Partida Rol por web

También cojo las mochilas pero prefiero cargármelas al hombro para mirarlas después con más calma.

-¿Nos quedaremos aquí?- Dije mirando el lugar.- Puede que seamos el grupo más grande, lo que nos colocaría en el punto de mira del resto, pero puedo preparar trampas en el lugar si tengo tiempo.

Ante la ausencia de ayuda para cargar con Sean por parte de mis compañeros, decido hacerlo yo misma. Los sigo, cargando con  mi hermano, más lentamente, como es de suponer.

Y, cuando llego a la cornucopia, resoplo,  cogiendo aire.

-Si encontráramos algo que ayudara a que Sean despierte, seríamos cuatro personas para cargar con todo esto. O para atrincherarnos y hacernos fuertes aqui.

Los miro a los dos, mientras dejo a mi hermano con delicadeza en el suelo, arrodillándome junto a él.

-Pero si no queréis mirar aquí qué hay en las mochilas... Siempre podemos buscar algún lugar en el bosque.
 

- Prefiero comprobar ahora que es lo que hay. - digo mientras miro el interior de la primera de las mochilas. Si encontramos algo que pueda ayudar a Sean no tendremos que cargar con él y eso aligerará nuestro paso.

La subida por aquel árbol no fue lo sencilla que me hubiera gustado, pero con un poco de esfuerzo llegue a la cima. Todo lo que me rodeaba eran árboles, ni un río (visible), ni colinas, sólo árboles. 

Me fije que una parte del bosque tenía como vida, o mejor dicho alguien o algo andaba por aquella zona moviendo las ramas.

Esa será mi dirección. Baje del árbol y me dirigí hacia aquella zona.

Me encojo de hombros mientras.

-Mientras sean útiles me vale.- Digo mientras las registro.

-Ya vengo, Sean. Aguanta. - le susurro, acomodándolo sobre mi propia mochila.  Y acto seguido me acerco hasta las mochilas restantes, ayudándolos a registrarlas todas, en busca de algo de utilidad.

Creía que ya se había alejado del resto de tributos, al menos de la mayoría de ellos. Y comprendió que solo mirando a la brújula y siguiendo un camino no descubriría nada... necesitaba una estrategia. Algo que le sirviera para empezar a decidir qué hacer a continuación.

Fue entonces cuando se detuvo en el camino, y respiró profundamente. Acto seguido intentó reconocer el terreno, ver si algo de lo que veía u oía le era familiar... o útil. Así que intentó ver qué cosas podía utilizar si necesitaba hacer un fuego además de fijarse en los arbustos. Si algo se movía entre ellos significaba que quizá se escondiera allí un animal, y con suerte se trataba de algo comestible... claro que también podía ser algo de lo que huir.

Sin embargo, sabía que el oído era tan importante como la vista, un sonido amenazador o el de agua fluyendo podrían hacerle saber a qué acercarse y de qué mantenerse alejada.

Marcus se acerca hasta las bolsas K y M. Sam escoge las bolsas U y W, mientras que Mark se acerca hasta la R y la T.

Quedan sin abrir las mochilas con las letras G, H e I

Olvidando tu reciente preocupación, decides buscar como loca cualquier signo de alguna fuente de agua. Olfateas el aire, pero no notas nada, pero no por ello desistes. Buscas algún signo en las hojas, en el tronco de los árboles, pero no hay nada. Cuando estás a punto de rendirte, miras al suelo. Allí, ves cómo las raíces sobresalientes parecen dirigirse todas hacia un mismo lugar. ¿Te estarán indicando la posición?

Te acercas a un árbol y te preparas para trepar. Das un gran salto, pero no consigues coger una buena posición. Aunque te quedas enganchada, te deslizas hacia abajo, no consiguiendo tu propósito.

Sin ningún tipo de dificultad, desciendes del árbol y caes entre las raíces. Sabiendo hacia dónde dirigirte, comienzas un nuevo camino, encontrándote el mismo tipo de árboles y vegetación.

Alejada de la Cornucopia, decidiste detenerte y pensar. Huir por aquel bosque no serviría de nada si no sabías qué podías encontrar, así que decidiste observar lo que había alrededor.

No había trozos de árboles para quemar, pero sí alguna hoja en el suelo que, aunque no estaba marrón, sí había caído del árbol. Los animales, o bien se ocultaban, o no había ninguno por la zona, pues no se movía ni una mala hierba. Al alzar la mirada, viste unos pequeños frutos, o algo que se le parecía, en las ramas de los árboles. ¿Serían comestibles?

Escuchaste si había alguna criatura cerca o si el agua corría cerca, pero sólo escuchabas el sonido de aquel animal que simulaba un pájaro.

Decides detenerte y recuperar el aliento. ¿Qué demonios te rodeaba? ¿Qué peligros podía haber? Obviamente, cualquiera que los miembros del Capitolio pensaran que fuera divertido. Pero había que estudiar lo que te rodeaba.

Miraste a tu alrededor. ¿Qué había? Árboles y más árboles. Algún arbusto, pero nada llamativo.

Oteo entre las ramas, en busca de señales de movimiento. Con los arbustos trenzados a mi alrededor y a modo casi de paraguas, me  muevo. Seguía empeñado en encontrar agua para sobrevivir, y piedras para conseguir las bases necesarias de las herramientas con las que sembraría la Arena de muerte.

¿Puede ser una trampa?, se preguntó paranoica, ¿Desde cuándo los árboles ponen trampas? Ella misma se bastaba y se sobraba para tener una conversación decente y poco cuerda. Ese debe ser uno de los mayores problemas de la arena, estás todo el rato con los nervios de punta, esperando a que algo pase y llega un punto que tu atención no puede mantenerse tanto rato en tensión. O te descentras, o te mueres de hambre por paranoia aguda o simplemente pierdes el juicio.

Decidiendo que los árboles no le harían ningún daño, empezó a seguir la dirección de las raíces, crispando los dedos que sujetaban su improvisada lanza como única muestra externa del nerviosismo interno que la corroía.

A todo esto, ¿dónde se ha metido el maldito pájaro ese?