Partida Rol por web

La vaporosa gasa blanca del vestido osciló cuando Catalina se giro separándose de mí. La vampiresa gustaba del cortejo, y me habría sorprendido que actuase de cualquier otra forma.

Cerré los dos pasos que se habían abierto entre nosotros colocándome a su espalda para preguntarle suavemente al oído mientras volvía a cogerla por la cintura- ¿De verdad no te lo imaginas? - Sabía que Catalina tendría alguna sospecha sobre los planes de Vincent, igual que sabía que la simple insinuación existente en esa pregunta, junto con el ligero tono de superioridad con la que la había pronunciado encenderían a mi temperamental dama y eso tenía que reconocer que me producía un oscuro y placentero deleite.

Querida Catalina, Vincent te quiere muerta. - Continué susurrando.- Pero no se atreve a hacerlo solo y por eso ha buscado mi alianza trayéndome del olvido. Para obtenerla te ha acusado de propiciar con tus malas artes todo el asunto Van Helsin y de acabar directamente con la vida de Tiberio con el único fin de hacerte con el trono vampírico. Afirma que tus hábitos sanguinarios son tremendamente peligrosos para el resto de nosotros, que los humanos se darán cuenta de tus movimientos e intentarán acabar con todos nosotros más pronto que tarde.- Seguía a su lado. Con mi boca a escasos milímetros de su oído derecho y por lo tanto a la misma distancia de su cuello. Esperando su reacción, ahora que ya sabía los planes de Vincent.

Apreté los labios, en una clara mueca de contrariedad- Debo ser tan perversa... - susurré, apartandome de el, para darle la espalda, con aire ofendido- ¿Y tu le has creido, querido? - pregunté entonces, sin girarme hacia él, cruzada de brazos.

Comenzaba a estar harta de ser la mala de la pelicula. No es que no me gustara serlo, de hecho normalmente me deleitaba en ello. Pero, con Dracula, las cosas habian sido diferentes y tenia la sensacion de que Vincent estaba intentando sacar provecho de aquella situacion, buscando enfrentarnos a ambos.

Guardé entonces silencio, aun de brazos cruzados, volviendo a mirar por la ventana, mientras notaba como la sangre me iba hirviendo poco a poco, a pesar de mis intentos por mantener la compostura.

Rata sucia y asquerosa. Rastrero cobarde. Te mereces la más horrenda de las muertes. Y yo te la daré.

Mi cabeza era un cumulo de lindezas hacia Vincent, que se materializo en la ligera tension que sufrieron los musculos de mi cuerpo. Drácula me conocia lo suficiente para saber qué estaba sucediendo en mi interior, qué estaba a punto de desencadenar. Y aun asi me contuve, sin decir palabra, hasta escuchar su respuesta.

- ...por supuesto, Señor Van Helsing. - Contesté así a sus palabras sobre los métodos de protección. Por supuesto, conocía muchos más métodos de protección contra los amigos de la noche que empuñar la antorcha y la espada. Aquel presente, aquella ballesta no era un medio para que se defendiera. Era un medio para darle caza a nuestros enemigos. Así, afiancé aquella maleta en mi mano y me dispuse a seguir, a paso lento y elegante a Van Helsing nuevamente hacia su despacho.

Esperaba encontrarme con cuantos menos estudiantes mejor. Dudaba que ninguno de ellos mereciera siquiera el derecho a poder verme. Pero a veces, había que ser benevolente con el populacho. Pero benevolente no incluía que pudieran tocarme, hablarme o acercarse a mi, por supuesto.

Así, llegamos hasta el despacho del profesor. Con el mentón en alto, con una amplia sonrisa, cargada de orgullo y superioridad, miré a aquel paleto recién destetado que, aunque parecía tener donde caerse muerto, no tenía lo que había que tener para ser alguien en la vida. Eso sin contar que pudiera estar, en ese momento, hipnotizado o poseido por la Baronesa, cosa que era la que más me preocupaba en aquel momento.

Nada más entrar, dejé que Van Helsing hablara con él, mientras yo cerraba la puerta para tener la máxima intimidad posible. Y no, no me sentaría, aquel lugar me daba en el mejor de los casos, asco, y no estaba dispuesto a tener que tirar a la basura un traje de dos mil libras únicamente por estar manchado a causa de sentarme en un lugar como aquel.

Estreché la mano de aquel chaval con firmeza y fuerza, para luego cruzarme de brazos, mientras Van Helsing retomaba la convesación y rompía el hielo. Mientras, aproveché para analizar al chaval. La dilatación de sus pupilas, heridas, marcas, bronceado de la piel, sudor, lenguaje corporal. Todo lo que pudiera explicarme quien era. Y si era esclavo de algún vampiro.

- ¿Exactamente a que se refiere cuando dice que "la oscuridad se instaló en los pasillos de la universidad"? -

¿Estaría contándote los planes de Vincent si lo hubiese hecho, querida?- le contesté a la vampira, que en esos momentos temblaba de ira.

No me hace falta Vincent para saber que ... ¿Cómo podría decirlo?... que disfrutas de las carnicerías y los baños de sangre más de lo que es prudentemente conveniente.- Le concedo al presuntuoso Vincent. - Pero de ahí a que pueda creerte capaz de querer acabar con todos nosotros solo por el placer de hacerlo hay una enorme distancia.

Volví a acercarme a Catalina, quien aún miraba en esos momentos por la ventana.-  Y ahora, querida Catalina. Ha llegado el momento de hacer que Vincent pague por haber intentado usarme como a un vulgar ghoul.

Me gire parcialmente hacia Drácula, cuando comenzó a hablarme. Seguia con el ceño fruncido, y ese aire molesto y ofendido- Está claro por qué quiere ponerte en mi contra. No hace falta ser un lumbreras para saber que las cosas entre tu y yo no han ido bien ultimamente. Y, siendo sincera, no negaré que más de una vez he deseado verte más muerto de lo que estás a lo largo de todos estos años. -reconoci, en un alarde de sinceridad para-con Drácula.

-Vincent sabe que soy una mujer despechada. Y quiere usarlo en mi contra. Estoy segura de que cree que asi ambos nos daremos muerte mutuamente. Y asi podrá matar dos pájaros de un tiro. -añadi, con una irresistible expresion de desaire- Y, si con suerte, uno de los dos sobrevive, estará lo suficientemente debilitado como para que Vincent pueda terminar de machacarlo sin problemas...

Los planes de Vincent se me antojaban obvios. ¿Por qué? La razón era bien sencilla: quizás porque, de haber sido yo quien urdiera aquel plan habria pensado lo mismo que él. ¿Para qué mancharme las manos pudiendo hacer que otros se las mancharan por mi?

Sin embargo, al parecer aquel asunto iba a requerir actuacion directa por parte de ambos. Vincent esperaba un duelo entre ambos, una pelea a muerte en la que no quedara ni rastro de nosotros y, por supuesto, ibamos a darsela.

-Bien, querido... Demosle a Vincent lo que quiere, y despues... desangrémoslo hasta que no quede de él ni el pellejo. - dejé caer, con un plan ya en mente, acabando por girarme por completo hacia él, con una maquiavelica sonrisa en el rostro. Mi cabeza era un hervidero de ideas en las que, en todas y cada una de ellas, habia un final que incluia a Vincent muerto.

Me encantó ver aquella despiadada y maquiavélica sonrisa en el rostro de Catalina, esos labios eran una promesa de sangre.

Tranquila Catalina, querida. Hoy no vamos a darle a Vincent nada de lo que desea. Nosotros tenemos algo que los humanos no tienen y es todo el tiempo necesario para hacer las cosas bien.

Entre los muchos defectos de Vincent no está la estupidez. El sabe que por mucho que haya intentando influenciarme y ponerme en tu contra no voy a lanzarme en un ataque suicida contra ti. Ese nunca ha sido ni será mi estilo. - Le sonrío enigmáticamente.- Sabe que intentaré seducirte y engañarte, haciéndote creer que estoy de tu lado cuando lo único que hago es tenderte una astuta trampa.- Tengo que reconocer que esta parte del juego es mucho más entretenida que la parte final en la que todos mis planes tan bien trazados no pueden hacer otra cosa que cumplirse.

Sabe que conseguiré hacer que creas que los planes para acabar con su vida han salido de esa adorable cabeza tuya y que yo los aceptaré encantado, cuando en realidad el único plan es atraerte a una cita en la que él y yo acabaremos conjuntamente con la amenaza que representas para el resto de los nuestros.

Y eso es precisamente lo que vamos a darle.

Daniel a pesar de que las palabras de su mentor le habían inspirado un poco de tranquilidad y confianza, lo perdió todo de golpe en cuanto que Richelau lo observó desde su considerable altura con aquel gesto tan caracteristico de superioridad, que en una persona normal y con autotisma hubiera provocado ira y un considerable deseo de asestar un derechazo sobre esa nariz fina y estirada para dejarla echa un cromo... pero que en un muchacho con las características de Daniel provocaron el mismo efecto que el que produce un león frente a una gacela.

 De no ser un adulto, el señor Goldman hubiera salido corriendo, pero debido al profundo respecto que le brindaba el profesor Van Helsing, se agarró a la silla, y con el rostro del color de un Solarum Lycopersicum...o tomate, vulgarmente hablando Of course... eludió la dura mirada sel duque y buscó el apoyo de Van Helsing.

- Pues... pues... que los pasillos... dan miedo.... aunque es muy posible que solo sean imaginaciones mias y que...que... les esté haciendo perder su valioso tiempo.... si me disculpan... será mejor que me retire a la biblioteca tengo... tengo... que hacer un trabajo para el profesor Keane...- miró de nuevo a Van Helsing pidiéndole permiso para poder abandonar el despacho.

No. Un examen preliminar no me revelaba que pudiera haber sido corrompido o esclavizado por las fuerzas del mal. Extraño, pues yo habría actuado de una forma mucho más estrategica, colocando peones cerca de mis enemigos. Dilatación de las pupilas era normal, sequedad en la boca normal, carece de marcas de ataque y lo único destacable eran aquellas ojeras. No tardé en descartar esto también como causa, pues estabamos en época de exámenes. Si fuera un esclavo, no estará estudiando, y carecería de tales ojeras.

Aquello me dejó claro que mis enemigos habían sido más torpes, lentos y estúpidos de lo que yo había calculado inicialmente. Quizás esa tal Catalina no fuera tan... peligrosa o inteligente como decían que era.

Mantuve la mirada, seria e inquisitiva. Hace dos cientos años, aquello habría parecido más un juicio de la inquisición, que un mero interrogatorio. Al menos por la parte que me correspondía. Seguí con los brazos cruzados, mirandolo fijamente mientras aquel muerto de hambre que creía ser estudiante apartaba la mirada y comenzaba a balbucear cosas sin sentido.

Si estos eran los informadores de Van Helsing, quizás este también necesitara dos ostias para que se entere de que va todo esto. Pues el chaval, además de estar cabreandome y ponerme nervioso (aunque desde fuera, mantuviera aquella estampa imperturbable y tranquila) no estaba aportandome nada nuevo.

El chaval intentó excusarse por motivos de estudio. No, aquello no había terminado. - Ese trabajo ya esta entregado, no se preocupe. Yo mismo me encargaré de que el Señor Keane le puntue con la máxima calificación posible siempre y cuando conteste a una serie de preguntas que tienen revelancia al nivel de la seguridad de todo Londres, y posiblemente, de toda Inglaterra. - Bueno, se me llenó la boca ante aquella última frase.

- El Señor Van Helsing me hizo mención de que habló con una mujer. Describala y dígame que le contó, que le preguntó, que quería y si sabe como llegó hasta aquí. - 

Catalina era una mujer demasiado despierta y poseía un sentido tan fino, quer era práctiacmente imposible no percatarse de cualquier movimiento que ocurriese a su alrededor, por minúsculo que fuera y lo mismo se podía decir del conde, que aun con sus facultades mermadas por el letargo se percató de que había alguien cerca.

 La baronesa fue la primera en reaccionar y en girar la cabeza hacia un punto concreto, el olor a humano terminó por situarla del todo. Drácula, sólo tuvo que seguir la mirada de la vampira para verificar lo que acababa de decir su instinto.

Ambos vampiros cesaron de hablar y se centraron en el objetivo, con sus sentidos alertas y sus colmillos listos para ser utilizados en caso necesario... una sombra comenzó a andar hacia ellos, se trataba del anciano bibliotecario cargado de libros y murmurando algún que otro improperio sobre la mala educación de los lectores...

- Siempre me tiene que tocar... con lo mal que tengo yo la espalda... ¡Aaayyy!- se escuchó un crujido acompañado del ruido de varios libros al caer al suelo- Valgame el Señor... - comenzó a decir echándose mano a la espalda y tratando de agacharse para recoger los volumenes que se le habían caido mientras terminaba por tirar los que aún tenía sobre sus escuálidos brazos.

Entonces sus ojos se posaron en ambos vampiros y se ajustó las gafas para verlos mejor

- Disculpen... pero estamos cerrando la biblioteca, si desean algo pueden venir mañana o decirme que buscan si se trata de algo rápido... me duelen los huesos y me gustaría regresar pronto a casa- les dijo el señor Jones acercándose a ellos con la mano apollada en la espalda.

- Vaya, yo a usted lo conozco- dijo al mirara más de cerca a Drácula- ¿Encontró a su médico muchacho?, parece que tiene mejor color de cara- le sonrió afable y confiado el anciano.

Van Helsing le dedicó una mirada tan como el hielo al duque, que era un insensible con aires de grandeza... lo había deducido nada más verlo la primera vez, y a cada instante que pasaba con aquel hombre, más se convencía de que le resultaría cada vez más complicado establecer una relación cordial con él...

Daniel era un buen muchacho, además de uno de los alumnos más aventajados... junto con la señorita Shelley, que había en la universidad y que además él tenía la suerte de tenerlos como alumnos. Pero el problema es que el joven Goldman era muy introvertido, además de amedentrarse con rápidez, por ello siempre trataba de ganarse su confiaba y tratarlo de manera amigable para evitar que saliera corriendo como una gacela afriacana... sin embargo Richelau conseguiría que el muchacho saliese del despacho para no volver en apenas uno segundos si él no ponía remedio.

- Señor Goldman, por favor quédese con nosotros un poco más... yo hablaré después con el profesor Keane para que sepa que ha estado usted conmigo ayudándome con un caso de mi consulta.

Se levantó y le posó una mano tranquilizadora sobre los hombros.

- Daniel, me resultaría muy valioso que recordases todos lo que pudieras sobre lo que habías venido a decirme... Por favor trata de recordar, es importante.

Daniel sólo consiguió relajarse cuando el profesor intervino, era odbio que le profesaba un gran respeto y por ello decidió responder a Richelau tras las palabras de su mentor.

- ¿Mujer?... - comenzó a hablar- me temo que está usted confundido... yo no he hablado nada sobre una mujer... sino, sobre una sombra... una sombra que viene acechando desde hace tiempo la universidad- contestó Daniel mirando con cierto temor al duque.

A punto me hallaba de explicar a mi querido conde que, desde luego, la venganza era un plato que se servia frio y que habia malinterpretado mi intención de hacer nada aquella misma noche cuando, de repente, noté una presencia en la sala.

O más bien la "oli". Apestaba a humano desde la otra punta de la sala. Con los labios entreabiertos, simbolo inequivoco de que estaba a punto de hablar, alcé un dedo, guardando silencio, pidiendo a Drácula con aquel gesto que tambien lo hiciera. Y, entonces, me giré hacia el lugar en el que mis agudos sentidos habian situado a aquel anciano escuálido al que no tardé en identificar.

-Genial. Lo que nos faltaba... - susurre con cierto hastio a Drácula, solo perceptible para ambos. En cambio, al girarme hacia el anciano lo hice con la mejor y mas cautivadora de mis sonrisas, y con aquel fingido aire de ingenuidad que tan atrayente solia hacerme para algunos hombres y que tan bien solia funcionarme con los mortales. - ¿En serio? Disculpenos... lo cierto es que se nos hizo algo tarde... El tiempo pasa volando entre tantos preciados tesoros... - dije, con un encandilador susurro, mientras dedicaba a Dracula una disimulada mirada cargada de complicidad.

Teniamos dos opciones en aquel momento, una mucho menos discreta, aunque mas atrayente que la otra: dar buena cuenta de aquel pobre desgraciado entre los dos y compartir un refrigerio, como en los viejos tiempos, o salir de alli con la mayor discreccion posible, una accion menos atrayente, aunque quizas mas acertada. Desde luego, me gustaba la biblioteca y no me agradaba la idea de pensar que podria poner todas las alarmas sobre ella.

Sin embargo, el anciano parecio reconocer a Dracula, algo que hizo que mi mirada se posara en el, con una ceja alzada en una expresion entre curiosa y burlona.

Asi que ya ha estado aqui...Pero, ¿Que buscaba?

Creí ver la avidez en los ojos de Catalina al ser interrumpidos por el bibliotecario. Negué con la cabeza, había que ser discreto y convertir este lugar en un matadero seguro que atraería las miradas de cierto doctor al que no desearía poner sobre aviso.

Lamentablemente no, pero nada me habría hecho más feliz que haberlo encontrado, aunque lo cierto es que ya me encuentro mucho mejor.- Respondía al viejo.- No se preocupe, ya nos íbamos. Por cierto. ¿Cómo está su encantadora y joven esposa?

La verdad era que si tenía que elegir entre chuparle la sangre a esa momia o a la mujer con la que compartía casa yo tenía clara mi elección.

Me temo que tendremos que continuar nuestra conversación en algún otro lugar. ¿Te apetece un agradable paseo a la luz de la luna?- Le digo extendiendo galantemente mi brazo. Esta era mi segunda noche en Londres y seguro que me veía bien conocer mejor el lugar donde me encontraba mientras planeábamos el final de nuestro común amigo.

Miré a Van Helsing cuando el crío dijo que no había hablado de una mujer. Yo, por mi parte, acababa de hablarle sobre Catalina al profesor y este dijo que el crío en cuestión le había confirmado el tema de Catalina. Pero ahora, el chaval no sabía nada. Mi duda residía ahora en... ¿Cúal de los dos era más inepto?

- Una sombra. - Es la única palabra que salió de mis labios en los primeros treinta segundos, mientras pensaba. No entendía cúan importante era aquel chaval si no tenía ni idea de nada. Aunque en el pais de los ciegos, el tuerto es el que manda. Y si Van Helsing no tenía ni idea ni de donde caerse muerto, que Goldman viera una sombra le debería parecer... ¿Cómo decían los plebeyos? Ah, si, claro. Le debía parecer la ostia. Que palabras mas... vulgares. Se me debá estar pegando de Van Helsing o del populacho que allí me rodeaba.

- Entonces no sabe nada de una mujer que responde al nombre de Camilla. - Decepcionante. - Bien. Tiene usted una amiga que quedó huerfana hace relativamente muy poco. Cuenteme cuanto sepa de esta familia. - Esta vez, saqué una pequeña libreta y un lapicero con intención de tomar notas.

El señor Jones abrió los ojos sorprendido ante el comentario de Drácula.

- Encantadora si que lo és pero joven... lo que se dice joven... a todo esto ¿Cuando y donde ha conocido usted a mi señora esposa? Si no fuera porque tiene más arrugas que una pasa y que usted es un jovenzuelo, pensaría mal... pero supongo que se ha debido de confundir usted- lo miró ladeando la cabeza mirándolo con curiosidad-.. sí, creo que se confunde de esposa... mi Gertruidis es así- sacó un reloj de su bolsillo y se lo mostró al conde.

- La pobrecica mía anda un poco resfriada pero por lo demás está bien... para su edad claro- terminó por agregar mientras volvía a guardar el reloj... Bueno pues si no se les ofrece nada más, les puedo acompañar a la salida- se ofreció amable.

Tanto Catalina como Dracula abandonaron la biblioteca juntos, aquel encuentro parecía haber sido fructífero para ambos. Y no sólo eso sino que terminaron, tras mucho tiempo de enemistad declarada, por convertirse nuevamente en aliados contra el enemigo común, Vincent, el vampiro que tan inteligente como se creía, iba a comprobar en sus propias carnes un poco de su propia medicina... la traición...

Cuando el duque pronuncio el nombre de Camilla, Daniel lo miró extrañado estaba claro que no le sonaba de nada. Pero al mencionar lo de la pequeña Portman el rostro del joven Goldman se contrajo de dolor.

- Emilie Portman... la pobre niña ha perdido a su familia por una rara enfermedad con la que poco pudimos hacer... El profesor y yo tratamos por todos los medios de ayudarlos... pero poseían una extraña anorexia que los debilitaba cada vez más, la única que pareció no contagiarse fue Emilie... pero ha quedado totalmente desamparada y reconozco que es algo que me tiene especialmente preocupado... La noticia de la muerte del señor Portman apareció en el Times... ¿ Por eso ha venido usted aquí? ¿Para investigar el caso de la familia Portman? ¿Es usted acaso un policía señor?- indagó con cierta curiosidad

El tacto de aquel hombre distaba mucho de ser el adecuado. Van Helsing observó al duque con decepción y tristeza. Dudaba mucho que las personas que rodeaban a aquel hombre lo hiciesen por el amor que le profesaban. Una vez más, pasó por encima de los sentimientos del joven Goldman y el profesor se acercó a Daniel para ponerle una mano sobre el hombro y comprender su dolor:

-Creame señor Goldman que lamento mucho la pérdida de los Portman. Hicimos lo que pudimos. No deba sentirse culpable por ello. Ambos habían intentado tratar la enfermedad que les acuciaba. Ambos habían visitado a la familia casi a diario y sabían de su situación precaria.

-El señor Alexander me está ayudando a averiguar algo más sobre la enfermedad que contrajeron los padres de Emilie. Hemos podido realizar la autopsia de sus cadáveres y hay algunas conjeturas que nos gustaría aclarar. ¿Cree usted, señor Goldman, que sería posible hablar con su amiga? Nos gustaría intentar saber dónde se contagiaron de la enfermedad. Nos ayudaría bastante en nuestra investigación, la verdad.

Tomé nota de cuanto escribió. a pesar de estar erguido, tieso como un palo y sujetando el cuadernillo con una mano mientras anotaba con la contraria, todas y cada una de las palabras que salían de la boca de aquel chaval. Incluyendo sus preguntas hacia mi persona. También incluí ciertas anotaciones sobre su lenguaje corporal, sobre su entonación, sus pausas o cuando pensaba lo que decía.

Y cabía decir que la unica palabra para definir la caligrafía era perfecta.

- ¿Una extraña anorexia provocada, quizás, por una enfermedad derivada de una falta de sangre masiva? Similar a una... ¿Anemia? ¿O más bien algo similar a una Hipovolemia? - Miré al chiquillo una sola vez, esperando respuesta. - Digamos que la policía esta a mi cargo. Disfruto del trabajo de campo. - Aquel último comentario llevaba cierto sarcasmo incluido. Evidentemente, no disfrutaba dle trabajo de campo. Mezclarme con el populacho y arrastrarme por lugares como aquella universidad no eran, precisamente, de mi buen gusto.

Pero el deber era el deber.

Por mi parte, dudaba que fuera una enfermedad. Pero tampoco podría decirlo allí mismo, delante de aquel chaval. - Esta.. enfermedad provocó algún sintoma más? ¿Marcas? ¿Cicatrices? ¿Algún comportamiento extraño de la pareja los días previos? -