Partida Rol por web

- Sí. Además, tengo que discutir un par de cosillas con ese viejo conocido común que tenemos Rashid y yo. Sin contar la falta que me hace seguir practicando vuestra lengua, o el seguir importunándote -miró a Samiya mientras decía esto- para que me cuentes cosas del pasado.

O el asegurarme de que, si alguien viene a buscarte para llevarte ante el sultán Haff de los cojones, se encuentra con mi puñal en las costillas.

-Gracias, mis queridos amigos -contestó la tayahar con una amplia sonrisa, acercándose para abrazar y dar un beso en la mejilla a ambos-. Pero hay mucho que no me habeis explicado aún. ¿De qué os conocíais? ¿Qué casualidad del destino os ha reunido a los dos?

- No nos conocíamos. - contestó Rashid, con sorna. - No realmente al menos. Prepárate, porque supongo que te quedarás igual de sorprendida que yo. -

- A rescatar a Saira me ayudó la misma mujer que nos salvó de las arañas en el desierto, su nombre es Fátima. Al salir de Nahime me presentó a Sandalphon, un ebudan... Bueno, no estoy seguro si sabrás de su existencia, Samiya, pero es una raza distinta a nosotros los humanos. ¿Recuerdas la apariencia que adoptó Saira cuando os sacó a ti y a Sasuke de la residencia del sultán? Pues igual, pero continuamente. Él... ay, es difícil de explicar. Empecemos por decir que yo no soy del todo yo, por raro que suene. Recordarás los sueños que he tenido durante toda mi vida... pues tienen una razón. Mi alma es la de otra persona, un tal Loralas, un sylvain... los que comúnmente se les llama elfos. - dijo Rashid, de seguido. Tampoco sabía cómo iba a reaccionar su amiga. - Parece ser que tuvimos una vida pasada en la cual queríamos destruir un peligroso artefacto que se encuentra en Dwänholf llamado el Árbol Madre. Y por alguna razón las almas de los que lo intentaron se reencarnan una y otra vez en nuevos cuerpos para cumplir ese objetivo. -

Rashid lanzó un profundo suspiro para tomar aire. - Y eso es sólo parte de la historia, pero es demasiado para contar, creo. -

Era lo malo de aquel puñetero asunto, pensó Sasuke: tenía mucho sentido en su cabeza, sobre todo cuando pensaba en las visiones que había tenido (y en las alas que había desplegado la amiguita de su nuevo aliado), pero cuando intentabas ponerlo en palabras sonaba a desvarío de borracho. Menos mal que él ya le había contado un poco a Samiya cuando la conoció, o era muy posible que se estuviera preguntando ahora si a Rashid no le había pegado con demasiada fuerza el solano del desierto.

- Ese Sandalphon es el tipo del pelo blanco del que te hablé. El que me salvó del Octavo Gremio para luego venderme como esclavo. Él me dijo que, en otra vida, mi nombre era Dalek, y que yo era un Duk'Zarist... antes. Ahora soy... un Nephilim, o eso me dijo. No me acuerdo muy bien cómo lo explicó, pero parece que mi alma, la de Lora... Rashid, y las de otros que estaban con nosotros cuando pasó toda la movida del Árbol Madre

(PISTIS SOPHIA PISTIS SOPHIA)

no fueron adonde tenían que irse cuando morimos, sino que se quedaron... Nos quedamos por aquí. Y volvimos a nacer, pero como humanos.

La tayahar tardó un par de minutos en absorber toda la información. Aún estaba perpleja, pero tenía la mente abierta y lo digirió bien.

-¿Ese Sandalphon no es un poco cabrón? -preguntó Samiya, molesta, tras un momento de silencio-. Mira lo que le hizo a Sasuke. Pero lo del Árbol Madre... recuerdo haberlo oido en alguna parte. Esperad un momento.

Fue a la biblioteca y regresó con un amplio volumen de cuero curtido, muy viejo. Lo abrió y rebuscó por sus páginas, escritas en una lengua que ellos desconocían. Golpeó con el dedo sobre una ilustración de un enorme árbol, retorcido y grotesco.

-Sí, algo dice aquí. Mnemósite, ¿no? Una ciudad antiquisima, perdida tras un cataclismo no explicado. Decían que estaba ocupada por no humanos. Ahora veo que es verdad. ¡Já! Mi padre guardaba estos libros como si fuesen cuentos de leyenda. Supongo que hay mucho del pasado que no sabemos. Demasiadas cosas extrañas, como lo de que Saira tenga alas y vosotros dos seais almas reencarnadas.

- ¡Déjame verlo, por favor! - Sasuke se lanzó prácticamente sobre el libro apenas Samiya terminó de hablar, ansioso por descubrir los secretos que se ocultaban detrás de sus sueños y de las visiones que había tenido de Sandalphon. Los ojos de Rashid y Samiya le contemplaron mientras él escrutaba el libro con la atención y el esfuerzo de un erudito, en un silencio tan completo que llegaba a resultar, en cierta manera, estridente en su carencia de ruido.

Fuel el propio Sasuke quien, con un fruncimiento de ceño, acabó por romper esa quietud.

- Oh, coño. Se me olvidaba que no sé leer jashú - dijo ruborizándose.

Rashid también se levantó a ver el libro, frunciendo el ceño por la curiosidad. Mientras Sasuke parecía devorar el libro con la mirada el taoísta se dedicó a observar el dibujo del supuesto Árbol Madre. Algo le decía que se alejaba mucho de la realidad... esperó estar equivocado.

- Sasuke, esto no es jashú. Creo que ni Samiya sabe qué idioma es. Curioso... muy curioso. Cuando Sandalphon venga le enseñaremos este libro, es probable que él lo sepa leer o sepa algo más. - dijo Rashid, con una sonrisa alegre. Le alegraba saber que aquello tenía alguna base escrita, aunque fuera un libro de vete tú a saber cuantos siglos en un idioma que desconocían.

- Para que luego digan que los libros no sirven de nada, já. Eres un cielo, Samiya. No tenemos ni idea cuántas verdades habrá en tu biblioteca que consideramos leyendas y mitos. -

- Espera... Espera un segundo.

Ahora que Sasuke observaba lo escrito en el tomo con más atención, se preguntaba cómo había podido confundirlo con jashú. Era un alfabeto totalmente ininteligible para él... y que sin embargo reconocía a la perfección ahora que lo observaba con más detenimiento. Era el alfabeto que aparecía en los controles de las máquinas que él había manejado en sus primeros sueños.

- Mierda. No sé lo que dice, pero he visto esta clase de escritura antes. En mis primeros sueños, quiero decir.

-¿Entonces esto es idioma Duk'Zarist? -Samiya sonrió-. Vaya. Es mucho más de lo que mi padre soñó con descubrir. Estaría orgulloso de poseer un tomo así. Es una lástima que no sepamos leer lo que dice. Y por cierto, Rashid, no sé de dónde te sacas que los libros no sirven de nada. Que tú sólo los utilices para hacer pesas no significa que gente con más seso no pueda sacarles jugo.

Por un momento pareció que eran de nuevo unos adolescentes que bromeaban continuamente. Faltaba Rizwan para soltar alguna chanza que redondease la escena. Samiya lo notó también, y su sonrisa se tiñó de tristeza.

-¿Vais a quedaros mucho tiempo en Haruma? Hay sitio de sobra. Yo... bueno, estoy sola. Me hareis compañía.

- Desde luego, a no ser que sea una molestia. Y no te preocupes por el espacio. Soy perfectamente capaz de dormir sobre una estera vieja, sobre todo después de la mierda que he pasado con el sultán.

Más que nada, pensó Sasuke, porque los dormitorios para los esclavos del sultán eran un lujo comparado con el almacén de mierda en el que dormía yo antes. No estoy seguro que dice eso exactamente sobre mi antigua vida, pero desde luego que lo que dice no es nada bueno.

- Ya que estamos... ¿no tendrás una flauta o algún instrumento musical por la casa? Lo digo porque, ya que empecé a aprender a tocar en el palacio, es una habilidad que no me gustaría que se oxidara.

Sin contar que me facilitará en un futuro introducirme en casas de nobles bajo la inocua apariencia de un juglar errante o algo así. No es sólo porque disfrute creando algo bonito, aunque es verdad que me gusta.

- Eso parece, porque a mi no me suena de nada. Y...¡oye! - Rashid le dió un suave golpecito con el puño al hombro izquierdo de Samiya, soltando una carcajada. - Que yo no soy un bobalicón. Sólo a veces. -

- Yo pienso quedarme lo que se me antoje. Veré a mi tío y a mi padre y, si no te importa, me quedaré aqui con vosotros. Cuando venga Sandalphon y me agradezca todo lo que he hecho por nada me plantearé qué hacer. Al menos no pretendo irme antes de que te hayas asentado y vuelvas a los estudios... ya sé que cuando empieces no nos vas a querer ver ni el pelo. - bromeó el tayahar.

- Si él se queda, desde luego que yo... tres cuartas de lo mismo. Así a lo mejor puedo intentar aprender a leer vuestra lengua.

O recordar cómo se leía la de los Duk'Zarist, pensó.