Partida Rol por web

El invierno transcurría tranquilamente, si bien hacía mucho frío. Nada que detuviese a Iakov, en sus movimientos constantes por los territorios devastados. No parecía seguir una rutina, y su andar era simplemente errático: ni siquiera parecía querer algo con lo que estaba haciendo. Sólo daba vueltas entre los escasos guardias, rodeaba los muros del castillo, recorría las habitaciones, desaparecía y volvía a aparecer. Era usualmente confundido con algún miembro de la nobleza, digno de mantenerse como huesped y posiblemente guardián del agonizante Conde de Covasna; digno pariente del poder de aquella casa, a cuyo paso y sombra ponía un estremecimiento en la piel curtida de los hombres de guerra. Iakov vagaba entre las filas de los que aún estaban vivos como un espectro que avisaba de algo por venir.

Y un día, abrigado y armado, tomó un caballo. Aferró las riendas, y cabalgó en dirección opuesta a la que le marcaba la entrada de la tirsa.

¡¡¡Hola a Todos!!!

Perdón por meterme así en la partida, pero a partir de ya seré el co-Director encargado de este territorio, por lo que tenedme paciencia, que tengo mucho que leer.

Sin embargo, para hacerme las cosas más fáciles, pido a todos los jugadores que me posteen por aquí, sus acciones para la Primavera que se avecina, así me voy poniendo al día.

Sé que algunos lo habéis hecho, pero necesito la información pronto para poder hacer avanzar el territorio.

Además, necesito que todos los pj que esten en este territorio, levanten la mano y digan: ¡Presente!.

Un saludo.

Radu permanecía encerrado en su habitación sin nada más entretenido que hacer que contar las motas de polvo que se veían al trasluz. Hacía semanas se había divertido regodeándose en idílicos planes que deseaba poner en marcha o recordando los rostros de las incontables víctimas que habían muerto por su mano, incluso obtenía algo de diversión de las esporádicas conversaciones que había mantenido con Iakov. La última, como todas las anteriores, había dejado pocas cosas claras. Un toma y daca, una lucha constante por ver qué decía uno, qué pensaba el otro; dos depredadores midiendo los pasos de su rival para encontrar el momento preciso en el que lanzarse a la yugular.

Pensando en todo aquello había sido incapaz de escuchar los golpes incesantes que alguien propinaba a la puerta de su habitación. - Señor, mi señor Radu.- repetía con insistencia mientras continuaba con el mismo golpeteo.

- ¡Por qué me molestáis tan temprano!- gritó con enojo. – Necesito reposo para recuperarme… ¡¡Acaso queréis verme muerto!!- hizo amago de ponerse en pie y dirigirse a la puerta que ahora reposaba silenciosa y dolorida, pero recordó que debía fingir su enfermedad y no solo recordarla con palabras. Un ronco tosido bastó para mostrar al guardia que seguía enfermo casi moribundo dada la intensidad del graznido.

- Mi señor, Knezi Radu Szantovich…- empezaba a estar cansado de tanto trato reverencial cuando el que se suponía era mensajero de noticias importantes no hacía más que repetir un título nobiliario una y otra vez olvidando que lo importante era la información que había venido a traer.- Su huésped, el caballero al que os referís por el nombre de Iakov ha dejado el castillo.

- ¿Cómo que ha dejado el castillo? ¿Acaso eso no es lo que hace día sí y día también?-

- Sí, sí, mi señor, pero esta vez ya ha pasado más de dos días desde que tuvimos noticias de su salida y aun no ha regresado…

- ¿Y?- volvió a toser.

- Esta vez ha debido ir más lejos de lo que acostumbraba pues consigo se ha llevado la ropa de abrigo que los sirvientes habían dejado en sus aposentos y un caballo de los establos.

Si el soldado hubiese entrado en el dormitorio en aquel preciso instante que pronunciaba aquellas últimas palabras se había dado cuenta de la muestra de contrariedad en el rostro de “su señor”. No esperaba aquella reacción de su descontrolado siervo, no sabía a qué se debía o qué pretendía con ella, pero estaba seguro de que fuese la razón que fuese si esta fuera en contra de sus intereses el que saldría perdiendo sería Iakov.

- ¿Y?- añadió a la vez que su mueca de enfado dejaba paso a una media sonrisa. - ¿No consideráis que el caballero Iakov, hombre de abolengo, tenga derecho a ir y venir cuantas veces le venga en gana? Confundís las libertades propias del hombre de noble alcurnia que le han sido concedidas por derecho divino con las propias del vasallo que son administradas por nosotros por su propio bien.- su tono de voz poco a poco fue perdiendo intensidad. La vehemencia con la que había comenzado su discurso dejaba paso a la comprensión propia del maestro que pretende aleccionar a un alumno cabezota. – No os preocupéis más, habéis hecho bien en avisarme. No olvidéis volver a comunicarme su llegada…- los pasos del diligente soldado se alejaron momento que Radu aprovechó para añadir algo en un susurro -… Yo me encargaré de que regrese.

Se levantó de la cama y anduvo de un lado a otro de su habitación dando media vuelta poco antes de topar con alguno de los muros de piedra. - Iakov, Iakov, Iakov…- empezó a sonar cavernosa la voz del Knezi en la cabeza de su siervo.  - el Ensartaojos. ¿Tan poco hospitalario he sido que habéis preferido abandonar mi castillo? ¡¡Explicaos!!- espetó – Mientras yo finjo ser comprensivo.

Has estado recorriendo el territorio y lo ha encontrado bastante deshabitado. Sólo quedan algunas familias en granjas aisladas y en algunas minúsculas aldeas de tres o cuatro casas.

En general el panorama es desolador: todas las cosechas se perdieron debido a extraños rayos que cayeron sobre los campos. El agua estaba contaminada y la gente enfermó, muchos murieron.

Luego llegó la invasión de los Bran y la siguiente masacre. La ciudad Sfantu Gheorghe está ahora deshabitada, es una ciudad fantasma.

Iakov no es muy dado a creer en fantasmas, pero de noche el viento parece traer los lamentos de los difuntos.

Toda la sensación que da el territorio es que es un territorio maldito, donde apenas hay ya vida y no queda casi nada de comer.

En cuanto a los caminos que salen del territorio, encuentras dos:

Sur: Kronstadt.
Norte: Mercurea Cuic.

El eco de las palabras de Radu parecieron ser la única respuesta a sus palabras imperiosas. En las piedras del castillo, la voz de grave autoridad debía resonar tal cual lo haría en la cabeza de roca madre de Iakov; posiblemente, en el tiempo donde el silencio cundió frente a Radu en aquella habitación, éste tuvo la total certeza que la situación era la misma. Tal como su voz había rebotado en arcos contra la acústica cerrada de aquella soledad y se habían perdido, sus palabras debían haber caído al vacío de la consideración de Iakov. El silencio extendido no hacía más que apoyar aquella interpretación.

- ¿Qué pasa, Radu? - sonó, finalmente, la voz de Iakov contra la ausencia - ¿Qué es lo que temes?

Aquel medio de comunicación no permitía a Radu captar los íntimos matices de la oralidad. Podía ser tan impersonal como hablar con un muro macizo de por medio. Por ello, a pesar que el tono de Iakov parecía serio, era imposible intuir a ciencia cierta cuál era la verdadera mueca detrás de sus palabras. Más imposible aún adivinar sus intenciones, aunque aquello ya era habitual y no presentaba novedad por la que alarmarse. El silencio entonces se sucedió desde la última palabra de Iakov, atando la cadena de todos los pensamientos de Radu, hasta la siguiente:

- Tu ciudad es un destrozo. Realmente no sirve para nada. Es una suerte que estés casi muerto, porque de no estarlo, ya no tendrías poder alguno - hubo una pausa - En vista de la situación, te recomiendo morir rápido.

Ahora sí, fue notorio el atisbo de burla detrás de la recomendación seria. No había ningún intento por atenuarlo, o disimularlo.

- ¿Cuándo estarás preparado para partir de una vez?

Iakov cuando te acercas al camino sur, ves que el camino parece bastante transitado, aunque al parecer, últimamente nadie ha pasado por aquí, en ninguna dirección. Crees que puede ser que lo sucedido en Sfantu Gheorghe ha recorrido como un rumor por todos lados y la gente evita acercarse al territorio. A lo lejos, desde tu posición, puedes ver algunas colinas y mucho más allá, unas montañas. Tu vista se esfuerza un poco más, y crees, que unos kilómetros más adelante por ese mismo camino, se bifurca más hacia el sur. Pero no sabes a donde conduce, ya que las montañas te impiden verlo.

En el camino norte, sólo encuentras desolación. Es un camino pobre, que recorre junto al rio y se aleja hacia el norte rodeado de montañas. Este camino no parece haber sido utilizado en mucho tiempo. Mas no logras ver más que eso.