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SUCESOS DE OTOÑO:

- Las gentes de Miercurea Cuic maldicen en voz alta constantemente el odiado nombre del infame bandido Iakov el Ensartaojos. Todo el mundo dice que por su culpa las huertas dan menos rendimiento y las gallinas ponen menos huevos.

SUCESOS DE OTOÑO:

- Las gentes de Miercurea Cuic maldicen en voz alta constantemente el odiado nombre del infame bandido Iakov el Ensartaojos. Todo el mundo dice que por su culpa las huertas dan menos rendimiento y las gallinas ponen menos huevos.

- Yo no, Radu - dijo Iakov, sin dejar de darle la espalda al demonio.

Continuó su camino hacia la puerta, sin admitir ninguna falencia de las que sus ojos estaban registrando sin cesar. No dejó que su paso manifestara ninguna de sus dudas, si las tenía, ni mucho menos de sus pensamientos recientes. Sólo caminó, esos cinco o seis pasos que lo separaban de aquella estructura de madera, con la espada chocando el muslo y produciendo el característico tintineo de metal, aquel que es la sinfonía preferida de los guerreros ante la batalla. Las botas parecieron marcar sus huellas mucho más profundo de lo que debían, como si algo dentro de él hubiera crecido de repente. Una mera ilusión óptica, un truco de la luz de la ventana cerca de la cual Radu esperaba.

Iakov no se dio vuelta, ni dijo nada más. Abrió la puerta, y salió de la cabaña cerrándola tras él.

Una vez fuera de la cabaña, Iakov alzó la cabeza al cielo, y luego la volvió a lo terrenal. Observó con atención aquel asentamiento en el que habían tenido el placer de caer, y miró desde su sitio el relieve que lo amparaba. Empezó a caminar con tranquilidad, haciendo suya la visión de cada choza, cada casa y cada ser, la distribución de cada edificio y el sitio donde debían vivir los regentes del poblado. Grabó en su memoria cada uno de los accesos que conducían a la región. Buscó el puesto donde aquellos milicianos que los habían hallado hacían guardia para enfrentar a los bandidos, y sobre todo a la presencia de la banda de aquella mujer. Iakov frunció los labios por un momento, pero luego sonrió. La imagen de aquella bajo sus estocadas, retorciéndose bajo su cuerpo, le llenó de satisfacción y de un deseo más allá de la mera demostración de quién era la verdad y quién la mentira de ellos dos. No la conocía, pero podía casi tocarla mientras sangraba, y sangraba cada vez más porque era orgullosa y no gritaba, porque no quería aceptar el error de haberse creído como él y encima haberse atrevido a imitarlo.

Un inmenso placer llenó los ojos de Iakov, mientras sus oídos eran acariciados por las maldiciones que aquellos ínfimos hombres dedicaban a su nombre por las cosechas. Lo sacudió la electricidad, pero evitó dar rienda suelta a su deseo de detener a la primera mujer y transformar su miembro en un cuchillo, para cortarla desde adentro mientras su espada y sus astillas lo hacían desde afuera. Continuó explorando, tal cual se había propuesto, ocasionalmente preguntando por aquí y por allá sobre la tal Ensartacorazones, recopilando exageraciones y leyendas varias. Luego podría sacar algo real de todo eso, aunque sospechaba que no iba a haber mucho para ver. Jamás lo había, tratándose de mujeres.

IAKOV EL ENSARTAOJOS:

- Tira Percepción + Subterfugio, dificultad 6, a ver cuánto averiguas prestando oídos y observando.

La pequeña portezuela se cerró y así quedó mientras Iakov estuvo cerca.

No llevaba caminando ni un minuto entre las sencillas casas de aquella pequeña población cuando al girar en una esquina algo por completo inesperado topó contra él. La pequeña figura que había chocado contra sus piernas yacía en el suelo al haber perdido el equilibrio con el impacto. No le costó volver a ponerse en pie, y tras sacudir el polvo que manchaba sus ropajes vio como alzaba su rostro para mirarle.

El chiquillo no debía de tener más de nueve o diez primaveras. Era pequeñajo y flacucho, pero parecía vigoroso y por cómo se había recuperado del golpe bastante ágil. Su piel pálida hacía resaltar unas mejillas que muy pocas veces habían perdido su color rosado (aunque quizá acentuadas ahora por la vergüenza), sus violáceos labios y unas orejas y nariz enrojecidas por el frío invernal.

 - Lo siento señor.- sus ojos eludían los del caballero. La culpabilidad hacía que le resultase imposible sobrepasar la barrera marcada por sus labios. –Volvía corriendo a casa. Debería haber tenido más cuidado. Lo siento.- repitió en el momento justo en el que la curiosidad vencía y lo obligaba a ir más allá de la barrera. - ¿Vos sois uno de los dos caballeros a los que los bandidos robaron?- no le había dado tiempo ni a responder cuando ya había añadído una pregunta más. - ¿Querría venir a comer a mi casa? A mi mamá no le importa que lleve amigos a comer.

Aunque solo los conocía de oídas, y lo que se oía de ellos no era demasiado, parecía sentir una honda admiración…

Iakov observó al niño como quien observa una piedra excesivamente alta que ha golpeado su rodilla. La mirada del Ensartaojos podía confundirse fácilmente, a ojos de un niño entusiasmado, con la esperada en un altivo caballero de alcurnia, por lo que no pareció desentonar con el título que el pequeño le estaba adjudicando. La idea de acarrear al chiquillo detrás de sus tobillos le resultaba espantosa, y pensó en matarle de una vez, como había estado a punto de hacer en el mismo momento que le chocó. Había sido una gran suerte para el niño que Iakov tuviera a mano sólo su espada y no también su estilete, porque el tiempo que su mano había tardado en buscar la empuñadura, esa fracción de segundo, le había servido para reconocer a su involuntario atacante.

Sin embargo, le miró de nuevo, y le hizo una seña de que le siguiera. Empezó a caminar en cualquier dirección.

- No tengo tiempo ahora de comer, pero puedes ayudarme con algo si lo deseas. Estoy buscando información sobre los bandidos de la zona, para... darles lo que se merecen - Iakov dirigió una mirada al pequeño, para que viera que efectivamente pensaba en un castigo ejemplar; lo que el niño jamás sabría era el verdadero motivo de aquella búsqueda - Imagino que conoces el pueblo y a su gente. ¿Me acompañarías?

Hizo un paso más, y volvió a hablar. Esta vez, sonreía, de un modo que no parecía propio.

- ¿Cuál es tu nombre?

- Sí, sí, claro que lo conozco bien. No conozco otro sitio…-

Y entonces se hizo patente la razón de la felicidad del niño por conocerte pues al pronunciar la última frase la resignación era evidente: un campesino en un pueblo en mitad de la nada, plebeyo, condenado a llevar una vida de vasallaje que no acabaría hasta que le llegase la muerte. Ese era su sino, y aunque a regañadientes, parecía haberlo aceptado después de que las réplicas de su madre hubiesen puesto fin a sus más exageradas ensoñaciones.

- Me llamo Cosmin y me encantaría ayudarle señor.- Sus ojos brillaron ligeramente ante la idea de servir de ayuda a alguien como tú para poco después volver a apagarse cuando de nuevo topó con la realidad. –Pero ahora no… no puedo. Lo siento.- dijo, aunque quien realmente lo sentía era él.

–Tengo que ir ahora mismo comer, si no mi madre me reñirá. Llego tarde. Alzó la vista al cielo para fijarse en la posición que ocupaba el Sol en el firmamento. Luego sacudió de nuevo el polvo que se acumulaba en sus culeras. –Como no viene a comer... ¿podría ayudarle luego?- añadió en un último y desesperado intento por que comieses con él.

- Si te enteras de algo de los bandidos, como imagino que en tu casa o alrededores se hablará, quiero saberlo - dijo Iakov, mirando a los ojos al niño con fijeza. Al final, esbozó una media sonrisa - Estaré caminando por el pueblo, no te será difícil encontrarme. De todas formas, dime cuál es tu casa. Quizás me dé una vuelta si nada encuentro.

La mentira en los labios de Iakov sonaba como todas las verdades juntas del mundo, a los oídos llenos de ilusión del niño. No necesitaba siquiera el intento de mentirle; sabía que le creería a ojos cerrados. Miró más allá de la conversación que estaba manteniendo, al pueblo donde había caído sin ninguna perspectiva de más. Necesitaba salir de allí con rapidez, y ya sabía por dónde empezar; sólo tenía que conseguir un poco más de información, y lanzarse al ataque.

- Sobre todo de la llamada Ensartacorazones, la que está más presente parece en este lugar - siguió, y su sonrisa se amplió más. Puso la mano en la empuñadura de la espada, un simple gesto como si estuviera refiriéndose a ajusticiar al terror - ¿De acuerdo?

Tras su última palabra, y luego de esperar un momento la indicación, Iakov dio la vuelta y siguió su camino.

Después de varios días en Miercurea Cuic hablando con sus habitantes, llegais a la conclusión que ya habeis obtenido toda la información valiosa que os pudieran proporcionar allí.

Tras varios días de conversaciones consigues averiguar lo siguiente: los mercenarios del pueblo pertenecen a los Amantes de la Muerte, la más famosa compañía mercenaria que opera en Transilvania, cuyo líder es el Capitán Vitaly el nueve vidas, un gigante de hombre que maneja un espadón tan grande como él mismo.

También que los del pueblo están nerviosos porque temen el regreso de un tal Zelev el Amo de los Espíritus, un chamán magiar, y que se protegen con una pequeña milicia.

Sobre la Ensartacorazones, aunque han oido hablar de ella, no pueden decirte nada más porque parece que no actúa por esa zona.

La información no era tan buena como esperaba, pero era suficiente. Había desplazado su centro de atención, y varios focos ardiendo latían en su cabeza a la vez, sin dejarle saber cuál quería atender primero. Decidió aferrarlos todos a la vez, e irlos soltando uno por uno cuando llegase el momento. Al menos sabía que dos estaban asociados, y que aquel tercero interesaba más a Radu; por él mismo, cualquier cosa referida a espíritus o tonterías podía esfumarse de su vista. Sabía perfectamente lo sugestionables que podían ser los habitantes de un pueblo perdido y atacado; no se necesitaba ningún fantasma para aterrorizarlos, excepto un par de coincidencias y unos buenos gritos en el momento justo. La astucia era algo que solía faltar a los paladines del más burdo sentido común.

Iakov volvió a la cabaña con tranquilidad y un brillo renovado en los ojos. Era el brillo del poder.

- He encontrado cosas para divertirme, mejores que esa imitadora - dijo a Radu, con una sonrisa despreocupada, exponiendo sus pensamientos con la seguridad de quien le habla a una tumba - Un supuesto amo de los espíritus que puede volver en cualquier momento aterroriza al pueblo; con todo su delirio místico, posiblemente eso te interese a ti. A mí no. Iré más arriba.

A penas alzó la vista cuando Iakov regresó a la cabaña y le dedicó unas palabras. Había salido buscando libertad, algo que también había obtenido Radu quedándose solo. Había tenido suficiente tiempo como para reflexionar sobre algunos sucesos recientes, la mayoría de los cuales únicamente le afectaban a él. Durante los últimos meses le había resultado por completo imposible acceder a parte de su poder como demonio, y había aparecido una sensación que le resultaba… familiar; además también estaba ese incidente con aquellos extraños seres al que aun seguía dando vueltas.

 - Qué agradable saber que la mascota que se alimenta de mis desperdicios al conseguir finalmente una presa se la presenta a su amo como muestra de gratitud.- respondió entre dientes con la mano aun apoyada sobre su sien, acentuando aun más las arrugas que se dibujaban en su frente. –Lástima que un ser tan patético no me sirva de nada.- Aun así, en cuanto imaginó a Iakov como gato presentándole un ratón no tardó en regresar su sonrisa burlona. -“Amo de los espíritus”  ¡Ja! Un charlatán, un mentiroso, un embaucador; eso es lo que es. ¡Ah!, y ellos, esos pueblerinos, tres veces estúpidos por temer lo que no ven antes que lo que tienen bajo las narices.-

Repentinamente se puso en pie completamente entusiasmado. Sus ojos abiertos como platos se movieron nerviosamente a un lado y otro hasta que la excitación dejó paso a una calma contemplativa al intentar repasar todas y cada una de las posibilidades del nuevo mundo que ahora se le mostraba nítido. - Podemos solucionarlo. Puedo solucionarlo.- se apresuró a corregir.

Él había regresado, pero daba igual. Estaba seguro de su victoria y aun así le resultaría divertido derrotarle.

 - ¿Con más arriba te refieres al mercenario ese de pretencioso sobrenombre?- cambió de tema. -“Nueve vidas” Por favor, ¿has visto a sus guardias? Si la valía de una persona puede medirse por la de aquellos que lo rodean, Vitaly no es nadie; aunque eso tampoco dice demasiado de mí.

AZURBAAL:

- Sientes la presencia de Zurbaelor retornado, aunque no en este territorio, tal vez sí cerca. Su odio hacia ti es casi palpable. Está intentando acrecentar su poder. Busca un territorio sumido en un gran conflicto armado y le encontrarás.

- Mucho más fuerte e insidiosa es la presencia de un demonio inmensamente más poderoso: Kupala. - Desde tiempos prehistóricos permanece encadenado a la tierra ancestral de Transilvania. En tiempos fue atado por chamanes humanos y brujos vampiros, como una forma de contenerlo y aprisionarlo. Con los milenios, sin embargo, ha crecido tanto su poder, que su prisión es su cuerpo, y su insidiosa influencia abarca a todo el país. - Durante eras, ningún demonio auténtico, que no estuviera sometido al poder de Kupala, ha sido capaz de entrar siquiera en el territorio de Transilvania. Tú y Zurbaelor sois los primeros. Gran parte de las dificultades que has encontrado en desarrollar todo tu poder son obra de Kupala, y no te extrañaría nada que manipulase sútilmente a los diferentes poderes reinantes en el Voivodato para que intenten destruiros a los dos.

Iakov observó el despliegue de expresiones de Radu arqueando las cejas. De todas las reacciones que esperaba, evidentemente parecía que aquella no era una de sus opciones: y sus ojos siguieron los pasos del Szantovich con atención, intentando descubrir de dónde provenía aquella diferencia. No le extrañaban sus insultos, tampoco su tan acostumbrada retahila de palabras sin ningún interés ni aparente importancia; le extrañaba su pasión. El avance de la ira ya no se notaba en sus gestos, porque seguramente ya lo había digerido antes, y había avanzado hacia la euforia. Estaba seguro de haber averiguado todo lo posible en aquel recógnito sitio perdido en el medio de un mapa que se estaba por venir abajo. ¿Cuál era la razón de semejante despliegue?

La única idea que se le ocurrió, en vista de la situación, fue que esa razón no existiera. O no debiera existir.

- Los costados no tienen valor si no prestas atención al verdadero centro - sin embargo, en contraposición a la sonrisa que siempre adornaba sus labios, Iakov permaneció serio - Ya se joderá Vitaly, con o sin gente. Sin embargo, yo lo veo claro. ¿Qué hay aquí que ha exaltado? ¿Tu padre camina entre nosotros y quieres matarle de una vez?

Se estiró, y movió los dedos de la mano derecha de modo tal que sus falanges, al encajar una y otra vez en sus sitios, imitaron el sonido de los tantos huesos partidos que habían yacido bajo sus botas. En esa posición, hizo una pausa como si estuviera reflexionando, o como si simplemente disfrutara del silencio de respuestas tras el fuerte vibrar de su propia voz.

- ¿Qué ha ensartado tus pensamientos? - acabó diciendo, con una repentina sonrisa burlona.

IAKOV EL ENSARTAOJOS:

- Desde hace un largo tiempo tu supuesto "amo" está encerrado en sí mismo en una especie de letargo mental.

- Sientes que las cadenas místicas que te atan a él se debilitan. Casi te sientes libre, libre para hacer cuanto quieras.

- Libre para marchar de su lado, o incluso atacarle, aunque intuyes que si haces esto último se defenderá con todo su poder infernal.

- ¿Qué vas a hacer ahora? Esta inactividad te está volviendo loco. Ha llegado el momento de actuar.

La sacerdotisa de Veles, Varuska de Veles regresa a Miercurea Cuic, a su antiguo hogar.
Lo hace justo antes de las primeras nevadas.