Partida Rol por web

Mosest reprime sus instintos de lanzarse como un poseso a por la gárgola y obedece a Arthedain hasta donde su entendimiento le permite. Avanza hasta ponerse en línea con Bhain y después empieza a mirar el suelo de piedra muy concentrado. "¿Cuanto serán 5 pies?" se preguntaba el paladín con cara de no tener mucha idea de medidas.

- ¡Dejadme línea de tiro! -gritó Silvania desde la espalda de los guerreros

El "lider" se concentró un momento e invocó el poder de la naturaleza sobre su montura. Apenas terminada su breve oración taloneó a Remo y lo hizo moverse alrededor de la gargola mientras elevaba su broquel para protegerse

- A ella - gritó convencido, esperando que alguien lo siguiera.

- ¡Dejadme espacio para tirar! -La voz de Silvania tenía ahora un tinte desesperado, absolutamente perpleja por la pared que habían formado ante ella sus compañeros, contraviniendo todas las estrategias que ella había aprendido a las órdenes de Lizara.

Robin también espera a que actúe el bicho para ensartarle con la lanza en cuanto se abalance sobre ellos.

Mama comenzó a golpear su puño cerrado contra su pecho repetidas veces mientras recitaba las palabras de su conjuro de armadura de mago que había preparado:

Dulce vena contén tu sangre;
piel sobre piel, hierro sobre hierro;
Fuego de la vida, forja mi espíritu
como la armadura del guerrero
¡Protégeme!

Una suave luz protectora refulgió alrededor de Mama mientras los demás se parapetaban para recibir el embiste del monstruo. Sin embargo Rómulo no esperó a que la gárgola se aproximase, sino que lanzó su conjuro mientras el fiel Remo rodeaba al monstruo al galope. La gárgola extendió sus brazos pétreos y lanzó un furioso rugido. Cuando la criatura vio que el perro se detenía a su lado amenazador se abalanzó contra el animal. Pese a lo brutal de los golpes solo el mordisco del monstruo logró alcanzar al ágil mastín y atravesar su protección, apenas haciendo sangrar al animal. Durante el combate la gárgola se desplazó ligeramente, alejándose de los otro oponentes.

Romulo intentó, con sus talones, que Remo se moviese lo suficiente para esquivar la serie de ataques de la gárgola. Sin embargo el animal, después de haber recibido el conjuro, se encontraba aún algo nervioso y no acató las ordenes de su amo - Tranquilo amigo, tranquilo - lo alentó el pequeño druida mientras analizaba las opciones para enfrentar a su pétreo enemigo.

"¡Me cago en Papá Noel!" gruñe Arthedain al ver la maniobra del mediano que, como de costumbre, va por libre. Sin embargo, jamás ha dejado en la estacada a un compañero de armas y avanza para atacar a la gárgola. "Vamos, hay que explicarle a nuestro pétreo amigo que atacar a los animales no es una buena idea."

Arthedain se lanzó a por el monstruo sin pensárselo dos veces. No era lo que esperaba. La idea era que la gárgola viniese a por ellos pero en la batalla siempre había valientes que iban por libre. O locos. Las dos cosas tenían el mismo significado para el elfo, que descargó su furia en una hábil estocada contra el monstruo. El impacto con el arma descargó un estallido de energía que hizo saltar aristas de piedra alrededor. El monstruo gimió entre el dolor y la confusión.

Silvania siguió, lista para atacar cuando hubiese hueco, esperando que alguno de los tres humanos que tenía delante impidiéndole tirar se animase a cargar contra el monstruo.

Gaius observó como sus compañeros montaban y desmontaban planes con una rapidez asombrosa. Al final parecía que era una bendición no haber salido elegido líder. No era muy compresivo con aquellos que cuestionaban sus planes, más que nada por su mal carácter y la falta de costumbre de tener que pedir segundas opiniones.

En estos momentos se sentía bastante inútil, ni si quiera el sentimiento de seguridad que proporcionaba estar alejado de la criatura compensaba esa sensación. – Creerán que solo sirvo para andar encorvado buscando trampas – pensó durante unos instantes afligido, luego recordó que a él no le importaba la opinión de los demás, que era autosuficiente y que solo estaba allí por beneficio propio. Cada vez necesitaba recordárselo con más frecuencia.

Entendiendo que estorbaba en su posición se desplazo lateralmente siguiendo el redondeado contorno de la sala, con la esperanza de que el impetuoso Mosest ocupara su lugar dejando un hueco para las mortíferas flechas de Silvana.

[Si puedo hacerlo como acción libre grito]
¡Cerrad, cerrad contra la gárgola, buscad flanqueos!

Silvania aprovechó el hueco que por fin se había abierto en la línea para avanzar y disparar. Como un resorte, en un movimiento ampliamente ensayado en sus largas horas de adiestramiento en la escolta de Lizara, Silvania efectuó una pequeña carrera con sus pequeñas piernas para a continuación quedarse completamente estática mientras los músculos de la espalda tensaban el fuerte arco mágico.

Supo en cuanto sus dedos se relajaron para permitir que la cuerda los abandonase, que ése si era un buen disparo, y la flecha mágica se incrustó profundamente en la dura piel de la criatura.

Viendo que todo se había precipitado, Robin se levantó y con un breve impulso cargó contra la gárgola, rezando a Random para que su lanza no se astillara con el impacto.

- ¡Compañeros, vamos a ver si esta criatura es tan dura como parece! ¡A por ella!

El enano se dio cuenta de que ese ser no parecía estar hecho de carne y sangre como el- va a ser un enemigo duro de batir- penso. Aferró el arma con fuerza y descargo un durisimo golpe con el proposito de infligirle el máximo daño posible

La flecha de Silvania cruzó el aire para clavarse en el hombro del monstruo, que gimió de dolor y frustración al verse rodeado repentinamente. Robin cargó valerosamente contra el flanco de la criatura pero aunque la lanza alcanzó la piel de la gárgola pareció no causar daño alguno. El monstruo pegó un manotazo apartando el molesto aguijón. Entonces apareció Bhain con su hacha. El golpe demoledor del enano habría cortado en dos a cualquier oponente pero el monstruo se limitó a gemir debilmente cuando de todo el daño solo un rasguño pareció afectarle.

Mosest aprovechó que la gárgola estaba entretenida para dar un rodeo y atacarla con su espada con toda la fuerza de sus músculos y de su fé mientras gritaba: -¡¡Muere maldito engendro!!.

- Mis flechas le hacen daño, rodeadla pero protegeos de sus golpes aunque no le hagáis daño, ya me iré encargando yo...

Mosest rebasó la guardia del monstruo lanzando un fiero espadazo. Aquel golpe había sido imbuido con toda la fiereza que Gloranai ponía en el alma del paladín y a fe que un enemigo menos poderoso hubiera sido derribado por el embite. Sin embargo la gárgola aulló manteniéndose en pie... ¡Era un duro oponente!