Partida Rol por web

-¿Mutos? ¿Tan pronto? Joder, joder, joder.- Empiezo a bajar tan rápido como puedo, esas cosas no estaban en dirección a la Cornucopia así que no eran el resto de los Tributos. No dejo de maldecir, mientras echo a correr hacia la zona en la que había más vegetación, mi única opción a falta de armas o refugio, era conseguir esconderme. Cosa que por suerte me había molestado en aprender a hacer antes de entrar a la Arena. 

"Maldita sea" maldigo para mis adentros. Para mi, que no buscaba un enfrentamiento directo este tipo de cosas eran fatales para mi estrategia. "Solo quería agua, plantas y piedras, ¿Era tanto pedir?". Busco setos y otras plantas que pueda entretejer rápidamente para cubrirme con ellas, y que desde arriba no me perciban. Probablemente sean como monos o algo parecido.

Sonrío satisfecho al comprobar que el Tributo del 2 ha caido muerto atravesado limpiamente. Noto como la vida se le escapa lentamente.

Tras sacar el arma de su estómago me encaro hacia la chica del 2 y lanzo un nuevo ataque con el florete.

- Ahora tú perra traidora. - pienso.

- Pagarás cara tu osadía de atacar a Nix, Max y Sean. - le digo de forma que Sam pueda oirlo claramente mientras me lanzo hacia delante con la intención de acabar con su vida tan rápidamente como lo hice con su compañero de distrito.

Asintió, dándose por satisfecha. No es que fueran el no va más en cuanto a letalidad, aunque como tecnología cavernícola eran el último grito. Sólo le faltaban las pieles de oso y las pinturas de guerra y ya estaría lista para matar.

Ahora que estaba más o menos armada, podía seguir. Se guardó la piedra en el bolsillo y con su "lanza" en la mano, empezó a correr de nuevo, cambiando de dirección constantemente para despistar a posibles perseguidores e intentando hacer el menor ruido posible con los pies al pisar el sotobosque.

Quiero atacar a Marcus, por la espalda de ser posible.

¿E perdido algún punto de salud por la herida?

Sigo corriendo, incansable, dedicando de cuando en cuando alguna mirada al lugar en el que mi hermano lucha por su vida. Y es eso, precisamente, lo que hace que, de repente, se esfume el aire de mis pulmones. Mientras me acerco a ellos veo como, de repente, Sean cae al suelo. Me freno en seco, notando el corazón palpitando en mi sien, y cada bocanada de aire hace que mis pulmones ardan. ¡No, Sean, no! Por favor, no... No.. no... no te mueras, no... no por favor... Las lagrimas inundan mis ojos y una rabia tremenda se apodera de mi.

Miro al suelo, y cojo la piedra más afilada y contundente que veo, y echo a correr sin mirar atrás, pendiente abajo. Ya no me importa rodear la cornucopia. Tengo que llegar junto a mi hermano, cuanto antes, de ahí que decida atajar todo lo posible. Mientras corro, tengo un objetivo claro en mente: la hija de la gran puta a la que he visto golpear a mi hermano. Y tengo una sola intención: matarla con mis propias manos. Tengo el juicio nublado, al igual que la vista, borrosa por las lagrimas. Estoy ciega de rabia. Si le ha pasado algo a mi hermano, lo pagarán todos, desde el primero hasta el último. Y no tendré piedad con ellos.

Y son esa rabia, esa sed de venganza y esa ira asesina las que me hacen llegar más lejos de lo que habría soñado llegar jamás. Con la piedra en la mano, sigo corriendo en dirección al grupo y, en cuanto la tengo a una buena distancia, apunto con ella a la cabeza de Lyah, aprovechando mi llegada improvisada, con la intención de abrirle la cabeza, sin dejar de correr hacia mi hermano. Hija de puta. Pienso despedazarla con mis propias manos.

Jonas adivina lo que significan esos gritos lejanos, alguien, uno de los otros tributos seguramente estaba siendo asesinado. Los instintos del muchacho lo instaban a alejarse de allí, pero necesitaba al menos una de aquellas mochilas. No había visto a Faile pero ella seguramente estaba del otro lado, esperaba que estuviera bien.

Jonas siguió avanzando decidido pero cauteloso hacia la Cornucopia, atento a cualquier eventualidad para decidir rápido, un imprevisto podría significar la pérdida de su vida.

Antes de continuar, Savera mira el contenido de su maletín y lo analiza con detenimiento. Luego, rastrea con sigilo a dónde dirigen las ramas rotas. Cada que puede se esconde en uno de los árboles y, haciendo gala de su sobrenombre, se esconde entre cada árbol y permanece alerta a la aparición de cualquier tributo.

Asegurándose de no dejar ningún tipo de huella de su estancia, Savera se asegura de cubrir sus huellas y que ningún objeto se cayera de su maletín.

Comienza a buscar rastros de animales que pueda cazar y algunas piedras que tengan la forma adecuada para comenzar su cacería.

Aparentemente a solas, aunque puede que aquello fuera por poco tiempo, Clara no se confió. Tenía curiosidad por ver el contenido de la mochila que había cogido, esperando tener suerte.

Pero antes debía estar a salvo, o al menos, algo oculta de la vista de otros, por lo que se refugió en el extremo de la arboleda, sin adentrarse demasiado. El objetivo era saber con qué medios contaba antes de dar el siguiente paso... pues sería una estupidez hacer planes sin conocer la situación.

-Vamos, dama fortuna, no me falles- dijo mientras miraba el contenido de su mochila.

El bosque se iba cerrando a medida que avanzaba y dejaba tras de mí aquel lugar donde comenzaron los juegos.

Me apoyé en uno de los árboles, dejando a mi espalda el lugar de donde venía.

Era el momento de mirar el contenido de la bolsa.

Sam sigue su camino hasta que se da cuenta de que Sean ha caído. Cegada por el dolor y la furia, desciende la ladera corriendo, sin agarrarse a ninguna piedra, como si de un ñu se tratase. Al llegar al suelo, coge la primera piedra que tiene a mano, dispuesta a golpear a Lyah. Clara se aleja de la Cornucopia y se interna en el bosque.

Cuando Marcus se acerca a Lyah, ésta le está esperando. Amaga un puñetazo, pero con un giro rápido de cadera, realiza una patada lateral, trazando un arco que impacta en el costado de Marcus. El chico no se puede defender a ese ataque, pero reaccionó con velocidad, clavando su estoque en la pierna de Lyah. El dolor es demasiado intenso y Lyah cae, al igual que su hermano, desmayada.

Mark se levanta tras su caída y se acerca a Marcus con el machete en la mano.

Tu carrera sigue. Corres de un lado para otro con intención de despistar a quien te puede estar persiguiendo, sin ver nada nuevo en tu paisaje.

El sonido de ese pájaro sigue estando ahí, aunque no consigues determinar su procedencia.

Tras abrir la mochila y ver su contenido, empiezas a moverte con cautela y precaución entre los árboles, siguiendo el camino de las ramas rotas.

Entre dos árboles, encuentras una piedra de las características que deseabas.

Los gritos desaparecen mientras te acercas. Cada vez queda menos para llegar.

El miedo parece hacerte más cauta y rápida, mientras te alejas de la huella que has descubierto, viendo cómo pasan los árboles a tu alrededor a la velocidad del rayo.

El miedo por lo que has visto hace que desciendas del árbol casi de un salto, quedándote cerca tras encontrar unos matorrales que pueden servirte de escondite.

Observo como Mark viene directo hacia mi machete en mano.

- Mark, los Profesionales han caido. - le digo. Únete a nosotros o vete. - añado. En caso contrario seguirás el mismo camino que la pareja del dos.

Permanezco atento a los movimientos de Mark.

Si sigue avanzando amenazante será lo último que haga.