Partida Rol por web

Me froto las manos, inquieta, cuando observo la expresión de Lavonne retirándose, y el rictus de desilusión de Jane Morgan al darse cuenta prematuramente de que ha errado en sus predicciones. Me encojo de hombros; así es la vida, no siempre se gana.

Mientras me froto el cabello con una toalla para quitarle humedad, me aproximo al camarero que sostiene aún la botellita con sangre mágica, y la cojo entre dos dedos, alzándola sobre mi cabeza con suma delicadeza.

-Bueno, Mesdames et Messieurs, creo que el juego ha llegado a su fin. Como bien ha predicho nuestro adorado Sebastian, es Lavonne quien ha ingerido el chupito de sangre mágica, con... inesperado resultado. No se lo tengan en cuenta, matusalenes más poderosos han caído bajo el influjo de los changeling. -Doy unos cortos pasos en dirección al bailarín, y le tiendo la botella- Félicitations.

Con una sonrisa en los labios, dejo caer la toalla al suelo y apoyo mis manos sobre mis caderas.

-Y con esto, y si a nuestro querido Marcel le parece bien, ponemos fin a esta magnífica fiesta. Ha sido un enorme placer conocer a los vampiros visitantes, y un verdadero deleite reencontrarme con los oriundos. Puede que tanto los mortales como los vampiros de esta ciudad estemos acostumbrados a ser tratados como simples rednecks incivilizados, y muchos de los Elíseos de Luisiana incluso pusieron en duda si merecía la pena invertir en la ciudad después del Katrina. Sin embargo, orgullosamente podemos declarar que nosotros no somos California, no somos Nueva York, o incluso no somos Luisiana: somos Nueva Orleans. Somos gente sencilla que está dispuesta, como ya han visto, a compartir nuestro modo de vida con cualquiera lo suficientemente abierto como para disfrutarlo. 

Hago un gesto con la cabeza para que los camareros que aguardaban a la entrada de la terraza comiencen a avanzar, portando bandejas plateadas con copas de cristal rellenas de sangre. Yo misma cojo una entre los dedos, y la mantengo delicadamente en el aire.

-En cualquier caso, Nueva Orleans puede ser como cualquier otra ciudad: te levantas, vas a trabajar, ganas dinero, vuelves a casa, pagas las facturas, cenas y te vas a la cama. Excepto... un vampiro en Nueva Orleans puede disfrutar de magnífica música en vivo a cualquier hora de la noche; un vampiro en Nueva Orleans puede acudir a bares y restaurantes desde que se pone el sol hasta que nace, los siete días de la semana; un vampiro en Nueva Orleans puede disfrutar de un verano eterno. Un vampiro en Nueva Orleans puede disfrutar de la picante y especiada sangre de los mortales alimentados aquí, por la mejor comida del mundo. Por supuesto, también pueden disfrutar de nuestro increíble carnaval. Y no debemos olvidar que Nueva Orleans se considera una ciudad pro-sexual, pro-igualdad, pro-racial y pro-educación: no dejaremos que nadie se sienta menospreciado o discriminado dentro de nuestras fronteras.

Dejo mis últimas palabras en el aire unos segundos, y alzo la copa hacia adelante, como invitación para un brindis.

-Pero lo que impregna verdaderamente a Nueva Orleans es la idea de que la vida debe disfrutarse. Nueva Orleans tiende a valorar la vida, los acontecimientos; la gente aprovecha cualquier excusa para organizar una fiesta. Así que, se queden durante una corta temporada o decidan establecer aquí su residencia para siempre, the City that Care Forgot les arropará, divertirá, y conseguirá que toda su estancia sea como un paseo por el cielo. Al fin y al cabo, somos la única ciudad de la nación que venera a los muertos tanto como a los vivos. -Sonrío ampliamente- Salut!

La tensión que he sentido hace unos segundos parece disiparse a medida que Lavonne se aleja de la piscina, como si fuese un astro ardiente cuya cercanía me situase al borde de la locura. Mis ojos tratan de permanecer apartados de ella, aunque no sé si lo consiguen, pues parecieran haber cobrado voluntad propia. Me gustaría poder decir que es una sorpresa ser nombrado el ganador de este último juego de la fiesta, pero no es así: tenía claro que el comportamiento de Lavonne se había visto alterado de alguna manera artificial, aunque no sabía exactamente el motivo. Vaya. Pues al final resulta que las hadas sí que existen, y no debería subestimar los efectos que su sangre puede llegar a tener sobre nosotros.

Pero el caso es que he ganado. Mi querida JoJo me hace entrega de la botella del premio, y yo sonrío con agradecimiento, mostrándosela a los demás con la clásica expresión de humildad aprendida que se espera del vencedor ideal de cualquier competición, por intrascendente que sea. A continuación, Josephine se toma unos instantes para pronunciar un discurso de despedida, sorprendentemente inspirado, en el que ensalza los valores de nuestra ciudad y nuestra cultura. Tiene labia, desde luego, y su organización de esta fiesta ha sido excepcional; el solo hecho de que todos hayamos llegado de una pieza hasta el final de la misma es digno de alabanza. Mi mirada se cruza durante un momento con otros ojos que observan los acontecimientos desde algún lugar de la cubierta, aguardando pacientemente.

No voy a tener una ocasión mejor.

—Un discurso realmente digno de ti, Josephine. Dudo que ninguno de los aquí presentes pudiese haber descrito de un modo más evocador la maravilla que es Nueva Orleans. —Mi voz viaja el aire con una facilidad pasmosa, sin la necesidad de elevar el volumen, y suena bien templada, como si fuese una caricia perfectamente mesurada en la base del cerebro de todos los que la escuchan—. Muchas gracias por este honor que sin duda no merezco. Lo único que deseo es contribuir a la armonía de nuestra sociedad como buenamente pueda.

Es el momento. Al principio lo siento como si tomase una profunda bocanada de aire que inundase y oxigenase todo mi cuerpo muerto, revitalizándome y haciéndome sentir una especie de cosquilleo eléctrico, casi imperceptible, a flor de piel. La Sangre gira y se retuerce en mi interior, bailando y ardiendo con un fuego helado cuando me yergo por completo, haciendo descender los hombros, que giran sutilmente hasta encontrar la alineación correcta. Elevo el mentón en el ángulo preciso que queda entre la elegancia y la altivez, y la luz parece incidir sobre mi rostro de un modo distinto, realzando su nobleza. El agua pareciera apartarse de mi camino para abrirme paso con deferencia a medida que camino con una gracia sutil y perfecta, ascendiendo las escaleras, liviano, poderoso y humilde al mismo tiempo. El brillo radiante de mis ojos, la sonrisa beatífica que ciñe mi faz y la expresión franca y honesta, casi ingenua, hacen que mi carcasa mortal parezca ser por un instante varias décadas más joven. Cuando abandono el abrigo de la piscina y mis pies pisan firmemente el suelo de la cubierta, las gotas de agua que caen de mí parecen querer abrazarme un último momento con vehemencia antes de desprenderse.

—Somos individuos muy diferentes, y las diferencias a veces pueden ser difíciles de salvar —continúo hablando con mi voz de terciopelo, que induce una profunda calma—. Por eso, es muy de agradecer que haya iniciativas como la de esta noche, en las que los Vástagos de la ciudad podamos coexistir pacíficamente, sin mayor preocupación que la de recrearnos en nuestra mutua compañía. Posiciones irreconciliables pueden acercarse, y alianzas prometedoras y fructíferas pueden forjarse en eventos como este… Siempre que consigamos dejar a la Bestia en la puerta. —Río—. Es evidente que no soy tan buen orador como nuestra inestimable anfitriona, Josephine Baker, pero la fiesta de esta noche a bordo del Delta Night me ha hecho aprender y descubrir muchas cosas, y se las debo tanto a nuestro amado Príncipe Marcel Guilbeau como a ella. —Con un movimiento fluido, tomo una toalla para echarla sobre uno de mis hombros. La pieza de ropa cae con la improbable gracia de una tela sobre una escultura clásica—. Muchos conocéis la amistad y la admiración que siento por Josephine, pero no es ese el motivo que me lleva a hablar hoy en su favor, sino la seguridad de que la propuesta que tengo podría resultar beneficiosa para nuestra sociedad. Su Majestad. —Me dirijo entonces al Príncipe en persona; mis ojos osan posarse en los suyos durante un solo instante antes de que la deferencia me conmine a realizar una inclinación respetuosa. A pesar de mi aparente aplomo, en este momento mi corazón latiría desenfrenadamente si todavía tuviese la necesidad de hacerlo—. Si se me permitiese expresar un deseo en voz alta, este sería sin duda que vuestra merced considerase la posibilidad de conceder al Stoker’s, el local regentado por Josephine Baker, la condición de Elíseo. Sepa que esto es únicamente una sugerencia bienintencionada, pero en mi humilde opinión, Josephine ha demostrado que es más que capaz de cumplir con dicha responsabilidad. Incluso el hecho de que Su Majestad en persona haya contado con ella para dirigir el evento que hoy nos reúne así lo atestigua.

Guardo silencio, esperando respuesta con la mirada fija en un punto del suelo que queda ligeramente a la derecha de los pies del Príncipe. La línea que separa la honestidad de la osadía es muy delgada, y no pienso cruzarla.

—Pida un deseo —le sugirió, con un deje travieso enredado en cada palabra—, que ya buscaré la forma de concedérselo. Estaré esperando su respuesta. 

Y entonces miró a Josephine, percatándose de que se disponía a hablar, y decidió hacerse a un lado unos pocos pasos, apartándose de Su Excelencia y de las miradas que se pudieran verter sobre él.

Fowler, que había estado intercambiando unas pocas palabras con Marcel, se apartó del Príncipe pocos segundos antes de que Josephine comenzara a hablar, despojado por fin del libro que se había llevado de la biblioteca y que ahora había devuelto a las manos de su legítimo dueño. Al paso de los sirvientes por su lado se hizo con una de las copas de cristal colmadas de sangre que estos llevaban y, cuando la mortal llamó a la multitud a brindar por Nueva Orleans, hasta se dio el capricho de empaparse los labios. La velada había sido deliciosa, casi tanto como ella, pero por muchos brindis que se empeñara en hacer lo cierto era que todavía no había terminado. 

Su mirada se meció entonces entre Josephine, Marcel y la piscina, de la que emergió Sebastian. El Toreador tenía toda su atención antes incluso de haber tomado la palabra, pero aun así se tomó la molestia de invocar los dones de su sangre para torcer la voluntad y las miradas de los desatentos hacia sí mismo. La petición que hizo le pareció tan sincera como había sido osada, tratándose de quién era él, y Fowler pasó los segundos siguientes tratando de leer en las caras de los allí presentes cómo había encajado el público en general aquella sorpresa. El resto del tiempo lo pasó mirándola a ella, con una media sonrisa dibujada en el rostro. 

Finalmente, el ganador se había revelado, los juegos, la gente aquí presente. Jeremone se acercó a los demás mientras la Señorita Baker daba aquel discurso dando fin a esta velada, el viejo no pudo evitar dar unas palmadas y asentir luego de que terminase, allí también el Señor Crawford dijo unas impresionantes palabras que parecieron ahondar dentro de Dumont ya que movía la cabeza en señal de aceptación ante la velada que estaba culminando.

En cierta forma Jerome estaba apenado de no poder participar en los juegos, no era lo suyo en este momento, algo en su mente parecía inquietarle de sobremanera tratando de pensar en otra cosa que no era surcar las agua en aquel majestuoso barco.

El amago de suspiro una condición de la cual ya los no muerto presidian se hizo presente en   aquel momento – Sentidas y excelentes palabras Señorita Baker, nunca dejara de asombrarme con sus capacidades e ingenio – no quería agregar más ya que los dichos de Crawford parecían haber opacado cualquier otra palabra de aquí hasta quien sabe cuándo.

Observo a Mihail, y trato de preguntarle si no hay nadie sobre lo que me acaba de comentar...

-¿O qué? +El tono de Caroline toco una nota ligeramente más oscura. Llevaba toda la noche incomoda, en este ambiente que no era el suyo, y comenzaba a cansarse. Que el lacayo del príncipe también viniera a presionar cuando al fin se estaba entreteniendo un poco, activaba ciertas partes que usualmente prefería… mantener en reserva.+¿Me quedo sin postre?

Volvió la mirada a la pantalla, activo el correo y lo leyó. Mientras lo hacia, inicio una breve subrutina con un simple objetivo; formatear la computadora al terminar.

-Me encanta como los antiguos creen saber tantas cosas…

Me giro hacia JoJo cuando anuncia el cainitas "bendecido" por la sangre de Arcadia. Arqueo una ceja al observar a Lavonne. Supongo que habrá desinhibido algunos de sus reprimidos deseos. Curioso, nada más.

No sé que me decepciona más, si el comportamiento de Lavonne y mostrar abiertamente sus deseos más oscuros, o que esperaba un efecto algo más espectacular, o acaso no era un efecto similar al efecto del alcohol en los mortales.

En fin, un poco desilusionado pero potencialmente divertido. Lastima que vampiros más serios y rectos hayan participado.

Luego la señorita Ghoul independiente hace un brindis. A pesar de mis reticencias a confiar en ella, he de decir que ha organizado un evento curioso, y sus palabras son la culminación magistral de la noche. Son palabras emotivas, cordiales y muy bien escogidas, hacen que uno valore más esta ciudad. Impresionado, cojo una copa levantándola junto a otros  cainitas - Salut, por todos ustedes y por Nueva Orleans. Seguramente me quede algún tiempo por aquí, y es un placer conocer a tan distinguidos inmortales, así como un espíritu tan libre de ciudad. - sonrío a la mortal y doy un pequeño trago.

El señor Crawford sale de la piscina, invocando su presencia para que todos le admiremos. Le admiro. Y también le escucho. Su modestia tras ganar la ruleta es notable, su vínculo con la señorita Drummond escandalosamente palpable para todos. ¿Se puede saber porque no reservan un hotel para una semana y follan sin parar como haría cualquiera?

Luego aprovecha el momento para meter un logro político. ¿Un Eliseo más? Bien. Dudo que el príncipe se niegue. Se me ocurren cosas, producto de haber estado en una corte llena de víboras. ¿Porqué debía interesar al señor Crawford que se otorgue ese título al local de JoJo? Se me ocurre que la señorita Baker no pueda hacer una petición así, después de todo no es una cainita. Lo más probable es que haya seducido o convencido al señor Crawford para que haga esa petición por ella. Si, eso debía ser.

No podía importarme menos.

- Señorita Baker. Ha sido un discurso impresionante, y una velada deliciosa. No me ha dejado indiferente.

Si me hacen el favor y me devuelven mis "cosas" podré volver a mi refugio.

Me giro una vez termino mi conversacion con Mihail, y me acerco a la piscina, y veo a algunos desnudos... y me quedo mirando a cada uno de ellos con cara de sorpresa - que ha pasado? me voy un momento... y ... 

Vuelvo a la zona de cubierta y paso junto a Anthony y Christofer y me quedo junto a ellos como si nada... mirando hacia el cielo... - parece que va a llover...

De pronto me quedo yo sola en el jacuzzi con el agua burbujeando a mi alrededor, deliciosa como esta soledad inesperada. Desde mi lugar, en mi asiento preferencial para el show, mis ojos perciben la encantadora decadencia del momento, la caída inexorable hacia la aniquilación por la cual no-vivo, el sabor a cenizas de esta ilusión que llamamos existencia. Mi trabajo está casi hecho, la gente tiende arruinarse la noche sola.

Lavonne muestra deseo hacia Jojo y la antigua muchacha sale airosa por poco del encuentro... Sonrío de lado mientras pienso qué fuerza de voluntad posee, interesante. Luego la ninfa rubia sale del agua y se pierde de mi vista, pero no de la de Sebastian que parece extasiado con la visión... Y quién no lo estaría.

Bla, bla, bla.

Mientras Jojo hace su discurso, enumerando obviedades que todos los que vivimos en Nueva Orleáns conocemos pero quizás no todos practican, me levanto del jacuzzi y camino parsimoniosamente hacia una tumbona en la que hay una toalla, comienzo a secarme el cabello y sigo caminando, prestando la atención necesaria a las palabras de Sebastian, que habla inmediatamente después, y a su dudoso acto de benevolencia. Sin duda es astuto y eso es lo que me agrada de él.

Me paro junto al otro cainita que estaba con nosotros en la piscina para dirigirle la palabra.

-Volver al refugio... ¿Después de esta fiesta? -lo miro de soslayo mientras me envuelvo elegantemente con la toalla -Cualquiera diría que está cansado y sabemos que eso es imposible -ladeo la cabeza -No nos han presentado, mi nombre es Angélica Blake -extiendo la mano para que me la estreche si lo desea, por su bien espero que así sea -¿Siempre es tan cascarrabias y juzga  los demás sin conocerlos? -pregunté con cara de inocente.

Me acerco a mi maletín mientras escucho a la organizadora decir quien ha sido el ganador, eso me hace sentir un poco más tensa y molesta, me vuelvo para mirar al afortunado mostrando un claro desagrado, tiene sentido, por lo que han dicho antes ya se conocían. Es decir, tenía ventaja.

Cojo mis cosas, al menos ya se acerca el final de la noche y la idea de poder estar tranquila en mi piso ronda mi cabeza. Las palabras de JoJo me lo confirman haciéndome sentir algo algradable en esta noche agridulce y como buena mujer de Nueva Orleans, ensalza sus valores y su historia, pero no la compararía con las ciudades de California o Nueva York. En la costa oeste la noche es tan distinta, tan carente de orden y a su vez se sabe dar valor al éxito de una forma tan visible, tanto en mortales como inmortales, es demasiado diferente.

En cambio, Nueva York, es en donde dejé a la poca gente que me importaba, era mi hogar, tal vez algún día vuelva, cuando ya nadie recuerde quién fui, ya que ver a mis padres sería demasiado extraño, es preferible no abrir viejas heridas, además la Mascarada temblaría y es demasiado práctica, es mejor no levantar el telón. A pesar de los tristes recuerdos, Nueva York es la mejor ciudad del mundo. Una sensación de nostalgia recorre mi cuerpo al recordar la belleza de las siluetas de los rascacielos al atardecer, hace tanto tiempo que no vuelvo a casa que hasta la recuerdo de día, me resulta curioso, ya que en la mayoría de ciudades mis recuerdos siempre están cubiertos por el oscuro manto de la noche.

Las palabras de JoJo no me dejan indiferente. ¿A qué clase de vampiro puede gustarle el verano? Si las noches son más cortas… ¿Por el calor? ¿Por como viste la gente? Joder… como se nota que es humana.

Sigo atendiendo a su discurso, algo aburrida, entiendo que le guste la ciudad, pero no la veo de la misma forma ya que las cosas que me divierten a mí las puedo hacer en cualquier otro sitio, que acabara en Nueva Orleans solo fue por una catastrófica oportunidad que me brindó la naturaleza.

Al finalizar, cojo una copa y la acompaño en el brindis, aunque no esté de acuerdo con ella, ahora mismo la envidio, ella está haciendo lo que le gusta y se nota. Levanto un poco la copa y luego mojo mis labios en el fluido cálido y carmesí. Aunque sea así, siempre es agradable sentir como la sangre recorre mi garganta de forma tranquilizadora.

Pero para mí desgracia, parece que van a continuar hablando y nada menos que el ganador, el cual acaba de mostrar su premio, solo es una absurda botellita, pero el problema es que yo la quería ganar. Lo miro seria, no me hace ni pizca de gracia, pero un hálito de fascinación por sus palabras empieza a recorrer mi cuerpo, despertando sensaciones que no suelo tener, aun así siento el inevitable deseo de dar un paso hacia adelante para escuchar mejor lo que está diciendo y poco a poco empiezo a comprender su punto de vista, tiene razón, la señorita Baker se merece algo así, ha hecho un trabajo estupendo y sabe comprender a cada uno de nosotros pese a nuestras peculiaridades. Sin darme cuenta, me he acercado mucho más al barullo vampírico del que me había alejado, contemplando al orador y ganador de la ruleta de Arcadia. En lo profundo de mi ser, sé que está haciendo, pero no puedo evitarlo sin un gran esfuerzo que no estoy dispuesta a hacer, esos pensamientos se nublan enseguida por su embriagadora voz que resuena en mi cabeza y es que sus palabras están colocadas de una manera tan perfecta. Todas y cada una de ellas son como un conjunto de engranajes funcionando con una eficiencia sublime, me parece imposible que alguien pueda negarse a su petición.

Observo a Sebastian y afirmo satisfecha por sus palabras, sin recordar ya lo poco que me estaba gustando su presencia, había ganado no se podía negar y sus halagos por el trabajo bien hecho parecían sinceros como no podía ser de otra forma, dudo mucho que alguien pudiera tener alguna queja de Josephine Baker.

-Un discurso de lo más acertado.- Digo al Toreador. -Tuve una impresión equivocada al verlo antes, si no es demasiado tarde, soy Jane Morgan.- Muestro una media sonrisa. Cuando te dejas llevar por las emociones, llega un momento en que se vuelven imposibles de contener. Yo no quería conocerlo. Está no soy yo joder…

Al menos ahora ya no tengo tantas preocupaciones.

Una voz aterciopelada me arranca del embelesamiento que me produce el señor Crawford. Casi doy un respingo, y me siento molesto porque alguien se haya acercado tanto a mi sin que yo me percate. No, no ha sido ella, ha sido culpa del Toreador y su tedioso poder.

Es difícil ignorar a una mujer como ella.

Mis ojos repasan su figura, oculta ahora por una toalla y que sigue dejando un charco de agua a su pies cada vez más grande. No es muy alta, me mira con una sonrisa y viéndola rodeada por la toalla casi desprende un aura de inocencia, podría parecer una dama indefensa. Nada más lejos de la realidad.

Miro su mano que me tiende para presentarse educadamente. Sonrío y la estrecho con suavidad, tardando unos segundos más de lo que debiera en soltarla, aprovechando para estudiar algo desconocido en sus facciones.

- Un placer. Admito que vuestro nombre no me es desconocido, pero me alegro de poder conoceros.
Mi nombre es Shane Sauniere.

Me río con su comentario – No negaré que soy un cascarrabias, pero ¿cree realmente que he juzgado a alguien sin conocerle? ¿Acaso no hacemos todos juicios inmediatos? Por una forma de vestir, por un apellido, por un linaje de sangre… dígame con quién cree usted que he errado.

La observo curioso y pensativo unos segundos antes de continuar – su acento… es usted inglesa. Me sorprende ver tantos cainitas ingleses en Nueva Orleans – debo ir con cuidado, los vástagos que se han cocido en un caldo de cultivo europeo son muy distintos a los ignorantes ancillas del nuevo mundo. Las cortes allí son mucho más peligrosas, es un juego social de alto nivel y para sobrevivir hay que aprender rápido.

La noche aún es joven, seguro que la fiesta aún se alarga, pero ya he llamado la atención más de lo que debería – me giro para tenerla de frente – y tampoco conozco gente ni tengo un plan interesante al que adherirme…

Sonrío con mis labios cerrados y mi mente analiza las posibilidades por las cuales pudo haber retenido mi mano más de lo normal -Es un placer monsieur Saunière -asiento -¿Así que no le soy desconocida? Entonces está bien informado -aseguro sonriendo de lado -Me siento famosa -me abanico con una mano mientras sostengo la toalla con la otra.

Escucho sus palabras y mis fosas nasales se abren un poco al dominar mis emociones -¿Que con quién creo que se ha equivocado? Pues, conmigo claro -hay un cierto tono frío en mi voz que me preocupo en reparar para que no suene a despreciativo -Cuando estábamos en el jacuzzi usted fue... bastante descortés con mi persona -apoyé una mano en mi pecho, sobre mi corazón -Sugirió que el señor Crawford me iba a follar y me iba a dejar satisfecha como si fuera una... ¿Cómo le dicen ahora? ¿Quinceañera cachonda? Es cierto que todos hacemos juicios inmediatos pero creo que la raíz del problema es que tan flexibles son esos juicios y en qué están basadas las presunciones que lo propician, quizás mi belleza le pareció el eco de una cabeza vacía, pero sepa que la belleza no es un don para el mundo, es una cruz y un arma -lo miro a los ojos relevando dureza en mi color azul -Usted se equivocó conmigo y fue indescriptible e infundadamente descortés. Odio la descortesía.

Las sombras se agitaron a mi alrededor e hicieron parpadear levemente las luces cercanas, luego extendí mi mano para tocarme el hombro y la toalla cayó al suelo, la oscuridad me envolvió hasta conformar un vestido contra mi cuerpo uno inmaterial pero opaco como el Abismo mismo que no dejaba ver nada salvo mi rostro, mis brazos y mis piernas. -Voy a tomar su arrebato como un suceso involuntario, producto de la juventud o del carácter, no lo sé -mis ojos no se han apartado de los suyos ni por un momento, luego de estas palabras desvío mi mirada hacia las aguas y la retorno a él -Ahora que hemos aclarado este asunto, que no podía permitirme dejar pasar -le aclaro -Quisiera que comencemos con buen talante; sí, soy inglesa pero me considero una ciudadana de Nueva Orleáns después de tantos años -comento relajada nuevamente -Y mi vida está en estas calles -me permito deslizar, explicativa. -¿Qué le parece si platicamos un poco? Ya que no tiene otros planes... ¿Qué lo trae por la ciudad?

Arqueo una ceja mientras me giro a la dama envuelta en una toalla.

Aguanto de forma estoica sus acusaciones. Tratando de no enfurecerme ni alterarme. Una parte de su argumentación me causa una ira creciente y unas ganas familiares de estrangular. Otra parte casi me hace gracia y procuro evitar sonreír.

Dejo unos instantes a que la dama se desfogue mientras me cruzo de brazos, haciendo crujir la chaqueta de cuero con mis dedos callosos, ladeo la cabeza.

Luego respondo con tranquilidad - Mi señora… habla usted como si dejar libre su pasión fuese algo pecaminoso y vulgar.

¿tan malo era que necesitase contacto y placer? ¿es algo tan extraño o aberrante? - hago un gesto de incredulidad durante unos segundos, luego niego con la cabeza.

- No importa… tiene usted razón. Me equivocase o no, admito que fue un comentario soez e inapropiado para una dama, propiciado más por mi propia frustración que por su belleza. Y le pido mis más sinceras disculpas.

Estuvo fuera de lugar.

De repente algo se mueve a su alrededor, hilos de oscuridad, tan negros como sus cabellos se enroscan en su cuerpo formando un vestido oscuro que le envuelve como una segunda piel en un cuerpo escultural.

Mis ojos recorren su vestido hasta llegar a sus ojos y trato de calmarme.

¿Que coño? Eso ha sido… no me lo puedo creer. Dejan entrar un hombre serpiente, una de las criaturas más viles de toda nuestra especie ¿y también consienten la convivencia con Sabbath?

Me giro para ver si los demás han visto semejante poder, ver si alguien se escandaliza. Por supuesto que no. Había escuchado que Marcel era un príncipe muy estricto con las leyes de la Camarilla… y sin embargo veo que permite coquetear con clanes… peligrosos.

De manera prudente y casi imperceptible, calculo la distancia que nos separa y tenso los músculos de mis manos. Nunca debo dejar de estar preparado para matar.

Su tono se torna más cordial y me hace preguntas que no quiero responder. Pero he sido ya descortés con demasiadas personas.

- Me encantará hablar con usted un poco. - me giro para mirar la orilla, las brillantes luces de la ciudad.

Estoy aquí para quedarme… he vuelto a casa tras muchos años. Nací aquí. - evito hablar del otro motivo,  todavía es pronto. Si comienzo haciendo las preguntas que quiero hacer demasiado pronto mi víctima podría escapar.

Cojo otra de las copas de sangre que otros cainita han rechazado y cojo una para ella, ofreciéndosela con cuidado antes de beber un poco.

- ¿Y usted?  Cuanto tiempo lleva en Nueva Orleans. Debe haberse enfrentado a muchos prejuicios para poder vivir en paz. En eso nos parecemos.