Partida Rol por web

Tenía el guijarro fuertemente agarrado, e incluso cuando Jess enfocó a lo que fuera que nos estaba hablando preparé la mano para lanzarlo. Sin embargo, al ver a la chica... me detuve por completo.

Es... guapísima...

Maldición, ¡yo me había prometido no "enamorarme" nunca de ninguna chica! Esas cosas ñoñas que hacían mis padres me daban ganas de vomitar. Pero... por alguna razón, estaba haciendo ahora añicos todos mis principios... no podía quitar los ojos de encima a aquella niña.

—Y-yo soy Robert — dije, soltando la pierda al momento —. ¿Estás bien? ¿Recuerdas cómo has llegado hasta aquí?

Por alguna razón, sentía que hacía mal en confiar en ella, pero... una vez más, quería creer que nada malo iba a pasar. Tenía que ser otra niña más como nosotros, ya que... ¿por qué íbamos a ser los únicos en estar aquí? Quizás las hadas estaban atacando también otras ciudades y a otros niños.

La cosa se está poniendo cada vez más fea. Salas que desaparecen tras las puertas, escaleras que se vienen abajo, compañeros perdidos en un vacío que ya no existe. Y solo siente que ella es la única que parece que va a ponerse histérica - según su padre, así se pone su madre cuando se vuelve loca - porque los demás solo parecen un poco asustados, pero como si estuviesen habituados a eso.

Y de pronto, ese grito que llega hasta los huesos y se queda dentro. Ella también grita y ambos gritos se solapan, hasta que el otro grito termina de pronto y la deja a ella sola gritando. Tarda unos segundos en darse cuenta de eso y deja de gritar. Pero el susto no se lo quita nadie.

Y encima ahora hay otra niña que parece haber salido de la película de Heidi o algo así. Se parece mucho a Clara... ¡Ahora ya nadie viste como ella! ¡Y menos en verano! ¿¡Qué está pasando en ese lugar de locos!? Y encima como es guapa y parece buena los demás desconfían muy poco y parecen relajado. ¡Ni en broma se acercará a ella! ¡Seguro que Zaina lo está pasando mal con la otra desconocida!

Un momento... un momento, porque yo a ésta ya la he visto antes. No podía ser cierto, pero... ¿y si sí? Con lo que siempre me gustó leer y el cine, los libros originales y las pelis de Disney eran muy claras al respecto:

-¿Alice? Tú me suenas. Te he visto, en un libro. Quizás esté ya loca, pero tu aspecto, tu nombre... Vienes de "Alice/Alicia en el País de las Maravillas"? Eso me resuelve también el parecido de John con otro personaje,
John Darling, de "Peter Pan". El niño elegante de gafitas que se lleva la chistera al País de Nunca Jamás... ¿Nos están mandando a personajes de cuentos?

Estaba confusa, pero eso lo tenía claro ahora. Esos niños salían en cuentos. Pero... Annette es la única que no me sonaba de ninguna historia que conociese.

Siobhan miró a Jess con cara de incredulidad. ¿Se habría dado un golpe en la cabeza con el último temblor...? Mira que sugerir algo así.

Pero luego volvió a mirar a aquella niña rubia, con ese vestido y ese calzado tan anticuado... ¿Sería posible que su amiga tuviera razón?

—¡Eh, no te muevas de ahí! —le gritó sin quitar la linterna de su rostro todavía—. ¿Cómo has llegado hasta aquí? ¡Responde!

Era la única forma de asegurarse.

La niña que decía llamarse Alice levantó las manos y retrocedió, alarmada por el tono seco de las dos chicas del grupo.

—Yo... yo... —balbuceó—. No sé muy bien qué ha pasado. Estaba con mi hermana mientras me leía un libro, pero me separé de ella porque me aburría un poco. Luego vi a un conejo vestido con traje y lo seguí. Caí por su madriguera y...

Con aquello bastó para que a los chicos les diese vueltas la cabeza. ¡Jess tenía razón, aquella niña era la protagonista del cuento! Alice siguió relatando aquella historia que ya conocían, hasta llegar poco después del punto en el que Alice se hace enorme y destruye la casa del señor Conejo. Después de eso, la niña se había encontrado sin saber muy bien cómo en aquél lugar oscuro.

—Eso es todo —dijo atemorizada—. Luego vinieron esos temblores y estoy intentando salir de aquí...

Melhi se llevó una mano a la cabeza. No entiendía del todo lo que pasaba, pero recordó lo que Kolda siempre le decía. "La Oscuridad tiene poderes terribles..."

—Pero... pero John no puede ser un personaje de cuento —murmuró—. Comprobamos que es vecino vuestro, su historial estaba en la Clínica...

Revoloteó nerviosa, preguntándose qué podía significar aquello y qué pretendían sus enemigos.

A Alice no se le había escapado que Jess se había referido a ella como "personaje de cuento". Y luego Melhi también lo hizo. La niña rubia alzó una ceja, extrañada.

—¿Personajes de cuento...? —repitió—. ¿Qué queréis decir con eso?

-Que una niña como tú, que se llama como tú aparece en una historia que he leído. Alicia entraba en la madriguera de un conejo y entraba en un mundo mágico donde le pasaban aventuras maravillosas... y creo que no es casualidad que se parezca tanto a tí. ¿Cómo has llegado aquí? ¿Te acuerdas?

Quizás era una tontería supina, pero tenía que cerciorarme. Cuanto más la veía, más me parecía al personaje de Lewis Carrol. Y John...

-Melhi, no sé cómo. Pero si estoy en lo cierto, si a ellos los crea el ser que nos retiene aquí, también John no sería de fiar. Anette es la única que no recuerdo de ningún libro. ¿A alguno le suena de algún cuento o película? ¿O ya me estoy volviendo loca?-también cabía esa posibilidad.

¿Así que esa chica venía de un cuento? Sí, yo también había leído Alicia en el país de las maravillas. ¿Quién no? Pero... ¿desde cuándo los personajes de los cuentos son verdad?

—¿Y si todos venimos de algún cuento?

Vale, no, eso era imposible, ¿verdad?

—Ehm, bueno... Anette no me suena de nada, pero tampoco me sonaba Alice hasta hace un segundo — dije, algo dubitativo —. Zaina y Kolda debieron descubrirlo, estoy seguro de que eso era lo que nos querían decir.

Al menos no era algo tan malo como imaginábamos al principio, menos mal. Suspiré algo aliviado por ello.

Ahí hay muchas cosas raras. Tantas que casi no sabe qué decir o hacer. De todas formas, no se fía ni de su sombra. Mira a Melhi y se encoge de hombros.

-No creo que nuestro John sea la persona que buscamos. Ya lo he dicho... si lo fuese, al despertar todo se acabaría, ¿no? No es el John que estábamos buscando, pero tampoco creo que sepan que son personajes de cuento.

Mira Alicia con reticencia.

-¿Qué hacemos ahora?

Justo cuando Kate dejó en el aire aquella pregunta, pudieron ver que la niña que tenían delante y decía llamarse Alice daba un paso atrás. Parecía nerviosa, y les miraba como si fueran todos de otro planeta. Entonces echó a correr escaleras arriba y se perdió en la oscuridad.

Melhi se sorprendió un poco al ver huir a Alice cual conejillo atemorizado, y luego con un aleteo se asomó por entre los peldaños.

—Puede que lo que le has dicho la haya asustado, Jess —dijo—. Creo que... no sabe que es un personaje de cuento.

Se pasó una manita por el pelo blanco y respiró hondo. Kate tenía razón, había que hacer algo.

—No nos podemos quedar aquí —dijo—. Tenemos que buscar a Zaina y Kolda... y ahora también a Ander y a John. Y pensar qué puede significar lo de los personajes de cuentos que están apareciendo. Aunque de momento, no parece que sean peligrosos. Por lo menos, Anette y Alice no nos han atacado como hacen las Hadas malas...

-Pues chicos... Hacia arriba íbamos, hacia arriba subió Alice, y abajo no nos queda nada, así que propongo seguir subiendo, como hasta ahora. Sed valientes, preparémonos, y si antes teníamos razones para subir y enfrentarnos a ese bicho, ahora más aún, ¡que hay que encontrar a nuestros amigos!

Echaba muchísimo de menos a los demás, y estaba muy preocupada por ellos. Independientemente de si había dicho tonterías con lo de los cuentos o no, a mí lo que me importaba era salir todos con vida y rescatar a los adultos, como los finales felices de los cuentos de verdad.

¿Pero qué le había pasado a esa chica? ¿Por qué de repente se puso a correr?

No lo entendía, y casi en acto reflejo, cuando miró en nuestra dirección asustada, eché la mirada atrás por si acaso había algo malvado y feo detrás nuestra. Sin embargo, ¿qué era tan malo como para decidir huir sola en un lugar como este? En fin, ya... como había dicho Jess, sólo nos quedaba una posibilidad: seguir subiendo.

Aunque, a decir verdad, ésa había sido nuestra única posibilidad desde que nos separamos de Zaina...

Me había olvidado de las puertas, en mi obsesión por acabar con todo. Aún así, opiné lo que realmente pensaba:

-A mí las puertas no me gustan. La niña nueva, Zaina y Kolda desaparecieron por una, que intentaba evitar que subiésemos. John y Ander también desaparecieron al seguir subiendo... Creo, y ya lo dije, que lo que quiera que esté haciendo esto es arriba donde tiene su sitio, y es allí donde no quiere que lleguemos. Podemos abrir las puertas y ver qué hay tras ellas, pero creo firmemente que la dirección que debemos tomar es esa. Incluso Alice se fue corriendo hacia allí... Espero no meter la pata. Yo voto por seguir subiendo. ¿Qué pensáis?

—¡Subamos! —exclamó con tono imperativo, respondiendo así a la interrogante de ambas niñas— No puertas y no habitaciones a menos que podamos entrar todos juntos y al mismo tiempo. No quieren que encontremos su escondite. Si se esconden es porque nos tienen miedo y si nos tienen miedo es porque saben que les podemos ganar. 

No dijo nada sobre los personajes de cuentos, se sabía pocos y sobre todo sentía que si se ponían a pensar en eso iban a perder un tiempo que no estaban en condiciones de perder.  

Ella ya no sabe qué hacer o qué decir. Parece que la única cosa que pueden hacer es continuar subiendo aunque ella no tiene el optimismo que tiene Siobhan. De todas formas, parece que nadie le presta mucha atención. Dice cosas, pero nadie le hace caso... o eso es lo que ella cree.

Se encoge de hombros y se prepara para continuar subiendo. La verdad es que las puertas no le inspiran confianza.

No hubo ninguna voz discrepante de la opinión de Jess y Siobhan, así que los cuatro que aún quedaban juntos continuaron subiendo por las escaleras de metal. Los peldaños chirriaron y se quejaron al principio, y por un momento pensaron que la escalera iba a desprenderse del muro... pero no ocurrió nada. Con cuidado, continuaron el ascenso, dejando cada vez más atrás el rellano roto y los hierros retorcidos.

No hubo más temblores ni ruidos extraños durante un par de minutos, y los chicos se relajaron un poco. Parecía que, por lo menos, las cosas se habían calmado un poco. Ahora debían concentrarse en reunirse con el resto de sus compañeros lo antes posible. Pero Alice parecía haberse dado cuenta de que estaban subiendo, porque desde algún punto por encima de sus cabezas les llegó su voz.

—¡No! ¡No me sigáis! —exclamó, asustada—. ¡Dejadme en paz!

Parecía que se fiaba del grupo tan poco como ellos de Alice.

Miré a mis amigos. Si alguna razón teníamos para seguir subiendo, ahora se le sumaba esta otra. Los gritos de Alice para que la dejásemos sola en mí no iban a causar efecto. Si estábamos equivocados, le pediría perdón. Si no, no iba a dejarla sola de todos modos. 

-¡Venga, chicos, sigamos subiendo! Da igual lo que diga. ¡Tenemos que salir de aquí! -animé a mis amigos.