Brier era muy diferente a Cleah. Y de eso, Josep iba a darse cuenta enseguida.
Todavía con las manos en las caderas y la barbilla alzada en actitud desafiante, la morena tarda unos segundos en seguirlo. No aceptaba órdenes de nadie. Y aunque él no se lo había ordenado, el seguirlo se parecía lo suficiente a una orden como para negarse. Sin embargo, quería respuestas.
- He estado compartiendo su cuerpo durante años. Todavía no estoy segura, pero creo que esto va a ser mejor.
Sus ojos son los mismos que los de Cleah. Exactamente iguales. Pero su mirada no tiene ni pizca de la inocencia y la bondad de su alter ego. La mirada de Brier es fría, distante, calculadora, desafiante... y peligrosa. Propia de alguien que ha matado y que volvería a hacerlo sin problema.
- ¿Así que eso soy? ¿Un espíritu? ¿Y cómo se supone que voy a protegerla si no puedo ni sacarla de la bañera?
Su voz también debería ser exacta a la de Cleah, pero de nuevo, lo único que comparten es su anatomía. Aunque tiene el mismo timbre, su voz suena tajante, fría... Un tono de voz que Cleah nunca podría llegar a usar jamás.
- Acabas de nacer, ¿cómo quieres hacer cosas que a otros espíritus le han tomado años y años de experiencia? - Dijo Saburido mientras llegaba al salón y se sentaba en el sofá. - Sé lo que sientes por ella, sino, no te habrías quedado aquí sin más, en este mundo. Sé que ansías poder ayudarla... y yo puedo hacer que eso ocurra... -
Volvió a sonreir, pero esta vez, de manera distinta.
- Pero claro, es peligroso y tal vez, no salgas de esta. Por no decir que con las criaturas que hay que tratar... bueno, digamos que no les gusta que las despierten. -
Brier sigue al señor Saburido y se queda de pie frente a él cuando éste toma asiento en el sofá. Su actitud sigue siendo desafiante, como delata su postura. Brazos cruzados y piernas ligeramente abiertas.
Cuando escucha las palabras de su anfitrión, no puede evitar alzar una ceja.
- Estás de coña ¿no? ¿Y qué iba a hacer sino? ¿Dar vueltas por el mundo como alma en pena? -El sarcasmo se desborda por todos los poros de su piel- Me la sudan todos esos bichos o lo peligroso que sea. Yo sé que estoy aquí por ella. Y créeme... Saldré de esta.
Termina esbozando una sonrisa triunfante y levantando la barbilla. Otra cosa quizá no... pero seguridad, tiene de sobras.
- Puedes simplemente dejarlo estar y no molestar a los Malfeos. - Dijo Josep aún con una sonrisa, como si no le importara tu sarcasmo o toda la seguridad que estas demostrando con tus palabras. - Es sencillo enfadarles y por supuesto, es un viaje sólo de ida. Si decidimos que necesitamos su ayuda, al regreso ya no serás la misma y lo más importante... -
Josep carraspeó un par de veces antes de continuar.
- ... les deberás un favor. -
Ahora te miró con el rostro serio, como si todas las bromas y los chistes se hayan acabado hace unos segundos.
- Y te aseguro que deberles un favor a ellos es una de las peores cosas que te puede pasar. Así que, ahora te preguntaré qué quieres hacer, tu me dirás que vamos, que no tienes miedo. Pero te pido que te lo pienses por un segundo. -
La reacción de Brier es totalmente inesperada. Primero enarca una ceja. Esa ceja sube y baja un par de veces. Después, sus labios se aprietan, se tensan... como si estuviera impidiendo que se abrieran. Y finalmente... Explota en carcajadas.
- Jaaaaaaaaaaaajajajaja... ¿Malfeos? Juaaaaaaaaaaaaaajajajaja... ¿Con ese nombre me tienen que dar miedo?
Abrazándose el estómago y riéndose sin parar, limpiándose incluso alguna lagrima que escapa del ángulo externo de su ojo derecho, Brier vuelve a parecer todo lo contrario a lo que es Cleah. No tiene respeto por nadie ni por nada. Excepto por la propia Cleah.
- Ay... Por favor, no me hagas reír. -Poco a poco vuelve a ponerse todo lo seria que puede ponerse... De hecho, parece más seria que nunca- Nadie puede a impedir que me quede con ella y la proteja. Nadie va a hacerlo. Nadie.