Partida Rol por web

Han transcurrido un par de horas desde que dejamos el pueblo, lo suficiente como para alejarnos del pueblo.

- Busquemos un lugar seguro y acampemos, ya nos hemos alejado lo suficiente del pueblo. Haremos guardias, la primera la haremos Lisander, Dimitri y yo. La siguiente Marcus, Durius y Dynnu. Atad la mula y estad atentos, recordad que podemos estar siendo acechados por esa bestia, recordad las palabras de los campesinos. -

- Dimitri, Lisander haced un fuego, recoged unos maderos, prendedlos y estacadlos formando un círculo alrededor del campamento, a unos diez pasos de distancia del centro. Así mantendremos a las alimañas a raya y tendremos un campo de visión mayor. Si teneis que reponerlos hacedlo entre los dos, nunca os separeis. Después volved junto al resto y empezad a montar guardia, si uno se duerme que el otro lo despierte. Yo me prepararé ahora mismo, no tengais miedo. -

Mientras los hombres preparaban el campamento en el lugar elegido y estacaban los gruesos maderos como les había indicado, me siento en el centro del campamento y comienzo una leve salmodia en tono bajo, apenas casi susurrada. Las brisas comienzan a entonar sus respuestas a mi súplica. Parece que son los mismos árboles que nos rodean los que comienzan a conversar conmigo; el aire comienza a ondularse arrastrando diminutas chispas de la hoguera. Las palabras flotan a través del aire acudiendo a mi ruego, los vientos son ahora mis oidos.

La serenidad se apodera de mi mientras el resto de los integrantes de la expedición se afanan en preparar el campamento. Sólo una frase sale de mis labios.

- Estoy preparado -

- Dimitri, vamos, no seas holgazán. Cuanto antes terminemos antes estaremos dentro del círculo de fuego - comento y me pongo a recoger leña como un poseso.

Al cabo de un rato, entre ambos hemos recogido un buen montón de madera.

- Dimitri, afila con el cuchillo las puntas para que podamos clavarlas más fácilmente en la tierra. Yo untaré algo de sebo para que prendan más rápidamente.

Finalmente, con la tarea acabada y habiendo seguido las instrucciones del caballero Sidor, nos sentamos en el interior del círculo. Este se ha sentado y parece estar rezando. Un caballero realmente pío, a pesar de tener una fe equivocada. Más le valdría confiar en Velas, pienso.

Me siento junto a mi cuñado y saco el laúd. Rozo suavemente sus cuerdas y entono muy suavemente una vieja canción que aleje nuestros temores, reconforte a los que duermen y nos mantenga despiertos a quienes hacemos guardia.

No encuentro armas
contra vuestros poderes;
piedad os pido
de tal forma que sea honorable.
Que no me escuche
Dios entre los que ruegan
si yo quiero la renta
de los cuatro reyes mayores
(...)

Una vez el campamento está preparado conforme a las órdenes Durius se acomoda como mejor puede para dormir. Le hubiese gustado hacer guardia con su maestro para poder plantearle un par de preguntas que le rondan, pero sin duda es mejor que uno de los dos esté despierto en todo momento. El cansancio pronto puede más que la preocupación por los acontecimientos del día y no tarda en dormirse, aunque a juzgar por sus movimientos su descanso no parece tranquilo.

Uf! Lo de estar largo tiempo sentado nunca ha sido lo mio, al menos si no hay unas cervezas de por medio.

Al menos las canciones de Lisander amenizan un poco la espera y no me molestaran cuando me toque dormir.

Ando constantemente y vigilo bien las teas, si alguna tiene visos de apagarse pronto llamo a Lisander para que me acompañe a cambiarla.

Me tomo este impas como si estuviera cuidando las cabras. Si veo algun rastro de animal salvaje acechando en la oscuridad lo espantare con la honda.

Depues de los acontecimientod de esta noche la vida parece mas peligrosa, como bien decia mi padre. Creo que en cuanto pueda deveria aprender a usar algun arma. El maestro Marcus parece tener ciertos conocimientos, pero seguro que ni siquiera se dignaria en explicarme que las armas hay que cogerlas por el lado que no tiene filo. En algun momento me acerco a Lisander y le pregunto, empuñando el cayado a modo de espada.

-Lisander, tu sabes usar un arma?

-Lisander, ¿tú sabes usar un arma?
- Depende. Si lo que tengo entre las piernas entra en tu consideración de arma, sí, sé usarla y de hecho podría considerárseme un peligroso espadachín - digo sonriendo -. Si hablas de espadas, mazas y demás, me temo que no soy tu hombre.

Me siento por un momento frente a Lisander y le miro escrutándolo con el ceño fruncido. No me gusta mucho el tono ni el contenido de las últimas afirmaciones del marido de mi santa hermana.

-Humm!!!! Mas os vale dejar esa fama de duelista.

Pasando el rato…paseando..a veces tirando alguna piedra…

Algo se ilumina de repente “El conde Bran”

Me dirijo hacia donde se encuentra Sidor.

-Mi señor. Acabo de recordar. El conde Bran…

-Es el viejo conde de Kronstadt, en el condado de Bran…pero seré idiota, el condado de Bran, como es que no he caido antes. Lo siento mi señor, creo que la visión del cadáver debio de dejarme ligeramente transpuesto por que si no, no logro explicar como es posible que no me haya acordado antes.

-Si esta claro como el agua, el conde Bran del condado de Bran, si hay que ser idiota, la misma frase lo dice. Disculpad señor a este pequeño despistado, pero haveis de comprender la situación, esto es todo nuevo para mi y no estoy nada acostumbrado. Habéis de saber que es la primera vez que salgo de la aldea y claro, las emociones y todo lo que a ocurrido. Pues que no caí antes. O sea, cuando me hicisteis la pregunto. Los nervios y eso, pero ya me repito.

-Pues que estaba hay paseando, mirando las llamas y de repente he recordado lo poco que nos contó padre del conde Bran. Yo creo que es por las llamas, si las miras fijamente te tranquilizas y de repente cosas de las que no te acordabas te llenan la mente, a veces me ha pasado lo mismo mirando las nubes tumbado en el campo. Te tranquilizas y de repente ves algo con claridad cristalina, lo malo es que para cuando llegas a casa y se lo vas a contar a alguien la mayor parte de las veces no te acuerdas.

-Bueno, eso. El conde Bran es el viejo conde de Kronstadt, astuto como un zorro me decía mi padre. Será quizás por lo viejo, no se, pero padre a veces lo usa como ejemplo así que además de astuto debe de hacer las cosas bien, aunque a veces se me escapa que quiere decir que un conde haga las cosas bien por que parece que eso implica que el pueblo lo pase mal, pero bueno, mi padre de esas cosas entiende y decía que era buen político, además de astuto…bueno, eso ya lo dije antes.

-Si padre nos conto algunas historias del Conde, no mucho la verdad y de poco interés, además, son cosas que todos saben, como el odio que les tiene a los Szantovich, aunque se casase con una…eso son de esas cosas que se relacionan con hacer buena política esta visto, lo de casarte con alguien a quien odias. A mi esas cosas la verdad es que se me escapan un poco. Pero eso, que se caso con una, que además le dio dos hijos y luego la desterró, cosas de esas de política. Te casas con alguien que odias y luego la destierras, bueno, a ella a los dos hijos y al cuñado, no vaya ser que...Que alguien me explique que se puede sacar de eso.

-A lo tonto su querido sobrino, Andru, al que parece que quiere dejar como heredero, bueno, al menos lo cría como propio, tiene sangre Szantovich. Cosas de la vida y de la política.

- Yo la verdad es que…..bla...bla...bla

Aquel monstruo estaba sobre mí, agarrandome con fuerza sobrehumana que me era imposible vencer. Podía sentir su frío cuerpo tembloroso, pero lo peor era ese olor nauseabumdo que le envolvía.

Se enganchó en mi cuello y sentí que mi vida se consumía en ese preciso instante, impotente me daba cuenta que aquel era el final. Un final lento y agónico.

Mis ojos cedieron y optaron por cerrarse cuando las fuerzas me abandonaron, permanecí quieta e inmobil. Nada podía hacer.

Pero cuando sólo un hilo fino me unía a esta vida, algo atarvesó mi garganta, atarvesando mi ser. Caliente, muy caliente se abría paso dentro de mí. Y me invadía.

Entonces mis ojos se volvieron a abrir, y lo que ví, ya no era yo.

Casi aturdido por el incesante parlotear de Dmimitri intentaba mantener la concentración en la escucha de los susurros del bosque mientras a la par trataba de separar el grano de la paja de lo que me ofrecia mi siervo. Según tenía entendido, el Conde de Bran era prácticamente vecino del maestro Marcus. La luz empezaba a hacerse en mi mente, todo parecía indicar que la presencia del asesino respondía a una maniobra política del susodicho conde. El objetivo estaba claro, era Marcus, pero además del porqué obvio, como la continua expansión de las tierras propias de la ambición de todo noble que se precie de ello. Era lógico pensar que si Marcus era uno de los Señores Feudales vecinos, más teniendo en cuenta su precaria situación política en sus tierras, además de su enemistad con el Boyardo; un asesinato podría hacer tambalear la balanza de poder hacia el Conde de Bran y este podría solicitar la anexión de nuevas tierras frente al Voivoda.
Se imponía, una conversación larga y tendida con Marcus.

Así, entre estas y otras cavilaciones transcurrió el primer turno de guardia.
Los desacostumbrados Dimitri y Lisander cabeceaban ya cuando me levante y desperte a los otros tres integrantes de la expedición.

Conociendo el carácter del Flambeau y su rapidez de respuesta, prefería llamarlo desde la distancia antes de que su daga rondase mi cuello por acto reflejo.

- Marcus...Marcus - pronuncie alzando cada vez más la voz. Viendo la carencia de respuesta quise divertirme un poco a costa de todos, aumentando la intensidad de mi voz.

- ¡¡¡Los Magiares!!! -

...y las arañas se siguen arrastrando sobre sus dedos. La voz femenina ha pasado a sonar más cercana, casi como si estuviese justo a su espalda, y sus profecías---¡LOS MAGIARES!

Durius se despierta con un brinco de pánico, más debido al último coletazo de su pesadilla que al grito que le ha sacado de ella, pero en cuanto su cerebro se conecta y asimila el dato la sangre abandona su rostro.

¿Qué?¿dónde? - es lo único que alcanza a balbucear desde el suelo - ¿Dónde?

Cuando hubieron partido los brujos, el fraile respiró, aliviado. Lo que había visto era de una gravedad increíble, así que planeó con mucho cuidado sus siguientes pasos:

En primer lugar, escribió una carta al obispado del que dependa Buzau comunicándoles lo sucedido y rogándoles que iniciaran una investigación. (En el caso de no haber obispado, a la autoridad religiosa católica más cercana) Así mismo, escribió otra carta al abad del monasterio, de su orden, más cercano, en los mismos términos.

Trató de hablar con el párroco Ortodoxo de Buzau para informarse acerca de las actividades del misterioso caballero. En el caso de que el párroco estuviera dispuesto a colaborar con él en el combate contra las fuerzas del "maligno", le contaría todo lo que ha visto.

Por último, redobla sus esfuerzos en la predicación a los campesinos, que sin duda saben que sobrevivió al encuentro con los individuos que tanto miedo les provocaron. Sin revelarles aún nada de lo sucedido, trata de imprimir a sus sermones un carácter más "ardiente" y "combativo", en vistas a la batalla por el Señor que parece avecinarse...

Marcus, cuando finalmente oye la voz de alerta se levanta de un salto, parpadeando con fuerza, las manos ya colocadas en la postura de Creo Ignem y buscando un objetivo. Tarda unos segundos en darse cuenta de que la situación no es de alerta y entonces busca con la mirada al origen de los gritos. Lo encuentra. Jamás una mirada pudo decir más con solo ser aplicada a su objetivo. Los ojos de Marcus parecen brillar con el mismísimo fuego del infierno. Sus manos crispadas en posición todavía de Creo Ignem, nadie podría dudar de sus intenciones homicidas. Entonces tuerce el gesto, sus labios se transforman en una sonrisa apretada, que desemboca en una sonrisa sincera llena de blancos dientes y finalmente en una poderosa carcajada. Se acerca al praeco, todavía riendo y le da un manotazo afectuoso (si eres un oso) en el hombro.

- Que gracioso, jajajaja. Ahora, mejor que tengas una buena escusa para despertarme así si no quieres que te despelleje vivo -dice mientras le da otro manotazo y vuelve a carcajearse poderosamente.

Tras la conversación que mantenga con el Tremere y tras atravesar el primer bosque (cosa que no creo que lleve mucho tiempo), a la salida del mismo, se despedirá de todos y se irá en otra dirección, bordeando el bosque, para no estar a la vista de nadie, ni siquiera del tremere y sus lacayos. Entonces concentra su energía mágica a la vez realiza los pases, gestos y exclama: Rego Auram y acaba de realizar el hechizo de Cabalgar los Vientos que, a pesar de ser de difícil uso, le llevará por fin a su descuidada alianza.

- Escucha antentamente - le digo.
En nuestra lengua materna para hombres como nosotros le comunico los detalles de la información que Dimitri ha tenido a bien recordar y mis cvilaciones mientras hacía la guardia. Parece que Marcus frunce cada vez más el ceño y si no fuese por su voluntad se diría que pretendises derribar de un zarpazo un árbol cercano.
El cambio de guardia se realiza sin mayores contemplaciones dejando a Marcus, Durius y Dynnu al cargo de la misma. Dimitri y Lisander ya roncan antes de siquiera recostarme contra la tierra medio húmeda. Lisander parece soñar susurrando una cantinela entrecortada.

Quedan menos de la mitad de la noche para el alba. Marcus nos dejará entonces, partiendo en solitario para sus tierras.

La mañana se levanta por fin, algunos acumulan más fatiga en sus doloridos músculos que otros. El bosque no eja de ser cerrado, pero a perdido ese aire siniestro que leconfiere la noche y el viento en estas tierras. La mañana se presenta con una leve llovizna.
Mientras los hombres preparan la partida mellavo a Marcus aparte, en breves momentos concretamos los planes de nuestro pacto de mútua ayuda y los siguientes pasos a seguir. Al término de las crípticas frases me doy cuenta de que en unas cuantas noches, cierta complicidad se a instalado en nuestra relación de mútua necesidad, el tiempo que dure la misma se pondrá de manifiesto con los acontecimientos venideros. Al final Marcus nos deja buscando en solitario una zona más privada. No le sigo para comprobar su marcha, pues tengo la certeza de que en nada le serviría. Regreso junto a Durius y mis hombres.

- Marcus nos ha dejado, volvamos a casa -

Los días transcurren cada vez de forma más y más comoda, pese a la cierta desconfianza reinante los primeros días, parece que el viaje a unido un poco al grupo. incluso Durius parece algo más habituado a las inclemencias en incomodidades de los caminos.

Tal vez consigamos hacer algo de él.

Mi mente ya elucubraba acerca de los planes para cada uno de ellos.

Durius se había mostrado bastante capaz, si bien carecía de talento para defenderse, tendríamos que solucionar ese aspecto a la mayor brevedad posible.
Dynnu parecía una buena baza política en el pueblo, paciente como su padre, sereno y observador; con unos cuantos modales castrenses y algo de lengua de plata bien podría pasar por político.
Dimitri era un muchacho de acción, estaba claro, era el que menos preocupaciones me deparaba en cuanto a su futuro. Me preguntaba hasta que punto se le podría inculcar cierta destreza con las armas. Le había visto jugetear con su pequeña honda, derribando pájaros y ardillas con cierta facilidad, me gustaría saber lo que sería capaz de hacer con un arco entre sus manos y una espada en su cinto.

Lisander..., Lisander era un caso aparte. Pese a su ingenio y carisma, sino era capaz de contener sus pantalones en alto, podría traer más de un dolor de cabeza. Parecía más sensato junto a su familia política, pues por algún extraño motivo le ataban de corto. Pero dejarle sólo ante la presencia de un noble, era un suicidio político, a no ser que el señor en cuestión gustase del escarnio de su propia persona.

Sus servicios no habían sido tan deficientes como en un principio daba por echo de unos meros campesinos, habría que templarlos como al hierro al rojo cierto, ¿pero no era cierto que el hierro debe ser librado de su herrumbre para forjar una buena espada?.
Al menos así lo recordaba yo de sus propias palabras; sus palabras, tan lejos de Él en estos momentos. De haber estado presente la facilidad de la labor sería casi pasmosa, a veces todavíame preguntaba porque era yo el encomendado para esta labor.