Kapala se asomaba para observar los huesos desenterrados.
—Ya sabía yo que esas malas energías que sentía era por algo..—dijo a los hobbits, que siempre estaban cerca de él, arrugando la nariz.—Todavía impregnan el aire. — añadió, paseando la mirada por los huesos hasta que llegó a las botas de Earilmariand.
Rápidamente buscó al gato maldito y se alejó.
—Mi destino está donde el Universo, a través de Lord Hawk, me guíe. Adelante.
Hawk bajó el brazo y dejó de señalar. Frunció el ceño, miró a Kapala, y lo frunció aún más. Si el destino le estaba llevando a guiar al anciano, posiblemente les iba a llevar a caer en las fauces de un grupo de caimanes, meterse en un nido de serpientes gigantes o hacia algo mucho peor. Estaba bastante convencido de que el Universo querría deshacerse de él tanto como la mayoría de los que le conocían. Como decía Freyda, mejor pensarse dos veces por dónde ir.
—Ahora que lo pienso, a la que hemos venido me ha parecido ver un desvío más seguro. Mejor retrocedamos por ahí y sigamos hacia el oeste.
Motivo: Repetir Supervivencia
Tirada: 1d20
Resultado: 11(+11)=22 [11]
Dos cifras en el dado. Y a la vez, dos 1s. ¡Os quejaréis!
Hybrido agitó el bastón como si fuese un sonajero, lo hizo girar en su mano y luego estudió cada centímetro de superficie.
-Este bastón contiene conjuros defensivos, creo que solo puede ser de utilidad para Kappala.
Luego le tendió la corona a lady Erilmariand.
-Esta corona ofrece poder para influir en los corazones de los demás.
Bastón rúnico: armadura de mago, escudo.
Corona: En el interior de la misma hay una inscipción en un idioma que no conoces. En la zona exterior de la corona, se pueden ver algunas marcas muy sutiles: espirales descendentes. +2 a CAR, sugestion CD: 15 2/día.
Kapala, que se había alejado, regresó sobre sus pasos bastante más rápido que antes.
—Sólo Kapala, ¿eh? —husmeó el bastón, mesándose la barba —Eres un buen constructo, Hybrido. Muy inteligente. Con permiso. — y tomó el bastón de sus manos. Lo sopesó, lo olfateó, lo blandió y por último se apoyó en el. — Es sólido. Sirve para caminar. Personalmente practico el desapego a lo material, pero reconozco que será muy util para apoyarme al caminar y proteger estos viejos huesos con su magia peculiar. No cabe duda de que el Universo ha puesto este bastón en el camino de Kapala para que lo use. ¿Cómo dices que se acciona, mi buen hombre metálico?— preguntó buscando algún tipo de mecanismo por la superficie de la madera, mientras el cristal del constructo revoloteaba sobre su turbante.
No era ese el uso que había mencionado el forjado pero se abstuvo de corregir al anciano.
-Me temo que no podéis activarlo vos mismo -comentó, recorriendo las runas del bastón-. Creo que no poseeis conocimiento arcano, ¿o sí? En todo caso, sus hechizos son los que pueden ser útiles, de nosotros solo Doelik o lady Erilmariando pueden activarlo.
Earilmariand observó en silencio cómo Hybrido examinaba los objetos que había recuperado de los restos calcinados de la dríada. Cuando el constructo le devolvió la corona, informándole de su capacidad para influir en los corazones de los demás, una chispa de interés iluminó sus ojos dorados. Sin dudarlo, se colocó la corona sobre su oscura cabellera. El poder de manipular voluntades ajenas era una habilidad que ella valoraba mucho más que cualquier fuerza bruta o resistencia física.
Mientras ajustaba la corona en su lugar, sus pensamientos se desviaron hacia los cadáveres esparcidos bajo el árbol quemado. Hawk y Freyda se mostraban respetuosos, incluso piadosos, al tratar con aquellos restos, sugiriendo marcarlos en el mapa para futuros ritos funerarios. Earilmariand, sin embargo, veía un desperdicio en esas muertes. Si tan solo tuviera el poder de levantarlos como muertos vivientes, podrían servirles de escoltas o centinelas, útiles en lugar de simplemente ser materia inerte. Pero carecía de ese poder, al menos por el momento, y lo lamentaba en silencio.
Con una mirada breve y algo despectiva hacia Kapala, que había decidido quedarse con el bastón mágico, Earilmariand sopesó las palabras de Hybrido. El bastón, según él, contenía conjuros defensivos, pero necesitaba de un conocimiento arcano para ser activado. El anciano parecía estar más que dispuesto a hacer uso del objeto, a pesar de no poseer las habilidades necesarias para desatar su verdadero poder. Para Earilmariand, era una pérdida de tiempo y recursos invertir su magia en alguien tan incompetente como Kapala.
Finalmente, decidió que seguir las indicaciones de Hawk, aunque dudosas, era la mejor opción en ese momento. Su instinto le decía que el explorador no estaba del todo seguro del camino, y eso la inquietaba, pero aún así, prefería moverse en lugar de quedarse en ese lugar impregnado de muerte y pérdida. Con un gesto decidido, se ajustó la corona y comenzó a avanzar en la dirección que Hawk señalaba, sus botas pisando con firmeza el suelo quemado.
Mientras caminaba, su mente seguía trabajando en silencio, evaluando la situación, sopesando opciones y siempre buscando el próximo paso que la llevara más cerca de sus propios objetivos. Los huesos de las antiguas víctimas crujieron bajo sus pies mientras se alejaba, pero ella no les dedicó ni una mirada más. Sus pensamientos ya estaban en el futuro, en lo que encontrarían más adelante, y en cómo usaría la corona que ahora adornaba su cabeza.
Cuando Erilmariand se colocó sobre la cabeza la corona, un torrente de visiones la envolvió. El mundo a su alrededor se desvaneció en sombras, y ante ella se desplegó un vasto abismo de oscuridad infinita. Un viento helado sopló desde lo profundo de esa negrura, trayendo consigo el hedor nauseabundo de la descomposición. La visión se hizo más clara: campos de batalla llenos de cadáveres, sus cuerpos descomponiéndose en un ciclo interminable de putrefacción, mientras sus almas, atrapadas, eran devoradas por las sombras.
De la oscuridad emergió un ser que se moestraba con una figura imponente de carne y huesos en constante desintegración, envuelta en un manto de sombras que devoraba la poca luz que quedaba. Sus ojos, dos pozos vacíos y siniestros, se clavaron en Erilmariand, y en ese momento comprendió el verdadero significado del vacío: la aniquilación total, la corrupción inevitable que consume todo a su paso. El suelo a sus pies se desmoronó, convirtiéndose en cenizas, mientras una voz profunda y resonante, como el eco de mil almas condenadas, susurró en su mente.
- Sé mi heraldo, y juntos desataremos el fin que todos temen, la sombra que todo lo consume. - Dijo aquella poderosa voz.
En ese instante, Erilmariand sintió una corrupción oscura infiltrarse en su ser, pero también un poder inmenso, la promesa de dominar sobre la muerte y el vacío. Vio un futuro donde caminaba entre las ruinas de mundos desolados, liderando legiones de no-muertos y entonces supo que era el propio Vyrkas quien le hablaba.
El frío viento de la oscuridad la atravesó, envolviéndola en una sensación helada que parecía arrastrar consigo cada fragmento de calidez y luz que alguna vez había conocido. Earilmariand, de pie en aquel abismo infinito, sintió cómo la descomposición de los cuerpos que la rodeaban impregnaba el aire, un hedor tan intenso que parecía arraigarse en su propia alma. Sin embargo, lejos de amedrentarse, sintió un estremecimiento de curiosidad, casi de pulsión sexual, hacia aquella sombría visión. Su corazón latía en un ritmo lento y firme, como si ya hubiese comenzado a sincronizarse con el pulso oscuro del vacío que se desplegaba ante ella.
El ser que emergió de las sombras tenía una presencia que se imponía sobre todo lo demás. Vyrkas, comprendió, no era simplemente una entidad de poder; era el fin personificado, la aniquilación que aguardaba en los márgenes de la existencia. Sus ojos, vacíos y siniestros, la miraron con una intención clara, como si ya la considerasen suya. Earilmariand no apartó la mirada. En esos pozos de oscuridad, vio reflejado un destino que no sólo aceptaba, sino que deseaba.
Mientras el suelo se desmoronaba en cenizas bajo sus pies, su mente procesaba la oferta de Vyrkas con una celeridad calculada. No era una súplica ni una petición, sino una promesa de poder absoluto, de dominio sobre la muerte misma. La corrupción que se filtraba en su ser no la repelió; al contrario, sintió cómo esa oscuridad la fortalecía, llenando cada rincón de su ser con una energía que pulsaba con la promesa de un poder que pocos podrían siquiera concebir.
Los futuros que se desplegaban ante ella, donde caminaba entre ruinas, al frente de legiones de no-muertos, resonaban con la ambición que siempre había llevado dentro. Ser la heraldo de Vyrkas no era una simple alianza; era la materialización de su más profundo deseo de trascender más allá de las limitaciones mortales. Ella no buscaba la mera supervivencia, sino la supremacía sobre todas las formas de vida y muerte.
La voz de Vyrkas, ese eco de mil almas condenadas, parecía vibrar en perfecta armonía con su propia alma. Sintió que cada palabra de aquella entidad le prometía la realización de sus más oscuros anhelos. ¿Qué era la vida sino una cadena que sólo los más poderosos podían romper? ¿Qué sentido tenía la existencia si no era para dominarla, controlarla y, finalmente, extinguirla a su voluntad?
Earilmariand inclinó la cabeza ante el ser, una sonrisa apenas perceptible curvando sus labios. Era una sonrisa de aceptación, de ambición, de triunfo.
—Acepto, Vyrkas —murmuró, su voz resonando en la negrura como un susurro venenoso—. Seré tu heraldo y juntos desataremos la sombra que todo lo consume. Guiaré tus legiones, devoraré las luces que aún titilen en la oscuridad, y me alzaré como reina sobre las ruinas de mundos desolados.
Este era su destino, y lo abrazaba sin reservas.
Kapala devolvió el bastón a Hybrido, ya sin interés para él.
—Kapala no necesita la protección ni el apoyo del bastón, pues, si no puede activarlo él. Sus huesos aún tienen fuerza para sostenerse y aguante para no romperse. Te lo devuelvo, generoso constructo. A veces, el Universo pone en nuestro camino algo que parece que necesitamos, pero en realidad no tanto. — explicó — Al final, lo material es pasajero. Como todo. Usadlo para venderlo y mejorar vuestros dominios, que buena falta hace.
Cuando la visión de sombras y descomposición comenzó a desvanecerse, la presencia de Vyrkas se hizo más palpable, envolviendo a Erilmariand en una fría oscuridad que parecía traspasar su carne y llegar hasta su alma. La voz de Vyrkas resonó en su mente, profunda y retumbante, como si emergiera de las profundidades de un abismo sin fin.
- Erilmariand. - Dijo Vyrkas con un tono impregnado de una mezcla de paciencia y poder. - Sientes el llamado del vacío, la promesa de un poder que trasciende la muerte y la vida. Pero aún no estás preparada para llevar mi corona, para asumir la posición de mi heraldo. El vacío no es solo oscuridad; es el conocimiento del todo, el entendimiento de que todas las cosas deben corromperse, descomponerse y ser devueltas al abismo del cual surgieron.
La voz del dios reverberó a través de su ser, llenándola de una comprensión oscura y antigua.
- Para ser mi heraldo, debes comprender los secretos del todo. La naturaleza de la vida y la muerte, la entropía que consume hasta las estrellas más brillantes, y el sufrimiento que marca el destino de los mortales. Solo entonces, cuando hayas abrazado este conocimiento y te hayas liberado de las cadenas de la mortalidad y la ignorancia, estarás lista para portar mi poder y desatar la corrupción en mi nombre. - Vyrkas hizo una pausa, permitiendo que sus palabras penetraran profundamente en la mente de Erilmariand. - Ve, adéntrate en los misterios de la no-muerte, en los secretos del vacío, y regresa a mí cuando estés preparada para asumir tu verdadero destino. Solo entonces, cuando tu mente y alma hayan sido templadas por el conocimiento absoluto, serás digna de llevar mi corona y comandar las sombras eternas.
La fría oscuridad que la envolvía parecía pulsar con una vida propia, como si fuera una extensión directa de la voluntad de Vyrkas. Earilmariand se mantuvo firme en medio de esa negrura, su mirada clavada en el vacío que la rodeaba. La voz del dios resonaba en su mente, no como un mero sonido, sino como una verdad irrefutable que vibraba en lo más profundo de su ser. Cada palabra que Vyrkas pronunciaba la penetraba con un conocimiento antiguo y arcano, tan vasto y profundo que su mente apenas podía abarcarlo.
La comprensión de lo que Vyrkas exigía de ella comenzó a asentarse. No bastaba con desear el poder ni con tener la ambición de gobernar sobre la muerte y la descomposición. Lo que Vyrkas pedía era una inmersión total en el conocimiento del todo: la vida, la muerte, la entropía, el sufrimiento. Earilmariand supo en ese instante que lo que había visto hasta ahora era solo una fracción de la verdad, una sombra de la oscuridad infinita que esperaba ser desatada. Aceptar el llamado de Vyrkas significaba abrazar completamente esa verdad, dejar que consumiera cada rincón de su ser hasta que no quedara nada de lo que una vez fue.
El desafío la tentaba, y ella sabía que no podría volver a ver el mundo con los mismos ojos después de esta visión. La mortalidad y la ignorancia eran cadenas que había comenzado a romper, pero la tarea que tenía por delante era mucho más vasta, más compleja. Tendría que adentrarse en los misterios de la no-muerte, descubrir los secretos del vacío y comprender la entropía que lentamente devoraba incluso a las estrellas.
Finalmente, el silencio descendió tras las palabras de Vyrkas, un silencio que cargaba con la espera de una respuesta. Earilmariand inclinó la cabeza en un gesto de aceptación, reconociendo el camino que tenía por delante, uno lleno de oscuridad, pero también de un conocimiento que la elevaría más allá de los límites de lo que era posible.
—Vyrkas, gran señor del vacío —susurró, su voz firme y resonante, como si hablara en la mismísima lengua de las sombras—, acepto tu enseñanza y el camino que me ofreces. Me adentraré en los misterios de la no-muerte, descubriré los secretos que otros temen, y me liberaré de las cadenas que atan a los mortales. No rehúyo de lo que me pides, ni del poder que me prometes. Regresaré a ti cuando mi alma esté templada por el conocimiento, y en ese momento, seré digna de desatar la corrupción en tu nombre.
»Hasta entonces, mi señor —continuó—, caminaré por el mundo de los vivos y de los muertos, aprenderé sus secretos, y regresaré a ti más poderosa, lista para asumir mi verdadero destino.
Vyrkas, envuelto en sombras turbulentas, dejó escapar un susurro que resonó como un eco en un abismo sin fin.
- Erilmariand, hija de la carne y el vacío, has hablado con la lengua de aquellos que buscan trascender la mortalidad. El sendero que has elegido es uno de oscuridad y descomposición, pero también de poder inefable. La corrupción que prometes desatar en mi nombre solo será tan fuerte como el conocimiento que adquieras y el vacío que abraces. - Dijo aquella voz penetrante como pocas cosas. - Ve entonces, camina entre los vivos y los muertos, y deja que sus secretos se conviertan en tus armas. Solo aquellos que comprenden el verdadero peso de la no-muerte pueden llevar mi estandarte. Regresa a mí, cuando el vacío en tu alma sea tan vasto como el mío, y entonces, y solo entonces, serás digna de ser mi heraldo.
Una vez Earilmariand escuchó aquellas últimas palabras, las visiones desaparecieron así como habían comenzado. Volvía estar en aquel oscuro y deprimente pantano, con aquellas aún más deprimentes personas con las que le había tocado convivir.