Partida Rol por web

Todo aquello me parecía de excesiva molestia para una máscara. No obstante, no me parecía todo casual, sino más bien el motivo de las mácaras como una profunda obsesión de Ravek. La colección, una vez en su presencia, me hacía tener ciertas arcadas, que acabaron convirtiéndose en sendos ataques de todos, como si bien estuviéramos expuestos al frío nepalí de sus montañas. Escuché entonces con increudilidad las razones de esa tal Anne, y realmente, bien que valdrian para una novela llena de gags y humor satírico...

Sin hacer acopio de atención desinteresada hacia las palabras de Ravek, miré por todos lados, buscando algun tipo de salida, puerta, acceso o similar.

Oh vaya ¿qué podíamos hacer? hacía un tiempo del demonio estábamos sentados frente al Rey del Hampa sus matones nos apuntaban con Thompson, cualquier movimiento en falso y estábamos muertos.

Señores dadle la estatua y vayámonos de aquí miré a mi prometida y a las mujeres aunque con mi máscara la visión era un poco más reducida, aunque agradecí que debajo de esa máscara no se viese la cara de miedo que tenía.

Sin lugar a dudas no estaba hecho para este tipo de cosas, este tipo tenía trofeos de cabezas humanas, seguramente sería una de aquellas personas más crueles y sanguinarias de este país, y nosotros aquí queriendo ir ¿al servicio? No me lo podía creer, cualquier paso en falso y todos nos iríamos al otro barrio en lenguaje vulgar.

Aunque también estaba la otra solución que una vez que le diésemos las máscaras nos matara, así que esperé con nerviosismo sólo representado en mi mano que tocaba mi pierna como si de un piano se tratase cada vez más rápido como si entonase cada letra con mis dedos.

Aparté la cabeza con desagrado al entrar en los aposentos del tal Ravek, la visión de las jóvenes desnudas, tan sumisas y serviciales, y el hecho de ir acompañada por hombres consiguieron que me turbara, aunque me recompuse rápidamente. A pesar de que mi vista no era la mejor sin las gafas intenté observar al hombre y cada uno de sus movimientos, llegando a la conclusión de que ese matón era del todo desagradable. Opinión que se confirmó al ver su particular colección de máscaras en la pared. Un escalofrío me recorrió al acercarme para verlas mejor y, al darme cuenta de lo que eran en realidad, no pude evitar un vacilante paso atrás que a punto estuvo de hacerme caer.

Dios mío, qué hombre más repulsivo.

Me coloqué al lado de mi guardaespaldas la cual, ante mi sorpresa, comenzó a comportarse como una joven tímida y apocada. Esa no era la Anne que yo conocía y mi mente no tardó en darse cuenta que debía estar preparando alguna estratagema. Sólo esperaba que supiera lo que estaba haciendo y que todo saliera bien al final.

- Pero antes... ejem... Nos gustaría comprobar que el señor Herb se encuentra bien.

No estaba muy segura que aquella petición fuera una buena idea, pero si Anne tenía algún plan sería mejor ganar algo de tiempo.

Con torpeza sobre los zapatos, sigue a los hombres de Ravek hacia su zona privada. No le gusta para nada todo ese asunto y todo se confirma cuando conocen al señor de ese lugar rodeado de mujerzuelas que se venden al mejor postor, desnudas y haciendo todo tipo de cosas poco convenientes para señoritas. Aparta la mirada para no ver nada de lo que allí pasa, pero es aun peor cuando entran en la sala con las máscaras humanas.

Hay que decir que, en cierta forma, es fascinante el trabajo que han hecho con la piel para que mantenga su forma y las facciones de las personas, pero también es grotesco y horripilante puesto que le han arrancado la cara a personas y por como es ese hombre seguramente que no esperaría a que estuviesen muertos. Es más, el estar muerto tampoco justifica el arrancar la cara a una persona.

¿Qué clase de ser es él? Un ser cruel y sin escrúpulos.

Se encoge un poco y trata de apartarse de esas máscaras humanas que les rodean, sin conseguirlo del todo porque está en todas partes. En ese momento, la curiosidad no puede más que su temor a acabar en una de esas paredes o estanterías, expuesta cual trofeo.

Ravek se irguió sobre la mesa ─¿acaso creéis que esto es un juego? ─dijo como respuesta a la pregunta de Anne y a la petición de Ágatha. Parecia que ambas mujeres habían cambiado sus papeles. El tono de voz de Ravek ahora distaba mucho de ser amable.

Miró a uno de los matones ─mata al de la tos ─dijo con voz nula. El sicario quitó el seguro del arma.

Maddie reaccionó con rapidez. Aquello no era un juego y Ravek era un completo lunático. Tras sacar la máscara de algún remoto lugar en el interior de su abrigo la lanzó sobre la mesa de Ravek.

─Ahí la tienes. Ahora danos a Herb. ─El rey del hampa nepalí sonrió.

Aquello salvó la vida de Eric.

Con expresión triunfal Ravek examina la máscara. ─Traed el viejo y haced pasar a los compradores. ─Hace una señal a sus matones. Los primeros en aparecer son varios nazis: un grupo de tres alemanes, todos con el pelo cortado a cepillo y tez pálida. Dos de ellos, de espaldas anchas y barbilla cuadrada, parecen ser los guardaespaldas de un tercero. El tercero responde al nombre de Herr Falken y por su uniforme parece agente de las SS.

Rick observaba la escena sin mediar palabra, estudiando a la gentuza con la que se veían forzados a hacer negocios. La sangre le hervía, ese tipo de perturbados era algo que no podía soportar. La llegada de los miembros de las SS acabó por confirmarle que el asunto en el que se habían metido era má serio de lo que en un principio podría parecer: "¿qué demonios tendrá esa máscara para que todos los locos del planeta anden detrás de ella?". Con el revolver bien oculto bajo el brazo, Rick esperaba la más mínima oportunidad o advertencia de peligro para jugar su última carta. "Al menos me llevaré a alguno de estos locos al infierno conmigo".

Saber que Herb parecía seguir con vida no ahuyentó el desasosiego que me produjo ver la máscara en manos de aquel hombre y sólo esperaba que pudiéramos salir todos con vida de allí... y con la máscara. Fruncí el ceño al oír nombrar a unos compradores, sintiendo cierta curiosidad al respecto ya que, desde que había visto su colección, me había imaginado que quedaría en posesión de Ravek y no que la fuera a subastar al mejor postor.

Pero la respiración se me cortó al ver entrar a la SS y la máscara que llevaba ahogó un ligero gemido mientras mi cuerpo comenzaba a temblar ligeramente. Intuía que los nazis andaban detrás de la reliquia pero no esperaba encontrármelos tan pronto y, en aquellos momentos, agradecía el hecho de que me hubieran obligado a tapar el rostro. Me mordí el labio expectante ante lo que fuera a pasar, sintiendo mi corazón acelerado golpeando contra mi pecho.

Mientras os quedáis estupefactos al descrubrir que las SS están tras la máscara, y por consiguiente el Führer, la tragedia llega a vuestras manos. Ravek, cumpliendo cruelmente con lo prometido, os entrega a Herb... o lo que queda de él. Con su rostro, Ravek ha mandado diseñar una de sus máscaras.

Consideradlo un sucedaneo de la máscara que habéis venido a buscar. ─dice entre risas.

Los alemanes comienzan a impacientarse, pues sospechan que Ravek se muestra reacio a entregarles la máscara.

Como buen villano de opereta, Ravek comienza a contaros una vez más la leyenda del terrible caudillo poseedor de la máscara y de como ésta confiera la inmortalidad a su portador, Fu-Kang, mientras los relámpagos se intensifican en el exterior, a medida que se agota la escasa paciencia de Herr Falken.

Herr Falken no deja de mirar el reloj. En ese momento os parece escuchar un característico "tic tac, tic tac" que viene del maletin que supuestamente tiene las joyas con las que van a pagar la máscara y que carga uno de los guardaespaldas del nazi. ¿Una bomba? ¡una bomba!.

Me había dado cuenta que lo que había en ese maletín no parecía ser muy sano, sobre todo por el tic-tac que al parecer solo yo escuchaba. Eso unido a la cara de Herr Falken hacía que pensara lo que parecía ser. 

Me quité la máscara y los guardaespaldas de Ravek pudieron ver quién era yo realmente, conocida en el mundo de los villanos como L'Ourse Ginault", la que era capaz de vencerles a todos ellos juntos en un duelo.- Me he cansado Ravek.- Acto seguido me levanté, saqué las pistolas y apunté a sus guardaespaldas.- Ni se os ocurra, sabéis que soy más rápida que vuestras metralletas.- Acto seguido me dirigí a Ravek.- ¿Has mirado tu mercancía?.- Dije haciendo un gesto con la cabeza para que le entregaran el maletín. Si alguien intentaba dispararme yo sería más rápida.- Vosotros.- Dije a sus guardaespaldas.- Si queréis sobrevivir más vale que me hagáis caso. Cuando coja el maletín dadnos la máscara y tiradlo por la ventana, o moriremos todos.- Dije seria, como siempre.

¡Frau Hinault! ─exclama Herr Falken.

Todo se sucede vertiginosamente rápido; los nazis sorprendidos por la presencia de "L´Ourse" optan por no disparaos, al menos de momento. Ravek por otro lado indica a sus sicarios que abran fuego y acaben con los guardaespaldas de Falken. Ese es el momento que aprovecha el alemán para sucar su arma; una minipistola que ha conseguido colar en el club, y abre fuego contra Ravek. Este, por el impacto de las balas, cae hacia atrás, rompiendo el ventanal y cayendo al exterior.

Mientras los hombres de Ravek se encargan de los de Falken, sólo tenéis que preocuparos por Ping Pong*, el cual os tiene echado el ojo desde un principio.

Lamentablemente, la máscara está en poder de Ravek, quien se encuentra en el exterior, tendido sobre la nieve y bajo una tormenta que se recrudece por momentos. Falken, en un impulso suicida, corre hacia la ventana y salta tras Ravek. Al parecer valora más la máscara que su vida, o quizá prefiera saltar por la ventana que quedarse junto al sospechoso maletín...

La cosa se había torcido en cuestión de segundos; la habitacíón era demasiado pequeña para tanta bala volando por los aires. Sólo era cuestión de tiempo que alguna acabara dándoles. Rick, sin pensárselo dos veces, gritó:

- ¡Rápido, hay que salir de aquí!

Acto seguido se acerca al ventanal y trata de avistar un buen montón de nieve que amortigüe la caída. No salta todavía, ya que no quiere dejar a sus compañeros atrás.

Si el esbirro conocido como Ping Pong se pone en medio, Rick tratará de dar buena cuenta de él.

Ping pong no he venido para rivalizar contra ti estos hombres quizás sí, ahora no sabes si tu jefe sigue vivo ¿por qué matar a aquellos si has fracasado en tu misión de protegerlo? mira antes por la ventana y valida que está vivo sino todo habrá sido en vano.

Mientras que convenzo a Ping pong para que se cercioré de la vida de su jefe me escabullo por las escaleras.

¿Para qué saltar cuando había escaleras? si estaban vivos no podrían correr en cambio yo sí...

Mi misión era proteger a Ágatha, y había dos opciones: Quedarme allí y ver cómo volábamos en mil pedazos, tirar el maletín por la ventana, pudiendo destrozar la máscara y echar por tierra el trabajo, o correr como una condenada hacia la salida con Ágatha, antes de que el señor Ping Pong hiciera de las suyas. Los nazis me habían reconocido, no sabía que hasta ahí llegaba mi fama... Es increíble. Sonreí un poco.- ¡Tú!.- Dije cambiando de objetivo y apuntando a Ping Pong.- Como te muevas mueres.- Sin dejar de mirar a Ping Pong comencé a retroceder y dije.- Ágatha, corre a toda prisa hacia la salida del local.- Cuando Ágatha corriera le cubriría la espalda, a la misma velocidad que ella.