Partida Rol por web

Leanan se dirige hacia sus aposento seguida por un sirviente que la pregunta si necesita algo. Éste se separa de ella al llegar a su habitación, dejándola espacio para entrar en su habitación.

Durante el camino que conducía a las habitaciones la mujer miraba de vez en cuando al sirviente, y lo que es más no se cortó en expresar sus pensamientos. “¿Y ahora qué? ¿Me ponen a éste para que no me pierda?”; ese era el comienzo para lo que luego vendría, y ésta vez iba dirigido al criado. Ya no había duda de si había pensado en alto o no.

- Oiga… -llamó su atención con cierto toque de molestia- ¿Es que se piensan que voy a robar la cubertería de plata?

Leanan se paró en seco, con los brazos cruzados y su jovial amigo en actitud juguetona.

- Le dije a la salida que no necesito nada. Zupo está algo indispuesto… -miró al perro, que por poco más sólo le faltaba una gran sonrisa de oreja a oreja en aquella actitud- … pese a como lo ve. ¿No lo voy  a saber yo? –preguntó esperando una respuesta, pues para ella no era algo retórico- ¿Eh? –recalcó.

¿Quiere algo para... para... - El sirviente parecía querer que la tierra se le tragase. - aliviar a su perro?

Quedose mirándolo, aún con los brazos en jarra, y ladeó ligeramente la cabeza. Entonces miró a Zupo, y luego otra vez al sirviente que sudaba nerviosismo. Entonces cayó en la cuenta…

- Aaaah… Claro, era evidente –relajó su semblante.

Acarició la cabeza de su fiel amigo y le dijo:

- No, Zupo, no pretende ofendernos. Creo que el pobre hombre no es completo y por eso insiste tanto.

Cuando habló nuevamente al sirviente lo hizo con una sonrisa en la cara y mucha amabilidad.

- Buen hombre… -comenzó pausadamente- Al principio usted me ofreció su ayuda, pero no la necesitaba –continuó con aquel tono delicado- ¿Eso quiere decir…? –parecía que buscaba que aquel hombre despertara de lo que ella creía “un leve retraso”- ¡Ajá! Que no le sigo necesitando porque sé perfectamente lo que necesita Zupo.

Leanan resopló de felicidad al haberse explicado tan bien ante lo que ella creía un “hombre de pocas luces”.

- Mira, Zupo, aquí se le da oportunidad a la buena gente. Sí, me gusta el lugar.

El sirviente avergonzado se retira con una reverencia, dejando sola a Leanan con Zupo.

Observó como el sirviente se retiraba, satisfecha de la forma en que había tratado a aquel hombre. No era común que gente con pocas luces trabajara en los palacios como criados, pensaba Leanan.

- Bueno, tenemos cosas que hacer… -se dirigió a su fiel amigo.

De primero ojeó a su alrededor buscando guardias, pero como aquello era una misión no iba a dar el cante. Avanzó muy despacio hacia las habitaciones por si podía detectar algunas cosas de interés, y cuando estuvo a pocos metros de la suya…

- Éste Darius es un lince –resopló- “Unas cuantas habitaciones más allá” –imitó su voz en bajo.

Ya que estaba por ahí no iba a desaprovechar la oportunidad, y si la cogían merodeando y era posible se excusaría diciendo que se había perdido.

Leanan avanzó por el corredor de las habitaciones, un total de dieciséis, oho a cada lado del pasillo, contadas por las puertas que daban a él. La de Leanan a la derecha de Lord Devirius era la segunda, tras la de Plesel. En frente de la del comerciante, estaba la de Ruwulf y a su lado la de Bergotaj. Las demás ignopraba de quienes eran.

A simple vista todas las habitaciones son iguales por fuera.

Avanzó despacio por el pasillo, pero no encontró señal que distinguiera la habitación de Tergas “Claro, iba a ser sencillo. ¿Y por qué no vino él?”, murmuró entre dientes un tanto descontenta. “Bueno, a lo hecho pecho”

Se armó de valor he hizo lo más evidente: comenzar a abrir las puertas. Si encontraba a alguien en su interior diría que se había equivocado, simplemente. Si encontraba alguna puerta cerrada ya improvisaría teniendo en cuenta las que estaban abiertas, pero lo que estaba claro era que debía ir con cuidado y hacerse una idea de la situación.

Leanan se acerca hasta la puerta aprovechando que no hay nadie, al intentar abrir la puerta, descubre que está trancada por una cerradura, en la que se aprecian los roces de las llaves al abrirla.

La puerta estaba cerrada, para su desgracia. Después de todo hubiera sido una gran suerte si estuviera abierta, pero no en aquel momento. Se rascó la cabeza, dio la espalda a la puerta y mientras ojeaba a cada lado del pasillo llamó suavemente a la puerta. No iba a irrumpir de forma inapropiada si había alguien dentro. Lo siguiente sería probar suerte...

- Zupo, vigila -le encomendó aquella delicada misión- Si viene alguien ladra, ¿entendido?

Así, confiada en que su fiel amigo le cubría las espaldas, irrumpió en la alcoba.

Leanan que había saqueado infinaidad de casas cerradas a cal y canto con su hermano en Rétoran no tuvo más que acxariciar el pomo y ejercer una leve presión sobre los goznes para que la puerta cediera como si hubiera sido abierta con la misma llave.

Un leve crujido fue todo el escándalo que montyó para entrar en la habitación, oscuara y casi tétrica. Sobre una cama de lujosas sábanas y larguero superior centró su mirada para ir recorriendo con su mirada mientras sus ojos se acostumbraban a la oscuridad.

Recorriendo los rincones descubrió un escritorio con el sello que había visto en los pendones de las salas del trono del duque y dos cartas manuscritas de rubrica de Tergas. Un plumier de tinta y pluma de faisán canela. Los cajones del escritorio tenían cerrojo y una cómoda y un baúl eran los únicos objetos que se veían en la sala a simple vista.

La ventana de amplio ventanal de cristales coloridos dejaba ver la majestualidad del jardín del laberinto que ofrecía euna vsión perfecta del centro del mismo y sus recovbecos. Sin duda más grade de lo que se podría intuír desde el propio jardín.

Un espejo sobre la cómoda de gran cristal daba una impresión más amplia a la sala.

En menos que movía levemente los ojos a un lado, en busca de alguien que se acercara, la cerradura ya estaba abierta. Medio sonrió complacida, y aunque no era la primera vez que entraba en una puerta ajena (tiempos lejanos) auto reconocía que lo había hecho muy bien. Ahora sólo quedaba que fuera la alcoba que esperaba.

Señaló a Zupo con un dedo haciéndole ver que se quedara en el pasillo, y con la certeza de haberle dicho que se encargaba de avisarle. Por eso entró tranquila, sabiendo que podía confiar en su fiel amigo.

Brevemente se acostumbró a la falta de luz, pues no era una principiante que entraría a lo loco y se tropezaría con los muebles. No, debía actuar con cautela ahora más que nunca. De primeo ojeó la cama, el mueble más grande de la estancia, y luego un escritorio. Aquel podía ser el primer punto a revisar, y de hecho encontró sobre él dos cartas con la firma de Tergas. Leanan apretó el puño satisfecha e inspeccionó las cartas por si podía leerlas.

Lo siguiente no fue intentar abrir los cajones, de los que no se iba a olvidar. Primero exploró la posibilidad de encontrar un hueco secreto, y luego, con tiento, se dedicó a los cajones. No podía apresurarse, pero tampoco dormirse en los laureles.

Después se centraría en recorrer la estancia en busca de algún recoveco donde ocultar cosas, y por último se centraría en la cómoda y el baúl los cuales parecían más sencillos. O eso creía…

La joven escudriñó en la penumbra las palabras escritas en las cartas, firmadas efectivamente por Tergas, en las que pedía ayuda a dos eminentes personas. Ambas estaban sin terminar a falta de contar con el sello ducal y el lacre correspondiente.

Primera carta:

La segunda misiva estaba dedicada a otro, mejor conocido por Leanan.

Segunda carta (incompleta):

Los cajones están cerrados firmemente y las cerraduras bien labradas, dejarían constancia de un forzamiento excesivo.

Afortunadamente las cartas aún no estaban selladas, y por eso pudo leer el contenido de las mismas. En la primera Tergas sospechaba del médico del Duque, cosa que por la pinta de éste podría ser. A Leanan le parecía que el médico tenía una pinta muy siniestra, pero cosas aspectos peores había visto. Además, bien podía estar cubriendo sus pasos el albacea del Duque.

La segunda carta iba dirigida a Drerick. De forma automática, como el que se relame los labios al saber que va a comer su plato favorito, Leanan arrugó la nariz y boca en señal de disgusto. Lo cierto es que no sabía como Pifo lo había puesto como Rey, pero ahí estaba. Tomó nota de los detalles y preguntaría a sus compañeros, más tarde, si Tergas se había sorprendido por la noticia.

Después de leer las cartas, las cuales no había tocado,  se dispuso a abrir los cerrojos del escritorio. Al ver lo nuevecito que parecía todo dejó la tarea a medio ya que, si no acertaba a abrirlas, un buen ojo notaría que la habían forzado. Para no perder el tiempo recorrió el resto de la estancia en busca de algún relevante, y después a por la cómoda y el baúl.

Tal vez al final, dependiendo del tiempo, se podría animar a abrir las cerraduras.

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