Partida Rol por web

- "¡Aquí me tienes, Sangre de los Szantovich! ¡Soy Dogadar Krevcheski y soy tu ruina! Demasiado hemos oído hablar de ti en las últimas décadas, ahora veremos si no era todo pura fanfarronería y fantochada..." -

 -Mi señora, están atacando el pueblo- le informé, un tanto alterado.

- "Quizá sea mejor que acampemos aquí mismo hasta que se haga de día. Hermano Daniel, disponed el campamento. Que los hombres enciendan un fuego." -

Entre la confusión de la noche y la batalla, nadie se había fijado en la entrada de Bigun y sus compañeros. Mejor así, estaría más fácilmente preparado para evadirse si la situación se volvía en su contra. Nadie podría encontrarle ni seguirle. Y estaba contento de que gracias a sus enseñanzas su compañero Gorax pudiera hacer lo mismo. Nunca se sabe cuándo puede hacer falta un aliado ni en qué lugar puede encontrarse a un pálido... o cualquier otra cosa tan terrible...

- Gorax, estáte preparado. ¿Merece la pena adentrarse en este caos? - Le susurra en latín.

Al ver los estandartes Szantovich un escalofrío recorrió mi cuerpo. Lo último que quería era encontrarme con alguno de esos animales cuya hospitalidad ya había disfrutado. Pero no había más remedio que ir en esa dirección, hacia los Szantovich, donde debíamos encontrarnos con Durius.

Lanzo a Bigun una mirada de comprensión, pero respondo de forma que Dariu pueda oírme también.

- Según parece, Durius lucha junto con los Szantovich bajo órdenes del Volvoda contra unos nobles locales. Pero el Volvoda se ha ido y pronto todo el país será pasto de los magiares. Busquemos a Durius y vayámonos.

- Dariu, tú llevas un mensaje, nadie se opondrá a que lo entregues. Es mejor que vayas tú delante y hables. Vamos, hacia esos estandartes Szantovich.

Mientras avanzamos me fijo en los estandartes de otra familia, que había visto una vez cuando estaba en Hernanstadt. "¿Basarab?"

     Bien si esta es la mision que debo cumplir que asi sea, me acerco hacia los estandartes, esperando que mis compañeros me acompañen, si quieren hacerlo.

En mitad del ataque Dariu, Bigun y Gorax se acercan al campamento. Los soldados que vigilan la retaguardia los interceptan y rodean con la intención de acabar con ellos a la mínima, pues sospechan que pueden ser espías o parte de las tropas enemigas. Uno de ellos se adelanta para dirigirse a ellos.

-Alto ahí!! ¿Quienes sois y a que habéis venido? Hablad antes de que acabemos con vosotros!!

     -- Tranquilo buen hombre, venimos ha entregar un mensaje, si nos permites pasar para entregarle o eres tan amable de llevarnos ante vuestro comandante.

DURIUS DE SLOBOZIA:

- Con tus agudizados oídos de vampyr alcanzas a escuchar la llegada de varios hombres por la retaguardia de tus fuerzas. ¡Vaya, no podían ser más inoportunos!

- Te giras para observarlos, dos de ellos parecen hechiceros. Tal vez tu alter ego Durius de Tremere, siendo aprendiz de mago en vida, les conocía. El tercero parece un simple mensajero que al parecer viene a traerte un mensaje.

- Sin embargo, ahí delante ruge la batalla y si no prestas tu ayuda contra las tropas enemigas de inmediato, es probable que tu bando vuelva a ser derrotado.

Me vuelvo al escuchar voces en la lejanía. Alcanzo a percibir tres siluetas y en la vastedad osura de la noche, gracias a unos agudizados sentidos que aún me sorprenden a pesar del tiempo transcurrido, creo reconocer a un mensajero y a los que, por su vestimenta, podrían ser hechiceros. Sin embargo, la batalla ruge frente a mí y no es momento para reuniones sociales, ni diplomacias sin sentido. Si fracasamos en nuestro intento, no habrá mensajero que valga, ni hechiceros con los que parlamentar. Es hora de centrarse en un único objetivo. Vencer a Dogadar. Y mi espada es necesaria.

-Estamos en mitad de una batalla, me temo que no podréis verlo hasta que termine. Quedaos allí mientras tanto, pero cuidado con hacer ninguna tontería. Cuando termine la lucha tendréis la oportunidad de explicaros.

El soldado señala un pequeño fuego cerca del lugar por donde entrasteis al campamento. Con un gesto varios soldados os acompañan y vigilan desde ese momento. Parece que no confían plenamente en vuestras intenciones y de momento más que invitados os consideran espías.

Parece que la batalla está apunto de alcanzar su punto álgido y todo el campamento se encuentra nervioso e impaciente ante la resolución.

     -- Me coloco donde me dicen los guardias, observando todo lo posible.

- Da comienzo un tremendo duelo entre Dogadar Krevcheski y Prato Szantovich.

El antiguo Capitán de los Krevcheski se lanza ferozmente al ataque, intentando acabar con el mayor guerrero del bando del Voivoda y desarbolar así a su enemigo.

El Primogénito de los Szantovich ataca con furia al Capitán Krevcheski. Las espadas entrechocan con furia una y otra vez durante casi una hora sin que ninguno de los dos combatientes obtenga una ventaja decisiva...

El tiempo se dilata en exceso, las sombras de la noche lo cubren todo y el encuentro entre Prato y Dogadar se halla en un punto muerto que no nos conduce a nada. Esta es una misión del Voivoda, no una cuestión en la que el honor de dos hombres deba dilucidarse. Se dice que en el amor y en la guerra todo está permitido. Va siendo hora de comprobarlo.

Observo desde mi caballo el panorama. Las tropas de Dogadar se encuentran una vez más, expectantes, pendientes de un duelo singular, lo cual les lleva a no intervenir. Mis Slatza y mis cancerberos vigilan igualmente que no haya ninguna intervención de los arqueros y soldados a espada de Dogadar. Ya hemos tardado demasiado. Todo un invierno ha transcurrido desde mi derrota y no hay posibilidades de demorar más el resultado, sea este el que sea. Observo dónde se concentra la soldadesca de Dogadar, sus hombres de espada. Calculo la distancia. Mis arqueros protegen actualmente las armas de asedio pero su eficacia se ha demostrado limitada. Atacar con catapultas y ballestas a individuos es como pretender dar con una aguja en un pajar. Si añadimos la oscuridad, la dificultad es mayor.

Mi mente corre veloz. No tengo ganas de heroicidades, ni de defender más derechos que los del Voivoda. Y si para ello debemos jugar sucio, lo haré. Acudo donde Vlava y le pido que agite a su criatura contra los soldados de Dogadar, solo cuando mis arqueros hayan actuado. Instruyo a estos mientras recorro sus filas a lomos de mi caballo. Les indico la dirección en la que deberán concentrar su lluvia de flechas, así como la distancia que hay. Dos andanadas nada más. Después, regresarán a sus puestos para proteger las armas de asedio y a quienes las manejan.

Cuando la segunda lluvia de flechas recorra el cielo oscuro, gritaré al galope mis instrucciones a los Slatza y a los perros. Los primeros deberán hacer frente a los soldados a espada, los segundos deberán encargarse de los arqueros. Y mi galope culminará en una carga contra Dogadar cuyas capacidades conozco bien y sé son superiores a las de mi leal Prato.

Es hora de que corra la sangre. Y no la nuestra.

- "Rosch, llamado el Devorador. ¡Responde a tu ama y mata, mata a los enemigos de mi señor Durius!" -

La oscura criatura, insaciable en su sed de sangre, tardó más de lo acostumbrado en responder aquella vez. Haciendo su acostumbrada aparición entre humo negro, Rosch regresó al plano material aún con algunas heridas sin cerrar, lo cual acentuaba su aspecto de cadáver ambulante.

Rosch acude presto

para echar el resto.

Mas algo extraño ocurre

en su plano natal...

¡las sombras se aburren,

no le dejaban pasar!

Dile, joven ama

a Rosch que ha de hacer.

Muestra su objetivo,

y déjale correr...

- "Una vez que los arqueros actúen, mata a la infantería. ¡Mata tantos como puedas y sacia tu ira!" -

CABALLERO DURIUS DE SLOBOZIA:

- Tirada de Carisma + Liderazgo, dificultad 6, para ordenar la lluvia de flechas y medir su efectividad real en el campo de batalla.