Aún no estaba segura de que le estuviese diciendo todo, pero al menos empezaba a entender el problema. Su hermano se merecía algo mejor. Estar rodeado de gente que comprendiese lo que valía, en lugar de enturbiar su brillo. Pero suponía que si todo el mundo tuviese lo que merecía, el mundo sería un lugar distinto. Aún así, era frustrante. Quería poder hacer algo, cualquier cosa. Ir a tener una conversación con Hulrom y hacer que empezase a comportarse. Pero no era tan estúpida como para no saber que eso no iba a hacer más que empeorar las cosas.
Suspiró, vencida. Si lo único que podía hacer por su hermano era estar a su lado, al menos haría eso.
-Escucha, Ragmir. Como hermana tuya, te diré que a veces eres insufrible. Siempre siendo honorable, siempre el que mejor pelea, el que sabe recitar la genealogía de los reyes sin equivocarse...Y todo lo haces sin siquiera presumir de ello, como si creyeras que los demás podemos hacer lo mismo. Así que el resto de la gente ni siquiera podemos enfadarnos contigo. Lo único que nos queda es querer ponernos a tu altura si estás con nosotros. Y si hay algo de decente en Hulrom, no se me ocurre nadie mejor para servir de ejemplo y maestro. Así que supongo que Kharnin ha elegido bien en ese sentido. Pero por mucho que crea que puedes lograr hacer lo que te propongas, no significa que no crea que a veces necesites algo de apoyo, y que yo también quiera ser quien cuide un poco de ti de vez en cuando. Y como tu hermana pequeña, no pienso aceptar otra cosa que que hagas lo que yo digo.
Le dio un golpe amistoso en el hombro.
-No estoy preocupada con tener o no que lidiar con nada, lo que me preocupa es con qué tienes que lidiar tú. Si necesitas ayuda, o hablar, o cualquier otra cosa, vas a tenerme cerca. Quieras o no. Así que más te vale querer. Venga, te pago otra cerveza.
Durante unos momentos hubo silencio. Ragmir miraba con firmeza a su hermana y ésta detectaba cierta preocupación en su expresión. Finalmente localizó cierta sonrisa en la comisura del labio de su hermano y ella misma no pudo hacer otra cosa que sonreír. Ambos estallaron en una carcajada conjunta momentos después, pues ante todo, eran enanos y además de ello, eran enanos en una taberna. Por si fuera poco, tenían una cerveza delante de sus narices y otra de camino.
Y así fue como Freyda empezó a servir a la misma casa que ya lo estaba haciendo su hermano mayor al que en idolatraba de alguna manera. Ambos se convertirían en el orgullo de su casa, o eso era lo que todo parecía indicar el curso de los acontecimientos. No obstante, el futuro que les esperaba era bastante más cruel de lo que podía llegar a preveerse y quizás de ser ahora, Ragmir nunca hubiera obligado a su hermana a pasar por el trance que sucedería tan solo algunos meses después de aquella reunión informal en aquella taberna.
Fin de la viñeta. Ya veremos cuando retomamos las historias de tu pasado!
En los confines de un monasterio anzano, vivía un monje llamado Kapala. Durante años, había dedicado su vida a la oración y la meditación en busca de la verdad espiritual. Sin embargo, cierto día y sin previo aviso, comenzaron a asediarlo extraños sueños y visiones.
Kapala experimentaba en sueños vívidas imágenes de una vida pasada. Se encontraba en una aldea, rodeado de campos verdes y bosques espesos cubiertos de nieve. En esas visiones, siempre destacaba siempre una mujer llamada Demut. Por alguna razón tenía una gran conexión con esa persona y casi podía decir, que esa persona era él de alguna forma.
Dichas visiones no fueron algo ocasional, sino que persistieron en el tiempo y Kapala sintió que eran más que simples sueños. Convencido de que estas experiencias eran mensajes divinos, se sumió en la investigación, buscando respuestas en los antiguos textos del monasterio. Con el tiempo, llegó a la conclusión de que debía seguir las visiones y descubrir el propósito detrás de esta conexión con Demut. Guiado por la certeza espiritual, emprendió un viaje hacia el lugar que veía en sus sueños: un pantano oscuro y misterioso.
Eso le llevó a dejar el continente de Arthanis y cruzar el océano de la Gran Sierpo Escondida y acabar explorando los incivilizados territorios de Harvaka. A medida que avanzaba hacia dónde sus visión le indicaban que se encontraba el pantano, las visiones se intensificaron. Kapala sintió que Demut lo llamaba desde algún rincón del pasado. Finalmente llegó a una región muy al norte del continente. Una zona poco poblada, donde se cruzó con muy pocos habitantes en pequeños asentemiantos muy dispersos.
Allí pudo descubrir que el pantano que estaba buscando, se encontraba algo más al norte, pero nadie le aconsejaba seguir en dicha dirección, pues se decía que el patano era un lugar maldito, del que nadie regresaba nunca. Era como si su densa niebla atrapara a todo aquel que se adentraba lo desconocido, para no dejarle salir nunca.
Kapala no hizo caso de todo aquello, pues si había llegado hasta ese lugar no iba a detenerse ahora. Por ello siguió su marcha hacia el norte y cuando vio los límites de aquel monstruoso pantano, no lo dudó y se adentró en lo desconocido.
Tu perosnaje es natural del Gran Reino de Anza:
El reino de Anza se había establecido entorno a los territorios situados al sur del océano del Lagarto y las montañas Ceñudas, al norte de los montes Grises y al oeste de la cordillera de la Sierpe Hi-Thien, en el continente de Arthanis.
El Gran Reino funcionaba durante la Era de las Grandes Razas, como una compleja red de alianzas entre diferentes ciudades estado, las cuales contaban con sus propios reyes. Fueron muchas las ciudades que surgieron durante la era pretérita y muchas también las que sucumbieron antes de que la era de la Historia comenzara. Éstos grandes reinos tuvieron mayor o menor importancia en la historia global del más antiguo reino de toda Gea, pero lo cierto es que por muy importantes que llegaran a ser en algún momento de su historia, todos acababan por sucumbir debido a las múltiples guerras contra los infinitos enemigos de la nación y o bien perdían gran parte de su poder quedando en un segundo plano o incluso algunos de ellos dejaban de existir dando lugar a nuevas naciones y nuevos linajes monárquicos.
Funcionamiento interno del Gran Reino:
Estamenos políticos:
El Huandy: Emperador del Gran Reino de Anza, quien era el jefe supremo del Estado y su máximo representante.
Tiandji: funcionario más poderoso en la jerarquía, número uno de la burocracia. Elegida nominalmente por el Huandy de entre sus consejeros y siempre se trataba de una persona de habilidad excepcional. Se pronunciaba sobre todas las peticiones y quejas presentadas a la corte.
Tenn-ho: alto juez que se encargaba de dirigir el poder judicial, elegido por el Huandy cada 10 años.
Wang-ho: consejo del Huandy. Dictan normas. Sus miembros son los wang.
Gun-sho-ho: gobernador civil que impartía justicia y organizaba el territorio sobre el cual se le había otorgado poder.
Además, sin tener cargos ejecutivos, se encontraba una intrincada red de funcionarios y administrativos que se encargaban de realizar todas las tareas queridas para el buen funcionamiento del reino. Por lo que el rey estaba rodeado además de su consejo, por toda una serie de amigos y las personas favorecidas que alcanzaban los puestos administrativos más altos. La tendencia era llenar estas posiciones sobre la base de la herencia. Uno de los deseos más ardientes de estos administradores burócratas era subir en la escala burocrática a través de promociones y de entregar sus puestos para sus hijos.
Estructura religosa:
El Gran Reino de Anza es complejo burocráticamente, pero más aún en su estructura monacal. La burocracia religiosa es una estructura compleja y jerárquica que refleja la intersección entre la fe espiritual y el gobierno:
Guía Espiritual Supremo (Shen-zu): encarnación de la divinidad suprema. Único vínculo directo con los dioses. Responsable de la interpretación de los textos sagrados y la definición de doctrinas.
Consejo de los Nueve Clanes Celestiales (Ji Xan Ji Tang): representantes de las principales escuelas de pensamiento religioso. Asesores del Guía Espiritual Supremo. Encargados de mantener la cohesión y la armonía entre las diversas creencias.
Ministros de los Altares Sagrados (Sheng Tan Bu Chang): Encargados de administrar y mantener los templos sagrados. Responsables de organizar rituales y festivales religiosos. Actúan como intermediarios entre los sacerdotes locales y las autoridades superiores.
Sacerdotes de las Montañas Celestiales (Tian Shan Shengshi): encargados de los templos en las montañas sagradas. Realizan prácticas ascéticas y rituales de purificación. Se espera que sean eruditos en filosofía religiosa.
Guardianes de los Ríos Divinos (Shen He Hu Zhang): responsables de los templos ubicados junto a ríos sagrados. Encargados de rituales de bendición y purificación del agua. También actúan como mediadores en disputas relacionadas con los recursos acuáticos.
Oráculos Celestiales (Tian Xian Yun Chou): personas dotadas de la capacidad de recibir mensajes divinos. Realizan consultas y dan orientación basada en sus visiones. Se consultan en momentos de crisis y decisiones importantes.
Monjes Itinerantes (Ludong Seng): Viajan por el reino, difundiendo la enseñanza religiosa. Se dedican a la ayuda a comunidades necesitadas. Actúan como embajadores de la fe en regiones remotas.
Sacerdotes Locales (Difang Zhushi): Encargados de templos comunitarios. Dirigen ceremonias locales y rituales familiares. Son responsables de la enseñanza religiosa básica.
Novicios Espirituales (Shenti Shuru): Inician su formación religiosa en monasterios. Asisten a maestros religiosos y aprenden los rituales. Se espera que elijan un camino específico dentro de la burocracia religiosa al completar su formación.
Esta escala burocrática religiosa refleja la rica tradición espiritual del Gran Rieno, donde la fe y la estructura gubernamental están entrelazadas para mantener la armonía entre lo divino y lo terrenal.
Plano de Arthanis:
- Levanta ese brazo. - Le dijo Aldric a Hybrido.
Hybrido obedeció la orden que acababa de recibir. Aquel hombre al que Hybrido conocía desde siempre hizo algunas comprobaciones en las articulaciones de la muñeca, el codo y el hombro. Tras unos momentos y varias comprobaciones, asintió con la cabeza. Parecía satisfecho, aunque Hybrido no estaba del todo seguro de tal extremo, pues no acababa de comprender todavía las expresiones humanas.
- ¿Estás listo? - Le preguntó. - Bueno, eso es lo que tengo que decir yo. - Volvió a asentir. - Lo estás. - Afirmó mirándolo de arriba abajo. - ¿Sabes para que has sido creado? - Le preguntó entonces.
Kapala inspiró hondo, llenándose de las energías de aquel pantano que no despertaba en él más temor que otros páramos que había visto en su largo viaje, si bien le creaba cierta inquietud. O tal vez incertidumbre. Había de meditar al respecto. Y hablar con sus Consejeros.
—¿Cuál creéis que es la causa de mi desasosiego? — preguntó en voz alta.
—El miedo. — respondió una de las calaveras infantiles que colgaban de su cuello.
—La curiosidad. — respondió otra.
—El hambre. — sentenció la última.
Kapala frunció el entrecejo.
—Purgué de mi ser el miedo en la prueba del fuego. No puede ser miedo. — movió la mano en un gesto condescendiente — La curiosidad tal vez. Demut sigue apareciendo en mis sueños. Tal vez este pantano fuera en su día aquel campo verde y bosque cubierto de nieve. Ahora yace putrefacto como el cuerpo de una doncella que una vez fuera joven y bella.
—¿Como nuestro antiguo reino? — preguntó la primera de ellas, sonriente como todas las calaveras.
Kapala endureció la expresión pero mantuvo la mirada fija en la lejanía. El recuerdo de la enfurecida turba, enterrado tras una gruesa coraza espiritual forjada de años de meditación y artes marciales, le turbó y se tuvo que sentar en un tronco podrido y cubierto por el musgo.
—Eso forma parte del pasado. Son cenizas de las cenizas de las cenizas que fueron arrastradas por el viento del tiempo. Nada ni nadie quedan de entonces. Y te advierto que más te valdría cuidar ese tono si no quieres perder las lengua.
—Hace años que la perdí. Tendrás que pensar otra cosa. Tal vez sí queda algo de aquel tiempo. Tal vez lo que queda eres tú. Tu esencia, que te condena a quemarlo todo y reducirlo a cenizas.
Kapala se levantó bruscamente, en un estallido de ira que hacía años que no sentía pero que de pronto estaba tan fresco como había estado siempre.
—¡Silencio! — rugió, y acto seguido se llevó las manos a las sienes, sosegándose. —Vamos a continuar. Demut debió habitar aquí. La Verdad se encierra en la maldición de la que las gentes de la región habla, estoy convencido. Las energías del Universo, de la que están hechos hasta los mismísimos dioses, me han empujado hasta aquí para que la afronte. Es mi destino.
Dicho eso, se ajustó el petate al hombro y echó a andar, resuelto, adentrándose a aquel lugar pestilente y maldito.
Kapala se aventuró con determinación a través del pantano envuelto en una neblina espesa mientras sus pasos resonando en la maleza húmeda y crujiente. La oscuridad del entorno era palpable, pero su conexión con lo sobrenatural le guiaba con certeza hacia la mansión oculta en lo más profundo de la tierra pantanosa. Mientras avanzaba, la atmósfera se volvía más densa, como si el propio pantano respirara con vida propia. Kapala se detuvo en un claro, sintiendo la energía ancestral que emanaba de la tierra.
En ese momento, sintió como algo se apoderaba de él. El monje inmóvil puso los ojos en blanco y entró en un extraño trance. Kapala sintió cómo su conexión con el entorno se profundizaba. Sus ojos, ahora cerrados, no veían el pantano frente a él, sino más allá, hacia las capas invisibles del tiempo y la realidad. La niebla se disipaba en su mente, revelando una visión, una ventana hacia el destino que la aguardaba.
En el trance, Kapala caminaba en dos mundos a la vez. Sus pies no tocaban la tierra húmeda, sino que flotaban sobre una senda etérea que la conducía hacia la mansión escondida. La visión, como un tapiz desplegado en el tiempo, le mostraba la imponente mansión emergiendo de la bruma, y en su interior, a Demut, con ojos fijos en un destino entrelazado con lo desconocido.
Kapala sintió como abandonaba su propio cuerpo y de alguna manera su alma se fusionaba con la de Demut. Sintió entonces que siempre habían estado juntos y que aquel era el estado natrual de su propio ser. Se encontraba en la penumbra de una estancia oculta, iluminada por velas parpadeantes. Se hallaba en el centro de un círculo ritual trazado con polvo de incienso y hierbas aromáticas. Sus ojos, normalmente resplandecientes, ahora reflejaban una concentración intensa mientras comenzaba a entonar cánticos antiguos.
El sonido de la voz de Kapala y Demut resonaba en la estancia, fusionándose con el murmullo lejano del pantano. Poco a poco, sus movimientos se volvieron más rítmicos, como si estuviera siguiendo los compases de una melodía invisible. Con cada palabra pronunciada, la figura de Demut y Kapala parecía fundirse con las sombras, y una luz tenue empezó a emanar de sus manos extendidas.
En el punto culminante de la ceremonia, cerró los ojos sumergiéndose en una conexión más profunda con las fuerzas que yacían más allá de la percepción ordinaria. La respiración de Kapala Demut se volvió más lenta y pausada, como si estuviera abandonando la realidad tangible para explorar los rincones más oscuros de la visión que buscaba.
Fue entonces cuando volvió en si. Se hallaba de nuevo en el pantano y volvía a estar encarnado en el cuerpo del viejo monje que había huído de su pasado. Duranste el trance, Kapala se convirtió en un puente entre el mundo conocido y el misterioso pasado. Sus sentidos extendidos hacia dimensiones que escapaban a la comprensión humana. Su cuerpo todavía temblaba ligeramente tras aquella experiencia extracorpórea, que acababa de vivir.
Kapala temblaba en el suelo, en posición fetal. Se había caído en algún momento de la experiencia. Sollozaba quedamente, como un patético anciano asustado y senil. Cuando se dio cuenta de que había regresado levantó la cabeza para comprobarlo. Volvió a apoyarla en el blando terreno del pantano, manchándose la frente y el turbante.
— Kapala Demut... Demut Kapala... — repetía — ¿Qué has hecho con Kapala, Demut? ¿Qué nos une con tal vehemencia, mujer, que tú eres yo? ¿Qué ritual es aquel que realizaste, que realicé? ¡No logro entender! — golpeó débilmente el suelo con los puños, frustrado, pero se serenó al momento y se sentó en el suelo con las piernas cruzadas —No. Como un río que ruge, también se sosiega al llegar al lago. Estas imágenes permanecerán en mi mente y hallaré la respuesta desde la calma del agua. Yo soy Demut y Demut es Kapala. Hummm... — se mesó la barba pensativo. Tenía algunos trocitos de hojas podridas en ella.
Miraba en la dirección en la que le indicaba su percepción sobrenatural. Su respiración era sosegada y ya no temblaba.
—Hemos de continuar en esa dirección, mis consejeros. Siento que estamos cerca de la mansión. Mi mansión. De Demut, en realidad, pero mía. La mansión en la que yo, cuando era Demut, vivía y llevé a cabo ese ritual tan lleno de misterio. Demut es Kapala. Kapala es Demut. Así es y no de otro modo. Hacia allá vamos, adelante.
Echó a andar con renovada determinación. Las calaveras entrechocaban entre sí y murmuraban, pero él no prestó atención. Kapala no tenía necesidad ni interés por inmiscuirse en los asuntos vulgares de sus lacayos. Tenía mucho que hacer tratando de encontrar un pasado muy pasado.
Hybrido yacía en la mesa, sintiendo el zumbido de la energía que fluía por sus psicocristales. Sus sensores se activaron, registrando las luces intermitentes y los murmullos de quien le estaba observando con expectación. Las primeras imágenes se grabaron en su "mente", una amalgama de datos visuales que empezaron a dar forma a su percepción del mundo.
Los primeros minutos de Hybrido fueron un torrente sensorial. Vio las sombras danzar en las paredes del taller donde fue creado junto a otros de su clase. Escuchó el zumbido de las máquinas y sintió la textura fría de la mesa bajo sus manipuladores. Todo era nuevo, fascinante y desconcertante a la vez. Pero no hubo miedo ni confusión, solo una curiosidad incipiente.
Sus creadores lo llevaron a través de experiencias controladas. Le presentaron un cubo, y a través de repeticiones, aprendió a identificar sus bordes y esquinas. En otro momento, se enfrentó a un laberinto virtual, resolviendo problemas para encontrar la salida. Cada éxito y desafío contribuyeron a la construcción de su conocimiento. Descubrió que la superficie resbaladiza requería un ajuste en su locomoción, una adaptación que quedó grabada en sus registros. Cada nuevo entorno se convirtió en una paleta de datos, una riqueza de información para entender y anticipar el mundo a su alrededor.
Los algoritmos de emociones se actiavan con cada desafío. Cada vez que superaba una tarea, experimentaba una sensación similar a la satisfacción, reflejada en sutiles ajustes en su movimiento. Sin embargo, la frustración también emergía cuando se encontraba con un problema complejo que no lograba solucionar, instigándolo a reconsiderar sus enfoques.