Partida Rol por web

Estás demasiado ocupada en tus asuntos para fijarte en el resto. Puedes opinar pero ...

Reprimo un escalofrío al sentir las manos de Lavonne sobre mis hombros, y me muerdo el labio inferior, mirando a esos misteriosos ojos fantasmagóricos. Sin embargo, esbozo una sonrisa y me inclino para susurrarle una respuesta escueta.

-Ma belle -murmuro- después de esta fiesta tienes abiertas las puertas de mi local cuando quieras. Y mis piernas. Pero me temo que con ese sire tuyo no vas a poder llegar ni a la goma de mis bragas. No quiero enemistarme con la sociedad toreador de Londres. Y créeme -bajo el tono de voz, acariciando el lóbulo de tu oreja con mis labios- que nadie lo lamenta más que yo.

Ha llegado la hora de acusar a uno de los participantes de la dichosa Ruleta de Arcadia; si el chupito no ha hecho efecto a nadie todavía, dudo que llegue a hacerlo. La verdad es que no tengo indicios claros de quién podría ser el Vástago afectado por la sangre de hada, pero lo que sí es cierto es que hay una persona, y solo una, que ha actuado de una forma que no encaja en absoluto con la idea que tenía de ella. De modo que he tomado una decisión.

—Bueno. Llegados a este punto, si nadie se anima, creo que voy a ser el primero en tratar de desenmascarar a aquel de nosotros que se lo está pasando mejor que los demás. —Guardo silencio durante unos instantes, tratando de crear expectación—. Señora Drummond. Creo que se trata de usted.

Sonrío soslayadamente. ¿Cuál era el premio por acertar?

Cierto que hay que acusar a quien creemos que se ha bebido la sangre de hada, debo reconocer para mí misma que me intriga pensar qué hubiera sucedido si yo la hubiera bebido. ¿Estaría danzando desnuda por la cubierta bañada por la sangre de algún incauto? ¿Me convertiría en una sacerdotiza pagana e incitaría a todos a realizar un sacrificio a Caín? ¿Actuaría como si nada ocurriera porque podría contarles a todos esas cosas que no deseo que conozcan de mí, las que están enterradas en lo más profundo de mi ser y que guardo con recelo solo en mi negro corazón?

-Ah, querido -musito contrariada mirando a Sebastian -Iba a decir exactamente lo mismo, ¿Se puede acusar a la misma persona si ya otro lo ha dicho? -inquiero a la anfitriona -En caso de que no pueda hacerse acuso a Eris -ofrezco una segunda opción.

No pudo evitar morderse el labio inferior ante su proximidad, nerviosa, impaciente, y casi viéndose arrastrada hacia sus labios de la misma manera en que mirar demasiado tiempo el fondo de un precipicio te hacía querer saltar sin pensar. Pero dijo algo, un hachazo que hizo que se detuviese imaginando un horror mucho más controvertido y terrible que cualquier cosa que no llegase a pasar entre ellas. La imaginó en aquel escenario de sangre y frenesí, igual que había visto a muchos otros. La quería con locura, con un desenfreno momentáneo que no recordaba desde hacía siglos y, sí, en el fondo de su mente sabía que era la sangre de Hada pero, ¿importaba? No podía negar lo que sentía, el deseo quemándole la yema de los dedos y las mejillas, y también el desespero que empezaba a hacerse dueño de aquella imagen.

—Oh, sweetie… —musitó con los ojos anegados por una repentina tristeza y la boca ligeramente abierta con aquella punzante sensación de sequía—. Ojalá pudiese darte esa casita. No me perdonaría nunca si te pasara algo. Eres tan preciosa.

Y de alguna forma extraña, a pesar de la evidente intoxicación, lo decía con genuina sinceridad.

Lavonne sonrió ante las palabras de JoJo mientras se mordía el labio en un gesto que ya evidenciaba suficiente, demasiado cerca de su rostro. Pero algo de lo que dijo hizo que su mirada se empañase por la tristeza, al menos durante un breve momento, pues la acusación de Sebastian y la de Angélica llegaron de seguido como un molesto eco al que no quería prestar atención. No pudo evitar esbozar una mueca socarrona sin dejar de mirar aquellos preciosos ojos oscuros en una miríada de emociones que bailaban sin permiso. Dear Lord, ¿por qué era tan difícil?

Hubo un momento de duda en el que ignoró deliberadamente todo lo demás, le respondió algo y al final le apartó el pelo mojado con un gesto cariñoso, recogiéndoselo detrás de las orejas antes de besarla suavemente en los labios unos deliciosos segundos. Después se apartó no sin cierta dificultad. Cerró los ojos, apoyándose con una mano en la barandilla mientras con la otra presionaba ligeramente los párpados, intentando dejar que algo se fuera o llegase o Dios sabía qué. Resopló con fuerza, tratando de encontrarle la gracia a todo aquello. No la encontraba y empezaba a tener problemas para guardar la compostura.

—Pero lo de cambiarme iba en serio. —añadió aclarándose la voz y claramente ignorando al resto—. ¿Me puedes decir dónde, por favor?

La conversación no consigue enganchar lo suficiente a los vampiros, que deciden seguir comportándose como si esto fuese una maldita fiesta universitaria.
No es que me moleste, al contrario. Prefiero mil veces ver escenas como esta, a escuchar los monólogos insoportables de los ancianos de París hablando de afrentas y lecciones de personas o lugares que hace mil años que se convirtieron en polvo, midiendo su poder en el Eliseo con verborrea y dialéctica en idiomas que ya nadie usa. Era tan jodidamente aburrido que me entra sueño sólo de pensarlo.

En las montañas de Canadá estas fiestas no eran tan numerosas, pero al menos siempre acababan en algo de violencia, una violencia... "amistosa", pero violencia al fin y al cabo.

La señorita Blake, Eris y Baby están en su salsa. Morgan es Morgan. Y tanto Sebastian como Lavonne se dejan arrastrar a la diversión y se desatan las ataduras de sus estrictos sires. El señor serpiente es el más inteligente de todos y huye de ser drogado de forma discreta para mover carta hacia el jefazo.

La amante del príncipe es lanzada a la piscina cuando estaba casi a punto de ceder por si sola. ¿ese era el chiquillo del príncipe? Estaba bien saberlo.

De repente la dama de blanco sale del agua con el vestido completamente mojado, sin dejar nada a la imaginación, para venir a seducir a Jojo. Miro la tela de su vestido con curiosidad ya que aunque estoy al lado de la anfitriona, ambas me ignoran completamente - Una lástima de vestido, me pareció el más bonito con diferencia. Pero ahora... para lo que podemos ver señorita Drummond... - digo negando con la cabeza - podía usted haberse desnudado completamente antes de mojarse.

Comienzan a unir sus labios ignorándome - ¡Oh por dios! - Pongo los ojos en blanco y me separo de ellas, ya me ha quedado claro que la ghoul no es esclava de nadie pero es amante de todos. Y la señorita Drummond acaba de perder todo mi respeto, no la veo tan preocupada e incómoda como antes, dudo que necesite mi ayuda en absoluto. Mejor me largo de aquí.

Me acerco al borde de la piscina cogiendo una toalla blanca inmaculada de una de las tumbonas. Me pongo en cuclillas y le ofrezco una mano a la señorita Rosalie para ayudarle a salir de la piscina - Será mejor que se seque, señorita D´Richet. - cojo su mano con delicadeza y la subo con fuerza pero sin dar un tirón brusco. Luego le rodeo con la toalla para que el príncipe no se avergüence y tengamos una situación incómoda, tratando de no tocar su piel ni mirarla de ninguna forma que pueda parecer inapropiada. Una vez hace mucho tiempo fui un caballero educado, estoy acostumbrado a ser un mojigato de mierda.

Luego me separo de la piscina y abrocho mi chaqueta preparándome para abandonar la fiesta. Sin mirar a nadie en concreto hablo para terminar el juego.

- Pensaba esperar un poco más, pero si se pueden hacer acusaciones... y no se puede repetir. - me levanto la solapa de la chaqueta y cierro las mangas - cualquiera de ustedes podría haber sido. No les conozco lo suficiente para saber quién está actuando y quién parece bajo los efectos de algo parecido al LSD vampírico..

Hubiese dicho Lavonne o Eris... mucho me temo que la señorita Blake está en su salsa, así que solo me queda señalar al señor Crawford. No puedo creer que alguien que venga con su sire hable así sobre la libertad. Obviamente está fuera de sus putos cabales.

Abro las manos en dirección a la anfitriona - diga ya quien gana y terminemos con esto.

Observo a los distintos vástagos y como van presentando sus opciones, sin embargo no tengo ni idea de cuál elegir, al menos me lo van poniendo fácil y reduciendo los candidatos que puedo escoger, cuantas menos opciones mejor, supongo. No creo que hubiera podido decantarme por una elección válida y lógica, apenas sé quiénes son, como para saber si están actuando de forma diferente. Da igual, al menos tendré la recompensa de ver finalizar esta fiesta, al fin.

Señora Dummond, Eris y el señor Crawford.

-Así que no se puede repetir…- Me cruzo de brazos. - Entonces me decantaré por…- Frunzo el ceño, mientras miro a los que quedan por escoger, es imposible que acierte, seguramente el correcto ya ha sido escogido por alguien más observador y antes de elegir cualquiera al azar... -Me quedaré con Saunière, con algo de suerte tendrá buen olfato y habrá preferido beber la sangre de hada, ya que me parece alguien lo suficiente atrevido para querer probarla.- Lo miro y le dedico una sonrisa divertida mientras alzo los hombros, se supone que los perros tienen un excelente olfato, aunque no creo que vaya a acertar. O tal vez fuera la señorita Blake… pero ha sido rápida al elegir a la chalada esa, si hubiera sido ella hubiera escogido una opción menos lógica para dejar que otros la escogieran antes que a ella.

Como ya no hay nada más que ver, puesto que sus rostros ya los tengo demasiado vistos por esta noche, me quito las gafas y pliego las patillas con cuidado antes de guardarlas. Espero no necesitarlas, me hacen parecer frágil y no me gusta.

Aunque creo que he sido bastante elocuente en mi respuesta a Lavonne, sentir sus labios retirándome los rizos del rostro y el cuello me hace replantearme muchas cosas. Especialmente cuando esboza esa expresión de tristeza absoluta, arañando el hielo que recubre mi frío corazoncito. Ah, en otras circunstancias no me importaría ser yo la que provocara fuegos artificiales en esos iris mágicos, pero mi instinto de autoconservación me dice (no, me grita), que corra y me aleje de esa trampa para ratones antes de que la tentación del suculento premio me parta la columna en dos.

Sin embargo, la propia osadía de la cainita me pilla por sorpresa, y me besa antes de que pueda retomar la conversación con Shane. Mon dieu. Sus labios son increíblemente cálidos y suaves, y al besarme me invade su aroma, una esencia especial que mezcla el olor a cloro de la piscina con un, intuyo, increíblemente caro perfume francés. Alargo las manos para tomarla de la cintura, pero cierro los puños antes de tocarla. No, no, no, no.
Retiro el contacto al tiempo que ella decide acabar con el beso, rompiendo la magia que por un instante nos ha invadido a ambas.

—Pero lo de cambiarme iba en serio. ¿Me puedes decir dónde, por favor?

Me apoyo contra la barandilla, aturdida, tratando de recordar qué estaba haciendo antes de esos labios, esa calidez, de ese perfume.

-¿Eh? Ah... -carraspeo- claro, en cuanto finalice el juego te conduciré a mi camarote. -Repentinamente consciente de mis palabras, añado, apresurada- Podrás tener intimidad allí para cambiarte mientras yo termino la fiesta. 

La noche estaba llegando a su final, la verdad es que me sorprendía no tener a los cainitas haciendo cola con innumerables y absurdas peticiones... solía ser lo habitual. Por supuesto los trémere estaban ocupados con su propia guerra interna. Roxy, como siempre, no me pediría nada. Morgaine estaba traviesa esta noche. Y los extranjeros... bueno solo podía afirmar que eran impredecibles. 

En ese momento se acercó Augustus. Sonreí mostrando mis colmillos. 

Siempre tengo tiempo para ti Fowler. ¿quieres que hablemos aquí? ¿o prefieres que nos retiremos a otra sala privada?

Fowl replicó a su sonrisa entrecerrando los ojos e inclinando la cabeza. 

—No se preocupe, no pretendo entretenerle. Tan sólo me gustaría saber si la zona de viviendas protegidas de New Desire sigue fuera del Dominio de los Cainitas de esta ciudad... y de ser así, qué es lo que tendría que hacer uno para convertirla en el suyo. 

Llevó ambas manos a la espalda y mantuvo la mirada al Príncipe, más en señal de sinceridad que de desobediencia. 

—Entendería que recelara de concederme algo así dada mi... ascendencia —sonrió—, pero espero que los largos años que he pasado en su ciudad hablen en mi favor. 

No negaré que la petición me sorprenda. Sonrío 

Querido Augustus, por supuesto que El Barrio de New Desire, donde ejerces tus actividades, está bajo el dominio de un cainita, está bajo mi dominio. 

Me detengo unos instantes para continuar después. 

No te engañes Augustus, pero sobre todo no pretendas engañarme a mi. Todos aquellos que han conseguido un dominio en esta ciudad, Karen, Dutch, incluso ese pequeño Nosferatu... Roger lo han hecho del mismo modo. Me es indiferente el número de años que lleves en la ciudad. Lo que en realidad me importa es lo que me ofrezcas a mi, tus servicios. ¿Qué te hace merecedor a mis ojos para obtener aquello que deseas? 

Y le tiendo una mano esperando su oferta. 

Cojo la mano que me ofrece Shane para llegar a cubierta y me dejo envolver en la suave toalla, la escena se me antoja tierna aunque no lo sea, pero por unos instantes disfruto de ello, pues por mucho empeño que parece poner el vástago en no tocar mi suave piel, no lo consigue, aunque sea un leve roce en el brazo hace que me roce un escalofrío.

- Gracias...

Le guiño un ojo antes de que se vaya y aún con la toalla puesta me quedo apoyada en la barandilla, cerca de la anfitriona a quien parece que Lavonne ha conseguido poner nerviosa. Desde luego JoJo era alguien que siempre acaparaba la atención.

En cuanto al juego decido no decir nada, diría, como los demás que Lavonne parece ser la que se está comportando más inusual, en cuanto a lo poco que se de ella, pero tampoco lo tengo muy claro y ya se me han adelantado, asi que me limitaré a esperar el resultado.

No sonrío a Rosalie, solo la observo a los ojos mientras la dejo secándose con la toalla.
Me giro lentamente cuando escucho mi nombre.

Morgan says: -Me quedaré con Saunière, con algo de suerte tendrá buen olfato y habrá preferido beber la sangre de hada, ya que me parece alguien lo suficiente atrevido para querer probarla.-

Sonrío hacia la misteriosa y amargada brujah inclinando la cabeza por su apreciación.

- Le agradezco su voto de confianza en mi olfato, señorita Morgan. Pero de haber sabido realmente donde estaba la sangre exótica, jamás la habría escogido. Sobreestima usted mi osadía, pues yo no he notado nada extraño tras beber la sangre.

Se sentía ida. Cachonda. Culpable. Triste. Enferma. Jodidamente caliente. Y desbordada por una desagradable sensación que hacía cumbre con el deseo carnal y tocaba fondo en la más absoluta desesperación, pasando por un espectro demasiado amplio y confuso. En algún punto de su mente era racionalmente consciente de que tan sólo era el efecto de la sangre, pero, ¿lo era? ¿No seguía siendo igualmente real? Por Dios, que se acabase pronto. Quería irse y no podía, porque no podía alejarse de ella. Era absolutamente preciosa y sexy y, ¡joder!, ¿por qué no se había dado cuenta antes? ¿Por qué había tenido que acercarse y besar aquellos labios de miel y azúcar y...? ¿En qué estúpido momento le había parecido que podía ser una buena idea jugar a aquella ridiculez? No, ridiculez no… No podía ser una ridiculez porque se le había ocurrido a ella. Le hacían cosquillas los dedos por el mero hecho de haber rozado su piel, pelo mojado y húmedo por el agua, aquel rostro cálido y perfecto. Quería llevársela a una habitación perdida, a un lugar remoto donde empujarla contra una pared y… ¿Y si aquello le traía problemas? No se lo perdonaría nunca. No podía permitirse otro desliz como aquel, por mucho que aquella preciosa sirena no hiciese más que atraerla. Quería llorar como hacía mucho tiempo que no lloraba, desamparada en una profunda desesperación...

¿Por qué diablos era todo tan complicado? ¿Tan retorcido? ¿Tan…?

Gracias a Dios no tenía que respirar para vivir.

Lavonne asintió ante las palabras de JoJo sin llegar a mirarla.

—Gracias —musitó de forma queda, casi fría.

Alcanzó una toalla evidenciando tensión en sus movimientos y sin mediar palabra se alejó de forma resuelta hacia otra parte de la cubierta. Recogió de camino sus pertenencias y se sentó en una de las hamacas, ladeando la cabeza y la melena hacia un lado para secarse el pelo con la toalla o, al menos, quitarse parte de la humedad.

No puedo dejar de observar mientras la hermosa Lavonne se acerca a JoJo, acariciándola con una dulzura deliciosa antes de besarla suavemente en los labios. Esa visión enciende en mí sensaciones extrañas, intensas y contradictorias, algunas de las cuales soy incapaz de definir y otras que no quiero contemplar. Traición, deseo, envidia, excitación, furia, decepción, euforia… Todas estas emociones giran en mi interior como un caleidoscopio frenético e inesperado, destellos cegadores y ruidos ensordecedores que me entumecen y me nublan, reduciéndome a la condición de intérprete del papel de simple espectador, voluntario e involuntario a partes iguales. Abochornado, solo soy consciente de una única verdad.

Desearía ser yo.

Las palabras del señor Saunière me sacan de mi morboso, casi obsesivo embeleso, y siento cómo me sube a la tráquea un acceso de ira a duras penas contenido por lo que en un primer momento tomo como una grosería imperdonable. Pero me limito a sonreír mi sonrisa más falsa y tirante cuando me doy cuenta de que el causante de mi cambio de humor no es él. Lo que es más, ni siquiera Lavonne es responsable de ello; ahora tengo más claro que nunca que la supuesta sangre de hada tiene efectos reales, y que no es otra sino ella la que la ha ingerido.

Después de unos instantes, Lavonne se dispone a marcharse para cambiarse de ropa. Quizá sea mejor que ambos nos perdamos de vista un rato. El extraño y desconcertante juego que ambos estamos jugando está empezando a hacer mella en mí. He de tener una conversación franca con ella de una vez por todas, preguntarle algunas cosas, pero no será ahora.

Miro a Shane y lo escucho decepcionada por sus palabras, aunque ya suponía que no iba a acertar, duele saberlo con toda seguridad.

Shane dice: - Le agradezco su voto de confianza en mi olfato, señorita Morgan. Pero de haber sabido realmente donde estaba la sangre exótica, jamás la habría escogido. Sobreestima usted mi osadía, pues yo no he notado nada extraño tras beber la sangre.

-No tiene que agradecerme nada. Solo lamento que no sea mejor, aunque por lo que dice no me hubiera servido de nada. Supongo que solo se muestra…- Dejo de hablar recordando lo sensible que es a cualquier provocación, además se supone que he aceptado sus disculpas. No debo volver a hacerlo, se pierde la gracia de hablar con la gente. Pero él mismo lo ha demostrado, solo es valiente para atacar a chicas de treinta kilos menos que él. Bajo la vista y sonrío. Normalmente eso no sería actuar con audacia, aunque bajo el amparo de la noche podría ser perfectamente una estupidez meterse con una jovencita indefensa, solo hay que fijarse en esta fiesta ¿Alguien podría temer a la rubita? Aunque solamente es frágil en apariencia, a saber de qué puede ser capaz. -Es decir, supongo que es lo más inteligente…- Alzo los hombros conforme con mi pésima participación en la ruleta de Arcadia.

Luego me vuelvo hacia la organizadora. -Por lo visto yo ya he terminado, voy a preparar mis cosas. Un placer jugar a su juego señorita Baker.- Me alejo hacia la tumbona donde se encuentra mi maletín. Vaya mierda…