Partida Rol por web

Bastia se giró por fin e hizo una profunda reverencia ante el hombre.

No olvidaremos su ayuda y, cuando esto termine, nos ocuparemos que su ayuda sea conocida. - dijo formalmente.

Las manos se separaron de las empuñaduras de las espadas pues el peligro parecía haber pasado.

¿Tenemos carreta? - preguntó a sus compañeros.

Mientras esperaban, Yabiz caminó relajado mirando la decoración y la programación. También en su tribu, por las noches cantaban, bailaban y narraban leyendas en torno a la hoguera. Aunque en este lugar les daban vida. Cosas de la civilización. Y ahora que lo pensaba, sentía un poco de claustrofobia en aquel recinto cerrado tan lleno de gente escondida.

- Chicos, voy a tomar un poco el aire. Llamadme si necesitáis algo.

El aire de la ciudad no era lo que se dice fresco, pero la brisa de mar arrastraba la mayoría de olores reconcentrados de la urbe haciendo que fuera bastante más soportable que el de la mayoría de las ciudades.

Una vez que se quedaron solos, los compañeros acudieron a por una carreta para recoger las existencias. A medio camino, Norm suspiró. —Estoy seguro que vamos hacia otra emboscada. Debemos estar preparados. 

El grupo vuelve al tempo a recoger la carreta y la lleva hasta la puerta lateral del teatro. A pesar de la paranoia de Norm, que ha tomado todas las precauciones posibles, lo único que les espera en el almacén son cuatro jóvenes que cargan media docena de cajas en la parte trasera del vehículo.

El viaje de vuelta al templo también es tranquilo.

Una vez en el templo Norm trató de asegurarse que no les habían dado gato por liebre. 

—¿Podéis comprobar que es el ingrediente correcto? —dijo a los druidas —nosotros no somos precisamente unos expertos. 

Varios druidas asienten.

- Si, sin lugar a dudas. Es corteza de sauce susurrante. Totalmente imposible de confundir.
 

El cuerpo de Bastia se relajó visiblemente al llegar al templo ya que, al igual que Norm, había estado todo el rato esperando un ataque, bien una emboscada de la compañía del teatro o una represalia de alguna de las familias.

Solo quedan los capullos de Flor de Plata, ¿no? - confirmó la brinchie. - ¿Qué es el Emporio exactamente? ¿Sabemos quién los tenía a la venta la última vez?

Flogdegnurt no podía creer que hubieran conseguido regresar al templo de una pieza, con la corteza de sauce susurrante y sin siquiera un solo altercado. Al final el trabajo no estaba siendo tan complicado como pensaban. 

Sin embargo, no podía quitarse de la cabeza a la zorra esa...no veía el momento de ajustarle las cuentas. De estrangularla con sus propias manos.  Sin embargo, aún les quedaba un ingrediente y parecía que el resto de los capas grises no tenían interés en enfrentarse a la mujer. Quizá cuando acabasen con esto surgiría la oportunidad.

De cara a conseguir los capullos de plata, la pregunta de Bastia era más que oportuna. Sin añadir nada más, esperó a recibir respuesta.

- El emporio es una idea nueva(*). Un edificio masivo lleno de tiendas y puestos de todas clases en las que se puede encontrar las mejores mercancías. Es como una gran plaza pero cerrada bajo el control de los Jutzenka. La planta esta en un herbolario de la planta superior, propiedad de Maxwell Jutzenka.

Tras una caminata por las partes más antiguas de la ciudad, llenas de antigua arquitectura Kalineshi, el grupo llega a la plaza Jutzenka. La plaza esta llena de comerciantes y pequeños puestos todos dominados por el gigantesco complejo de edificios que es el Emporio.

El emporio en si es impresionante, una colección de grandes tiendas y algunos pequeños puestos que muestran las mercancías más extrañas: tapices de colores fuertes, telas, alfombras, joyas, y cualquier otro lujo imaginable.

Pero lo curioso es que en cuanto el grupo entra varias tiendas empiezan a cerrar, los vendedores susurran al oído a los compradores, los clientes parecen apelotonarse en la puertas de salida y en general el edificio se vacía rápidamente.
 

Cuando Abot nota que la gente los mira y comienzan a abandonar las tiendas a su paso tiene la certeza de que esta vez sí habrá otra emboscada. Y probablemente incluso una alianza de varias familias...

-  Deberíamos planificar cómo vamos a llegar hasta Maxwell Jutzenka. O incluso  hacer llamar a uno de sus emisarios.

Abot acompaña sus palabras de gestos con los brazos abiertos reteniendo a sus compañeros.

- Lo digo en serio, deteneos.

Yabiz se encaminó risueño hacia El Emporio. Después del modo en que habían conseguido la corteza de sauce en el teatro, la vida parecía sonreírles y llegó a creer que podían terminar con la Tiña Ceniza con la misma sencillez con que se tomaban un desayuno. Pero la reacción de los mercaders le sentó como un jarro de agua fría. Las cosas no solo se iban a poner dificiles sino que además loc mercaderes se comportaban como si él y sus acompañantes fueran el enemigo público número uno.

-El caso es que ya nos han visto. Parece que somos famosos y de la peor manera posible.

En cualquier caso, se detuvo como decía Abot. Pero además, y de forma inconsciente, se acercó a Varag como buscando su protección por si las cosas se ponían feas... como todo el mundo sabe: "Quien a gran orco se arrima, buen escudo le cobija"

A pesar de que ya iba avisado de qué tipo de lugar era El Emporio, Flogdegnurt no pudo evitar quedar complemente desconcertado al entrar en el recinto. Solo a un humano se le podría ocurrir cosa tan descabellada. Le costaba entender cómo era posible que los tenderos no se matasen entre sí. Además, al concentrar todo en un mismo sitio, se lo ponían más fácil a los ladrones.

Pero más extrañado se quedó cuando vio que todas las tiendas comenzaban a cerrar a su llegada. Tardó unos segundos en darse cuenta del motivo: su fama había trasncendido y aquellos tenderos les temían. Eso estaba bien. Podrían usar eso en una negociación.

-¿Planificar? Subir, hablar, comprar ¿para qué maz? No peor. No malo. Nozotroz miedo; él venderá barato. No quiere enfadar ¡Vamoz, vamoz!.

~~-¿Planificar? Subir, hablar, comprar ¿para qué maz? No peor. No malo. Nozotroz miedo; él venderá barato. No quiere enfadar ¡Vamoz, vamoz!.

No creo que los Yunkeza nos teman, Flog - dijo Varag mirando alrededor sin ver ninguna amenaza  - Son los que nos ayudaron contra los Eldakar. Tampoco creo que los eldakar se atrevan a atacarnos aqui... De todas formas, vayamos con cuidado. - terminó, soltando el hacha y poniendose el yelmo.

—Un mercado... no me gustan los mercados. Si empiezan a volar las flechas, aseguraos de cubriros con alguna de las mesas. Parecen resistentes. 

En fin, parece que todos querían seguir adelante a lo loco sin planificar. Sería Abot que se estaba poniendo paranoico.

- No creo que los Jutzenka tengan ningún reparo en convertirnos en enemigos si les interesa aunque hace dos días nos ayudaran.

Aunque si la discreción no había sido estrategia hasta ahora no había porqué pensar que ahora la iban a usar.

Yabitz desaparece detras de una mesa mientras el grupo sigue caminando. No tardan mucho en ver a un grupo de hombre, vestidos de malla de arriba a abajo, con espadas y escudos escoltando a un adolescente bien vestido dirigirse hacia ellos.

Los soldados parecen rodearles mientras el mercado acaba de vaciarse. El joven sonríe y se presenta.

- Soy Maxwell Jutzenka. Os estábamos esperando. - comenta - ¿En que puedo ayudaros? - algo en el tono del niño resulta chulesco y desagradable.

Desde detrás de la mesa se concentró en aquel sobreconfiado adolescente tratando de adivinar su talón de aquiles.

Yabiz sale de detrás de la mesa para reunirse con el resto.

Que bien, que bien. Es estupendo que haya gente que de la cara y podamos hablar las cosas como gente seria y responsable. Hablar como gente civilizada, como adultos, vaya. No como en el muelle que nos prepararon una ruín emboscada y quedó todo hecho un estropicio que no deseábamos en absoluto. Bárbaros, eso es lo que eran.

Pues mira, Maxwell Jutzena, necesitamos capullos de flor de plata. Sí, eso es lo que necesitamos.