Partida Rol por web

Te agitas en la cama durante la noche, afuera hace frío, aunque el invierno ya se está alejando. Comienzas a ver imágenes de las hadas Otoñales, pero también de vuestros enemigos. Las Sombras Gélidas llegan a conseguir un gran poder en el siguiente año, el 952 del calendario humano, un poder que los convertirá en imparables. Vuelven al Bosque de Invierno y arrasan con todas las hadas Otoñales matando al Señor de los Témpanos y al resto de vosotros, disfrutando del sabor de la venganza. Todo estará perdido si dejáis llegar el próximo invierno sin acabar con vuestros enemigos mortales. Ves como El Señor de los Témpanos manda emisarios en busca de aliados para combatir a tan poderosos enemigos. Llegan a un lugar llamado Vaslut, donde habitan unas criaturas vulnerables a la plata, es con ellos con los que tendréis que pactar, pero solo lograreis su ayuda si los convencéis de que vuestros enemigos son los entes mas oscuros de las entrañas de la tierra. Con esta alianza tendréis alguna posibilidad de volver a vencer, de lo contrario vuestra facción está avocada a la desaparición.
Te incorporas de repente en tu lecho, todo ha sido un sueño. Pero sabes que no era un sueño cualquiera y que no puedes ignorar todo lo que has visto esta noche. Debes preparar al Bosque Otoñal ante lo que se avecina.

Aerell se despierta conteniendo un alarido. Su piel está cubierta por una fría capa de sudor, y se arrebuja en las mantas intentando paliar los escalofríos que siente. Pero es inútil. Las imágenes siguen ahí, el fuego y la sangre. Parpadea intentando contener las lágrimas, mientras su frente palpita y siente como si una fina aguja se introdujera hasta su cerebro. Ve el caos, su Señor muerto, el frío que vendrá después. El dolor se hace casi insoportable.

Basta...murmura Basta, basta, basta, basta...¡BASTA! Se incorpora , apartando las ropas de su lecho a un lado a empujones. Queda en pie, desnuda, sintiendo el aire frío envolverla como un manto de desesperación.

Las imágenes se van difuminando a medida que los efectos del sueño van desapareciendo y es más consciente de la realidad. Sin embargo, siente que son tan reales como las paredes que ve enfrente suya. Cruza los brazos contra su cuerpo y se arrodilla, intentando cobijarse. Oculta la cabeza, pero sabe que no podrá suavizar lo que ha visto. Un sueño, pero...tan real. Las lágrimas fluyen sin contención por sus mejillas y caen indefensas al suelo.

Se incorpora lentamente sintiendo el frío real en su piel. Tiene la carne de gallina. Busca una manta y se envuelve con ella, cubriéndose y sintiendo con gratitud el breve paréntesis de refugio. Sale de sus estancias buscando los aposentos de su Señor. Queda en el umbral y hace una respetuosa reverencia.

Mi Señor

+++ POST RESERVADO PARA LAS FINANZAS DE LA FACCIÓN +++

NOTA: Las Facciones Feéricas pueden elegir mantener su Gasto a 0 Florines cuando permanezcan todo el año en el interior de su Baluarte Feérico. La magia ambiental del lugar les sostiene, les alimenta y les proporciona toda lo que necesitan.

Sin embargo, voy a poner gastos de Mantenimiento, pues todos los Fae en cuanto ponen pie fuera de su dominio se ven golpeados por lo mundano, así que tienen gastos de viaje, más altos cuanto mayor sea el nivel de nobleza del sujeto.

+++ EDAD Y ENVEJECIMIENTO +++

NOTA: Los Fae cumplen años, pero no envejecen a menos que ellos así lo elijan. Incluso si envejecen, es sólo en el aspecto estético, pues no sufren achaques por la edad. Los Fae son efectivamente inmortales. Se conocen pocos casos de Fae que hayan elegido envejecer y morir, o renunciar a la inmortalidad.

No recuerdo si tu usas repetir los 10s, pero lo lanzo para ahorrar tiempo si es asi.

SHIGRAAT:

- El resultado de tu tirada para forjar una defensa anti incendios en el Baluarte es al final un sólo éxito (tras descontar los unos). Así que hasta que refuerces el Baluarte más adelante con más magia, la protección es algo endeble (puede apagar una vela o una antorcha, pero lo tendría difícil contra una hoguera o contra un intento deliberado de un ejército de humanos por incendiar el bosque de forma organizada).

ok, esa es mi accion estrategica de consolidar baluarte, para la otra estacion necesito entrenar mi crepusculo y mi tejido (si no se puede los dos, solo entreno tejido).

Mas tarde escribo el post de roleo de la accion.

El Bosque del Invierno esta mas frio de lo normal para la estacion, el viento vuela con fuerza, arrastrando las ramas mas endebles y levantando la hojarasca que aun esta queda en el suelo de la cupula frondosa a la que llamo hogar.

Camino por el Bosque y miro a sus habitantes. Caras asustadizas y timidas que ven mi pasar como el de una montaña atronadora, animales pequeños que buscan su alimento para refugiarse del frio y guarnecerse en sus hogares en la tierra y en el tronco de los arboles agitados por el vendaval, arboles que tambien habitan, los habitantes por derecho del bosque, que lo poblan y le dan la belleza del canto natural que producen sus hojas al viento.

Escucho aquella embriagante musica mientras me acerco a los limites, ya llevo vagando unos meses por el paisaje hermoso del Bosque, buscando las debilidades de la fortaleza magica que nos resguarda de los invasores, malditos advenedizos que se atrevan a entrar en el dominio sagrado de los hijos del Otoño. Es una proteccion poderosa y perfecta, digna del poder de su creador.

"No sé que creía mi Señor cuando mandó a un torpe Troll a reforzar el magico escudo que nos mantiene a salvo de los intrusos. En realidad mi poder no es la magia, esta solo me sirve por ser un hada, pero no tengo el poder de un gran Señor. Soy indigno de esta tarea."

Entre mis pensamientos me acerco al campamento, soy capaz de ver sus casas, su linde, su espacio y su fuego central...

"Fuego, fuego ... maldito sea el elemento abrasador que todo quema y desgarra. Maldito sea daño que causa en mis hermanos arboles y maldito el daño que podria causar en el bosque."

Es en ese momento que lo entiendo, nada mejor que eso podría hacer, asi que de inmediato me dirijo a una parte mas central del bosque, para comenzar ahí con mi invocacion.

Una vez sobre una roca en un altar natural, forjado por el tiempo sobre una pequeña colina en el corazon del bosque, alzo mis manos hacia el cielo y clamo el poder del aire, su furia hecha viento y por su poder elemental:

 - "Yo Shigraat, Portador del Odio, te clamo, oh Viento del norte, viento del sur, viento del este y viento del oeste, yo Shigraat te suplico. Protege al Bosque del Invierno del elemento fuego. Que nada de si pueda afectar en el centro del hogar feerico desde el cual te llamo, te pido y te ruego. Oh viento de las alturas, yo te exijo, protege con tu furia este bosque y que tus rafagas apaguen cualquier fuego que amenacé la floresta. Yo, Shigraat, te lo exijo."

El viento sopló con mas fuerza que de costumbre, y su potencia enfrió su camino. Las hojas se desprendieron y la tierra se levantó en un remolino a mi alrededor mientras mi canto clamaba a la fuerza de la naturaleza por su proteccion.

La proteccion se forjó, pero caí, debil y estremecido, pues mis fuerzas flaqueaban ante mi intento de atar al elemento. Mi esfuerzo habia logrado algo, mas no una proteccion digna de una fortaleza feerica. Mi intento fue insuficiente para dar la verdadera proteccion que necesitamos.

"Mi poder es insuficiente y mi indignidad es inmensa. No soy capaz de crear una proteccion como se requiere, mas no flaquearé y mi intento no ha sido en vano. En su momento lograré forjar un poder tremendo, de proteccion incalculable..."

Me pongo de pie y mis ojos se llenan de ira refulgente, y nada en este mundo sería capaz de detenerme.

"... Me haré mas poderoso en la magia, tejeré con mas capacidad y lograré mi cometido, seré lo que debo ser y haré lo que debe hacerse. Lo juro por mi"

Y con un semblante orgulloso, me retiro y mi vision se pierde en un bosque atestado de hojas y con el frio del invierno sacudiendose con un ahora nuevo viento otoñal.

Noderoth medraba entre farallones de roble y dunas de pergaminos, en un coqueto escritorio prueba de cuan hermanas podían ser la comodidad y la naturaleza. Sus gráciles ojos de atardecer se alzaron y las palabras se congelaron en los labios de Malgorzata, cuando sintió su alma caer en aquellos dos portentosos pozos de otoño insondable. Cuando El Señor de los Témpanos hablo, su voz de vibrantes estalagmitas fueron todas las cadenas que la atención de la Bruja de las Estaciones pudieron soportar.

-Acompáñame, Sheil.- ordeno alzándose de su ensortijada poltrona –Ven conmigo, mi reina, pues he mandado llamar al consejo y esperan nuestra presencia y nuestras palabras. Los sueños me traen susurros de garras y dientes; susurros que ya he escuchado anteriormente en boca de la Corte de la Selva Negra. Susurros que trajeron los lamentos de sus moribundos, cuando Gaia cayó sobre ellos. Quieres una solución y tendrás lo que buscas; me darás lo que buscas, hija de la hojarasca. Pero ahora acompáñame y hablemos con nuestros senescales. La hora de la sangre ha llegado, y no seré yo quien detenga la marea; pero nos aseguraremos de que ésta fluya por el cauce que nos conviene.- terminó el soberano de las Sombras Gélidas, mientras una delicada mano feérica recogía una cercana y melosa capa de armiño, agitándola en abanico sobre sus portentosos hombros.

Luego la misma mano buscó la de la dama Aerenal, guiándola por la foresta hacia su destino. Los árboles parecían abrirse e inclinarse a su paso; la sensación de majestad era abrumadora.

La muerte del invierno apenas sí había supuesto un cambio en los confines del Bosque Invernal. El baluarte feérico seguía chispeando con la fuerza de cien ventiscas, aun en lo más profundo del rejuvenecimiento primaveral. Las coníferas presentaban un verde más intenso y el musgo fresco había trepado por las pocas motas que la nieve había considerado deshelar bondadosamente, pero el frío era sempiterno.

El Señor de los Témpanos se había mantenido recluido durante los comicios de la estación, atrapado en los entresijos de los pergaminos de Korkasse y de los pocos volúmenes dejados atrás por las huidizas tropas de hadas de las nieves, cuando las masacró y expulsó de sus actuales dominios. Sin embargo, sus ojeras no mostraban las inevitables arrugas que largas jornadas de estudio habrían provocado en un mortal. La sangre noble y feérica del primonato vestía aún sus facciones en una cortina de belleza indescriptible que costaba mirar directamente, al igual que el sol que da la vida ciega las retinas de aquellos tan orgullosos como para plantarle frente.

Cuando cruzó la arcada de la desangelada sala del trono, la estancia lo recibió con una algarabía de brillos pristinos, como si sus siluetas pudieran sonreir al soberano que las dominaba amorosamente. De su mano casi levitaba en el aire, bella y amenazadora al tiempo, la que la corte habia comenzado a conocer como la Reina de los Vientos, Malgorzata Sheil Aerenal, la presunta consorte del Señor de las Sombras Gélidas. La suave caricia de Noderoth la abandonó al puie de la escalinata presidencial, dejándola arropada junto a sus otros fieles lugartenientes, Eilion de la Selva Negra y Taliesin, el Portador de la Tristeza. Junto a la alargada figura de la fae primonata que tan recientemente había venido al encuentro de su amigo de la infancia, resoplaba en el frío ambiente su hermano, el poderoso Irhacus, Cabeza de Cabra, invitado de honor del Señor de los Témpanos. Las hadas del bosque habían cuchicheado sobre su presencia en medias voces entre azoradas e impresionadas, esperando el día en que las tomara por la fuerza y el placer, como tantos rumores lejanos promulgaban. Mas no ocurriría mientras la hospitalidad embozara su existencia. El bosque esperaba en secreto que aquello cambiara pronto.

Noderoth se reunión con su guardián y senescal en lo alto del estrado, girándose hacia su poltrona tras un distante, mas afectuoso gesto. Entre las pérfidas garras del monstruoso troll reposaba en delicioso contraste un pequeño de mirada de plata, con la sabiduría de las estaciones en unos ojitos apenas capaces de mantener un año de vida en ellos. Sangre feérica, sin duda; más y más fuerte a cada día que la tierra feérica que lo rodeaba lo alimentaba con su magia. La misma magia que obró en los corazones de las faes presentes, en cuanto la armoniosa voz de Noderoth decidió personarse en el ambiente, cautivando toda atención:

-Saludos, mis lugartenientes. Me llena de alborozo el poder volver a mirarme en vuestros leales ojos, pues este es un gran momento para nuestra Corte. Uno que cambiará el futuro de nuestra fronda para las estaciones venideras. Uno que empieza aquí y hoy, con lo que hablaremos y decidiremos.- comenzó, mientras un leve gesto de sus brazos apartaba la sedosa capa de armiño que portaba, repartiéndola como una danzarina avalancha de suavidad por los bordes de su poltrona –Pero antes de proseguir, es hora ya de hacer los honores merecidos a quienes así lo merecen y lo han merecido siempre: Eilion, mi Maestro de los Susurros, Umbral de Sombras, adelántate y recibe el mayor regalo que pueda hacer a uno de mis súbditos, pues eres portador de mi confianza, y de hoy en adelante eres mis manos, mis ojos y mis oídos fuera de este dominio. Mi lugarteniente leal ahora y para siempre, muera quien cuestione la autoridad que te otorgo y rindan pleitesía mis siervos a tu figura, como si la mía misma fuera, pues ahora portas una extensión de mi corazón; una que te pertenence.- hizo presente el Noderoth para toda la corte, la disposición que a partir de entonces convertía al primonato en una de sus manos, como otrora lo fueran Malgorzata, Taliesin y Shigraat.

Las miradas convergieron en la reciente hada del territorio, esprando la respuesta de su níveo semblante.

Aerell enmudeció ante las palabras de su Señor.  Intentando reponerse todavía de su fuerza y poder, pudo olvidar por unos benditos segundos la oscuridad que enturbiaba su alma, y las visiones de destrucción remitieron, sólo para golpear con más fuerza que antes y hacer que se tambaleara en el sitio. Cerró los ojos sintiendo un sudor frío perlándole la frente. Se pasó la lengua porlos labios y esperó que la ceremonia continuase. Lo único que quería era descansar, como si nunca volviera a despertarse...

La brisa apareció y tras ella el poderoso Señor de los Tempanos. Sus pasos se dirigieron de forma firme y templada hacia su tarima, digna del autentico Señor del baluarte. La Bruja de las estaciones le acarició al entrar, ya es supuesto que es su consorte, mas él luego de un afectuoso saludo, la dejó junto a sus lugartenientes Eilion y Taliesin. Subió hasta la cima del lugar para ponerse a mi lado. Le miré y guardé su espalda como siempre lo he hecho y, como su sirviente mas fiel, me enorgullece hacerlo. Se giró y me dedico un saludo, con un afecto que fuí capaz de notar. El calor nacio en mi interior y aquella muestra de mi Señor es todo el premio y recompensa que podría necesitar para sufrir una eternidad de torturas por defender su nombre.

La hermosura presente desde la estacion no hacia sino resplandecer al Señor de los Tempanos mientras pronunciaba su discurso de acogida al nuevo miembro del Bosque del Invierno. Sus palabras fueron musica y sus gestos fueron danza a medida que su miraba marcaba la seriedad e importancia del lazo entre las hadas bajo una corte. Eilion Umbral de Sombras era recibido legalmente dentro de nuestra corte en este baluarte sagrado.

El discurso avanzó y mientras su correr preoseguía conforme seguía bajando el sol del atardecer mientras yo me mantuve a espaldas de mi Señor. Su discurso era bello, como todo lo que él concebía y consiguio reafirmar los lazos entre las hadas del Bosque, que tan debiles ya se veían. Era el Señor de los Tempanos, el corazon mismo de la corte, que nos daba vida y nos mantenia funcionando.

Mis ojos, de un rojo escarlata intenso se fijaron en las figuras que acompañaban a mi Señor como sus lugartenientes. Dos de ellos eran nobles de cuna feerica y uno un cambiado, mas de una casta tan noble como podria permitirse. Toda la corte del Señor de los tempanos eran seres de una belleza digna de hadas como tales. Mas yo no tenia esa nobleza, ni esa belleza, ni jamas habia visto siquiera una cuna. Yo pertenecía a los elementos, a la materia misma que construye el bosque, mis rasgos son feos, incluso repulsivos para quien capta en su mirada mi semblante. Pero era yo el Senescal y era yo el que estaba en lo alto tras mi Señor. ¿Por que?

Las respuesta llegó a mis pensamientos como un consuelo ante las diferencias raciales que presentaba con mis compañeros, incluso las que presentaba con mi Señor, cuya noble belleza primonata era mas amplia que el cielo mismo y su rostro mas radiante que el sol del atardecer. Pero yo era el mejor sirviente que él tenia y que jamas habia tenido. Yo era una mano tan fiel que a pesar de mi aspecto y mi ascendencia salvaje y elemental, a pesar de mi no pertenecia a la casta de las "hadas verdaderas", era yo y solo yo el que merecía esa posicion junto con el Señor del Otoño. Porque era yo quien daria toda su savia para defenderlo a él y al territorio como jamas nadie se defenderia ni a si mismo.

El orgullo llenó hasta el fondo de mi alma y se marco en la dureza de mis rasgos de madera, pues estaba en ese momento ejerciendo la posicion que queria y merecía, siempre a espaldas de mi Señor, como el "noble" sirviente que era y como el guardian, senescal y amigo con el que el Señor de los Tempanos podria siempre contar.

La entrada del señor de los tempanos es impresionante, como lo esta siendo cada vez que le he visto en estos dominios. Si, era el mismo amigo de la infancia, pero a la vez habia cambiado, habia algo en el impresionante, seria dificil describirlo con una palabra, pero si hubiera que hacerlo, aun perdiendo gran parte de lo que quisiera expresar, esta seria poderoso

Sin mucho mas preambulo comienzan sus palabras, que escucho mientras miro alrededor de forma furtiva. Muchos estan reunidos aqui, la fuerza que se reune en este dominio es impresionante para un ojo capaz de valorarla. Una ligera sonrisa se forma en mi rostro cuando paso la mirada por mi hermano, otros no valoraron el peligro al que se exponian al intentar expulsar a nuestra familia, y sin tardar mucho entenderian su error.

Las palabras del Señor comienzan a referirse a mi, por lo que adopto una expresion mas seria, sabiendo que varias miradas estaran sobre mi, se que esperan que diga algo, pese a que no me gusta, mis palabras no son para grandes salones ni numeroso publico, no es ahi donde tienen su efecto, sin embargo estas cosas son necesarias, avanzo hacia mi viejo amigo, asintiendo a sus palabras con una sonrisa y hablando despues, con voz suave, mucho menos impresionante sin duda que la suya, pero audible por todos los presentes, con conviccion y desde luego agradable

Gracias, Señor de los Tempanos,mi Señor y mi amigo, me honra con algo que es el mayor honor que podria recibir, sere tus manos y oidos en cualquier sitio que sea necesario, y todo lo que vendra tendra siempre todo aquello que sea necesario de mi

El soberano de las Sombras Gélidas descendió la escalinata hacia su amigo y nuevo lugarteniente, con el brillo de la emoción desmedida en el pristino rocío de sus ojos de eterno ocaso en movimiento. Tras estrechar en sus brazos al imponente primonato, ligeramente más alto que el propio Noderoth, a expensas de la ensortijada cornamenta del regente. La muestra de afecto fue tierna, potente y evocadora al tiempo, quedando prendida en las retinas de los demás como un óleo de la gran familia que ahora formaban... de la que les gustaría formar con el hechizante Señor de los Témpanos.

Tras el cálido intercambio, el otrora Marqués Sdersath habló hacia el resto de lugartenientes, manteniendo la mano del corazón sobre el hombro de Eilion:

-Mi estimado lugarteniente se dispone a realizar para nuestra facción la más importante de las misiones que ahora requiere nuestra gloria futura. Vengaremos las hojas caídas sobre suelo baldío, reseco de todo glamour por el putrefacto toque de esa religión de mediocres y pusilánimes que se abre paso inexorablemente por el mundo conocido.- anunció la noble fae, alejándose lentamente escalinata arriba, mientras meditaba sus siguientes palabras, manteniendo el instante de tensión dialéctica – El Umbral de Sombras se abrirá en la distante región de Oradea, buscando a aquel que ufanamente decidió profanar mis antiguas tierras y entregárselas al Dios Débil. Aprende cuanto puedas... cuanto necesitemos de ellos, Eilion.- ordenó ahora mirando directamente al hada albina –Pues de las palabras que traigas forjaremos las cadenas que atarán la sangre del mil veces maldito abad a las raíces de mis retoños otoñales. Cuando vuelvas a nosotros, mi fiel servidor, el Ocaso marchará sobre aquel que tan osado fue, y sus estaciones estarán contadas. Recuperaremos nuestro ancestral territorio, para añadirlo a este que nos viste de señorío en el día de hoy y en los venideros.- terminó el Señor de los Témpanos, invitando a Eilion a cumplir su cometido, con un dedicado gesto de despedida.

Los soldados que servirían de señorial escolta a la fae hasta los confines del Bosque Invernal avanzaron hasta formar un manto tras su figura, que lo acompañó en cada movimiento, en cada meandro de su caminar, hasta abandonar el espacioso claro del Trono Helado. En su fuero interno, quien más quien menos ansiaba tener una salida así en aquel mismo momento, tan cargada del sincero cariño de su señor y de tamañas esperanzas para su obra. Mas todo llegaría, pues mucho había que hablar en el tiempo que estaba por llegar. Los árboles se abrieron para dejar paso a la comitiva y devolvieron la intimidad al salón natural instantes después, para tratar los importantes asuntos de estado que aún quedarían pendientes.