Partida Rol por web

Antes de nada agradeció la cura a Sheldor con una amplia sonrisa, no quiso ni hablar ya que el estruendo había sido terrible y preferiría no colaborar con mas ruido. 

Le pareció buena idea y cogió un par de cargas de leña para meterlas en su mochila. Tomó situación frente a la puerta pero en un sitio lo suficientemente escondido como para que no fuera vista por quien tratara de entrar y, sentada descansando el cuerpo, se quedó haciendo guardia entre las sombras.

Solo esperaba que el resto de compañeros hicieran lo propio y descansaran y comieran un poco. 

Gracias bruja.. le digo a Cataria antes de coger mi eqipo para llevarlo conmigo a las telas que me dan y madera para de sobra para antorchas extras. Al llegar conde los restos de lobo saco las telas, las maderas y dejando mi cuerpo la parte de arriba solo con la armadura de cuero, uso mi camisa de debajo de la armadura para telas de mas antorchas.

El primer paso es con la daga mojar en la tela por dentro y la madera la zona a cubrir con la tela en grasa de animal, una vez empapados ambos se enrolla la parte embadurnada de la tela en la madera haciendo un nudo para que aguante.

Repito el proceso con las telas que me han dado y las que pueda conseguir de mi camisa de tela.

Pese al deseo de abandonar este lugar cuanto antes, todos coinciden en que un descanso es forzoso ya sea para recuperar fuerzas o para seguir confeccionando los útiles que aseguran su subsistencia en este lóbrego agujero. Cataria, Nörsil y Waldo se turnan en la vigilancia permitiendo a Akka regresar al cadáver del animal y a Sheldor ocuparse aplicando vendajes. Yilda se sume en una silenciosa y meditabunda concentración. No mucho después el ladrón regresa con una sonrisa de satisfacción. cargado de antorchas pobres e improvisadas, pero servibles.

Bajo la guardia de un compañero despierto, el resto aprovecha para comer y dormir. Lejos de suponer un reposo plenamente reparador, el grupo recupera algunas de sus energías y se permitirá continuar un poco más, teniendo presente que esto podría alargarse más de lo que habían creído y que en algún momento se verán obligados a descansar en condiciones o arriesgarse a desfallecer. Con esto presente, los aventureros toman cada uno un pequeño fardo de madera - pues nunca se sabe los retos que pueda plantear el futuro - y se preparan a seguir su carrera contra el tiempo y la tiniebla.

La oscuridad se alarga, densa y pesada, permeando los fatídicos corredores. Con la vista cada vez más cansada y el techo más cerca de sus cabezas, el paso por la caverna eriza los nervios y acelera la respiración: aquél amanecer en la sucia taberna de Vinthor se antoja ahora como un recuerdo añorado. La negrura parece ganar fuerza por momentos; la luz cada vez menos eficaz, incluso la visión del elfo tiene problemas para orientarse. De no ser porque solo hay un único sentido, avanzar en estas condiciones hubiera resultado imposible...

(Nörsil sentidos agudizados)

La sangre élfica bulle en tu interior ansiando volver al mundo natural, reclamando oxígeno y aire fresco. Tu instinto te susurra que esta cueva enterrada, difícilmente el resultado de un accidente geográfico, esconde secretos más allá de la simple morada de un simple ogro. ¿Y cómo podría un humanoide de semejante tamaño circular y hacer vida en este laberinto? "Algo se nos escapa", te repites, mientras palpas instintivamente los muros que despiertan tu sospecha.

Comparo el aspecto del pasillo cavernoso y de la sala de techo bajo, además de que el contenido del espacio que ocupamos es inusual para la criatura que buscamos.

- Alguien más accede o accedía a este este lugar... - digo recorriendo las paredes prestando mucha atención.

El grupo, un tanto a regañadientes, detiene la ansiosa marcha a la paciente esperanza de que el elfo halle algo inadvertido a los ojos humanos. Nörsil tienta con cuidado y atención, recorriendo con sus dedos una a una las piedras que conforman el muro desde el suelo al techo bajo. No hay ninguna diferencia entre ellas; no ocurre nada ni se espera que ocurra. ¿Cómo es esto posible? Sus compañeros persisten en su empeñada exploración, pero es en vano. No ha sido más que un espejismo ante mis ojos cansados...

Prefiriendo no gastar más tiempo en empresas ilusorias, la marcha se reanuda con más crudeza que nunca. La tierra llana deja lugar a un embaldosado destrozado e irregular, desperdigado sin patrón reconocible. Dando tumbos y no con pocos tropiezos, los aventureros se las apañan para seguir avanzando sin aminorar el ritmo, más los obstáculos cada vez son mayores como los cantos y guijarros que apuestan hacerles resbalar a cada paso.

Ahora las paredes, separadas tan solo por una apretada y mínima distancia, les obligan a detenerse. El mezquino espacio que disponen les impone desplazarse de uno en uno, por lo que deberán estudiar con máximo esmero el orden de su formación. ¿Quién se pondrá a la cabeza y por quién será seguido? ¿A qué estarán dispuestos a hacer frente? El futuro de sus vidas podría depender de ello...

- Bien caballeros. Creo que esta cueva es mas pequeña de lo que ya hemos andado, tiene toda la pinta de que estamos pasando algo por alto. Se me ocurre una idea, en gran medida desesperada. Llamemos al Trasgo de vuelta, dijo que si encontramos setas le avisáramos. Una vez esté aquí el trasgo le hipnotizo y hago que nos muestre el camino. Sino acabaremos muriendo dando vueltas por estos muros. - en la penumbra trató de mirar los ojos de sus compañeros - Akka, llámalo, creo que eres el que mas encajó con el. ¿Os parece buena idea?

Ciertamente, la idea de tener un trasgo de su parte - hechizado, o no - abría una nueva línea de posibilidades no contempladas hasta ahora. Pero ya hacía tiempo que habían visto a la criatura por última vez: dar con ella suponía deshacer un largo trecho de sus pasos, con el gasto de tiempo y energía que ello conllevaba. ¿Podrían dar otra vez con él y lograr someterlo a sus intereses? Y más importante, ¿Estaban todos dispuestos a asumir los riesgos?

Bruja, ¿no crees que si volvemos y encontramos lo que busca nos ayudara?, si le hechizamos perdemos un aliado y nos puede ser de ayuda en el futuro... comento a la bruja buscando su opinión sin querer presionarle, lo importante es el grupo y su opinión. ¿ Los demás que opináis?, pregunto a todos incluyendo a nuesta invitada anciana haciéndole que también es parte del grupo.

— Mi voluntad es tan solo consultar los destinos, pero no influir en ellos. — Con esto, aclara que su postura siempre ha sido neutral. — A mi alcance puede estar localizar al trasgo y ahorraros algo de tiempo, si conocéis los peligros y es lo que en verdad deseáis... 

Conforme las condiciones en la caverna se tornaban más y más duras, los aventureros sentían desfallecerse. Tener que adaptarse al reducido espacio del pasaje y marchar de uno en uno les pareció impensable. Algunos víctimas de la desesperación y otros del desánimo, daban por insoportable seguir avanzando esperando el milagro que les sacara de allí. Fue la maga quien se atrevió a romper el silencio y proponer la arriesgada alternativa: encontrar al trasgo y conseguir su ayuda. De un modo u otro necesitaban un guía, y por poco que les gustara, aquella criatura insidiosa era la única que tenían a su alcance.

Sin más, el grupo comenzó a deshacer su camino. De vuelta a la superficie, muchos tonteaban con la idea de dejar atrás aquél lugar claustrofóbico y negro. Cuanto más se acercaban, el oxígeno mejoraba y con ello su ánimo también. Era una oportunidad dorada: olvidar aquella pesadilla y huir a un lugar lejano, dejando bajo tierra la cueva y toda la maldad que destilaba. Después de lo que les pareció casi una hora de caminata, los poderes de Yilda los orientaron de vuelta al túnel origen, el mismo que usaron para descender desde el Cerro de Altocráneo. Ya sentían la caricia de una brisa de aire exterior, cuando una voz burlona les sobresaltó.

— ¡Humanos estúpidos y elfo estúpido aún con vida! ¡No lo puedo creer! — Carcajeaba el hobgoblin oculto en la sombra. — ¿Ya volvéis a vuestro pueblo inmundo? ¡Bien! Podéis marcharos ahora y Gurt no dirá nada. — Ahora la voz venía de otro lado. La alimaña jugaba al escondite, y el grupo no tenía tiempo para juegos.

- Gurt estamos un poco atascados, nos perdemos por esos oscuros túneles ¿podrías indicarnos como llegar a tu señor? - haciendo acopio de su último intento paciente de hablar con el hombrecillo verde, suspiró y preguntó por ultima vez.

Lo próximo que vería Gurt sería un hechizo de hipnosis si eso no funcionaba, pensó para si misma. 

- Venga aparece, sólo queremos llegar a ese ogro chaval.

Nörsil permanece callado.

Gurt abandonaba la sombra de su escondrijo y, guiado solo él sabe por qué, comenzaba a deambular pasillo abajo. Tal vez había comprendido que aquellos obstinados humanos - incluido el elfo silencioso - no iban a dejarle en paz hasta que encontrasen a su amo o la muerte, cualquiera de las dos cosas que ocurriera primero. A él, tanto le daba.

El grupo seguía tras el humanoide con la cautela del que sigue un cebo viviente. Aprovecharon que el trasgo portaba su propia antorcha para apagar y conservar la suya, guardando una segura distancia al abrigo de la oscuridad. Todos se observaban sin decir palabra, preguntándose con las miradas si aquella había sido una buena idea. Y pronto prefirieron asumir que sí.

La solitaria criatura suspiró un pequeño sollozo al cruzar el cadáver del lobo, ya en estado de descomposición. Minutos más tarde, refunfuñó al comprobar el caos en que se había convertido el almacén. Eran emociones mucho más profundas de las que se podía esperar de un trasgo. Acallando cualquier atisbo de empatía, Gurt hablaba de nuevo en el tono plano e indiferente de su garganta rasposa:

— Jefe ya nunca andar por aquí. Ya no hay espacio. Amo Blogg cambiar, y cueva cambiar con él. — La criatura no entendía lo que decía, pero expresaba como podía su realidad. — Ahora Amo Blogg camina oculto. Puertas falsas con caminos falsos. Él puede estar dentro y luego estar fuera, o lo mismo, pero al revés. — No con poco esfuerzo, el hobgoblin había dado su mejor explicación. 

— Yo no sé como, ni me importa. — Gurt señalaba un pasaje prácticamente idéntico al que ya habían descubierto los aventureros antes de retroceder. Estrecho, diminuto, clasutrofóbico. Se necesitaban nervios de acero para meterse por ahí, y aún no parecía haber otra opción. — Yo no sé otro camino. — Hacía gestos extraños, parecía encogerse de hombros. — Por aquí llegar a casa de Amo. A mí ya no me gusta estar cerca de él, así que me voy.

El trasgo entregaba su antorcha a Waldo y fijaba en él sus ojos diminutos. — Pareces el estúpido más fuerte de todos estos humanos estúpidos. Deberías ir primero. — Esta vez decía la palabra "estúpido" casi con cariño, limpia de la sarna con la que les había referido hasta ahora. Después se fundía en la tiniebla; el sonido de sus trémulas pisadas se alejaba como un eco fugaz y extraviado.

Amigo, en el trastero está tu satén y unos metros atrás tienes setas grandes, están bajo una roca en su hueco. Le comento tras que nos ayude, gracias por ayudarnos y creo que esas setas te gustaran.

Tsch. - Creyeron oír a lo lejos. No tenían claro qué significaba, pues había sonado desdeñoso y simpático a la vez, pero era lo más cercano a un agradecimiento que podían esperar de un trasgo renegado y ermitaño.

Waldo agarro la antorcha del goblin sin muchas ganas, pero el verdoso no los había metido en ninguna emboscada ni nada parecido, pero esas palabras de que el ogro ya no cabía en la cueva no eran muy esperanzadoras.

- Pues nada, arreando a por ese ogro.