Partida Rol por web

Ciferinos consigue salir del establo a duras penas. Se puede apreciar heridas de quemadura en el,su viejo habito que ya estaba en malas condiciones ahora esta pegado a la piel quemada del fiel guardian del monasterio.

Los animales aun estan dentro, pero es muy peligroso volver a entrar,tenemos que apagar el fuego para salvarles y evitar que se propague

Aun a pesar de sus heridas y los nervios que aun habitan en el tras vivir tal situacion, Ciferinos se da cuenta de la peligrosa situacion que puede causar el incendio podiendose trasladar a otros edificios y junto a sus demas hermanos se pone a sofocar el incendio

Ciferinos consigue salir del establo a duras penas. Se puede apreciar heridas de quemadura en el,su viejo habito que ya estaba en malas condiciones ahora esta pegado a la piel quemada del fiel guardian del monasterio.

Los animales aun estan dentro, pero es muy peligroso volver a entrar,tenemos que apagar el fuego para salvarles y evitar que se propague

Aun a pesar de sus heridas y los nervios que aun habitan en el,tras vivir tal situacion, Ciferinos se da cuenta de la peligrosa situacion que puede causar el incendio podiendose trasladar a otros edificios y junto a sus demas hermanos se pone a sofocar el incendio

Tras un par de minutos la puerta del despacho vuelve a abrirse viendo entrar el Fraile Domenico a la encapuchada figura que le guió hasta aqui. Sin embargo en seguida el invitado se da cuenta de que el recién llegado en esta ocasión tiene la cabeza descubierta mostrando su rostro y un sello en su dedo, visible cuando se lo tiende para que lo bese como es tradición, que lo identifica como el Abad.

Perdonad la tardanza con la que me presento, Fray Domenico, soy Lucius Sempronius, el Abad de este monasterio.Contad con mi atención, mi ayuda y la seguridad de estos muros pues nada debeis temer en terreno consagrado.
Ahora contadme, ¿que trae a un monje católico a las puertas de mi monasterio? ¿cuáles son esas terribles noticias que anunciais?

Kyrie Eleison, Christe Eleison.

El abad al guiar al invitado hasta el despacho (pues fue él) llevó en todo momento el sello oculto, con sus brazos cruzados o bien enterrado en las oscuras mangas de la túnica.

El Padre Arnaldus estaba nervioso. Corría por los pasillos del monasterio, de una estancia a otra, chillando a pleno pulmón.
—¡¡Fuego!!¡¡Fuego!! Cojan cubos e intenten hacer una cadena humanaaaaaaaa —gritaba el devoto, intentando avisar rápido a cuanta más gente mejor—. ¡¡Primero controlen el fuego!! Si sobra tiempo los animales...

Después de recorrer gran parte del monasterio su voz ya no se oía en todo el recinto. Su angustiada garganta daba gracias que dejase de gritar y volviese hacia los establos para organizar de primera mano a todos los hermanos.

Mientras daba ordenes concretas una serie de pensamientos fluían en la mente de Arnaldus.
¡Señor deme fuerzas!
Lograré superar esta prueba que me ha impuesto.

Aquellas palabras que se formaban daban anímo al Padre para organizar la tarea e incluso en ayudar.

Fray Doménico respira largamente antes de comenzar a hablar. Parece un hombre resuelto, probablemente de ascendencia noble y con algún entrenamiento militar, pero su forma de hablar y sus engrandecidos ojos castaños denotan una personalidad inquisitiva y decididamente militante contra toda forma del mal.

-Gracias, reverendísimo señor -dice, paladeando el tratamiento, que sin duda recuerda de su ordenamiento como fraile en Sajonia-. Como sabéis, fui enviado a la aldea de Buzau en misión evangélica, y durante unos meses la desempeñé con no mucho éxito... -baja el tono- si conocéis bien a los habitantes de estas tierras, sabréis que son supersticiosos y temen acercarse a la Palabra del Señor. Dios me perdone, pero en mi soberbia les califiqué de ingratos: ha querido el cielo castigarme con revelaciones terribles que me han demostrado que los temores de estos siervos no son infundados... y así llego al motivo de mi visita aquí, pues habéis de saber que he venido en busca de aliados para extirpar a las fuerzas del demonio de estas tierras...

Hace una pausa, mientras mira al Abad, nervioso.

-Una noche acudieron a Buzau unos caballeros, nobles y bien vestidos. Uno de ellos, un tal caballero Sidor, usó magia diabólica para eliminar a un rival, justo ante mi presencia. Con gran dificultad fingí no haberlo visto, y aunque el brujo insistió en que le acompañara con pretextos, me negué y determiné buscar ayuda para derrotarle... pero eso no es todo. Mientras estaba en Buzau, una campesina desapareció. Los lugareños se mostraban esquivos cuando les interrogué acerca de su paradero, así que decidí buscarla... una vez que entré en su casa vi que no había rastro de ella... -alarga la mano para tomar su zurrón y de él saca algo que enseña con pulso tembloroso al abad...- excepto esto...

En su mano sostiene la cabellera rubia, perfecta, sin rastro de haber sido arrancada con violencia, de una joven.

mmmmmm bien dice el Abad sin mostrar signos de nerviosismo
Decidme todo lo que sepais sobre esos caballeros, quiénes son, de dónde llegaron, qué magia diabólica usaron... necesitamos saber contra qué mal nos enfrentamos. Un asentimiento acompaña a esta última frase.

Dadme todos los detalles de los que seais capaz y decidme ¿qué proponeis hacer al respecto? ¿seguirán acaso esos caballeros en Buzau?
La mirada del Abad está fija en el extraño trofeo que muestra el fraile.

El interés del abad reconforta al fraile. Por fín cree haber encontrado aliados para su causa.

-Realmente es poco lo que sé. Se reunieron de noche en la plaza de Buzau lo que parecían dos legaciones de nobles. A uno de ellos le llamaban Caballero Sidor. Al otro, Maestro Marcus. Los lugareños cerraron a cal y piedra las puertas de sus casas, atemorizados; así que me dirigí a ellos para preguntarles el motivo de su llegada a Buzau, dispuestos a buscarles cobijo, como manda el Evangelio... Entonces una sombra se movió y el caballero Sidor hizo un movimiento brusco: de su mano emergió una luz brillante y la sombra cayó al suelo, herida de muerte... lo que ví -dice, con dificultad-, fue brujería, Reverendísimo padre, brujería...

Sorbe un poco de agua de su cantimplora, antes de continuar.

-Me acerqué entonces al desdichado y le administré la extremaunción. Todo parecía indicar que era un asesino envíado para atentar contra el caballero Sidor... aún así, recé por su arrepentimiento y le conforté con los últimos sacramentos. Los hombres de Sidor se lo llevaron para enterrarlo y su señor se mostró muy interesado en lo que yo había visto... pude... pude... ocultar mis nervios y parecer sereno: creo que eso me salvó la vida, pero el Señor quiso marcar en mi alma la obligación santa de extirpar la hechicería de estas tierras, y determiné en ese momento luchar contra Sidor y sus seguidores cuando tuviera la fuerza para ello...

Hace otra pausa, pues sus palabras van siendo cada vez más entrecortadas. Es notorio que está extenuado por el gran viaje que ha realizado.

-Regresaron a sus lugares de origen, aunque el caballero Sidor me ofreció acompañarle en misión evangelizadora a sus tierras (no mencionó cuáles eran), cosa a la que me negué, pretextando que mi labor evangelizadora en Buzau aún no había finalizado... Lo que en realidad deseaba era armar a un nutrido grupo de fieles y dirigir yo mismo el ataque a su fortaleza... pero, como os he dicho, en estas tierras, las simples gentes están demasiado aterrorizadas como para que la fe les mueva a la acción... ahora que he encontrado más hombres piadosos, más aliados, aquí, tengo varias ideas para perfilar un ataque... aunque me debo a mi obediencia con vos, Reverendísimo Padre...

Entiendo... solo insistiré un poco más antes de dejaros descansar mi buen fraile. El Abad clava su mirada en los ojos del invitado.

Decidme ¿sabeis entonces dónde está su fortaleza? y en todo caso... ¿cuales son las ideas que mencionais tener para un ataque? sin duda no será fácil enfrentarse a un mal tal y como habeis descrito.

Fray Doménico toma aire, sofocado.

-Como dije antes, Reverendisimo Padre, Sidor no mencionó el lugar de donde procedía, si bien imagino que no debía de estar muy lejos de Buzau, dado que eligieron la aldea para su encuentro nocturno... Supuse que vos, con vuestros contactos, podriáis averigüar cuál es su feudo, lo que fue otra de las razones que me han traido ante vuestras puertas...

Luego baja de nuevo el tono, quizá tanto por el cansancio como por el contenido de lo que dice:

-La idea que esbozó mi mente cuando el caballero Sidor me propuso unirme a él en su séquito fue la de acompañarle, para así poder destruirle desde dentro, ganándome su confianza... sin embargo, no me determiné a cumplirla sin ningún apoyo del exterior... pero ahora, Reverendísimo Padre, con vuestra ayuda, si supiéramos dónde encontrarle, podría enviarle una misiva aceptando su oferta y entrar a su servicio...

Sin duda es la mejor opción, un ataque desde dentro... pero los brujos son ladinos, es arriesgado.El Abad menea la cabeza, despejándola de algún pensamiento.
Desde luego el primer paso es descubrir dónde tienen su nido esas ratas, un plan asi exige tiempo y planificación. Ahora descansad, sereis nuestro invitado todo el tiempo que haga falta.

El hermano Ciferinos... el anciano monje frunce el ceño como si recordara algo ...o cualquier otro monje a mi cargo estará encantado de guiaros hasta vuestras habitaciones y serviros en lo que necesiteis. Me encargaré personalmente de que vuestra estancia sea cómoda.
El Abad, se levanta, dando por finalizada la conversación al menos por hoy.

Después de besar el anillo del Abad y encomendarse a su protección, Fray Doménico de Sajonia abandona la estancia en la que ha mantenido con él su conversación y parte en busca del Hermano Ciferinos para que, como le ha dicho el Abad, le procure un alojamiento en el Monasterio.

Después de preguntar a un par atareados monjes que acarrean agua, Doménico encuentra al hermano Cifernos esforzándose por apagar el incendio: su rostro está congestionado por el dolor que le producen sus heridas. No parece el mejor momento para importunarle con cortesías, y a pesar de su cansancio, Doménico coge uno de los cubos y comienza a ayudar a extinguir el incendio.

El viaje a sido largo y la estancia en Braila, dada la situación de caos en la que se encuentra, poco agradable.
Al acercarnos al monasterio, uno de los criados grita: .-FUEGO!!! ..... PADRE, HAY FUEGO EN EL MONASTERIO!!!

DAOS PRISA!!! Por momentos, el deteriorado carro en el que me encuentro, parece sucumbir a la carrera a la que se ve sometido al subir los últimos tramos de la cuesta que lleva a las puertas del monasterio.

Al llegar, una situación de caos, gritos, carreras sin orden ni concierto y rostros llenos de terror y cansancio me dan la bienvenida.

AYUDADLES!!! grito a los criados que me acompañan, mientras bajo del carro.

De inmediato trato de tomar el control de la situación y evaluar los daños aparentes que el desvencijado establo ha sufrido con el incendio, mientras organizo a los hombres en la extinción del incendio (DARK, dime si he de tirar algo).

FORMAD UNA CADENA!!! COGED LO QUE ENCONTREIS Y HECHAD LO QUE QUEDA DEL TEJADO ABAJO, ANTES DE QUE EL FUEGO SE EXTIENDA AL RESTO DE LOS EDIFICIOS!!!

Al pasar junto a mi, un hombre a quien no había visto nunca derrama el contenido de uno de los cubos. Al tratar de ayudarle veo la extenuación en su rostro. La luz proveniente del fuego me descubre una cruz católica en su pecho y solo entonces me percato de sus ropajes. Otro católico!!!!

Mi nombre es Severus. Soy el Prior de este monasterio.... ¿quién sois vos? mi tono es brusco, mezcla del cansancio del viaje y de la extraña situción en la que nos encontramos.

Fray Doménico deja un cubo vacío en el suelo antes de dirigirse al prior, humillando la cabeza.

-Mi nombre -dice, con la garganta ronca por el humo y por el cansancio de su viaje-, mi nombre es Fray Doménico de Sajonia, de la Orden de San Benito. He venido desde muy lejos, y como vos, estoy cansado, por lo que me atrevería a rogaros, Padre, que pospusiéramos nuestra justa charla hasta que hayamos controlado las llamas...