Partida Rol por web

Erina suspiró aliviada una vez más. 

El tiempo que había pasado en el interior de la fortaleza de los Kihninstone había quedado atrás, al igual que la tensión que se respiraba mientras que había estado allí. Las palabras que le había soltado Charlotte antes de desaparecer no habían dejado de darle vueltas en la cabeza mientras que se recuperaba. Y por culpa de dichas palabras, Erina no podía evitar pensar que no se podía fiar de nadie en aquel lugar salvo por sus compañeros. Pasear a solas por los pasillos del castillo se había convertido en toda una odisea para ella, que reaccionaba nerviosa y en guardia ante cualquier encuentro casual (Aunque se tratase de un simple criado).

En el fondo había un encuentro que temía por encima de todos, y era volver a ver a Harold... Pero eso no era posible. Harold y su familia se habían marchado al día siguiente, ¿Indignados? ¿Avergonzados? Nadie podía decirlo con certeza. Pero lo que era evidente es que su partida había pillado por sorpresa incluso a Lord Kihninstone. 

Y aunque de Lord Kinhinstone era del que menos se fiaba Erina en aquel momento, no podía negar que el mismo le había asegurado toda clase de atenciones y caprichos. Erina se había negado a pedir demasiado, pero no habían faltado las sugerencias... Y tampoco era de extrañar. Erina había estado a punto de morir, y todo el mundo en las tierras de Kihn sabía que la ira de Marshall el Imparable era inigualable.

Por otro lado, Ricard también había ido a visitar a Erina con frecuencia. Se notaba que el tímido y torpe heredero de los Kihninstone se sentía culpable por lo que había ocurrido. A Erina no hacía más que darle lástima su actitud... Pero al mismo tiempo no le sentaba bien que todo el mundo la compadeciera tanto. La hacía parecer débil. 

Pero tan pronto cómo Erina había dejado atrás los muros de Stonebirth, había suspirado aliviada de poder escapar de aquella prisión. Sentía que la tensión del ambiente se había evadido un poco, aunque seguía mirando los caminos con poca confianza. Algo o alguien la perseguía, imparable... Debía permanecer alerta. 

En ese momento avanzaba junto con su grupo, en dirección a un paso que la llevaría hasta las montañas. Su misión seguía en pie... Aunque los ánimos del grupo no eran los mismos de cuando habían partido del Templo de Kihn, ya no podían permitirse el volver atrás. Habían llegado muy lejos, y pese que los conflictos de las tierras de Kihn ponían nerviosos a todos, las historias sobre los destrozos que estaban provocando los Golem eran mucho más alarmantes. 

Ese tiempo en la fortaleza fue de lo más duro que pasó en su vida. No por ser físicamente difícil, no, sino por esa sensación de estar presionada, oprimida, obligada a actuar lo más educada posible en vez de estar a las suyas como su corazón le dice.

Ah, si hubiese nacido un animal salvaje estaría tanto más feliz... Pero bueno. Es la vida que le ha tocado y debe aprender a seguir adelante, no es que haya otra opción. Otra opción agradable, al menos.

Cuando finalmente pudieron salir de esa ciudad, Erina no pudo sino sentir alivio, felicidad: ¡Al fin se alejan de ahí! De nuevo al camino, a convivir con su grupo y sentirse libre y útil.

-Así que... Golems. ¿Eh?-, intentó sacar tema tras que vayan en silencio hace mucho rato.

-... Ya queda poco, venga, ánimos... Seguro que haremos una diferencia. Una diferencia para bien.

Mr. Salzinni, que viaja en ese momento al lado de Erina, asiente sonriente. 

- Estoy seguro de que sí. - Dice en tono animado. - ¿Que podría salir mal a partir de ahora? - Hincha sus pulmones con aire, satisfecho. Realmente el clima había cambiado bastante en poco tiempo... Se notaba que estaba ascendiendo. - Está será sin duda la mejor parte del viaje, lejos de las intrigas de la corte. Tengo que reconocer que son entretenidas, pero dan demasiado trabajo, ¿No cree, Lady Goldspark? - Risita.

- Me gustaría creer que tendremos un viaje tranquilo, pero no podemos perder de vista que vamos directamente a las tierras dónde antes habitaban los Golem. Todos hemos escuchado de lo que son capaces esos seres... - Añade Ron. - Aquí la precaución pasa de decir o no la palabra adecuada a dar o no el paso adecuado. - Cormac asiente ante estas palabras.

-A mi no me parecen entretenidas.-, pronunció con el ceño fruncido, -Son solo un montón de niños y niñas, todos mimados y consentidos, y hay que caerles bien porque sino van y dicen cosas por ahí. ¡Bah! Que bueno que le tienen miedo a mi padre... Aunque francamente, si yo tuviese un cuerpo tan frágil y delgaducho, también le tendría miedo a mi padre...-, rió con una sonrisita. Y en retrospectiva, recordando la cara de enojo de su padre esa vez que accidentalmente incendió la alfombra... Bueno, sí que le tiene miedo a veces, sí.

-Sí... Supongo que será más emocionante. Más peligroso, también. Lo haremos bien, Ron, Salzinni: Es nuestro deber como Emisarios de la Diosa. Uhm. ¿Podemos hacernos llamar así?-, parece dudar un poco.

-¿Caballeros de la Diosa? ... ¿Escuadrón Leal a la Diosa? No lo sé.

-Ahora que lo pienso, no tenemos un "nombre de grupo", todas las bandas de las novelas heroicas tienen uno.

Mr. Salzinni y Samantha se ríen sonoramente, mientras que Ron y Cormac sólo sonríen. 

- Sólo estamos en una misión de investigación, no se si nos merecemos ser parte de una "novela heroica". - Comenta Samantha, entre risas. - Aunque también es cierto de que han pasado más cosas de las que teníamos planeadas y esto se está convirtiendo en una verdadera odisea. - Se calma un poco y se encoge de hombres. - Puedes decidir tu un nombre, Erina, nosotros estaremos a gusto con el que sea.

-¿Segura?-, le respondió a Samantha con una sonrisita.

-Bueno, tu lo has pedido: Seremos "La Compañía Kihnposible".-, manteniendo una sonrisa confiada, se cree que con eso romperá la moral de Samantha.

-¿Eh? ¿Segura que estarán a gusto con LO QUE SEA que diga~?-

Desde luego Samantha comienza a dudar de la confianza depositada en Erina tras sus palabras, o al menos eso da a entender su expresión. 

- C-claro... ¿"La Compañia Kihnposible", dices? Parece bastante... ¿Original? - Dice dudosa, pero en su expresión hay un amago de sonrisa.

Y mientras que parecía que Samantha quería ocultarlo, Mr. Salzinni se parte de risa. 

- Nunca dejarás de sorprenderme, Lady Goldspark. - Comentaba entre risas. Desde luego parecía que Mr. Salzinni le había cogido gusto a dicho apelativo. 

Cormac no parecía tener ninguna opinión al respecto, pero Ron miraba excéptico a Erina, cómo si no estuviera seguro de si hablaba en serio. 

-Claro. Sería un nombre ideal.-, sonríe, divertida. Ríe un poco, se nota que no lo dice del todo en serio.

-Ya se nos ocurrirá algo. Quizás nos hagamos merecedores del título "Los Derribadores de Golems" si llega a darse el caso. Ya saben: Un nombre que signifique algo para nosotros. Creo que será mejor ser pacientes...

Y así sigue el viaje, ahora un poco más animada que antes. Sí, las cosas entre nobles le habían quitado muchos los ánimos y las cosas parecían cada vez peor, pero esta conversación le recordó que está entre amigos: Nada mejor para curar el alma que eso.

El viaje continuó con ese ambiente acogedor y animado. Ahora que parecía que iban a tener la libertad de hablar y moverse lo que quisieran, los problemas que dejaban atrás ya no parecían tan graves. Se respiraba un ambiente de libertad, aunque también unos ciertos nervios... Pronto comenzaría su verdadera misión, y durante la misma podrían descubrir cosas interesantes a la par que peligrosas. 

La idea de encontrarse tarde o temprano con un Golem no dejaba de dar vueltas en la cabeza de Erina, que nunca había visto un ser así salvo en cuadros o dibujos. Parecían criaturas imposibles, irreales, peligrosas.... Pero sobre todo, desconocidas, su madre le había dicho alguna vez que los Golems ya estaban ahí mucho antes de que la Iglesia siquiera existiera, por lo que su origen era totalmente un misterio para ellos. Y siempre habían sido demasiado peligrosos cómo para investigarlos de cerca, ¿Pero era necesario? Vivían en lugares a los que ningún humano se acercaba y sólo atacaban si te mostrabas agresivo... Sin duda era mejor dejarlos en paz, salvo que se pusieran a dar vueltas por el mundo sin motivo aparente, cómo ahora. 

Y de pronto, Erina capta un movimiento con el rabillo del ojo, montaña abajo. No era el simple movimiento de un animal al moverse por las ramas, fue cómo una perturbación, un temblor entre los árboles. Y Erina puede ver algo más... ¿Estaba acaso alucinando por culpa de sus inseguros pensamientos? No lo sabía, pero hubiera jurado ver una perturbación extraña en el aire, cómo las ondulaciones del calor en un día especialmente caluroso.  

Erina oscilaba entre estar muy feliz y estar bastante, bastante nerviosa. Realmente no sería una tarea fácil... Se preguntaba si los golems querrían dialogar, pero entonces recordó que nadie sabe como hablar con ellos. ¿Como se comunicaría, entonces? ¿Como les pediría que vuelvan a sus 'casas' y dejen en paz a la gente...? ¿Y si deciden ser violentos y peligrosos? ¿Que harán?

Muy peliaguda la cosa...

Más adelante, cuando sintió esas perturbaciones, se puso tensa. Detuvo su caballo y observó hacia abajo, por el acantilado. Intentó afinar los sentidos lo mejor que pudo. Esa sensación... Casi parecía mágica. ¿Qué sería lo que se ocultaba por ahí? ¿Algún fantasma o espectro? -Me ha parecido ver algo raro...-, dijo en cuanto alguno de sus compañeros atine a preguntar por qué se ha detenido.

De no ver nada, seguiría su camino con el doble de tensión que antes, pero...

-¿Nadie ha visto o... Sentido algo extraño?

No, no eran imaginaciones de Erina. Había algo movimiéndose entre los árboles... Algo grande. Y no sólo eso, alrededor de lo que fuera que se estaba moviendo se podía sentir una especie de aura, algo sobrenatural. Erina recordaba dónde había visto ese tipo de aura otras veces... El aura que rodeaba a su madre. Si, lo que fuera que hubiera allí, tenía relación con la magia. 

Y entonces Erina consigue atisbarlo, en un pequeño claro entre los árboles, una figura tres veces más ancha y alta que un ser humano. La figura estaba totalmente formada por piedra y algunas plantas, pero su forma no era completamente humana... Era cómo si estuviera formada por diferentes piedras que se hubieran juntado para acabar formando un ser con cuatro extremidades. 

El Golem avanzaba lenta y pesadamente hacia el este. No parecía importarle lo que se le cruzaba por delante, aplastando piedras o astillando árboles. Ni siquiera parecía que estuviera buscando nada (Aunque tampoco estaba claro dónde estaba su cara), sólo avanzaba de forma contínua en dicha dirección. 

El grupo se detiene cuando Erina habla y miran también hacía el fondo del acantilado. Cormac, Mr Salzinni y Ron parecen bastante desorientados pero Samantha no tarda mucho en reaccionar:

- ¡Es cierto! - Dice en tono de alerta. - ¡Allí! 

Samantha señala el pequeño claro entre los árboles y entonces todos parecen darse cuenta de la presencia del Golem. Ron frunce el ceño. 

- Sin duda es uno de ellos, y no uno especialmente pequeño. No esperaba encontrar uno tan al este... Se están moviendo rápido. 

Erina se estremeció. Esa distorsión en el aire, ese algo que confundía su vista... Recuerda esa sensación, le es tan familiar y tan alienante al mismo tiempo... -Esto... Esto es...-, pero antes de que pueda explicarle a sus compañeros lo que siente, sus ojos se percatan de la figura. ¡Es un Golem! Y es... Mucho más aterrador de lo que jamás se habría imaginado.

Nunca vio una amalgama de rocas y elementos de la naturaleza combinarse en crear un ser humanoide pero ahora mismo desearía no haberlos conocido jamás: ¡Demasiado grande! Y la manera en la que avanza sin siquiera pensar por donde pisa ni ser distraido por lo que le rodea, determinado cual máquina analógica a seguir recto hacia su objetivo... No tiene duda que si esa cosa pasase por un pueblo, lo atravesaría y dejaría en ruinas sin siquiera plantearselo: No por malicia, sino por desinterés.

-¿Hay algún pueblo en esa dirección? Tenemos que dar la alarma, hay personas que podrían ser heridas.-, parece preocupada.

Ron mira al Golem con el ceño fruncido. 

- Si sigue avanzando en esa dirección no debería cruzarse con ninguna población, y de todas formas... Uno de ese tamaño... Es complicado que no lo vean venir. No hay nada que podamos hacer que rezar por que provoque la menor cantidad de destrozos posible. Seremos más útiles si avanzamos. 

A pesar de que el grupo no estaba del todo convencido con dejar un ser de tal tamaño sin vigilancia, tenían que reconocer que no tenían la capacidad suficiente para enfrentarse a él. Así pues, algo a regañadientes, prosiguen su viaje a través de las montañas. Ahora avanzan mucho más tensos, mirando a su alrededor con más frecuencia y viendo amenazas invisibles en todos lados. A veces, ven estructuras rocosas y esperan que de un momento a otro se echen a andar, sin embargo dicho momento no llega. Aunque Erina hubiera jurado más de una vez ver movimiento en la distancia, o distorsión en el ambiente... ¿Sería su mente engañándola?

Pero a pesar de todas estás ideas en la cabeza del grupo, el viaje durante ese día transcurre con normalidad. Con poca frecuencia se cruzan con algún viajero, pero era evidente que esos caminos no eran muy transitados. Al caer la noche, el grupo acelera la marcha para llegar hasta una posada conocida del camino. Su nombre era "Los Tres Caminos", debido a que se encontraba en la trifurcación entre tres caminos, uno que iba hasta Goldort Este, otro que iba hacía Helltia y otro que iba hacía las tierras de Kihn. En medio de la nada, y en la cima de un pequeño monte, aquella posada parecía estar totalmente fuera de lugar. Pero había luces encendidas, y caballos en los establos, y según Ron, era de las más frecuentadas de los alrededores. No era especialmente sencilla, todo cabía decirlo, tenía dos plantas superiores, cada una con el tamaño suficiente para ostentar 10 habitaciones y una planta baja dónde había una zona para comer, otra para beber, y un lugar tranquilo junto a la hoguera para simplemente pasar el rato, dónde a veces incluso se improvisaban escenarios para bardos o otro tipo de artistas.  

Una vez que llegan ahí, pueden ver que el ambiente, a pesar de que había bastante gente no era precisamente festivo. La poca gente que había allí parecía limitarse a comer rápido hasta que llegara la hora de irse a dormir. Tras pedir una habitación, y una cena sencilla, el grupo decide acostarse temprano con la intención de reprender la marcha de madrugada. 

[IR A NEXO: Los Tres Caminos]

[DESDE NEXO]

Cuando Erina recupera la conciencia, nota el frío y duro suelo en su cara. Estaba en lo que parecía una gruta de montaña, iluminada por la luz de una pequeña fogata. Ella estaba tumbada en el suelo, maniatada por las muñecas y los tobillos, al fondo de la gruta. Iba con la ropa que había usado para dormir, y presentaba algunas magulladuras que debían de haber surgido por culpa de la batalla. No llevaba ningún arma encima, y lo único que podía ver cerca de la hoguera que le perteneciera era el peto que había utilizado. 

Y había otra persona, cercana a la salida. Era un hombre, de dimensiones grandes, tapado con una larga túnica y con capucha, que en ese momento miraba al exterior de la caverna con nerviosismo. Pese a no verle la cara, a Erina le resultaba familiar su constitución... Eso sí, no coincidía con ninguna de la de los hombres que la habían atacado. 

-Nnnh...-, poco a poco fue recuperando la consciencia. Abrió un poco los ojos, se fijó en el suelo. Giró en el lugar y miró al techo de la gruta. Su mirada se nubló unos momentos hasta que finalmente volvió en sí.

Adrenalina recorre su cuerpo, acabando de despertarla. -¡Sam, señor Salzinni!-, dijo en lo que habría sido un grito si la voz no se le hubiese ahogado ante el súbito temor por sus amigos. El cuerpo casi le da un bote cuando recuerda todo lo que ha sucedido. Mira alrededor, desesperada y se fija en el hombre. -¿Quien... Eres tú?

- Ya era hora. - Dice el hombre, con voz impaciente. Su voz también le resultaba familiar a Erina. - Tus amigos ya no vendrán, Erina Goldspark. - La voz parecía amortiguada por algo, y cuando el hombre se da la vuelta Erina puede ver el qué. El hombre llevaba una máscara, decorada con algunos símbolos que Erina no reconocía. - ¿No sabes quién soy? - Añade el hombre, aún más impaciente.

-Usted... Yo...-, frunce el ceño. Le suena familiar, pero... No está segura. Niega lentamente con la cabeza, nota que está atada. Busca cómo incorporarse, aunque sea de rodillas en el suelo.

-¿Trabajas para ellos?-, se pone tensa.

-¿Qué ha pasado con mis amigos? ¿Dónde están? ¿Qué ha sucedido con el escudo de mi familia? ¿La espada de mi padre? ¿Quién es usted y qué quiere de mí?

El hombre se acerca, y cuando Erina intenta incorporarse, este le pega una patada para que vuelva a caer al suelo. 

- Haces demasiadas preguntas, estando en la situación en la que estás, mocosa. - Dice el hombre, con tono amenazador. - Creo que ha llegado la hora de refrescarte la memoria. - El hombre se quita la máscara y la arroja a un lado. - ¿Y bien? - Muestra una sonrisa, algo forzada, casi sobreactuada. 

Erina no tarda en recordarlo, aunque había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo había visto. Era el falso Juez de Sandswaid, aquel que había estado manipulando a Gimeo Sandswaid. Había desaparecido la noche en la que Gimeo había muerto, y Erina había sospechado siempre que había sido él el causante. Sin embargo, no recordaba su nombre. 

Erina suelta un quejido de dolor, cayendo al suelo de nuevo. Tiembla un poco, levantando la mirada para verle el rostro en cuanto lo descubre. Presiona los dientes, se le inyectan de ira los ojos.

-¿Qué pretendes?-, insiste.

El hombre frunce el ceño, y de pronto, vuelve a sonreír. Era evidente que no está acostumbrado a hacerlo, casi parecía que forzaba las comisuras de sus labios para que fueran más allá. 

- ¿No es evidente? Estropeaste todo en lo que había estado trabajando en Sandswaid. Quisimos deshacernos de ti en el torneo pero... Evidentemente no salió bien. - Pequeña pausa. - Al final hemos tenido que optar por una opción más directa. - Desenfunda una daga. - Voy a enseñarte lo que les pasa a aquellos que se meten dónde no deben. 

El hombre avanza un paso, y parece cómo si esperara algún tipo de reacción por parte de Erina. Sin embargo, un movimiento en la entrada de la cueva a captado la atención de la misma. Un hombre... Otro desconocido, se estaba deslizando en el interior con el mayor de los sigilosos. Mira a Erina, le sonríe y le guiña un ojo, y sigue avanzando pegado a la pared.