Partida Rol por web

Cuando la fronda hubo cerrado filas en torno al reducido conciliábulo, Noderoth ya se había sentado de nuevo en su brillante poltrona de madera petrificada por el frío, enmarcando su augusta figura en la manta de armiños que entretejía su capa real. Su rostro marmóreo e inexpresivo, volvió a iluminarse en una cascada de expresiones que dibujaban la sinuosa sonrisa que dirigió a Lady Aerenal:

-Mi amada Malgorzata,caullo del otoño que florece a cada día al arrullo de mi corte en la que decidió enterrar sus más profundas raíces. Los sueños me traen susurros de garras y dientes; susurros que ya he escuchado anteriormente en boca de la Corte de la Selva Negra. Susurros que trajeron los lamentos de sus moribundos, cuando Gaia cayó sobre ellos. Evocaciones que no siento como mías, sino anidadas en tu corazón, pues tal es la empatía que me une con todos vosotros, retoños de la gloria del Otoño en el invierno más frío.- alabó el regente a su consejo, mientras enfocaba el siguiente punto a tratar –Háblame de tus temores, de tus sospechas y de la solución que me traes, pues advierto en el brillo de tus ojos la afilada inteligencia que me enamoró el día en que apareciste por el sendero estacional.- invitó Noderoth a la Bruja de las Estaciones a exponer su caso, mientras le dedicaba toda su atención.

Sheil salió del círculo que rodeaba a su Señor y se dirigió hacia él. Se arrodilló ante su presencia en una elegante reverencia, fijando sus ojos en los suyos al incorporarse. Todavía se estremecía ante los recuerdos de lo que había soñado, de lo que había vivido. Tragó saliva, reconfortado ante la cálida invitación que veía, y se volvió hacia los presentes. Habló con voz temblorosa pero nitida que fue ganando confianza.

He visto las sombras poblar estos bosques. He visto la muerte de cada uno de los que vivimos en este lugar, nuestro Señor profanado y el silencio adueñarse de las salas cubiertas de la ceniza del odio y la destrucción. Las lágrimas asomaron a sus ojos; últimamente ha llorado demasiado. Se maldijo por su debilidad He visto a nuestros ancestrales enemigos, las Hadas de la Corte de Invierno, conseguir un gran poder que les hará casi invencibles y contra el que no podremos esperar protección ni clemencia. Todos los caminos que se habrían ante nosotros conducían al vacío, excepto aquel que pasaba por la alianza. Miró fijamente a su Señor La única luz que brillaba se encontraba en Vaslut. Debemos hacer suyo nuestro odio a las Sombras Gélidas. Vos sabréis qué hacer Calló y volvió a hacer una sumisa reverencia, para apartarse después y escuchar la réplica de su Señor.

El regente miró a su inerlocutora largamente, como si esperara alguna palabra más por su parte, y finalmente se decidió a hablar, viendo secarse la fuente de la exposición de Malgorzata, reclamando más:

-Háblame de esa amenaza, de lo que sabes de ella, y de lo que dices que nos espera en Vaslut. Aquella región es tan extensa como otras muchas y los pueblos que la habitan diversos y peligrosos. ¿A quién habría que dirigirse allí y cómo propones que se haga, mi fiel consejera?- preguntó el Dhaeva.

Sheill tragó saliva y cerró los ojos, intentando recordar más detalles. Se mordió el labio inferior mientras, poco a poco, el sueño volvía a golpearle en las entrañas. Se estremeció cuando los vívidos recuerdos se hacían de nuevo patentes.

Ha de ser antes del próximo invierno. Sólo tenemos ese margen para prepararnos, pues nuestros enemigos buscarán la venganza por encima de todo, y caerán pronto. De los aliados que deberemos encontrar en Vaslut, sólo me ha sido revelado que son vulnerables a la plata. No lucharán a nuestro lado sin más preámbulos: deberemos convencerlos de que nuestros enemigos son la amenaza más terrible que pudieran encontrar, y hacerles compartir nuestro odio. Miró con impotencia a su Señor. No me fue revelado nada más, mi Señor. No sé quiénes deberán embarcarse en tal cometido, ni cuándo o cómo será el ataque. Bajó la mirada con pesar. Ni siquiera cuánto hay de verdad en mi sueño y cuánto de quimera.

Pronto habra nuevas, y esos antiguos dominios volveran a ser lo que nunca debieron dejar de ser, y pronto ese dios y aquel que se atrevio a mancillar el antiguo dominio no seran mas que polvo en el recuerdo

Me despido por ultimo del Señor de los Tempanos, dirigiendome hacia la entrada que acaba de hacer aparecer mi amigo, seguido por las tropas que me han de escoltar, esbozando una ligera sonrisa al entender que su compañia es un honor que de hecho una necesidad de proteccion, sin volver la mirada ni por un instante, sino saliendo con determinacionen la mirada

El Señor de las Sombras Gélidas asintió, como si comprendiera, mientras el constante ocaso de su mirada parecía caer en un abismo hacia el interior de sus bellas facciones. Su mente bvagaba por los antiguos senderos que le quitaron a sus siervos de antaño, cuando la Corte de la Selva Negra cayó víctima de unas bestias similares: garras, dientes y una mortal alergia a la plata. Sin duda el mismo espíritu, escrito en una historia distinta. Los garou habían deshojado al otoño en su momento, ¿acaso no podrían hacer otro tanto con el invierno?

-Taliesin.- clamó Noderoth girándose repentinamente hacia el bardo que era su voz en el exterior –Eres el canto ue emana de mis labios y tu naturaleza, medio fae, medio humana, no es tan distinta de la de las criaturas, medio bestia, medio humanas que pueblan las tierras agrestes de Vaslut. Ha llegado la hora de que pruebes a tu señor el límite de tus capacidades: irás a dicho lugar, imbuído con mi magia para que el viaje sea rápido. Valdis tendrá que esperar.- decidió el soberano, incorporándose y caminando por el estrado –Llevarás una carta de mi puño y letra para el Señor de aquellas tierras. Clamaremos a su gusto por la guerra y la sangre, la vida y los animales; por las viejas tradiciones y el nuevo amor. Nos haremos con su cariño y los traeremos a su regazo. Mis palabras y tu habilidad tendrán ese cometido, y triunfarás, o serás despedazado sin remedio. Espérame hasta el final de esta reunión y partirás inmediatamente tras ella, en busca de estps nuevos aliados, mi más dulce sirviente.- ordenó el Rey del Bosque Invernal, antes de volver hacia su anterior interlocutora:

-Si aquello que dices es cierto, mi querida Sheil, el destino no cae muy lejos de mis planes, mi fiel compañera. Solamente un detalle es distinto de lo que parece: serán las nieves las que se derritan a nuestras puertas, sin remedio. Mi buen Shigraat ya refuerza el poder de nuestra fronda contra un terco invasor, y también tengo una misión para ti, Bruja de las estaciones. Es hora de que aquellas díscolas hadas que haraganean en mi bosque aprendan a luchar por él con sus vidas si es preciso. Te encomiendo la labor de entrenarlas en las artes del Tejido y las Nieblas, que con una mera caída de ojos puedes doblegar. Tú serás la tutora que entrene a nuestras huestes en las armas que tan preciosas nos resultarán. Las hadas no usan capa y espada para combatir, sino la más pura de las maravillas. Muéstrales cómo hacerlo y defiende estas tierras, Sheil.- conminó Noderoth a Malgorzata, con vehemencia –Quienes se nieguen serán dadas caza por su propio señor antes siquiera de que sueñen con haber abandonado los límites de mis dominios. Aunque las condiciones impuestas habrán más que doblegado sus ánimos, mi señora, y dudo que encontréis mucha reticencia.- terminó el hilo de la exposición, con un gesto desdeñoso de sus sinuosos dedos enguantados.

Luego, girándose hacia aquel, que si bien estaba entre ellos, aún no vestía el figurado emblema de las Sombras Gélidas, el Señor de los Témpanos continuó con su discurso:

-La presencia de Irhacus en este consejo no es sino la indicación de mi voluntad aún no pronunciada: sirva el hermano de mi hermano como salvaguarda para los límites de mi fronda, si así lo acepta.- declaró volviéndose hacia el fauno, extendiendo una grácil mano hacia delante, e invitando al afamado general primonato a formar parte de aquella familia feérica que crecía por momentos –Sé mi Marqués, reina sobre las lindes de este territorio y prepara las defensas para lo que está por venir. Toma humanos de cualquier parte, salvo del poblado que es refugio de nuestra adoración,- añadió indicando claramente a la aldea griega con la que se habían forjado los Juramentos de Piedra –y dame un ejército de poderosos cambiados dispuestos a entregar sus ansias y anhelos a nuestra causa comían. Erige aquí tu ejército, y marchemos contra tus enemigos todos a una, cuando los de nuestra retaguardia, aquí en Transilvania, estén aplastados. ¿Aceptarás el desafío, Cabra de la Furia?- preguntó por fin el regente, tendiendo una miriada de certeros ganchos argumentales a su posiblemente futuro lugarteniente.

Escucho las palabras de la Bruja, que llegan como un golpe duro a nuestra puerta, augurando el desastre que pone fin a las vidas eternas. Un ataque efectuado por faes terribles y rencorosas, una alianza con extraños seres, todo predicho por una poderosas primonata desde lo mas profundo de sus sueños.

"¿Como las etereas imagenes de lo que vemos al no estar pueden proteger nuestro dominio de un ataque real?"

Mi mente no es capaz en su totalidad de entender como se puede defender sin el uso de la magia y sobre todo para mi, de las garras y la fuerza descomunal. La idea de basar las defensas y toda una operacion de defensa en algo que no entiendo me desconcierta.

Miro el rostro de mi Señor y veo en sus ojos que lo sabe y confia plenamente en ello. Su infinita sabiduria abraza el conocimiento de esa fuente a mis ojos, indigna de confianza, y la vé como la mas absoluta y pura de las verdades. En su mirada se refleja un conocimiento previo y ese gesto que yo conozco hace tantos siglos. Ese gesto de que nada se escapa de su conocimiento y aquello que para todos es revelacion, para el solo es la ultima confirmacion.

"Si mi Señor cree en esas palabras, han de ser tan ciertas como que las hojas caen de los arboles en otoño."

La preocupacion se incrementa al pensar que aquello es cierto y como los fallos en mi consolidacion de las defensas del baluarte podrian afectar el destino de la floresta. Jamas me predonaría que por mi ineptitud cayese para siempre el baluarte del otoño y cediese al fin ante la destructora brisa gelida de los invernales, contra la que he luchado desde que la conciencia existe en mi.

La falta de informacion me pesa y temo no tener tiempo para efectuar un trabajo digno. Es algo que jamas me perdonaría y el dolor de fallar mi cargo de senescal no haría sino matarme durante lo que durase mi eterna vida, prefiriendo perecer finalmente antes que cargar con esa deshonra.

Me acerco al Señor de los Tempanos para hablarle de cerca. Es algo que solo el debe escuchar y que necesito comunicarle de forma imperiosa. Como Señor de este dominio y de mi vida, le debo lo que siento que quiero decirle y este es el momento preciso para eso. Despues quizas ya sea tarde.

 - "Mi Señor, debo decirle algo en privado. Quizas si pudiese reunirse conmigo a solas en otro lugar, pueda hablarle con la libertad que necesita esta informacion para ser expresada."

Me quedo a su lado esperando respuesta y atento por si me lleva a algun lugar para hablar con mas confianza y sin ningun otro oido.

SEÑOR DE LOS TEMPANOS:

- Algún misterioso sentido feérico te hace "sentir" que Valdis el Portador del Miedo, antiguamente uno de tus agentes Cambiados más valiosos, sigue vivo.

- Tienes la sensación de que se ha mezclado con los humanos, tal vez como si quisiera ser uno de ellos, algo impropio de un inmortal como él. Además, abandonar la misión de proteger el Bosque Otoñal, cuya magia estaba tan debilitada que su Baluarte pudo ser destrozado por un patético cura cristiano mortal... Eso es... eso es traición. Una traición que te reconcome por dentro.

- Sabes que es necesario que Valdis sea capturado y llevado hasta el Bosque del Invierno, para que responda por sus acciones y por sus omisiones.

Sheil se apartó respetuosamente para dejar hablar a su consorte y se dirigió a un discreto segundo plano

La aceptación de Irhacus sellaba una grieta más en la defensa del Bosque Invernal; un techo para todos ellos y una gélida raíz para el más duro roble que crecería en el otoño. Sin embargo, la inquietud anidaba en el corazón de la fronda, y si un alma había en la foresta, aquella hablaba por labios de Shigraat. Con un gesto invitador, se giró entonces hacia quien con temor susurraba a sus oídos, concediendo la gracia que se le pedía. Entonces, dando la audiencia del consejo por concluida, se giró hacia el resto de los presentes y observó con misteriosa atención a Taliesin, haciéndole un gesto para que se acercara. Los súbditos del soberano de las Sombras Gélidas comenzaban a ser muchos y muy poderosos; había sido necesario que proveyera a estos de las herramientas necesarias para restablecer su control sobre la zona.

Por ello, el regente había pasado casi dos tercios de la estación en un prolongado retiro, cediendo el control y establecimiento del orden a su senescal. Las hadas chismosas rumoreaban si no habría vuelto a caer en postración, pero la realidad que sus allegados conocían era muy distinta. Los escritos de Korkasse, rescatados del Bosque Otoñal, estaban siendo estudiados por el señor de las Sombras Gélidas, que buscaba las claves para dibujar el avance de sus inadvertidas huestes sobre la tierra transilvana:

-Acercate, Taliesin. Es la hora.- indicó Noderoth con un gesto que lo conminaba a ir más allá de la escalinata de escarcha y roca, y hacia el centro del estrado –Como antes he anunciado, la esperanza de esta tierra vuelve a estar en tus manos, pues son tus palabras las que encandilarán al aliado vaslutita que vencerá a nuestro lado a la amenaza onírica que fría se vierte sobre nuestras hojas caducas.- recordó Noderoth a su mensajero.

El obediente Taliesin no dudó ni por un instante y avanzó con decisión ante la pétrea mirada de Shigraat:

-Bien, trobador. Toma esto, pues es el alma de mi tierra, de la de todos nosotros, por la que sangre podría verterse pronto.- dijo el soberano, mientras aferraba el un puñado del frío suelo y lo vertía en un trozo de tela –Llévale esta tierra del que será su hermano, si puede probarme su lealtad.- añadió tendiéndole el pañuelo a su lugarteniente –Para quien comprenda su grandeza no habrá duda alguna del rigor invernal al que fue sometida y del bien que le hace la tibiedad de nuestro eterno ocaso. Háblales de cuan enemigo suyo es la recua de monstruos invernales que moran en las profundidades de la tierra, con la intención de destruir en su ahogado frío toda naturaleza. Múestrales el horror de la ausencia de toda vida que tanto gusta a las odiadas huestes de la Reina Frígida y promételes mi favor para sus victorias presentes y futuras.- terminó.

El cantor de los caminos guardó en su zurrón el objeto, mientras el Señor de los Témpanos explicaba:

-Debes saber que te otorgaré un don muy valioso en tu viaje, pero tus poderes feéricos quedarán relegados por él hasta que encuentres a los aliados que buscas en Vaslut, de los que has oído hablar en boca de Malgorzata, y puedas darles mi mensaje. Eso agudizará tu ingenio, al tiempo que suprime posibles interrupciones humanas.- soltó finalmente la parte más dura Noderoth -Ahora, si estás preparado, comenzaremos.- terminó, incorporándose.

El abrumadoramente bello primonato dirigió sus gráciles movimientos hacia el cambiado, que lo esperaba con manos temblorosas. Resultaba inimaginable resistirse al encanto de tanta armonía. Aumn menos pensando que aquella armonía, de algún modo, lo amaba. Noderoth aferró sus manos con firmeza, mas con suavidad.

El contacto fue como el de una brisa cargada de hojas secas, refrescante, pero levemente arañante, mientras Taliesin sentía una especie de placentero dolor que deshacía su cuerpo en lascas otoñales y las hacía volar en una nueva forma... en una nueva consciencia. Las Nieblas arrasaron su forma física, cincelándola a su gusto por voluntad de la poderosa fae milenaria. Un penacho de plumas grises como las nubes invernales cayó como hojas muertas en un árbol sobre su cuerpo, que se reducía por momentos. Un sonido que comenzó como un grito desesperado, desembocó en un agudo ulular con sus últimas notas. Cuando todo terminó, sus manos ya no eran manos, sino garras aferradas a los guantes de suave piel de su señor. Sus ojos miraban el mundo con la penetrante visa de cuchilla de una rapaz, disipando las sombras del mundo a su paso. Su pico giró en derredor, hasta encontrarse con la faz de su amo, más allá de lo que parecía posible para cualquier cuello. Era un ave nocturna; una hija de la noche. Una lecuhza portadora de la sabiduría de las estaciones, transportando una mente tan aguda como para cumplir su misión sin mácula alguna. Era un mensajero perfecto, que pasaría desapercibido a los ojos humanos, pues esta era su estación predilecta, cuando las nubes ensombrecían el cielo y descargaban sus nieves sobre él.
Noderoth habló de nuevo:

-Permanecerás en esta forma que te he regalado, mi fiel lugarteniente, hasta que dichos futuros aliados que responden al nombre de garou puedan contemplarte sin que nadie más te contemple y tú ulularlos sin que nadie más que ellos te escuche. Entonces, por mi poder feérico que se deshará este hechizo que te viste y volverás a ser Taliesin, el Portador de la Tristeza. Parte ahora, mi fiel servidor, y trae hasta mí a tales súbditos, pues es hora de prepararse para el invierno.- terminó Noderoth, levantando el brazo con un gesto, echando a Taliesin a volar.

Ahora solo quedaba esperar a su regreso, pero la dirección del reino seguía inexorable. Así fue que Noderoth despidió a sus dos leales lugartenientes restantes, cada uno portador de una nueva e importante misión en la defensa del territorio, quedándose a solas con su senescal; la pieza clave de aquel intrincado puzzle de ramas y hojarasca.

Una vez a solas, Noderoth miró a Shigraat con atención y curiosidad al tiempo, sopesando la importante información que el gigantesco troll querría compartir con su señor:

-Háblame, Shigraat; cuéntame tus inquietudes, pues tanto como conozco el corazón de tu tronco sé que poseen nudos duros y feroces que tanto dolor te causan. No desfallezcas, mi buen amigo, pues sin duda podré aliviar tu pena.- comenzó el soberano, alentador –Ahora cuéntame las decisiones que has tomado para proteger este territorio que nos sostiene, mi buen senescal, pues ya has oído el peligro que podría correr, y no es poco.- terminó el primonato, cediendo la palabra a su lugarteniente con un gesto.