Al marcharte, notas que Colborn te sigue con la mirada, pensativo...
No se despide.
Caminaba deprisa y en silencio por el pasillo, con los puños apretando con fuerza las empuñaduras de sus espadas y la mirada llena de rabia. Cuando llegó a la habitación abrió la puerta con una patada para posteriormente cerrarla con un sonoro portazo y gritó lleno de ira, a Thorir no le importaba que le oyeran, necesitaba desahogarse y lo hizo con el mobiliario de la habitación, tumbó la mesa y pateó los objetivos que cayeron al suelo. Después se apoyó en la pared con la frente apoyada en la fria piedra y una lágrima corrió por su rostro, muestra de la impotencia que sentía.
Las noticias que aquel hombre traia eran peor de lo que él pensaba y no sabía hasta qué punto podría llegar, solo los Dioses y el tiempo sabían las respuestas a sus preguntas.
Al día siguiente, te está esperando a las afueras del Gran Salón, acompañado por un puñado de Yormef que te dirigen miradas ceñudas. Al saludarle, se limita a mesarse la barba como respuesta.
-¿Sabes? -dice, tras unos segundos-. Lo que me dijiste ayer me dio en qué pensar. Dime, Thorir...
"¿Cómo de serios son tus juramentos?"