Partida Rol por web

Aquella armadura le quedaba un poco apretada a Erina y la hacía sentir algo más torpe y desprotegida que de costumbre... Y sin embargo de alguna forma se sentía agradecida de tener la oportunidad de llevarla. Rodeada cómo estaba de otros soldados con la misma armadura, hubiera destacado demasiado llevando su armadura habitual. Haber tenido que venderla había sido lo más doloroso, pero el resto de su equipo no tenía el peso sentimental que tenía su espada, sabía que cuando regresara al Templo de Kihn podrían entregarle de nuevo algo decente con lo que combatir de verdad... ¿Pero cuando regresaría?

Tras conocer la amenaza que representaba Erik Escorpión, el hombre que estaba controlando a los Golem, Erina y sus compañeros habían decidido no quedarse de brazos cruzados. No habían tardado en poner rumbo a Helltia sin apenas haber trazado un plan para acercarse a aquel hombre. Y cuando pusieron un píe en la primera aldea que encontraron por el camino, lo incomunicados que habían estado durante su tiempo en las montañas se hizo notar. 

Helltia estaba en guerra, o al menos, la misma estaba a punto de empezar. La Casa Escorpión se había aliado con la Casa Hollster contra los Monzward, la Casa Real. Por otro lado, las Casas Phal y Khanform parecían no haberse decantado por ningún bando y los Zwerk no parecían interesados en aquel conflicto.

Que los Monzward estuvieran implicados significaba que la Iglesia también lo estaba, pues aquella Casa era la que realmente servía de vínculo para la alianza entre las Tierras de Kihn y Helltia. Y a pesar de esta amenaza, la Iglesia aún no había podido introducir sus tropas en Helltia... La respuesta era simple: Golems. Sabiendo lo que sabía, Erina podía deducir que había sido Erik Escorpión quién había mandado los Golem a atacar la fortaleza de los Kihninstone. Poco se sabía de la situación allí, pero había poco que Erina y su grupo pudieran hacer por ellos... Más que quitarle el control de los Golems a Erik Escorpión. [*]

Y era para acercarse a Erik Escorpión que el grupo de Erina había decidido unirse a su propio ejército. Eso les había obligado a disfrazarse, crear nombres falsos y abandonar muchas de sus pertenencias. Viajaban concretamente con una porción del ejército algo retrasada respecto al avance del resto del mismo. Dicha porción estaba formada por hombres de una de las Casas vasallas de la Casa Escorpión, la Casa Crews. 

Era raro ver a mujeres en los ejércitos de Helltia por lo que era normal que todas las que se hubieran apuntado habían sido asignadas a la misma patrulla. Debido a esto Erina sólo viajaba en aquel momento junto a Samantha, que no se había visto obligada a cambiar de nombre porque de todas formas no habría forma que la reconocieran por el mismo. En aquel momento estaban ambas descansando alrededor de una hoguera, bastante separadas del resto del grupo de mujeres, algunas de las cuáles era evidente que se trataban de simples prostitutas camufladas con un uniforme. 

¡Que desastre todo! Deshacerse de su armadura le resultó una vergüenza pero la verdad es que sin cargar con ella se sentía un poco más ligera y podía meditar y concentrarse en escuchar el sonido de su alma con menos dificultad. Le gusta saber que al menos hay algo inherentemente suyo de lo cual no se puede despojar, ya ha perdido todos los símbolos de su familia a excepción de su débil y fugaz magia...

¿Se podía considerar aquello una guerra civil? Bueno, más o menos... No exactamente, pero más o menos: Se están matando entre ellos. O están a punto de hacerlo. Estar en un ejército como aquel la hizo sentir incómoda: Ella recibió el entrenamiento adecuado para ser una Sargento o General, ¡No un soldado raso! A estas alturas empieza a acostumbrarse a que el destino la rebaje y humille constantemente. Quizás es una prueba de Kihn para ver su fortaleza, su valía.

De todos modos, sabe que no puede volver a casa sin su espada, ¡Que vergüenza pasaría! Así que va a tener que aguantar cuanto pueda y esforzarse al máximo si quiere salvar al mundo de Erik Escorpión y recuperar su preciada arma.

Separarse de su grupo le dolió. Perder las noches de meditación y entrenamiento con Salzinni la retrasarían en sus aprendizajes; dejar de tener conversaciones sobre estrategia y rastreo con Ron le privarían de la oportunidad de ampliar sus horizontes... Al menos tiene a Sam cerca. Algo es algo.

Eso sí, no puede sino sentir repugnancia por el tipo de mujeres que hay en este ejército. Se alegra de estar algo apartada: No considera a un puñado de rameras como merecedoras del título de "Soldado", ¡Mucho menos del título de "Guerrero"! Tendrá que tragarse sus palabras, actitudes y creencias de momento, de todos modos...

De todos modos, Erina está preocupada: Ella sabe mil formas de someter a una persona, conoce cientos de estrategramas y tácticas de combate en gran o pequeña escala... Pero le falta la fuerza y la velocidad para ejecutarlas. Se siente algo indefensa sin su grupo de escoltas, sin su armadura pesada y sin su espada de leyendas. ¿Podría defenderse si algo sale mal? Teme utilizar las habilidades que le ha impartido Salzinni y acabar dejandose tan llena de energía y vitalidad como un fruto seco.

Erina estaba en ese momento tumbada en el interior de su saco, pudiendo sentir la tranquila respiración de Samantha cerca de su posición. Dormían en el interior de una tienda junto con el resto de las mujeres, un lujo que pocos soldados podían permitirse. Dicho lujo se les había concedido por su protección y su intimidad... Aunque a Erina no le gustaba que le dieran un trato preferente por cosas cómo esa. Sin embargo, no podía quejarse tampoco, pues estar protegido del frío del otoño era algo demasiado tentador cómo para rechazarlo. 

Los primeros rayos de la mañana se filtraban por la entrada de la tienda, pero el campamento aún dormía. Erina consideró que aquella era una ocasión ideal para su entrenamiento mágico, al fin y al cabo el mismo sólo consistía en concentrarse y eso se hacía mucho mejor en silencio. 

Conscientes de que se iban a separar, Mr. Salzinni había reforzado mucho su entrenamiento los últimos días. Erina tardaba poco ya en localizar su energía, y a pesar de que aún le costaba un poco manipularla, ya era capaz de curarse heridas con bastante facilidad creando un vínculo entre su fuente y la localización (Claro que necesitaba tiempo para concentrarse). Resultaba una lástima que Mr. Salzinni no hubiera tenido tiempo de enseñarle nada a nivel ofensivo, pero de todas formas él ya había dicho que se iba a centrar por el momento en la magia de curación, y Erina estaba segura de que igualmente iba a ser de mucha utilidad. 

Erina se puso a traspasar la energía por su cuerpo cómo si de un juego se tratase mientras que notaba cómo le cosquilleaba a su paso cuando de pronto notó un movimiento a su lado. Samantha se estaba rebullendo en su saco, a punto de levantarse. 

Erina había despertado temprano gracias a los nervios y a lo poco acostumbrada que estaba a dormir en un lugar tan concurrido. Aprovechando la paz matutina e intentando quitarse de encima lo molesto que le resultaba compartir 'cama' con toda esta gente (Excepto con Sam, Sam no le molesta), optó por dedicarse a la meditación.

Los ejercicios de canalización mágica la tenían distraída; cuando sintió un movimiento a su lado, se sobresaltó y perdió la concentración: Se había distraído tanto que no recordaba que estaba rodeada de gente.

Miró a Sam y esbozó una pequeña sonrisa: Es solo su amiga despertando poco a poco. ¡Mejor! Así las dos salían de allí lo antes posible. Comenzó a prepararse: Ajustar su vestuario, asegurarse que sus pocas pertenencias estén donde deben... Esas cosas.

Decide que si Sam tarda mucho más en despertarse, saldrá a esperar fuera.

Sam se despereza de forma pronunciada mirando alrededor con cara de sueño hasta que su mirada se cruza con la de Erina. Sonríe y también sale del saco, imitando las tareas que estaba realizando Erina antes de que ambas salgan juntas hacía el exterior. Sólo les hace falta poner un paso afuera para que una bocanada de aire frío las despierte del todo. 

- Maldito sea el invierno. - Dice Samantha, ahora que no tenían riesgo de despertar a nadie. - Ese tirano podría haber elegido otro momento para empezar una guerra. - Se frota los brazos para calentárselos. 

El campamento estaba despertando poco a poco. Aquí y allá se veían las primeras hogueras, listas para preparar los sencillos desayunos que a duras penas hacían que el ejército tuviera fuerzas para avanzar durante otro medio día. 

Erina se frota las manos y suelta una risa divertida ante el comentario de Sam.

-Nadie iría a una guerra en invierno a menos que esté MUY confiado en sus capacidades o sea particularmente mal estratega. O que estén MUY bien abastecidos...-, razona.

-... Espero hoy sea un buen día.-, murmura al rato, quizás un poco preocupada. Todo este plan para quitarle este artefacto a Erik Escorpión... ¿Podría realizarse sin que muera ningún inocente? ¿Sin que ella tenga que ensuciarse las manos? Tuerce el gesto. Empieza a preocuparle: El bien mayor lo vale, pero... Bueno, no tiene sentido temer por ello ahora. Tiene que concentrarse en hacerlo todo lo mejor posible.

Ambas se quedan en silencio, contemplando cómo el campamento se despertaba poco a poco. De pronto, Samantha se gira hacía la puerta de su tienda y frunce el ceño. 

- Si nos quedamos aquí nos va a tocar preparar el desayuno de nuevo. - Comenta ofuscada. Al ser las que se levantaban más pronto la líder de su patrulla les había asignado dicha tarea los primeros días... Lo que se había acabado convirtiendo en una costumbre. - ¿Que te parece si nos escabullimos por hoy? - Se gira hacía Erina, con cara de súplica. 

Erina ríe por lo bajo ante la sugerencia de Sam.

-Bueno, es cierto que me parece un poco humillante tener que estar cocinándole a... Uh... No dije nada.-, se da cuenta de que lo que iba a decir podría haber sido un poco ofensivo para Sam y decide no arriesgarse.

-Está bien. Vamos a dar una vuelta. De paso, podemos tomar algo de aire e ir estirando el cuerpo. O enterarnos de algo interesante.-, asiente a Samantha.

Interesante no era la mejor palabra para definir el campamento. Si bien se había apuntado bastante gente, la única realidad es que la mayoría estaban ahí por el dinero o porque sabían que en los tiempos que estaban por venir sólo formar parte del ejército les iba a asegurar la comida. Eso dejaba sólo a unos pocos que parecían creer que está guerra era justa y que luchaban sólo por la voluntad de su señor. Por desgracia, los mismos que pensaban eso eran las figuras de más autoridad de aquel campamento, así que no había muchas posibilidades para quejarse abiertamente. 

Erina y Samantha avanzaron a través de hogueras apagadas y hombres dormidos, siguiendo el camino natural que se había formado entre los distintos puntos dónde habían pasado la noche cada patrulla. Al final, casi de forma instintiva, terminan acercándose a uno de los grupos en concreto. Allí la hoguera estaba encendida, y cerca de la misma había dos individuos bebiendo. Uno de ellos era Mr. Salzinni, cuya cara se veía realmente fuera de lugar en aquella armadura sencilla. Parecía estar conversando alegremente con aquel hombre... Cómo siempre Mr. Salzinni era el más rápido en ganarse contactos entre los desconocidos. 

Tras una breve búsqueda visual, Erina pudo ver a Rupert durmiendo aún en su saco. Que el destino hubiera unido en la misma patrulla a las dos personas del equipo que parecían llevarse peor parecía sin duda una broma de mal gusto. Aunque también era cierto que salvo por Erina y Samantha, al resto los habían dividido por su constitución física. Así que mientras que Mr. Salzinni y Rupert no eran especialmente musculosos, Ron y Cormac parecían mucho mejor entrenados para el combate, razón por las que les habían puesto en una patrulla de mayor rango. 

Mercenarios, todos mercenarios. Seguramente pocos de ellos rezaban como debían por la noche y menos aún confiaban realmente en la Diosa... ¡Que vergüenza! A saber cuantos de aquellos 'guerreros' era más que un asesino legalizado... A Erina le molesta mucho ser una soldado más en un grupo así. Oh, como le hubiese gustado ser una soldado más en la escuadra de su padre... Pero parece que su vida está dando giros inesperados tras cada esquina.

Por las casualidades del destino o quizás por intención propia, acaban visualizando al grupo. Erina asiente un poco hacia Salzinni a modo de saludo y luego mira a Sam.

-¿Crees que deberíamos acercarnos a saludar o sería poco prudente? ... Como no tenemos nada mejor que hacer ahora mismo, quizás pasar el rato hablando nos siente bien...

Samantha no tiene tiempo de responder antes de que las miradas de Mr. Salzinni y Erina se crucen. El mismo la mira sonriente y luego la agita la mano para que se acerque. Erina y Samantha comparten una mirada de consternación antes de ir a sentarse alrededor de la hoguera. El hombre que acompañaba a Mr. Salzinni las examino con diversión antes de girarse hacía su compañero y decir: 

- ¿Quienes son? - Dice sonriente, aunque su expresión parecía algo apenada. - ¿Tus hijas? 

- Algo así. - Dice Mr. Salzinni divertido, mientras que mira la reacción de Erina de reojo. - Cómo mínimo son cómo de la familia, así que prohibido tocarlas. - Se ríe. - Aunque dudo que ellas dejen que las toques igualmente. 

El hombre devuelve la atención a la chicas, algo decepcionado y mirando alternadamente a ambas dice en tono amigable. 

- Encantado de conoceros, supongo... No parece la mejor decisión conocer a gente en un lugar así. - Se encoge de hombros y extiende la mano. - Podéis llamarme Braig. 

Erina se acercó ante los gestos, esbozando una sonrisa.

-Sí, nos conocemos desde hace ya tanto tiempo que bien podría considerarlo mi tío o algo así.-, acota ella.

-Puedes decirme Érika. Es un placer.-, le toma la mano y se la estrecha sin miramientos. -Prefiero conocer a las personas que vayan a sangrar a mi lado.-, le sonríe, -Así nos cuidamos con más sinceridad. ¿Estabais de tertulia?-, se fija en ambos, -Porque aquí falta un poco de música o algo para animar las cosas.

- Por desgracia, alcohol y historias es lo único que te puedo ofrecer en este momento. - Dice Braig mientras levanta la botella y se la ofrece a Erina. - Estaba hablando con Sam sobre algo que he escuchado que ocurrió en Vado Verde, algo en lo que estaba implicado la mismísima Araña, y eso que se la creía muerta. 

Sam era el diminutivo de Samuel, el nombre que había elegido Mr. Salzinni, en parte porque le hacía gracia que a Samantha le fastidiara que el respondiera cuando la llamaban a ella. Por lo que sabía Erina, Vado Verde era la capital de la Casa Escorpión, aunque no habían pasado por ahí directamente, el ejército al que se iban a unir si que venía de allí. Sin embargo, Erina no sabía nada sobre ninguna "Araña", a pesar de que había escuchado a gente en el campamento hablar de ella a veces. Parecía tratarse de alguien bastante famoso a la par que temido. 

-Vaya.-, dijo Erina, intentando aparentar de que tenía idea de quien es esa Araña. ¿Araña? No le suena... Sí que parece algo peligroso, ¡Muy peligroso, sí! Tiene el nombre de algún tipo de villana malévola o monstruo gigantesco...

-¿Sería demasiado inoportuno preguntar por qué ha sucedido?-, quiere sugerir que explique un poco más para enterarse quien es esta persona tan famosa que le da la sensación que ha de conocer, pero no quiere dar a entender que no tiene la más pálida idea de quien podría llegar a ser.

Braig asiente satisfecho con la curiosidad de Erina. 

- Se dice que la Araña y sus hombres atacaron a una patrulla de soldados en Vado Verde. - Explica Braig, por lo visto bastante interesado por el tema. - Y por sí la aparición de la Araña no fuera un suceso lo suficientemente extraño, se dice también que atacó usando un nuevo "poder". - Se acerca a Erina, creando así unos segundos de tensión. - Magia Gnagerit. - Sonríe entusiasmado. - Plantas que aparecen de la nada y que pueden manipular a voluntad. Sam me ha dicho que ya había oído hablar de ella antes, así que supongo que vosotras también...

Mr. Salzinni sonríe divertido mirando a Erina. 

-¡Vaya!-, dice ella, genuinamente interesada en el asunto. Se acerca un poco más y habla con un tono más bajo.

-¿Magia Gnagerit, dices? ¿Puede hacer crecer plantas? He escuchado algo por el estilo... En una posada, unos bandidos han hecho crecer un enorme árbol en segundos, partiendo la edificación en dos.

-¿Crees que será coincidencia? ¿Serán los mismos?

Braig abre mucho los ojos, sorprendido. 

- No había escuchado un rumor semejante. - Asiente para sí. - Si, podría ser... Escuché que se hablaba de la Araña en las tierras de Goldort, quizás pasó por las montañas en su regreso a Helltia. ¿Daban más detalles sobre el atacante los rumores que escuchaste?

-Sí, escuché dos cosas bastante extrañas. Estoy segura de que había más en la historia pero sinceramente, solo recuerdo lo que más me ha impactado: La primera es que no era una mujer quien llamó al árbol sino un hombre y que lo hizo lanzando una semilla que creció al instante. La segunda es que el hombre no tenía cara y lo ocultaba con vendas.-, cuenta ella, dándole el tono que le daría cualquiera contando una historia tan increíble y fantástica alrededor de un grupo de atentos oyentes.

-Escuché que era el líder de una despiadada banda de ladrones y bandidos con un gran precio sobre su cabeza. Pf, ojalá pudiese encontrar yo a alguien así y capturarlo, podría retirarme por el resto de mi vida.-

- Si, no cabe duda de que se trata de la Araña. - Asiente Braig, convencido. - Lo más delatador es lo de las vendas y eso de que "no tiene cara", si con eso se refiere la gente a que la tiene totalmente quemada. Uno de los mayores logros de Lord Escorpión, según se dice... Quemó por completo el bosque dónde la Araña y su banda se escondía. 

- ¡Vaya! - Se fija en Salzinni con algo de fuego en los ojos: Arde la llama de la venganza en su sangre. - Magia Gnagerit... Suena muy peligroso realmente. La verdad es que no entiendo de esas cosas... - Se vuelve a fijar en Braig. - Pero espero que los bandidos acaben siendo aplacados. ¿Quien sabe qué más podrían hacer?

- ¿Usted que piensa, Samuel?