De entre la horda de kobolds, una figura diferente emergió, caminando con paso ceremonioso. Su cuerpo delgado estaba cubierto con una túnica raída, adornada con plumas rojas y colgantes de hueso que tintineaban con cada movimiento. Un tocado de cráneo ennegrecido descansaba sobre su cabeza, dándole un aire aún más siniestro.
- ¡Alto! - Elevó una voz aguda y temblorosa por encima del murmullo, alzando su bastón nudoso, coronado con una calavera astillada que brillaba con una tenue luz verde. - ¡No atacar! ¡Dios Calavera ha hablado!
Los kobolds se detuvieron por un instante, sus ojos centelleando con incertidumbre mientras miraban al chamán. Este dio un paso adelante y señaló a Doelik con su garra huesuda.
- El draconiano... Shakath'zar, Diente Ígneo... ha derrotado a la Piedra Maldita. ¡Él fuerte! ¡Él tocado por el destino! - Se volvió hacia Merlokrep con un siseo reverencial. - Rey Escamas de Sangre... ¿y si es él? ¿El elegido de la profecía?
Un murmullo recorrió a los kobolds, su fervor belicoso vacilando mientras miraban a Doelik con nuevos ojos.
¡Más enemigos! Kapala estaba maltrecho, pero lucharía hasta el final. Se preparó para recibirlos con una andanada de hostias cuando se detuvieron, señalando a Doelik como alguna suerte de elegido. Él, que entendía el draconiano, así lo entendió.
Miró a Doelik, y sutilmente se fue apartando y pegándose a la roca, como si aquello no fuera con él. Después de todo, los dueños de las tierras eran aquella gente...
Hawk no entendía el lenguaje de aquellas criaturas, pero los cabecillas del contingente kobold que había llegado estaban chapurreando en la lengua común, así que captó todo: tanto la amenaza del rey como el repentino fervor del chamán hacia Doelik, asesina de la Piedra Maldita. Si eran justos, había sido un trabajo en equipo —y sus flechas las que habían causado los mayores daños a aquella gárgola—, pero no iba a quitar el mérito ni a los poderes ni a la habilidad de su compañera, y mucho menos en esa situación; habían ido ahí para hacerse con el control de aquellas tierras, así que si tenían la oportunidad de lograrlo mediante la dominación en vez de la aniquilación, bienvenido fuera el nuevo método.
Aún así, no perdió ojo al tal Merlokrep ni a los que le seguían, y mantuvo una flecha preparada por si tenía que abatir al líder enemigo rápidamente; aquellos con poder solían ver con malos ojos a quienes amenazaban su posición, así que a lo mejor tocaba hacerle entrar en razón por las malas.
Cuando vio a los kobolds llegar, Freyda se preparó para continuar con la lucha. Puede que fueran débiles, pero también eran numerosos. Esperaba poder con ellos, pero si no era así, ¿iba a ser hoy el día en que el destino la llamaba? ¿Tendría quizás que inmolarse en aquellos túneles, mientras los demás escapaban? Freyda suspiró. Más le valía esforzarse en acabar con todos los que pudiera. Si iba a salir volando en pedacitos por el bien mayor, esperaba que fuese alguna batalla épica entre grandes ejércitos, no con unos kobolds en una cueva perdida no se sabía dónde.
Y mientras estaba perdida en esas pensamientos, se dio cuenta de que los kobolds no estaban atacando. Un momento, habían dicho algo de Doelik.
Freyda le dio un codazo a la bardo.
-¿Se supone que te han elegido para algo?-le susurró-¿Has recibido algún mensaje divino del que no nos hayas hablado?
Doelik mantuvo la espada baja, con la hoja aún vibrante por el último golpe que había asestado a la gárgola. Su pecho subía y bajaba con el ritmo pausado de alguien acostumbrado a la batalla, pero su mirada se afiló al escuchar las palabras del kobold.
Sus pupilas doradas recorrieron el tumulto de criaturas reptilianas que ahora la observaban con algo más que simple hostilidad: duda, expectativa… quizás incluso un atisbo de reverencia.
Respiró hondo, dejando que el silencio se prolongara solo un instante más de lo necesario, calibrando la situación. Luego, enderezó la postura con la misma elegancia con la que blandía su mandoble y fijó los ojos en Merlokrep.
- Las profecías son solo palabras hasta que alguien las forja en hechos. - Declaró, su tono firme pero sin arrogancia. Levantó la espada, dejando que la luz de las llamas danzara sobre el acero. - Si vuestro destino depende de quién sea el más fuerte, entonces que vuestro rey decida.
Merlokrep se irguió y sus ojos rasgados destellaron con una mezcla de temor y cálculo mientras observaba a Doelik. No podía permitir que la duda se enraizara en su clan. Si los kobolds creían que aquel draconiano era el elegido de la profecía, su autoridad se vería socavada. No. No podía arriesgarse.
- ¡No! - Exclamó con un siseo agudo, alzando una garra para acallar los murmullos de su pueblo. - ¡Este extranjero no es el elegido! ¡Las señales no lo anuncian, los espíritus no lo susurran!
El titubeo entre los kobolds persistió, miradas furtivas intercambiadas en la penumbra de la caverna. Merlokrep lo percibió y supo que sus palabras no bastaban. Se inclinó hacia adelante, señalando a Doelik con una de sus garras curvadas.
- Pero si duda hay… ¡que la fuerza lo decida! - Bramó. Su voz resonó en la caverna, arrastrando consigo un eco reptiliano de vítores y siseos. - ¡Shakath’zar, Diente Ígneo! Si realmente eres digno, si las llamas del destino te forjan… ¡pruébalo! ¡Un combate a muerte! ¡Por el clan, por el destino! ¡Si vives, el clan será tuyo! ¡Si mueres, demostrarás que las profecías son falsas!
Los kobolds estallaron en gritos y golpes en el suelo, excitados por la inminente lucha.
Doelik permaneció inmóvil por un momento, sopesando la escena. Luego, con la misma calma con la que había enfrentado a la Piedra Maldita, alzó su mandoble y dejó que una pequeña llamarada recorriera su filo. Acababa de aceptar el desafío por el clan.
Los kobolds escamas de sangre estallaron en vítores, golpeando el suelo con lanzas y siseando con fervor. Algunos comenzaron a despejar la parte más ancha de la caverna, marcando un círculo ritual con polvo rojizo. Allí iba a tener el combate ritual por el liderazgo del clan.
En ese momento, los extranjeros pasaron a un segundo plano, mezclándose entre los enfervorecidos kóbolds como unos espectadores más de lo que iba a tener lugar en ese preciso momento. En el centro de la arena improvisada, dos figuras de escamas estaban a punto de decidir el destino del clan.
Los kobolds rugieron cuando Merlokrep y Doelik se situaron en el centro de la improvisada arena. El aire estaba cargado de calor, polvo y una expectación feroz. Doelik cerró los ojos un instante, dejando que su voz se alzara en un cántico ancestral. Su música reverberó en la caverna, y con cada nota, su mandoble se envolvió en llamas danzantes. Luego, con la precisión de un guerrero curtido, se deslizó tras una estalactita, ocultándose de la vista de su oponente.
Merlokrep entrecerró los ojos, desconfiado. No pensaba dejar que el combate se alargara. Levantó una garra y murmuró unas palabras guturales; un destello violáceo cruzó el aire y se estrelló de lleno contra el pecho de Doelik, arrancándole un gruñido de dolor mientras su cuerpo se sacudía con la energía arcana.
Apretando los dientes, Doelik se lanzó hacia adelante con su mandoble envuelto en llamas. El filo trazó un arco letal en dirección al kobold rey, pero Merlokrep esquivó con agilidad reptiliana, dejando que la hoja incendiada pasara silbando por el aire. Con una risa sibilante, contrarrestó con un hachazo bañado en fuego. El golpe acertó en el costado de Doelik, arrancándole escamas y haciendo que un ardor abrasador recorriera su cuerpo.
Doelik retrocedió con un gruñido, tambaleándose un instante antes de intentar otro tajo con su mandoble, pero su golpe volvió a fallar. El acero encendido pasó a centímetros del kobold, que ahora se relamía con confianza. Con un siseo victorioso, Merlokrep alzó su hacha de nuevo y la dejó caer con brutalidad.
El impacto fue devastador. Doelik sintió el filo atravesar su defensa, el fuego devorando su carne y sus fuerzas abandonándolo. Todo se volvió borroso mientras caía de rodillas y su mandoble resbaló de sus manos. Su visión se oscureció antes de que su cuerpo golpeara el suelo de la caverna con un ruido seco. El silencio se apoderó del lugar por un instante, antes de que un rugido ensordecedor de los kobolds llenara la cueva. Merlokrep alzó su hacha al aire, proclamando su victoria, mientras Doelik yacía inmóvil, inconsciente sobre la roca ardiente.
Primer asalto:
Iniciativas:
Doelik, ini. 18 (PG: 24/35 CA: 18 ): Doelik utiliza infundir valor con dragonfire inspiratión y varita de impuslo inspirador. Luego se mueve para esconderse detrás de una columna.
Merlokrep, ini. 16 (PG: ): lanza proyectil mágico y casua 11 pg
Segundo asalto:
Iniciativas:
Doelik, ini. 18 (PG: 24/35 CA: 16 ): Postura castigo. Maniobra salto súbito. Ataca y falla.
Merlokrep, ini. 16 (PG: ): ataca con gran hacha y falla
Tercer asalto:
Iniciativas:
Doelik, ini. 18 (PG: 11/35 CA: 16 ): Postura castigo. Maniobra salto súbito. Ataca y falla.
Merlokrep, ini. 16 (PG: ): ataca con gran hacha causa 13 pg
Cuarto asalto:
Iniciativas:
Doelik, ini. 18 (PG: -7/35 CA: 16 ): Postura castigo. Maniobra salto súbito. Ataca y falla.
Merlokrep, ini. 16 (PG: ): ataca con gran hacha causa 18 pg
Motivo: Iniciativa Doelik
Tirada: 1d20
Resultado: 17(+1)=18 [17]
Motivo: Iniciativa Merlokrep
Tirada: 1d20
Resultado: 10(+6)=16 [10]
Motivo: Merlokrep lanza proyecil magico
Tirada: 3d4
Resultado: 8(+3)=11 [4, 1, 3]
Motivo: Doelik ataque con mandoble
Tirada: 1d4
Resultado: 4(+7)=11 [4]
Motivo: Merlokrep gran hacha
Tirada: 1d20
Resultado: 4(+10)=14 [4]
Motivo: Doelik ataque con mandoble
Tirada: 1d20
Resultado: 3(+7)=10 [3]
Motivo: Merlokrep gran hacha
Tirada: 1d20
Resultado: 16(+10)=26 [16]
Motivo: Daño
Tirada: 1d12
Resultado: 3(+7)=10 [3]
Motivo: Daño
Tirada: 1d6
Resultado: 3 [3]
Motivo: Doelik FOR veneno
Tirada: 1d20
Dificultad: 11+
Resultado: 13(+7)=20 (Exito) [13]
Motivo: Motivo: Doelik ataque con mandoble
Tirada: 1d20
Resultado: 9(+7)=16 [9]
Motivo: Merlokrep gran hacha
Tirada: 1d20
Resultado: 12(+10)=22 [12]
Motivo: Daño
Tirada: 1d12
Resultado: 6(+7)=13 [6]
Motivo: Daño
Tirada: 1d6
Resultado: 5 [5]