Partida Rol por web

- Otro menos. - digo.

Luego me dejo caer junto a un árbol. Estaba realmente exhausto en gran parte por las heridas que la pelirroja me había ocasionado.

Relaja el gesto al ver la reacción de Marcus y comienza a mirar alrededor para buscar algo que le permita sacar a Mark de ese agujero.

Encuentra algunas ramas que puede utilizar y comienza a cortarlas con cuidado, de modo que no perdieran su resistencia. Se sobresalta un poco al escuchar el cañonazo y dice - Eso nos reduce a seis - la cuarta parte de los tributos. Era todo lo que quedaba.

Comienza a hilar las ramas como puede e intenta hacer una cuerda lo suficientemente resistente como para ayudar a Mark a salir. Pone toda su concentración y empeño en ello, aunque al ser tan pocos, pronto los patrocinadores los obligarían a matarse entre ellos. - ¿Será su amigo del siete o serán sus víctimas? -.

Sobre su conciencia pesaban tres tristes títeres. Aquellos tristes títeres habían sido chicos y chicas de su edad que probablemente habían compartido con ella, a pesar de los kilómetros de distancia que los habían separado durante toda su vida, el deseo de escapar, de huir de aquella criba indiscriminada que eran los Juegos del Hambre. Todos morían. Ahí no había ganador, sólo una carcasa vacía más para alimentar a la plebe, o en su caso, a los perros sarnosos del Capitolio que habían perdido toda la decencia que alguna vez hubieran podido tener sus ancestros.

No obstante los Juegos del Hambre no habían terminado. No iba a entrar en un debate moral sobre la posible existencia del alma y su trascendental pérdida. Tal vez si sobrevivía a aquello viviría para siempre con el deseo de haber perecido en la arena en manos de alguien como aquella chica que ahora yacía muerta a sus pies.

Pero no en ese instante. Kura vivía por cada una de sus respiraciones. La vida no le había parecido nunca tan hermosa y preciada como aquel instante, sucia de sangre y barro y alzándose victoriosa y orgullosa por el éxito de su pequeña treta. ¿Cuándo se había perdido tanto a sí misma?

Recogió la lanza impregnada en sangre a la par que volvía a sujetar en su cinturón su cuchillo, observando el cadáver sangrante e inexpresivo de Keara. Pensó que debería sentir respeto por aquella chica que había sobrevivido hasta casi el final. Pero mientras examinaba sus pertenencias se dio cuenta de que no lo sentía.

Tus intentos fracasan de nuevo. Estabas tan cerca del final que casi lo consigues, pero te deslizas nuevamente hacia abajo. No sabes lo que está pasando en la superficie, pero no parecen ayudarte.

Mientras Marcus descansa apoyado en un árbol, Savera intenta hacer una cuerda con lo que hay a su alrededor. Pero su destreza con los nudos no es mucha, ya que lo que consigue hacer parece más un ovillo que otra cosa.

Sin remordimiento alguno, revisas el equipaje de Keara.

Ella lleva una tienda de campaña para 6 personas, un abrigo y un equipo de aventurero. Una piruleta, un cuchillo de carnicero, una ración de comida y una cantimplora con un litro de agua.

Al recoger todas sus pertenencias, una aeronave aparece y se lleva su cuerpo por los aires.

El rostro de una mujer conocida para todos vosotros apareció en el cielo de la Cornucopia.

¡Hola, hola, mis pequeñines!

El Capitolio ha decidido haceros un regalo a los supervivientes. ¡Una comida super-espectacular en la Cornucopia!

Eso sí, es obligatorio ir todos. No os pedimos de etiqueta porque vuestro vestuario es limitado, pero tenéis que ir todos toditos.

¡Que la disfrutéis todos!

Y la imagen desapareció.

En el cielo, una extraña negra se movió lo suficientemente alto para que se viera desde cualquier parte del campo. Esa sombra negra formó una flecha, indicando la situación de la Cornucopia.

Los contínuos fracasos me estaban dando ganas de llorar, pero me mordí el labio y alzé los brazos cansados y llenos de arañazos en un ultimo esfuerzo por subir.

- Eso sin duda es una trampa. - digo poniéndome en pie con dificultades. Pero al parecer no tenemos más opción que ir.

- Deberíamos ponernos en movimiento cuanto antes. - prosigo. Estoy seguro de que si tardamos más de la cuenta empezarán a hacer de las suyas para aligerar nuestros pasos o eliminarnos por el camino.

La voz de aquella mujer le hizo dar un respingo asustado. Su corazón empezó a latir con fuerza, temeroso, al darse cuenta de que decididamente aquello marcaba el fin de los Juegos. Los estaban reuniendo, por supuesto, y el mayor problema que veía era que ella ya estaba ahí, visible para todos, una presa fácil para cuando llegaran. 

Perfecto, se dijo irónicamente mientras se pasaba la lengua por los labios con un gesto nervioso. No podía volver a los árboles porque si se acercaba mientras llegaban no los vería y sería una presa demasiado fácil. Posiblemente lo mejor sería estar en un lugar visible pero alejado de modo que pudiera esquivar con facilidad cualquier cosa que le lanzaran.

Mierda, ¿es lo mejor que se te ocurre? Por más que se forzara a pensar debía reconocer que sí. Empezaba a desesperarse, no quería aquel encuentro. Debía suceder pero le daba un miedo atroz. Con paso veloz fue a buscar el sitio que había escogido, en el centro mismo del claro y alejado del margen.

Sin perder tiempo se puso a cavar un pequeño agujero en el suelo. Idea estúpida. Pero era lo único que tenía. Enterró uno de los dos cuchillos de modo que sobresaliera la punta del suelo y se puso de espaldas a él mientras empezaba a mirar a su alrededor paranóicamente. Al menos cabía la posibilidad de que alguien se lo clavara en el pié cuando la atacara y ella haría todo lo posible para que así fuera.

Parecía que Marcus y Savera se habían olvidado de Mark, o al menos eso parecía. El muchacho consiguió salir sólo de aquel agujero que había aparecido bajo sus pies. Estaba magullado y con las manos ensangrentadas, pero al menos vivo.

Consigues identificar la mayor parte de las plantas que os rodean, incluso por algunos detalles sabes cuál pueden ser más peligrosas... Pero, por desgracia, allí no parecía haber plantas que pudiesen servir para sanar a Marcus.
 

Detrás de vosotros, parecía empezar a oler a quemado... De hecho, si mirabais al cielo, se veía una gran cantidad de humo en la dirección totalmente contraria a donde estaba señalando la sombra negra que estaba la Cornucopia.

No parecía haber nada a tu alrededor. No se acercaba nada ni nadie, pero... ¿qué era eso que ascendía?

Al principio, parecía una nube, como la de los insectos, pero rápidamente reconociste lo que era. Humo... Una gran cantidad de humo, como si estuviera a punto de desembocar en un gran incendio. Por suerte para ti, parecía estar en un extremo de la arena, muy lejos de la Cornucopia.

Lo había logrado. Estaba arriba. Al menos no moriría miserablemente en esa asquerosa grieta del suelo, aunque estaba echo polvo. Cansado y sudoroso miré a Marcus con gesto de molestia, y con sorpresa a Savera, otra tributo a la que conocí.

-Vaya... Cuanta gente...- Musité recuperando el aliento y poniéndome de pie, apoyando las manos en mis piernas para recuperar el aliento.

Miro a Mark y asiento con la cabeza al verle arriba. Sus manos tenían tan mal aspecto como mi cuerpo con los dos cortes que Savera me había provocado.

De repente olfateo el aire.

- Huele a quemado. - digo señalando la columna de humo que se ve en el horizonte. Deberíamos movernos.

Guardo el Florete en el cinto y empiezo a moverme torpemente hacia la flecha.

- Estad atentos pues es el momento ideal para que aparezcan trampas indeseadas.

Cuando esté de espaldas a los otros dos saco la pomada de las Heridas y aplico un poco en las más graves mientras sigo avanzando.