Partida Rol por web

Cough, cough!! -tosía, y me alegré-. Tosía, y eso era prueba de que estaba vivo, de que había sobrevivido. Al levantar la cara un centrímetro de la nieve, ésta quedó en parte pegada a mi mejilla y oreja, y pude entreabrir los ojos con dificultad. El montículo donde había caído era el grande, sí, pero no había caído excesivamente bien.  Intenté incorporarme con suma cautela, pero un dolor de uno de mis brazos (el izquierdo), me invadía: concretamente la muñeca, la cual quizá tuviera rota...

Sabia que había alguien a mi lado, y aún con los ojos a medio abrir por el frío del exterior, el dolor y el reflejo de la casa de Ravek y su iluminación observé un sombrero, ¡era Rick! Y entonces me acordé de la razón por la que había saltado ¿Dónde está Ravek? -pensé-. Ojalá que no se hubiera ido con la máscara.

¡¡Cough, cough!!, R... R... Rick... ¡ayú...! ¡¡COUGH, COUGH!! ¡Ayúda...me! -y extendí la mano "buena" mientras aún tenía la de la muñeca dolorida entre mi estómago y el tomo de nieve, fruto de la caída-.

Una del grupo estaba en apuros, y aunque no era mi obligación no me iba a volver a ocurrir lo que me pasó una vez. Dejé morir a un inocente por dinero, y no me lo perdoné jamás. Ella no era más que una científica que no sabía pelear, y no la iba a dejar con un lobo. Saqué mi pistola y disparé al tirano, esperando herirle para al menos que la chica pudiera escapar.- Vete Ágatha.- Dije a mi protegida, esperando que fuera con Maddie, que parecía tener buen tiro, la podía proteger momentáneamente...

El matón de Ravek no tiene tanta suerte como Sophia y es incapaz de esquivar el disparo mortal que impacta en su cabeza cortesía de L´Ourse. Los sesos salpican manchando la pared y el traje de David-Wilson, quien justo en ese momento llega y se reune con vosotras.

El bullicio que se escucha en el piso de abajo es ensordecedor. De momento no hay más guardias cerca. Frente a vosotros están las escaleras de bajada...

Me guardo las pistolas, tomo a Sophia por una manga y la arrastro.- Vamos rápido.- Digo mientras me reúno con Ágatha y corro a la velocidad de la misma para llegar finalmente a la salida y ver lo que ha ocurrido con la máscara... Estaba acostumbrada a apuntar a la cabeza. Por dentro, revivo el momento en el que se desparraman los sesos por la pared... me encanta vislumbrar mis victorias. Sonrío levemente.

Seguí corriendo escaleras abajo tras Maddie intentando pasar desapercibida, deteniéndome sólo un segundo al ver cómo aquel matón se echaba encima de Sophia. Pero estaba claro que haber contratado a Anne había sido una buena idea pues, de una forma fría y perfecta, le disparó a la cabeza. No me quedé a contemplar lo que sucedía a continuación.

El tumulto que se había formado en el piso de abajo nos serviría para escapar. Para nuestra suerte nadie parecía fijarse en los demás y las máscaras, sin lugar a dudas, servirían para pasar más inadvertidos. Tenía que llegar al exterior y saber qué había pasado con el resto de nuestros compañeros y, lo más importante, con la máscara. No podía permitir bajo ningún concepto que los nazis se apoderaran de ella.

En manos de esos cerdos no.

Ve pasar toda su vida por delante al enfrentarse a ese matón de poca monta. Su aventura ha llegado a su fin porque no hay nada que pueda hacer para evitar las próximas balas de ese arma que le apunta directamente. Pero, por suerte, no está sola y Anne ha decidido ayudarla a salir del paso. 

Cierra los ojos y primero se escucha el disparo y luego el golpe sordo de alguien cayendo y no es ella, así que abre los ojos para darse cuenta que el matón está muerto. Nota que Anne tira de ella así que no se hace de rogar y comienza a correr tras ella.

-¡Mu... muchas gracias!

Mi camisa queda salpicada de sangre al bajar, me quedo estupefacto viendo el cuerpo ahora en el suelo con los sesos esparcidos por un certero disparo. Miro la situación todo discurre demasiado rápido Anne coge de la mano a Sophie y le dice a Agatha de salir fuera. Por un momento yo también iba fuera así que sin pensar todavía en todo lo que había pasado en la habitación las sigo, tenía que ver qué sucedía con el maletín y tampoco no me hacía ninguna gracia quedarme aquí, ya que al arrojar el maletín en la planta de arriba quizás había activado algo...

Mientras Rick ayuda a Eric a sacar su encajado y herido cuerpo de la nieve, una pelea bien distinta se sucede en el exterior. Ravek, lejos de haber quedado mal herido hace gala de una furia psicótica enfrentándose a Herr Falken en un combate fatal. Con la tormenta y los relámpagos, y al borde del oscuro precipicio, la visión del combate es aterradora. Ambos luchan eloquecidos como si no hubiera un mañana, como si reclamar aquella máscara fuera lo único que importase en el mundo...

Maddie es la primera en llegar; ─¡Rick! ¡tienen la máscara! ─exclama sacando su revolver e ignorando por completo el estado de Eric.

No tardan en llegar Agatha, Anne, Sophia y un David manchado de sesos y sangre.

Y cuando estan apunto de...

¡BOOOOOOM!

...La bomba estalla haciéndo desaparecer completamente el piso superior de La Mascarada. La onda expansiva es demoledora a esa distancia. Vuestros cuerpos, como empujados por un pesado puño invisible, caen violentamente contra la nieve.

Ravek y Falken caen tambien, pero estos lo hacen por el borde del precipicio que se alza cientos de metros. Sus cuerpos acaban perdiéndose en la corriente de un río junto a la máscara de Fu-Kang. Sería imposible sobrevivir a esa caída.

La explosión de la bomba hace que las legiones gangsteriles que habían reservado esa noche mesa en La Mascarada salgan del edificio como ratas en un barco que se hunde. Buscan el culpable para así ganar puntos ante el capo Ravek.

Es momento de huir de allí...

Funeral de Herbert Donaldson - Londres

Lo policía corre un tupido velo sobre el incidente en La Mascarada, aunque en apenas 48 horas, y tras la guerra de bandas de rigor, un nuevo gangster se hace cargo del imperio ilegal de Ravek. Con premura abandonáis Nepal con el temor de que las corruptas autoridades locales se os echen encima; una noche entre rejas podría ser suficiente para que los muchos asesinos de los aliados de Ravek os echaran el guante.

Aún con vuestros cuerpos adoloridos y un mal sabor de boca por haber perdido la máscara, os reencontráis en el funeral de Herb. Un funeral sin cuerpo presente...

Rick se sentía abatido, en cierto modo fracasado. Nunca le habia importado realmente la máscara, pero sí demostrarse a sí mismo que todavía era capaz de conseguir aquello que se propusiera; cuanto más peligroso y difícil, mejor. No obstante, habían salido con vida, tanto el como Maddie, y eso "es lo que realmente importa. ¿No?". Rick trataba de convencerse de que las cosas no siempre pueden salir perfectamente mientras escuchaba, sin prestar atención, las palabras del sacerdote que daba sepultura a la memoria de Herb. Rick tenía que pensar, que distanciarse de todo un poco y quizá asumir, le gustara o no, que ya no estaba para aventuras, que la primavera había pasado y lo que quedaba por delante no era más que un otoño inexorable.

Tras todo lo ocurrido al parecer yo era la única que no me sentía afectada. Aprendí con mi tutor militar a ser fría como un Ruso o un Nazi, lo que no me hacía pasar malos tragos en estas situaciones, aunque en el fondo lo sintiera por la familia de Herb. Es lo que le suele pasar a la gente que se mete demasiado profundo en este mundo sin tener unas nociones básicas de protección.

Y pensar que todos los presentes estábamos condenados a encontrar la muerte como lo hizo Herb. Nosotros nos habíamos metido en esto, así que teníamos que comprometernos hasta la muerte. Me mantuve al lado de mi protegida, aunque un poco más atrás, mirando hacia cada rincón de pena y lágrimas. La máscara estaba en paradero desconocido, el nazi y el lunático posiblemente estarían muertos, y nosotros observando el entierro del que nos iba a pagar por esta misión. Bueno, yo al menos tengo mi sueldo asegurado siempre que cuide bien de Ágatha. Miré a la chica y le puse una mano en el hombro en forma de apoyo. Había sido un golpe bajo para el grupo.

El viejo Herb.

Miraba la caja que tenía delante, y mientras un repentino ataque de tos me venía, no podía aún creer que lo que hubiera ahí dentro no serían sino algun tipo de material para hacer algo de peso. No es que lo llegara a conocer en su avanzada edad, y ni tan siquiera en nuestra brevísima coincidencia en Nepal intimé ningún secreto con él aunque, como compañero de viaje, estar en su propio funeral me hacía reflexionar del qué cerca habíamos estado de la muerte. Incluso podía oir aún, casi estando inconsciente, el gran estallido de la Mascarada, en la que sólo Dios hizo que ningun otro de nosotros perdiese la vida.

Y a medida que la tos volvíame, los espasmos al toser me hacían acordarme de mi otro aviso de los años: mi brazo en cabestrillo veníase a recordar a casi cualquier instante. Al menos sólo fue una fisura, pronunciada, esos sí, pero no hubo fractura.

Ha sido el peor momento de su vida. Se reprocha el haber aceptado formar parte de esa expedición porque lo único que ha conseguido ha sido un cuerpo magullado, un intento de asesinato por parte de uno de los matones de Ravek y a un amigo muerto.

Y ahora ¿qué les queda? Nada, salvo volver a sus vidas normales y rutinarias... y la muerte de alguien por culpa de una estúpida máscara. Aunque quizá fuese mejor así... volver a la rutina y a sus libros. A ordenarlos y a atender a las personas que buscasen algún tipo de información entre los montones y montones de libros de la Biblioteca Británica.

Todo aquello pesará en ella, pero tiene que ser fuerte para volver a la normalidad.

Decepción, rabia, impotencia. Así era como me sentía. Después de todo lo que habíamos pasado para conseguir la máscara, encontrarnos ahora en el funeral del hombre que había financiado la expedición y, encima, sin el objeto que habíamos ido a buscar, me hacía sentir frustrada. Escuchaba como una voz lejana la voz del sacerdote, sumida como estaba en otros pensamientos. Sentía la muerte de Herb, claro que la sentía, pero pensar que la máscara estaba perdida me decepcionaba. Habíamos estado tan cerca...

Aún no estaba recuperada de las lesiones causadas por la explosión, no revestían gravedad pero los cortes y moratones que decoraban mi cuerpo aún eran visibles, además aún no me había adaptado a mis nuevas gafas, ya que las otras habían quedado rotas en la caída, y eso conseguía que me sintiera aún más abatida.

Lo único que podía aliviar mi pesar era saber que por lo menos la máscara no había caído en manos de los nazis ni estaba en posesión del mafioso de Ravek. Salí de mi concentración al sentir la mano de Anne en mi hombro, asintiendo con la cabeza a su gesto como señal de que me encontraba bien. Miré a la concurrencia llorosa y no pude evitar sentirme un poco culpable por no mostrar una actitud más apenada.

Ésto era inaudito, porcentaje de salir ileso 0, probabilidad de muerte alta, probabilidad de salir con el artefacto 0, probabilidad de ser encarcelado, torturado y matado alta.

Pero, ¿en qué pensaba esta mujer? , no valía tanto para ésto, estuve pensando que sus aventuras llegaban demasiado lejos, quizás era hora de plantearse otra mujer, que estuviese más asentada en su vida y que no me diera tantos quebraderos de cabeza, tampoco no podía permitir que mi vida se fuera al garete por los caprichos de mi prometida.

Todavía mirando al grupo en el avión, no podía creer que hubiésemos salido de ésta, sin lugar a dudas que la suerte y la bomba nos habían salvado, la máscara ¡al cuerno con la máscara! No quería ser perseguido por los capos durante el resto de mi vida. En cuanto al padre de Maddie debería de hablar con él muy seriamente.

¡Padre! ─exclama Maddie alzándo la voz estrepitosamente haciéndo que todos los allí presentes la miren con ojos acusadores.

Corrió en dirección a un hombre elegante y maduro que acaba de entrar en el edificio. Era Sir Douglas Archer. Se fundieron en un sentido abrazo.

Sir Douglas es de mediana estatura, un hombre de cuarenta y pocos años, de rostro amable y pelo entrecano. Sus ojos azules os escudriñan en busca de cada mínimo detalle que arroje luz sobre vuestros caracteres. Su tono de voz es como su personalidad, calmada y afable al mismo tiempo, incluso cuando amenaza de muerte a alguien. Pura flema británica. Viste gabardina de color pardo, fuma en pipa y lleva una gorra de color burdeos.

─¡Pero padre! ¿Donde has estado metido todo este tiempo? ─inquiere Maddie separando el abrazo.

─Todo a su debido tiempo, pequeña, todo a su debido tiempo... ─responde con parsimonia.

Luego se acerca a Rick, su viejo amigo ─veo que como siempre, la has cuidado bien ─extiende sus brazos esperando un abrazo fraternal por parte del vaquero.

─He de decir que es un placer, y un honor, conoceros ─dice tras las pertinentes presentaciones.

Saca un precioso reloj de su bolsillo: una maravilla de oro puro ─es la hora ─aununcia ─tiempos oscuros se ciernen sobre todos nosotros, y un terrible poder está apunto de ser desatado. Herb lo sabía, y por eso os envió a buscar la máscara de Fu-Kang. La máscara es un artefacto poderoso, pero no el único. Debemos adelantarnos al enemigo, ser más rápido que ellos.

Los ojos de Douglas escudriñan a los presentes en el funeral y entonces baja su tono de voz ─aquí no estamos seguros; el enemigo tiene ojos y oídos en todas partes. Si me acompañáis, os explicaré todo con más calma.