Partida Rol por web

Miro hacia la criatura... Entrecierro los ojos... Frunzo el ceño...

Preparo mi arco con una flecha. Me separo unos metros para que no me estorbe Ragnar en la linea de visión.

La niña avanza con total tranquilidad hasta situarse a unos pocos metros de vosotros.

Os resulta extraña e inquietante a la vez. Su contorno es difuso, camuflándose casi con el ambiente. Además, su voz cantarina os parece un susurro, pero la escuchais con la claridad de un grito.

-¿Acaso traen buenas nuevas los extranjeros que pisan estas tierras?¿O acaso traen el hacha y la espada, el fuego la muerte, para aquellos que nada les han hecho, aquellos que aspiran a descansar en paz? Yo os digo que no turbeis con vuestra presencia las pacíficas vidas de esta noble gente, que a nada aspirais con causarles el menor mal. Más, si quereis de verdad saber, acudid a la casa de la que mora más allá de este bosque.- con su pequeña mano señala el bosque que está a su espalda.-Al otro lado se encuentran las respuestas que algunos de vosotros ansiais saber.

La mirada se posa en todos y cada uno de vosotros, rebuscando entre los anhelos de vuestros corazones.

-Partid, pues el día es corto y el Lobo acecha en estos sagrados bosques.

Mientras vuestras mentes giran en un torbellino de confusión, la niña comienza a desvanecerse, a desaparecer en el aire que la rodea. Sus palabras quedan prendadas en cada uno de vuestros oidos, en vuestros corazones, mientras vuestras mentes intentan sacudirse el estupor que ha causado. Sin embargo, todos os sentís capaces de ver la mano que os señalaba el bosque, invisible e inmóvil. La parte racional lucha con la supersticiosa, pero ninguna ganará jamás dicho conflicto. La mano nunca ha estado ahí, y nu8nca estará, más la podeis ver.

Me quedo en silencio, estupefacto. Había oído de seres que se aparecen y desvanecen, pero jamás había visto ninguno...¿o no lo he visto? Observo el entorno que nos rodea, buscando a la joven de la caperuza entre las sombras de los árboles. Pero no hay nada. Escucho intentando oir sus cantos. Pero sólo se oyen los de los pájaros. ¿Qué clase de embrujo es este?

Con todo, sólo me queda saber qué hacer, qué nos indica Hildolfr.  Jarl... ¿qué sugieres? ...Por mí podríamos ir a la supuesta casa del bosque, la incógnita de lo desconocido me pide que la desvele...

Las palabras calan hondo en tí, más no te atemoriza la presencia de la niña. Sus palabras se encaminan hacia tu corazón, rebotando en las paredes de tu mente. Comprendes la lógica inherente a ellas, y tu corazón las acepta como verdaderas.

Vigdis rugió acojonado, empuñando su hacha. El miedo es aun mayor que la locura berserker, pero no evita la autopreservación.

Gunnar no llega a comprender demasiado lo que acaba de suceder pero el hecho de que alguien haya hablado sobre respuestas aunque fuera aquella vision extraña, en cierto modo le reconforta, mantiene sus sentidos alerta y espera las ordenes adecuadas.

Esperé como atontado, sujetando el hacha y mirándo al jarl.

Estupefacta, me quedo mirando alrededor... Bajo el arco y haciendo fuerza con la mandíbula, miro a mi Jarld, despues miro la linde del bosque y me echo las trenzas hacia atras.

-Pero que diabl....Grrrrrrr!- Resoplo mirando como se desvanece. Asiento mis manos a mi hacha, mientras observo estoico la escena.

A pesar de que algunos os sentís intimidados y otros no, la extraña imagen de la niña llena vuestras mentes de recuerdos. De cuentos contados por las abuelas a la luz del fuego, de historias de cazadores contadas en susurros después de cobrar una presa, gritos de Skaelds contando la historia de vuestros antepasados...

Un escalofrio me recorre la espalda, mi semblante muestra preocupación... Vuelvo a mirar a mi Jarld, seguidamente al resto de mis hermanos.

Esto no me gusta.... Un espíritud se nos a mostrado... Algo que no se puede matar... No me gusta...

Vuestra mente recuerda las viejas historias en las que se nombra al Lobo, a Fenris, hijo de Loki. Su odio por los aesir no tenía fin, y su crueldad iba pareja. En cierta ocasión intentó robar las manzanas de la inmortalidad de Iduna, que tan sólo por la suerte se salvó. Extrañamente, Iduna iba con una caperuza roja en esa ocasión.