Partida Rol por web

Conjuras el sortilegio y te pones a mirar alrededor en busca de tu "anfitrión" principalmente. Sin embargo, no encuentras nada. Eso sí, Adascar reacciona al hecho de que lances el conjuro, chasquea la lengua tsk es de muy mala educación entrar de invitado a un castillo y sin permiso del anfitrión ponerse  a lanzar conjuros, esta vez pasa pero la próxima vez que lances un conjuro deberé tomar medidas drásticas. La voz de Adascar, rebota en las paredes del salón sin dar pista de por donde puede encontrarse.

Aquello era prácticamente imposible, y aún así, seguía a ciegas. La habilidad de Adascar para esconderse no podía deberse a su maestría —por muy bueno que fuera, las sombras no ofrecían un escondite a sus ojos—, y tampoco era algo natural. Su talento era algo adquirido, ya fuera magia o alguna habilidad por haber tratado demasiado con el plano de umbra, y eso significaba que debería haber detectado algo, aunque fuera solo durante un instante. No hacerlo solo podía significar que se estaba moviendo de manera continua, o que estaba detrás de algo demasiado grueso como para que su magia lo atravesara. ¿Pero qué? No parecía haber nada así, y su voz resonaba en aquél salón vacío de manera que era casi imposible descubrir de dónde venía.

Sabiendo que un movimiento en falso podía acabar mal —aunque confiaba plenamente en sus capacidades para vencer—, lo más sensato era ganar tiempo, encontrar el momento; tarde o temprano mataría a ese hombre, pero prefería sufrir lo menos posible en el camino. Eso significaba aguardar un poco mas, por mucho que lo odiara.

—¿Educado? —preguntó con ironía, ocultando con la mofa la ira que sentía—. Como he dicho, me gusta saber con quien hablo. Pero si gustas...

Se encogió de hombros, y comenzó a moverse alrededor de la mesa, hasta llegar al trono. Acarició con sus dedos el asiento, sonriendo al pensar en cuando fuera suyo, pero no fue más allá; tomar asiento en él podría haber dado al traste con todo, y además sentado estaba en desventaja, no debía ser tan orgulloso o sería su perdición.

—Bien, bien. No importa. Podría encontrarte —una bandada de murciélagos, una colonia de ratas o una plaga de arañas; cualquier enjambre acabaría por encontrar a su anfitrión en cuestión de segundos—, pero si quieres seguir escondiéndote de mi, ¿quien soy yo para negártelo? —Una vez más, sus labios se curvaron, ufanos—. Aunque no me veía tan aterrador la última vez que me miré al espejo.

Y una vez más miró a su alrededor de manera despreocupada, cambiando repentinamente de sentido para no hacerle fácil escabullirse si era lo que estaba haciendo. Al fin y al cabo el conjuro duraría un rato, y no estaba dispuesto a rendirse*.

—Como sea, hablemos de negocios. Sé que buscas el control de las sombras. No puedo ayudarte con ese plano, pero si puedo proporcionarte algo que buscas, el siguiente paso en tu camino. ¿Quieres invocar una Sombra? Puedo ayudarte con eso. Mi maestro las controla a centenares. A cambio, tan solo necesito quedarme en este castillo, usarlo de base mientras me asiento en la ciudad. ¿Qué te parece?

¿Quién es tu maestro? Si él puede enseñarme y estáis interesados en mi castillo ¿por qué no ha venido él en persona? 

Mi castillo vale más para mí que ese conocimiento, tendrías que ofrecerme algo más ¿por qué te quieres asentar en la ciudad? 

No dejó escapar el aire pues, como no-muerto, no respiraba. Sin embargo, tuvo ganas de hacerlo de manera sonora. Aquél tipo era poco conversador, sin duda, y además seguía sin aparecer por ningún lado. Las cosas así iban demasiado lentas.

—Mi señor es un Dios —dijo con sinceridad—. Sería difícil que viniera aquí. A su debido tiempo, tal vez. Pero no, todavía no. De momento, soy su humilde mano en los asuntos de los mortales, y tiene intereses aquí. Por eso necesito asentarme en Zhay.

Se encogió de hombros y se apoyó en el brazo del trono; recostado pero sin llegar a acostarse. Se tomó un momento antes de continuar, dejando que el silencio se extendiera por la estancia antes de ser él quien volviera a romperlo.

—Puedo irme y buscar otro lugar, habrá otros que quieran un poder por encima de la mayoría. Pero me dijeron que aquí encontraría a alguien dispuesto a todo por alcanzar sus metas. ¿Me he equivocado? Si lo he hecho, podemos acabar con la conversación. Pero si no, ¿por qué no te presentas y brindamos por un nuevo futuro?

Tras un instante de silencio, lo ves salir de detrás de una de las columnas del Salón, efectivamente ahora si ves auras mágicas aparte de que se muestra ante tí. Aún mantiene las distancias, está como a unos 45 pies de distancia, quizá algo más. 

De momento no es necesario que te marches, no hay que ser tan impaciente, mi nombre es Adascar y me interesa oir con detenimiento tu oferta. 

Riba de Ashaba. Asentamiento del Valle de la Bruma ha sido arrasado. Unos dos mil cadáveres. Voy acompañado de Drows.

Las palabras resonaron en su mente, despistándole un instante. Cuando volvió a recuperar la noción de la realidad, Adascar había salido de las sombras y permanecía a unos 45' de distancia; las auras mágicas eran fácilmente reconocibles. Interesante.

El hombre podría llegar a resultar un oponente duro, no había duda de ello. Y aunque se había mostrado, seguía desconfiando, estaba claro. Intentar matarle así sería un riesgo, no solo porque podría debilitarle, sino por la posibilidad de que escapara; sin duda no quería una sombra esperando el momento de asesinarle. No, eso tendrá que esperar. Tampoco le importaba cambiar de planes, el destino era voluble a su manera.

—Me alegro de conocernos por fin —dijo esbozando una sonrisa desagradable—. En condiciones, quiero decir.

Hizo un ademán con la mano, un gesto para restar importancia al asunto, y se quedó mirando al maestro sombrío. Tras unos segundos, asintió.

—Bueno, el caso. Como he dicho, necesito un sitio amplio y algo apartado. Quiero formar un séquito, y necesito dónde se queden. La mayoría serían no-muertos, así que no necesitarán comer, dormir ni molestarán, pero puede que también tenga visitas más... Vivaces.

En ese momento, una idea le vino de repente; le habría iluminado el rostro si fuera capaz de sentir esas emociones.

—Entre ellos, puede que traiga algún drow. Dicen que son expertos en el control de las sombras, seguramente puedan ayudarte. —Si sigues vivo para entonces—. Yo, por mi lado, puedo entrar en contacto con mi Dios, y te ofrezco desentrañar los secretos de la convocación de las Sombras, juntos. —Y mientras me seas útil.

Se encogió de hombros y esperó, observando las reacciones del hombre. Estaba claro que no le iba a agradar hacer de anfitrión a tantos, pero si su afán de conocimientos era más grande que sus ganas de soledad, podía funcionar. Por si acaso, añadió algo más, un caramelo.

—Aún no puedo decirte cual es mi objetivo aquí. Pero mientras me dedico a mis asuntos, podrás contar conmigo si necesitas ocuparte de algo. Y créeme, soy lo suficientemente poderoso para ser un gran aliado. —No era necesario decir, que también un peligroso enemigo. Di un paso al frente y extendí la mano; cuando menos se lo pensara, mejor—. ¿Tenemos un trato?

A tu pregunta de si tenéis un trato responde quizás, todo depende si aceptas mis condiciones deja una pausa y continúa, no se acerca y sigue en la distancia permite que no me acerque, desde esta distancia nos escuchamos bien y no hace falta darnos la mano, no somos amigos. Como he dicho antes, quizás aliados pero para ello no hace falta que nos demos más confianza de la necesaria. Parece ser que te interesa mi castillo, a mi me interesa otra cosa aparte del conocimiento. Hay quien me busca para matarme, y me gusta estar vivo. Aunque nunca he probado estar muerto porque según dices eres un clérigo de algún dios inteligente y seguramente puedas levantar a los muertos. Bueno voy a ir al detalle, a cambio de tu protección te daré el usufructo de mi castillo. Siempre tengo que estar escondiéndome de todo el mundo, y estoy un poco cansado. Necesito una prueba de que cumplirás tu parte del trato ¿se te ocurre algo?

Incluso sin la necesidad de hacerlo, sonrió. Las emociones eran algo que había dejado atrás hacía mucho, pero había veces en las que era capaz de sentir, aunque fuera apenas un destello de cuando estaba vivo. En parte era porque había obtenido el castillo, y sin necesidad de derramar la sangre de Adascar; por otro lado, tenía curiosidad. ¿De quién se tendría que esconder aquél hombre? Al parecer pronto iba a descubrirlo.

—No sé ninguna forma de demostrar que cumpliré, pero al fin y al cabo, he venido aquí de cara, a hablar, antes que entrar por la fuerza y usando mis poderes para doblegarte. —Se encogió de hombros—. Podría haberlo hecho, o intentado al menos. Además, prefiero mantenerme en un segundo plano. Si muertes y me hago con éste lugar, tal vez levante sospechas y de pie a preguntas indeseadas. No, me viene mejor que sigas con vida. —Por el momento, claro; hizo un gesto de la mano, restando importancia al asunto y pasando al tema importante—. La cosa es que has despertado mi curiosidad. ¿De quién debo protegerte? "Todo el mundo" parece ser algo... Excesivo. ¿No lo crees así?

Quizás haya exagerado un poco, sí, con esconderme de todos me refiero a que no me puedo fiar de nadie prácticamente. Ya que estamos en Zhay y algún mago rojo seguramente quiera acabar conmigo. Omitió información, no quería confiar todavía eso al recién conocido.

Bueno, dice ya más relajado, ya que estás de invitado en mi castillo ¿en qué puedo ayudarte para que te sientas más cómodo?.

No terminaba de creer en las palabras de Adascar, pero era mejor no presionar. Todavía no. Ya había conseguido su objetivo y, de momento, era suficiente. Con el castillo a mano podía empezar a trazar planes, atraer seguidores y comenzar a construir las bases de su imperio. Zhay era un lugar lleno de posibilidades que pretendía explotar cuanto pudiera.

—No necesito demasiado —respondió encogiéndose de hombros—. Una habitación tranquila dónde pueda meditar, y conocer los rincones de esta fortaleza. Saber dónde podría meter a mis seguidores si vienen, y puede que una llave para poder entrar y salir sin problema.

Recordó en ese momento que aún no había respondido al mensaje de Borgon, y ahora parecía adecuado hacerlo.

—Sin embargo, necesitaré un momento, disculpa.

Se alejó unos pasos, metió la mano en el bolsillo y tocó con la yema de sus dedos la piedra de recado. En cuanto notó la magia surgir y conectar al otro lado, respondió.

[...]

Cuando acabó, asintió satisfecho.

—Bien, podemos empezar si quieres.

Manteniendo al principio las distancias, te va mostrando el castillo y poco a poco va cogiendo algo de confianza. Consta de planta baja, planta alta y sótano excepto en las cuatro torres que tiene tres plantas sin sótano. El sótano tiene lo que antiguamente fue un gran almacén, cuatro celdas de 4 metros cuadrados cada una y una sala de tortura con los instrumentos necesarios para llevar a cabo tal labor. En la planta baja, está el gran salón, un patio con establos con una capacidad para 8 caballos y lo que eran unos jardines además de un lugar apropiado para poder entrenar, la cocina con un pequeño almacén, la entrada, un baño y una armería (con material suficiente para equipar a 12 soldados) y en la planta alta están las habitaciones (un total de doce dobles) y los baños de cada habitación. Las torres poseen una escalera de caracol que suben por la pared; una de ellas posee una biblioteca, otra una sala con juegos de cartas y dados, otra con un despacho y la última una capilla a Tiamat.

Todo tiene aspecto de estar abandonado excepto una de las habitaciones con su respectivo baño.

Aunque hecho polvo, el castillo era impresionante. Estaba abandonado, pero con él allí poco a poco recuperaría la grandeza del pasado; por suerte, no necesitaba comodidades mientras tanto. Tanto era así que ya sabía dónde pasaría el tiempo mientras organizaba su nuevo centro de poder: la biblioteca. Tenía horas de sobra para leerse aquellos libros y aprender sus secretos.

Por otro lado, le llamó la atención la capilla, por inesperado.

—¿Por qué Tiamat? —preguntó por curiosidad. 

No es que tuviera nada en contra de la diosa dragón, de hecho su compañero en aquella conquista era un adorador de ésta, pero no veía el motivo de ese culto por parte del danzarín sombrío. ¿Que otras sorpresas habría?

Una vez respondida la pregunta, de la manera que fuera, se dio por satisfecho y asintió. No necesitaba más. Ahora que ya tenía una fortaleza, daba inicio la segunda parte de su plan. Tendría que moverse por las distintas tabernas y prostíbulos de la ciudad, ir a los mercados y gremios artesanos, y en todos esos lugares, plantar la semilla. Necesitaba que el rumor se extendiera, y por eso había ido allí. Quería una cohorte, una legión, pero no de zombies sin cerebro o esqueletos carentes de voluntad. Necesitaba a otros como yo, no muertos que hubieran optado por aquella vida o que hubieran sido animados con una chispa de inteligencia. No había otro lugar en todo Faerün para atraer a servidores así.

—Mañana mismo saldré temprano. ¿Cómo podré entrar y salir sin necesidad de que me abras? Y a ser posible, sin llamar demasiado la atención.

Tiamat era a quien adoraba mi familia al pronunciar mi familia ves que lo hace de forma fría y carente de sentimientos.

No soy muy buen seguidor de ningún dios pero si tuviera que elegir alguno, ahora mismo, sería Maskhara.

Respecto a como salir y entrar aquí sin dificultad, te daré unas llaves tras ello se va a su habitación, la que estaba más limpia y te trae un juego de llaves de allí y te indica para qué es cada llave incluyendo la de las celdas de abajo.

Curioso, pensó al saber lo de su familia. Mucho más que el tono que usó. Por lo que le había contado la esclava, ya imaginaba que no sentía demasiado aprecio por ella. Es más, si de verdad había asesinado a su hermano —y a sus padres—, era fácil explicar porque los otros magos rojos le querían muerto.

Por otro lado, la elección de adoración de Adascar, no era para nada sorprendente, aunque si patética. La deidad era ahora un poder menor, sobre todo desde que otros habían tomado sus dominios al perder poder tras leer el libro de Cyric; el Cyrinishad había desposeído a muchos dioses, y en último término a su propio dueño. Pese a haberle servido en su momento, no sentía lástima por su antiguo amo.

El regreso de su anfitrión, con las llaves del castillo, le sacó de sus pensamiento. Bien, bien.

—Gracias —dijo mientras se guardaba el manojo, haciéndolo desaparecer entre sus ropas—. Si no te importa ahora, usaré la biblioteca. Descansaré allí, hasta que adecue el resto del lugar. —Sonrió, con un gesto algo ténebre—. Buenas noches, Adascar.

Dicho eso, se alejó hacia la biblioteca, dónde cogió un libro al azar y comenzó a leerlo. Poco a poco las palabras fueron perdiéndose en su mente, y simplemente pasó las horas recostado en un sofá, hasta que el nuevo día comenzó a asomar fuera del castillo, marcando el inicio de otra jornada que, esperaba, fuera igual de productiva.

Tras sus rezos diarios, poco antes de que el sol saliera, y sin necesidad de comer, dormir o arreglarse en absoluto —la magia y la no muerte eran suficiente—, se puso en marcha de nuevo a la ciudad. Si todo iba bien, no volvería hasta tarde, cuando hubiera extendido suficiente el rumor de que el castillo buscaba... criaturas. Lo primero, por tanto, debían de ser los mercados, las forjas, talleres y gremios de artesanos.

Llegas a la ciudad y a los mercados sobre las 9:00 de la mañana. Bulle de actividad, parece que los mercados abren muy temprano. Tardas dos horas desde el castillo hasta allí pero parece que un mercado de esta envergadura está activo todo el día.

La ciudad era un hervidero, tal como esperaba de la capital de una de las principales potencias económicas y mercantiles de los reinos. Era, junto al hecho de que allí los no-muertos fueran bien vistos e incluso valorados, lo que le había hecho comenzar su andadura allí y no en otro lugar.

Zeiros no buscaba únicamente un ejército con el que arrasar el mundo, no, él quería algo más, quería un mundo que se pudiera controlar. ¿De que le iba a servir a Kelemvor tener millones de esclavos resucitados? Esos seguirían órdenes, pero no le adorarían. Sin un clero, la conquista no tendría sentido. Era por eso que lo que él buscaba no eran sacos de huesos sin voluntad ni zombies incapaces de dar un paso por si mismo. No, buscaba a otros como él, criaturas que hubieran abrazado la muerte por propia voluntad, que hubieran buscado la forma de trascender la vida, ya fuera por si mismos o a manos de otros. Si hubiera queridos mulas de carga, habría levantado cadáveres para ello. Como no, le tocaba buscar a los adecuados.

Pasó la mañana entera recorriendo el mercado, hablando con tenderos, artesanos y comerciantes de toda clase, tanto en los puestos levantados al aire libre como en los locales de aquellos que se habían establecido de una manera más definitiva. Visitó también las tabernas, los burdeles y las casas de opio, todo aquél lugar dónde se reuniera gente y dónde se pudieran extender los rumores. Hizo uso de toda su habilidad para llamar la atención de las personas adecuadas, hablando con quien debía y, además, recopilando noticias. 

Por la tarde, lo último, dejó para el final los gremios de aventureros y de artesanos. Los segundos era lógico, quería dedicarles más tiempo que a los demás, por utilidad y por respeto. Sería allí donde conseguiría a los más capacitados, a quienes guiarían al resto mientras él no estaba, los que llevarían el grueso de las operaciones para convertirle en un poder a tener en cuenta. En los de aventureros sería, por otro lado, dónde buscaría al que sería su mano derecha.

Para tal fin necesitaba a alguien que cumpliera con dos aspectos fundamentales. Por un lado, cuando llegara la guerra, debía ser quien potenciara a sus huestes; un estandarte que impulsara a sus soldados. Pero sobre todo, tendría que ser su enviado, un portavoz que hablara en su nombre allí dónde él no llegara. Por supuesto, quien fuera escogido tendría que se de mente abierta y dispuesto a arriesgar la vida, a vivir aventuras. No necesitaba que fuera un luchador, pero si valiente.

Aparte de todo el trabajo de correr el rumor para atraer seguidores a tu castillo, te informas de lo que se está hablando mayormente en la ciudad. 

Hay otra fortaleza, llamada la ciudadela, creada hace bastantes años por una raza reptiliana. Dicha fortaleza se encuentra relativamente cerca de la tuya y se dice que conecta con la infraoscuridad con todos los peligros que ello conlleva.

Tras varios días de extender la noticia de tu castillo empieza a llegar gente y a tener actividad, entretanto Adascar se acerca a tí un día en privado me alegra que el castillo ahora tenga utilidad para alguien más que para mi, me gustaría preguntarte si tienes a bien que trabaje para ti a cambio de un salario, podría ser el jefe de exploradores aunque acepto propuestas.

El saber que había otra fortaleza cerca le hizo pasar más tiempo a partir de entonces en el castillo. Seguía yendo cada día a extender la noticia de que buscaba gente, así como para enterarse del impacto que estaba teniendo aquello en la gente de la ciudad, pero sobre todo se tiraba el día allí, recibiendo a los nuevos integrantes de su cada vez más extenso servicio o leyendo los libros de la biblioteca. Mientras tanto, también dio un uso práctico a su magia: convocaba muertos vivientes siempre que podía, a los que ordenaba limpiar y recoger. Apenas veía a Adascar, pero sabía que estaba allí.

Fue uno de esos días cuando por fin se acercó su anfitrión. El hombre había pasado tiempo solo, así que aguardaba el momento de que se le encarara por meter a tantos en su hogar. Empero, sus palabras le desconcertaron.

—¿Quieres trabajar para mi? —preguntó, sorprendido—. No me malinterpretes, yo mismo he comprobado que tus habilidades son asombrosas, y me serían de gran ayuda. Pero... ¿Por qué? Tienes un hogar, yo me encargaré de que el castillo esté en buenas condiciones, defendido día y noche, y también me aseguraré de que hay suministros de sobra para que no falte de nada. Incluso un mayordomo que te ayudará en lo que necesites, y te llevará la comida hasta la puerta de tu habitación si así lo deseas. Siendo así, ¿por qué quieres hacer ésto?

Se había mantenido al margen de todo lo referente al castillo hasta ahora, no se le veía por ningún sitio sin embargo había estado pensando y meditando qué hacer. Intentaba matar a su nuevo "compañero", se unía a él o se mantenía al margen como hasta ahora. Algo se estaba fraguando y en su fuero interno quería formar parte de eso.

Creo que se está forjando algo y quiero formar parte de ello, no ser un mero espectador.

Muy perceptivo, humano. En otra situación eso podría haber sido peligroso, pero esta vez. Esta vez solo asintió. Si, podía entender ese sentimiento muy bien. Era el mismo que él había tenido tantas veces en sus siglos de existencia, el que le había llevado dónde estaba. Siempre que una nueva deidad tomaba el manto de Dios de la Muerte, él acudía; no importaba si estaba de acuerdo o no con el nuevo régimen de poder, simplemente quería estar ahí, descubrir de primera mano el futuro que estaba por venir. Adascar quería lo mismo, podía respetar esa decisión.

—De acuerdo entonces, y bienvenido. —Se cruzó de brazos—. Hablemos de tu salario. Ya hemos dicho que no tienes que preocuparte del devenir del castillo, la seguridad o el sustento. Dentro de poco esta fortaleza tendrá todo lo que puedas necesitar para vivir cómodamente. Aún así, si formas parte de mi grupo (vales más que para ser un simple subordinado a sueldo), a veces tendrás que viajar, y arriesgarte. ¿Qué te parecen 200 piezas de oro al mes? Un hombre con ese dinero podría vivir de una manera... Extravagante, incluso si no tuvieras las facilidades que conllevan que yo esté aquí. Además, si encuentras cosas de utilidad en tus misiones (no me importa que mates o robes mientras no llame la atención sobre mi), puedes quedarte lo que desees, al no ser que sea algo específico que yo necesite. —Dubitativo, pues la última vez no había aceptado el gesto, tendió la mano—. ¿Tenemos un trato?