Partida Rol por web

Cuando el mediano, aún montado en su fiel perro entró en la casa, su rostro había cambiado. Ya no demostraba la infantil confianza en que todo saldría bien, sino que había tomado la decisión, consciente, de cumplir con el grupo que le había dado cabida.

El combate con las plantas había sido determinante. No recordaba haber visto enredaderas tan agresivas en el bosque. Si el mal que asolaba el lugar era capaz de, incluso, conseguir que las plantas, sus amigas, se convirtieran en enemigas el debía hacer su parte... y la haría.

Manteniendose pegado a la pared volvió a enfundar su cimitarra, aunque su mano se hallaba presta a hacerse con su arma en cuanto la necesitara. Sin embargo, si había entendido bien, sus balas serían más eficaces que su estoque. En silencio volvió a preparar su honda y fijó su vista en la puerta que el pícaro se disponía a abrir.

No - muertos tras la puerta? otra sorpresa desde el techo? el estaba listo, sea con su honda, su cimitarra ó con sus poderes tendría una respuesta a lo que pudiera amenazarlos. - Remo, preparado - le murmuró a su perro antes de asegurar en un quedo susurro al resto del grupo - Estoy listo -

Robin se quedó muy sorprendido ante el comportamiento de Gaius: le había juzgado, quizás demasiado prematuramente, como un cínico que creía estar de vuelta de todo, pero jamás le habría tomado por un hombre religioso, y había que tener una profunda e inquebrantable fe en Random y sus Azarosos Caminos para permitirle que Él eligiera el Camino.

Si algo le gustaba a Random era, sin duda, tener seguidores de lo más variados. Después de todo, "En la variedad está el gusto" era uno de sus preceptos.

"Que sea izquierda, pues", pensó el clérigo. "Random ha hablado".

Mosest hacía un esfuerzo por no gritar de emoción para no hacer enfadar a Arthedain. Sin embargo, se le escapaban unos golpecitos con el pie en el suelo, fruto de la impaciencia que se acumulaba en su interior. Agarraba con fuerza el puño de su espada mientras se preguntaba para que necesitaban tanto sigilo. ¿Los muertos pueden oir?. No lo sabía, pero en cualquier caso si por él fuera, entrarían ahí dentro repartiendo acero a diestro y siniestro a cualquier cosa que se moviera. Sobre todo si estaba muerta.

El corazón de Silvania bombeaba, su cuerpo estaba ya el alerta y sus sentidos -no demasiado afinados por lo demás- estaban atentos a cualquier sonido o cualquier movimiento entre las sombras.

Odiaba a los no-muertos, eran una aberración, algo que no debería existir, algo contranatura.

Y no le gustaban esas cosas, esperaba que no le fallase el pulso mientras continuaba abanzando lentamente, siguiendo las órdenes de quien era mejor que ella para abrir camino. Sus manos ocupadas en agarrar el arco y la cuerda que tenía apenas un poco tensada, pero lista para disparar en cuanto fuese necesario.

Después de tantos años sus manos habían aprendido a no sudar, del mismo modo que había aprendido a dominar los latidos de su corazón para que no alterasen su puntería. Pero el corazón latía, listo ya para cualquier esfuerzo, y notaba la humedad del sudor en su nuca.

Tenía miedo, pero eso no era necesariamente malo.

Que os parece si inspeccionamos esa zona de ahi-Dijo señalando hacia las dos puertas que habían a la izquierda, luego echo un vistazo al suelo para ver si había algún tipo de pisada o alguna pertenencia que delatara la presencia de algun ser vivo o no muerto en este sitio

El mediano, sobre su perro seguía observando con atención las aberturas que se veían sobre sus cabezas. Estaba más preocupado, por ahora, de lo que pudiera "caerles" desde allí que lo que pudiera haber tras las puertas

Arthedain esperó que Silvania estuviera en posición y acto seguido, con pasos suaves y mirando alternativamente arriba y abajo para ver si pisaba algo no conveniente, y si algo o alguien acechaba desde arriba, avanzó cruzando la habitación en dirección al ventanal norte, buscando a la vez cubrir el máximo de espacio de la sala con su ballesta y ver si se movía algo del otro lado del ventanal.

Arthedain, mientras el resto se situaba, echó un vistazo al exterior. Nada parecía moverse en la zona trasera. En otro tiempo debió ser un patio de armas donde entrenaban los caballeros, ahora era tan solo un patio vacío barrido por el viento nocturno.

Robin siguió a Mosest y a Gaius hacia las puertas de la izquierda, tratando de evitar pasar por debajo de los agujeros en el suelo para que no le pudieran ver posibles enemigos desde arriba.

Mama permaneció en esa posición donde el techo del pasillo parecía más estable. Aún así, no dejaba de mirar los extraños agujeros del techo...no le parecían un desplome corriente: un trozo de techo aquí y otro allá. Miró los bordes de dichos agujeros desde la distancia por si podía descubrir algo más, restos de quemado o ácido o lo que fuera que hubiera provocado dichos huecos. Aún si fueran provocados por el paso del tiempo ¿qué podía haber sido el desencadenante final del desplome? ¿O sólo eran por el simple efecto del deterioro y de la humedad?

Arthedain, bastante mosca por no ver ninguna entrada al espacio de 20 x 50' que hay a la derecha de la entrada, buscó con la mirada a un elfo para que buscara puertas secretas... hasta que se dio cuenta de que era el único elfo del grupo. ;oPPPPPPPPPPPPPPPP

Levantó el puño para pedir a los demás que se pararan y se señaló los ojos con el índice y el corazón derechos, para luego apuntar hacia el espacio antes mencionado.

Cruzó de vuelta la sala hasta pegarse al muro, a la derecha de Rómulo, y trató de detectar puertas secretas.

Bhain se fijó como su compañero examinaba el muro en busca de alguna posible entrada. Admiro el trabajo de su compañero en silencio