas preguntan a Zimmer el por qué de su intempestiva visita, unos tipos vestidos de militar salen del camión. No os cuesta identificarlos: ¡nazis! Estos se deslizan en las sombras y matan por la espalda a los guardias.

Zimmer y los militares se internan en la excavación tras desacerse de los guardias de la puerta...

¡Joder! ¡Mirad eso! -proferí desde el coche nada más llegar a la excavación y ver algún cadáver de guardia por allí tendido-. Esos nazis... De nuevo estamos como en Nepal -dije sin comentar nada nuevo, fruto de la impresión-, sólo que esta vez no creo que tengan maletines con temporaziadores, pues más que excavación se convertiría en una tumba viva... Y de nuevo... -dije pensando en voz alta-, no llevo ni un misero arma, sólo este traje -y me quité de nuevo la caspa imaginaria sobre las solapas del mismo, como justo antes de entrar en la fiesta del señor Cornellius Hollister-. ¿Alguien conoce este templo? ¿sabe si hay alguna otra entrada*?

Le quité una sonrisa a mi prometida de su hermoso rostro, también le sonreí con una sonrisa seductora, como diciéndole eres lo único que quiero. Aunque la verdad era falso pero cuando la veía a ella sólo se me pasaba por la cabeza casarme con aquella loca aventurera, todo parecía ideal cuando - busca con la mirada a Rick y le pregunta sobre su silencio. Todo parecía ir sobre ruedas y otra vez empezaba a hacer de las suyas, quitándome en cada uno de los gestos y palabras hacia Rick el encanto de esa sonrisa, que creía que me la había ganado.

Casi todos mis compañeros empezaron pronto a hacer planes a viva voz, - vaya la timidez se va quitando - ahora miraba a las damas cultas y hombres cultos ¡qué buen grupo hacíamos! Los invitaría a mi boda y a quedar para jugar al golf, ir a una buena cena para charlar sobre lo escrito por Sir Eric Arthur, o las intrincadas señales que siempre quedaban en los profundos templos sólo visibles por las grandes doctoras Agatha y Sophia.

Nos describe el Lord como es el viejo Zimmer y nos da un coche y el punto concreto de la excavación. Me senté al lado de las señoras y con una sonrisa - empezamos otra vez - esperando atraer la atención de las señoras. 

De repente veo el acontecimiento, es horroroso esos tíos y Zimmer eran como los que asaltaron el templo budista, me quedé estupefacto sin saber qué hacer, busqué con la mirada a los guardaespaldas para que fuesen los que nos dieran órdenes o a mi prometida, ellos sabrían qué hacer...

Volver a visitar una excavación de esa guisa no es lo que precisamente entiende por ir a una excavación, pero no pueden hacer otra cosa. Además, entrar en un sitio tan sagrado como una tumba y admirar la belleza de sus grabados y los misterios de sus muertos requiere su tiempo y puede conllevar complicaciones, como activar trampas preparadas para matar a los saqueadores o desencadenar maldiciones.

-¿Por qué siempre los alemanes van por delante? Y siempre nos pillan de está guisa... - murmura.

Cierra los ojos al escuchar los disparos de las armas nazis contra los vigilantes del lugar y se da cuenta que la emoción ha podido con su racionalidad. Sabiendo que esos hombres peligrosos estaban detrás de todo eso, decidió ir a Egipto para volver a pisar el país de los misterios y los enigmas.

Y ahí está ella. Sin saber como acabará todo eso.

-¿A quién se le ocurre dejar al cargo de una excavación al alguien que va trajeado? Nunca serán de confianza y solo van por el dinero... - y ahí está la prueba porque el señor Zimmer está con los nazis.

Después se dispone a contestar a las preguntas del señor Blake.

-No es un templo, señor Blake. Nos encontramos ante una tumba. Por lo general, se ha visto que las tumbas encontradas siguen un patrón semejante y bastante lógico. La entrada es única ya que las tumbas se van introduciendo poco a poco en el interior de la tierra hasta que se alcanza la profundidad deseada. A partir de ahí, las tumbas pueden ser más o menos laberínticas y dispones de varias salas donde se reúnen los tesoros de los enterrados para que les acompañen en la otra vida. Y después está la cámara del sarcófago. Es lo más maravilloso - dice emocionada.

Se despista un poco pensando en como serán los jeroglíficos que adornan esa tumba y si realmente es la de Ramses II, aunque lo cree poco probable. Después de varios minutos despistada, vuelve a la realidad.

-Si queremos entrar, tendremos que conseguir luz.

Me quedé pensando en lo dicho por Sophie, bueno antes que nada quiero presentarme soy David Wilson-Harris, soy piloto, y si vamos a morir hoy o mañana estaría bien el conocernos. Dije como siempre con una sonrisa.

En cuanto a lo que usted dice señorita está en lo cierto, pero a mi entender, siempre en la espeleología se suelen guardar los utensilios en la entrada a éstas, no creo que nadie se los lleve a casa. Seguí con mi sonrisa ahora quizás algo irónica, típica de aquellos intelectuales que hablan sobre temas comunes. 

Creo que no debemos de preocuparnos por los instrumentos - miré a los demás - quizás si por quién será el primero, ahora en concreto miraba a Rick. Rick tú como hombre versado en armas puedes ir presidiendo la comitiva, creo que si nos los cruzamos serían ellos quienes deberían de temer antes que nosotros. Después miré a los demás claro que son cosas mías tampoco soy ningún estratega ni hombre de armas.

Para después seguir mirando las excavaciones.

-Señor Wilson-Harris, creo que todos sabemos muy bien quien es. Le recuerdo que fuimos todos juntos a Nepal y que antes del viaje hicimos las debidas presentaciones. Creo que debería acudir a un especialista porque la pérdida de memoria a tan temprana edad puede suponer un problema grave.

Alza una ceja ante la ironía de sus palabras en cuanto al material que pueda haber en la excavación y donde puede encontrarse. Lo cierto es que ese hombre no debería pisar la tumba... es capaz de profanarla con solo su presencia y su poco conocimiento.

-Le recuerdo que acaban de entrar varias personas en ese lugar y que es posible que se hayan llevado con ellos las fuentes de luz. No sabemos de cuantas lámparas disponen en la excavación ni cuantas se han llevado los nazis y el señor Zimmer así que ahórrese sus comentarios jocosos para cuando sean necesarios.

Y con esto quiere decir que deben buscar una alternativa a las lámparas, por si fuese necesaria más luz.

Genial, un flipado que no ha cogido un arma en su vida pero va de héroe. Resoplé.- Si hay que hacer esto no perdamos más el tiempo.- Salí del coche y tomé mis dos pistolas, por si hubiera alguien vigilando la entrada. Pero entonces se me ocurrió algo mejor...- Conozco perfectamente el alemán, puedo hacerme pasar por una alemana nazi arqueóloga.- Me guardé las pistolas.- ¿Quién sabe bien el idioma alemán? podría ser de ayuda para los conocimientos que yo no sepa.- La idea era sencilla...- Lo que propongo es que nos colemos haciéndonos pasar por personas contratadas por ellos y los pillemos desprevenidos.- Los demás podían intentar sellar la cueva una vez tuviéramos lo que queríamos o simplemente disparar contra los nazis una vez hecho esto. 

Ya lo sé Sophie pero creo que no nos hemos presentado debidamente, es un placer y cogí y besé su mano. Era delicada, suave y perfumada, la mano por excelencia de una mujer culta que se cuidaba con esmero, su colonia era exquisita y se me puso la piel de gallina...

Sin duda alguna si este es nuestro fin prefiero morir con tres mujeres hermosas y cultas que de cualquier otra forma.

Después de escuchar a la guardaespaldas de Agatha, no sé Alemán señorita pero creo que si se han metido allí, primero deberíamos inspeccionar el camión y el coche quizás encontremos ahí nuevos instrumentos para argumentar un plan.

Miré otra vez a Sophie perdone señorita pero entre intelectuales suelo tener esos vaivenes la miré impresionado de lo guapa que se ponía cuando se enfadaba, después miré a los demás para saber qué hacer.

Escuché atento a la explicación de Sophia sobre templos y tumbas. Asintiendo, noté y al principio creí que era ironía aquella infructuosa y momentánea pérdida de memoria (a no ser que se hiciera el loco simplemente) del señor David. Escuchando a mis compañeros, y desechando la idea de una "puerta trasera" observé a la guardaespaldas.

¿una alemana contratada? Nosé -le dije dudando de su plan-. Estos nazis saben con quién trabajan, lo tienen todo estudiado antes de actuar. Son ratas muy hábiles. Sabrán a la primera, creo yo, que usted no es quien aparenta ser. Será mejor, efectivamente, mirar el camión.

Me acerqué en mi embutido traje a mirar, de momento, por las ventanillas del vehículo. Si el acceso fuera fácil intentaría entrar. Mientras andaba, cavilaba algo.

Otra opción es manipular su depósito. Hacerle un agujero al combustible para que se queden tirados esos desgraciados.

No sé si era buena opción, pero con los nervios (que yo en principio los contaba debido a preguntas raras sobre mi presentación de novela y no por asuntos de éstos) dije lo primero que pensé.

Seguía la conversación, especialmente las palabras de Sophia, con suma atención hasta que aquel mequetrefe le dio por meter baza de aquella forma tan absurda. ¿Estaría borracho? O quizás lo único que sucedía era que en nuestro viaje a Nepal había sufrido algún golpe que le había dejado más tonto de lo que ya era el muchacho. Puse los ojos en blanco pero preferí no decir nada, y mucho menos ante aquellas muestras de galanterías un tanto forzadas.

Lo que había sucedido ante nuestros ojos me había crispado los nervios. Ver, una vez más, a los nazis matando a sangre fría había conseguido que evocara tiempos que ya creía olvidados, algo ingenuo por mi parte, y estaba claro que aquellos malditos siempre estaban unos pasos por delante nuestro.

- Yo sé alemán, pero me parece Anne que lo que pretende es una acción demasiado arriesgada y, tal como dice el señor Blair, los nazis no son tontos y se darían cuenta enseguida.

Además de no poder asegurar que alguno de ellos me reconozca.

- Podríamos intentar seguirles, con el máximo sigilo desde luego, para ver qué es exactamente lo que buscan. Jugamos con la ventaja de la sorpresa, además que varios de ustedes van armados.

Pfff ─solté un bufido al escuchar las sandeces de mi "prometido". ─patético ─Dejémonos de estupideces. Esto va a ponerse complicado.

─Estoy con usted señor Blair en lo de vaciar el deposito de combustible del camión, y de paso, no estaría de más pinchar alguna de sus ruedas. ─me bajé de nuestro vehiculo, y tras desenfundar el arma me dirigí al camión...

Entrada a la supuesta Tumba de Ramsés

En el interior del camión hay diverso material destinado a excavación, como material militar. Realmente de utilidad, en este momento, sólo véis varias linternas (suficientes para todos), dos subfusiles y dos chalecos antibala*.

Tras vaciar el depósito de combustible y rajar algunas ruedas, os adentráis en la tumba del faraón, esperando que no se convierta también en la vuestra...

Una rampa se hunde en las profundidades de la tierra. El suelo resulta resbaladizo a causa de la humedad del subsuelo. Líquenes parásitos crecen en los rincones e las paredes. Hermosos son los bajorelives que adornan todo el recorrido representando escenas del Libro de las Puertas y el Libro de las cavernas. Aparte de los bajorelieves el pasillo no encierra nada de interés. En seguida llegáis a una pequeña estancia en cuyo centro hay un pozo tapiado. En el suelo, hay una antigua corredera de mármol irisado que aparentemente servía para llevar materiales de construcción a la tumba.

─Ich weiß nicht, wie dieser Ort.

─ich auch nicht.

Lo que parece la conversación de dos soldados alemanes os sobresalta. Apagáis las linternas y os mantenéis en silencio.

Véis el resplandor de varias lámparas de gas un poco más alante, en una estancia que parece ser un amplio salón adornado por cuatro enormes pilares. En uno de sus laterales hay una especie de tienda montada, cuya entrada está custodiada por los dos guardias que os han sobresaltado.