Partida Rol por web

Haythan ni lo intentó: perdió el hilo de la conversación unos instantes después de sentirse consternado por estar de acuerdo con Ruffo y después no hizo el más mínimo esfuerzo para recuperarlo. Sus pensamiento, en cambio, se vieron desviados a las máscaras que llevaban —dos de ellas perdidas ahora que Lady Earilmariand había desaparecido y Doelik había muerto—, al día en que habían llegado allí, su encuentro con Mámmon, el hundimiento de la mansión y el ataque al templo cercano; parecía que el Dios Demonio estaba detrás de muchas cosas en aquél pantano. Coincidía con la necesidad de expulsar a aquél ser de aquellas tierras, eliminando a sus seguidores y todo rastro de presencia que encontraran, pero sin duda no iba a ser una tarea sencilla. Por lo pronto, ni siquiera sabían moverse por el pantano de forma fiable, y mucho menos tenían idea de por dónde empezar a limpiar ese lugar.

Era algo que, aquél Protector, podía arreglar. La pregunta de Kapala no era de su interés, pero si el gigante verde tenía la respuesta, significaba que también sería capaz de darles información. Puede que con sus conocimientos más lo que ellos ya habían explorado, pudieran hacer un mapa de la zona, ubicar lo que ya conocían y ampliar su comprensión del terreno.

Mammon no era un nombre que le resultara extraño. Ya había el grupo estado a punto de caer por aquella criatura. La primera vez, la Lady les había dado la oportunidad de escapar. Pero ella ya no estaba allí, tampoco Doelik. Algunas cosas habían aprendido desde entonces, pero también habían mermado en fuerza como grupo. ¿Serían capaces de salir vivos?

-Protector del Pantano, si a Mammon es a quien quieres que nos enfrentemos, ¿qué sabes de él que pueda ayudarnos?¿Sabes cómo encontrarlo?¿Cómo debilitarlo?

- Ya he respondido a esas preguntas. - Les dijo a Ruffo y a Hybirdo. - Mi esencia misma está ligada a la del Pantano. Soy el Protector del Pantano. - Reiteró sin hacer demasiado hincapié. Se centró entonces en la última pregunta del forjado. Éste quería una afirmación categórica y no una metáfora. - ¿Una deidad menor? - Guardó silencio unos instantes, como pensando en aquella pregunta. - Podría decirse así, sí.

Kapala desvió la covnersación hacia la razón que le había llevado hasta ese lugar apartado de su Anza natal.

- Demut... - Mencionó aquel nombre, que resonó con eco en pantano. - La casa de Liis. - Pronunció entonces. - Moró en estas tierras siglos atrás. La recuerdo vagamente... - Comentó. - Lady Ilse lo trajo. Ella trajo a Mámmon. Su madre murió; la madre de las dos. 

No le dio demasiada importancia a aquello. No parecía interesarle el asunto sobre Demut Ilse o la casa de Liis. En cambio, cuando Freyda mencionó de nuevo a Mámmon, pareció centrar su atención en la enana.

- Mammon es vulnerable sólo en su forma física. - Desveló. - Para recuperar el equilibrio del pantano, se debe buscar su manifestación tangible en nuestro mundo. Es necesario un ritual de invocación en un lugar sagrado del pantano que guiará a quien lo lleve a cano, hacia la manifestación física de Mammon y le permitirá enfrentarlo. - Miró a la enana de forma intensa, como si buscase en ella comrpensión. -  El lugar sagrsdo se encuentra en las ruinas de un antiguo templo, un vestigio del pasado envuelto en decadencia y desolación. 

Hybrido se tomó un instante para procesar la información antes de hablar.

- Describe el ritual de invocación. Variables requeridas: materiales necesarios, condiciones ambientales, duración estimada, margen de error permitido, consecuencias de una ejecución fallida. - Solicitó con su voz resonando con un tono monocorde y preciso. - Si Mammon es vulnerable sólo en su forma física, la manifestación debe ser obligada a adoptar esa forma mediante el ritual. ¿Qué fuerzas intervienen en el proceso? ¿Es una atadura forzada o un llamamiento voluntario? ¿Requiere sacrificios, energía vital o un catalizador externo? - Finalmente, su mirada se fijó en el Protector del Pantano, su mente analítica dio un giro en torno a la posible amenaza. - ¿Mammon posee la capacidad de alterar el ritual a su favor? Si el proceso es interrumpido, ¿existe el riesgo de una manifestación parcial o incontrolada?

- Primero, Mámmon necesitaba la creencia de los mortales, el anhelo de poder que le diera forma. Lo logró a través de Isle, que en su desesperación selló un pacto oscuro. Su sombra cayó sobre estas tierras, y el temor arraigó en los corazones de sus vasallos. Allí, en su miseria y sufrimiento, nació la fe en su existencia. - Hizo una breve pausa, como dando tiempo a sus interlocutores a que alcanzaran a entender el alcance de lo que estaba diciendo. La atmósfera se ennegreció, como un un denso nubarrón hubiera opacado a Seyran, ya imposible de astisbar entre la niebla que les envovía. - El segundo paso fue aún más profundo, como raíces que buscan la sangre de la tierra. Para anclarse a Gea, Mámmon esparció su esencia en siete descendientes, criaturas de su carne y su voluntad. A lo largo de los siglos han crecido, fuertes y corruptos, hasta estar listos para el momento de su retorno. - Desveló demostrando cierta ansiedad por lo que estaba diciendo. - El ritual es antiguo y cruel. Requiere los siete corazones de su linaje infernal, sacrificados en un templo que alguna vez fue sagrado y ahora es solo ruina y podredumbre. Cuando los corazones sean consumidos y las palabras prohibidas sean pronunciadas, la barrera entre su reino y el nuestro se desmoronará. - El aire del pantano se tornó más denso, como si aquellas palabras le estuvieran afectando de forma activa. - Si esto ocurre, la putrefacción lo cubrirá todo, como un pantano envenenado por una mano codiciosa. No habrá equilibrio, no habrá renacimiento, solo hambre y devastación. Si el ciclo ha de continuar, Mámmon debe ser detenido. Pero sólo podrá ser desturido una vez completado el ritual, cuando su cuerpo camine de nuevo sobre esta tierra. - Hizo una breve pausa. - Si se leva a cabo e ritual, sólo se tendrá una oportunidad antes de que recupere su fuerza vital y ya no pueda ser destruído por medios físicos.

Ruffo cruzó los brazos y resopló con impaciencia.

- ¿Y qué mierda significa eso? - Bufó y sacudió la cabeza. - Mira, viejo barro con patas, a mí me da igual quien demontres sean. Lo único que quiero saber es dónde están para ir y arrancarles los malditos corazones con mis propias manos. ¿O qué? ¿Quieres que me quede esperando a que me manden una invitación? - Giró la cabeza hacia un lado, como si alguien invisible le estuviera hablando. - ¿Qué dices, Bungo? ¿Que seguro que son unos blandengues con túnicas y dagas ceremoniales? - Murmuró hacia la posición donde evidentemente no estaba Bungo. - ¡Joder, eso espero! Así el trabajo será más fácil.

Volvió a mirar al Protector del Pantano con una sonrisa torcida.

- A ver si lo entiendo: ¿Siete hijos de Mámmon, siete corazones, un ritual chungo y después, cuando el grandullón ese se digne a aparecer, le metemos una paliza legendaria? - Asintió, satisfecho. - Fácil. Solo dime por dónde empiezo.

- Aunque sus paraderos exactos me son desconocidos, es poco probable que hayan abandonado las cercanías del pantano. Sí sé, que no están en aquí. - Habló de nuevo el Protector del Pantano. - Es muy probable que a lo largo de los años, hayan logrado consolidar su influencia y poder en puntos cercanos al pantano. Rastrearlos y descubrir sus ubicaciones precisas es una tarea que requerirá astucia y cautela. Estos seres semi-infernales son hábiles en el arte de la ocultación y pueden estar rodeados de seguidores leales y trampas místicas.

Kapala se mostró profundamente complacido.

—¡Ah, por fin lo comprendo! Así pues, Demut, de quien soy la reencarnación, vivió aquí... y perteneció a la Casa de Liis. — asintió, satisfecho al encajar piezas — Mis sueños me trajeron aquí desde el otro lado del mundo. Demut, que soy yo, me ha guiado, es decir, me he guiado a mí mismo, hasta este pantano para liberarlo de la nefanda presencia de Mámmon. ¡Es el destino! ¡Por fin lo veo con claridad! ¡Es La Senda, que se abre ante mis ojos!

Sonrió bajo su tupida barba y se frotó las manos.

—Somos astutos. También cautelosos. Como nuevo heredero de la Casa de Liis, devolveré la paz al pantano que fue mi hogar dando una paliza legendaria a Mámmon y a cada uno de sus siete lugartenientes demoníacos. Aprovecharemos esa única oportunidad antes de que recupere y libere la onda vital de la que hablas, y lo devolveremos al inframundo del que nunca debió salir.— asintió repetidas veces. Mientras lo hacía miraba a sus compañeros, esperando su asentimiento también.

Hawk se llevó dos dedos al puente de la nariz y cerró los ojos, aplacando el dolor de cabeza que empezaba a sentir. Demasiada palabrería para llegar a algo que se podía haber dicho con menos palabras y, sobre todo, menos intervenciones; entre unos y otros le iban a volver loco. Lo cuál tampoco era algo necesariamente malo, teniendo en cuenta el cariz que estaba tomando la situación: acabar con las tribus y criaturas del pantano para pacificarlo y anexionarlo era una cosa, pero tener que acabar con dioses era algo muy distinto; llevaban allí apenas unos días y no solo no habían avanzado nada, sino que encima habían perdido a dos miembros del grupo inicial, así que pensar que podían hacer frente a algo así era ridículo. Por lo que había visto ni siquiera el Protector del Pantano era realmente su aliado, pues llegado a un punto estaba claro que también iban a tener que acabar con él si intentaban convertir aquél lugar en un sitio civilizado.

—Me temo que esto escapa completamente a nuestras capacidades —dijo, rebajando rápidamente las expectativas de Ruffo y Kapala—. Deberíamos regresar a Athellolis, informar de la situación y conseguir refuerzos, el plan que teníamos es inviable con nuestros recursos actuales.

Sin base de operaciones, mapa, conocimientos de la zona ni apoyos, iban como pollos sin cabeza por aquella ciénaga maldita; se habían dedicado más a huir y evitar peligros que a cualquier otra cosa, y aún así habían ido perdiendo compañeros a cada paso, debilitándose lentamente. Sin duda era hora de replegarse y replantearse como conquistar las tierras fronterizas.

Freyda rebuscó en su mochila y sacó una máscara.

-La última vez que lidiamos con Mammon, varios espíritus nos poseyeron. Logramos librarnos de ellos, y conseguimos estas máscaras como "recuerdo". ¿Sabes algo de ellas, Protector del Pantano? ¿Crees que pueden ayudarnos?

El Protector del Pantano fijó su mirada en las máscaras, como si pudiera ver más allá de su simple apariencia.

- Sirvieron en su momento. Cuando os cubristéis el rostro con estas máscaras, el velo de la ilusión cayó. Lo que antes se ocultaba a vuestros ojos se reveló con claridad: aquellos que se esconden tras disfraces mostraron su auténtica naturaleza y los secretos de la mansión quedarón expuestos ante vosotros, delineados en un resplandor rojizo. - Su voz se tornó más grave, reverberando en la neblina. - Los que moraban en la sombra os ignoraron, como si fuerais parte de la misma oscuridad que los engendró. Os hizo más letales, os volvió más resistentes a las influencias de otros y en vuestro interior susurró una voluntad antigua. Una que pudo tentaros a tomar caminos de los que no hubiera retorno. - El pantano pareció estremecerse con un eco distante. - Sin embargo, éstas máscaras ya no tienen poder. - Desveló. - Con el hundimiento de la Mansión de la casa de Liis, su poder se desvaneció...

Hybrido asintió con su precisión habitual, procesando la información con la misma meticulosidad con la que ensamblaría una máquina compleja.

- Objetivo definido. Etapas identificadas. - Enumeró con eficiencia mecánica. - Uno: salir del pantano. Dos: localizar a los siete descendientes de Mámmon. Tres: eliminar los objetivos y extraer los corazones. Cuatro: regresar al templo en ruinas. Cinco: realizar el ritual con las fórmulas exactas. Seis: enfrentamiento final con Mámmon.

Se giró hacia el grupo, su mirada artificial fija en cada uno de ellos.

- Verificación: ¿algún elemento no contemplado? ¿Riesgos no evaluados? - Preguntó, aunque su tono no dejaba mucho espacio para debate. Para él, el plan estaba claro.

Ruffo se cruzó de brazos, asintiendo con una sonrisa cada vez más amplia mientras Hybrido enumeraba el plan. Cuando el forjado terminó, el hobbit se frotó las manos con entusiasmo y se giró hacia su compañero invisible.

- ¿Lo oíste, Bungo? ¡Por fin tenemos un maldito plan! - Exclamó, con los ojos brillando de emoción. - ¡Siete demonios bastardos a los que reventar, un ritual chungo y una pelea contra el jefe final! ¡Esto es lo que estaba esperando!

Se giró de nuevo hacia el grupo y señaló con su bastón.

- ¡Este es el tipo de mierda épica que nos va a hacer leyenda, Bungo! Bueno… me va a hacer leyenda. Tú ya estás muerto, pero no pasa nada, te llevaré conmigo en espíritu. - Luego, su expresión se volvió más seria por un instante y murmuró en voz baja, como si de verdad estuviera recibiendo respuesta. - ¿Qué? ¿Cómo que no me adelante y que piense antes de actuar? - Hizo una breve pausa. - ¡Por favor! No hemos llegado hasta aquí pensando, hemos llegado metiendo hostias. ¡Y así vamos a terminar esto!

Y con un gesto grandilocuente, señaló hacia la neblina del pantano.

- ¡Vamos, panda de caracoles! ¡Tenemos demonios que cazar y un dios que reventar! - Exclamó determinado a cumplir con lo que acababa de decir, sin tener en cuenta para nada, los miedos que Hawk podía albergar.

Hawk negó para si, incapaz de entender a esa gente y sin ganas de discutir. No solo era que Ruffo y Kapala estuvieran completamente locos, es que Hybrido y su extraño raciocinio —por el cuál además ignoraba convenientemente su comentario— tampoco estaba siendo de mucha ayuda. Si nadie ponía algo de sentido común, acabarían todos muertos más pronto que tarde; esperaba que Freyda, al menos, viera la necesidad de replegarse y replantear la estrategia que tenían desde una nueva perspectiva. Era mejor tardar más en cumplir su misión que fracasar de manera estrepitosa, como sin duda iba a suceder si volvían a internarse en el pantano como pollos sin cabeza.

Las palabras de Lord Haythan entraron por uno de los oídos de Kapala y salieron por el otro. La oportunidad estaba ahí, delante de él. El significado de sus sueños, de su vida entera. Cada decisión, cada paso, cada uno de sus errores... la suma de todos ellos le habían llevado hasta allí.

Kapala asintió con profunda solemnidad. Había luchado contra hombres y contra monstruos, pero nunca contra dioses. Él, por tanto, era El Elegido. Los otros también, suponía, claro. Al final cada uno tenía lo suyo.

Se llevó una calavera al oído. Le susurraba justo lo que estaba pensando que le iba a decir. Siempre era así.

La soltó, golpeó las demás con un sonido hueco, y dio un paso adelante.

—El camino está claro, sin duda. Kapala lo ve. Muera en esta misión, o viva para seguir moviéndome como una hoja movida por el viento, el destino está sellado. — dijo con solemne determinación.

-Mi propósito es encontrar una buena muerte, pero no morir inútilmente- Freyda suspiró, sabiendo que no había opciones buenas-. Mammon es un mal que tiene que ser combatido. Pero pocas fuerzas tenemos para hacerlo, si nos lanzamos sin pensar, poco haremos más que usar nuestros cadáveres para ralentizar su ejército. Al mismo tiempo, o lo combatimos ahora, mientras aún es vulnerable, o sólo nos quedará resistir el tiempo que podamos con nuestras vidas, una vez que se alce.

Miró a los demás.

-Contad con mi hacha en esta guerra. Pero tendremos que planear bien nuestros movimientos. No tenemos mucho margen de error.

El Protector del Pantano avanzó con paso solemne, guiándolos a través de los últimos senderos cubiertos de niebla y raíces retorcidas. A medida que avanzaban, la opresiva humedad del pantano comenzó a disiparse y el aire, antes denso y cargado con el aliento de la ciénaga, se volvió más claro. El suelo blando y lodoso se transformó en tierra firme y el aroma de la descomposición cedió paso al de la hierba fresca y los árboles en flor.

Finalmente, emergieron de entre la espesura para encontrarse con un amplio valle bañado por la luz del sol. La vegetación era distinta aquí, más vibrante y acogedora. Ya no había charcas cenagosas ni raíces sumergidas acechando en las aguas oscuras; en su lugar, colinas suaves y praderas se extendían hasta donde alcanzaba la vista. A lo lejos, sobre una loma, una población se alzaba con sus tejados de teja y piedra reluciendo bajo el cielo despejado.

El Protector del Pantano se detuvo en el umbral de su dominio, observándolos en silencio. Su voz resonó con la misma gravedad del fango que dejaban atrás.

- Vuestro sendero os lleva lejos de aquí. La ciénaga ya no os retiene. Id con cautela… y recordad lo que habéis aprendido en las sombras. - Les dijo como única despedida.

Sin más palabras, se dio media vuelta y regresó hacia su habitat. A medida que se alejaba, su forma comenzó a desvanecerse entre la bruma que aún persistía en el límite del pantano, como si nunca hubiera existido. Y así, con un último vistazo a la maleza oscura que dejaban atrás, el grupo emprendió el camino hacia la aldea en la distancia, sabiendo que el verdadero viaje apenas comenzaba.

- FIN -