Partida Rol por web

Ander no pudo evitar una risita cuando zaina zarandeó la carta. Después con los ojos cerrados y las manos muy estiradas hacia atrás con los puños cerrados dijo. - ¡No me das miedo maldita bruja! - Había visto cosas peores en la oscuridad. Y ahora que estaba con sus amigos, no podía pasarle nada malo. 

- Yo..- - dijo después levantando un dedo - No creo que todas las hadas naranjas sean malas. Supongo que algunas serán buena y otras malas. O dependiendo de lo que les interese pueden ser mas buenas o más malas. 

Puede - suspiró - puede que podamos usarlas. Si tenemos un objetivo común... - terminó. 

Zaina lanzó una mirada petulante al hada cuando Ander la respondió. Se merecía todo lo malo. Ander no le había respondido a lo de la linterna, pero aquello había pasado a segundo plato después de que el niño insinuase que el hada naranja podía ser buena.

–No, solo es una, o eso decía. Pero puede estar en muchos sitios a la vez. Me dijo lo que estabas haciendo y cuando creía que no era tan mala le pedí que te diese un mensaje–La niña volvió a mirar al hada e intentó parecer amenazante, aunque aquello era algo que no le salía muy bien–. Sabes que podemos salir por nuestra cuenta, solo tardaremos un poquito más que si nos ayudas. También podríamos... quemar la carta empezando por el centro. Seguro que así te haría daño sin liberarte. O calentarla sin quemarla hasta que el calor te sea insoportable. 

Ander apoyó uno de los pies sobre la punta y tocaba ambos índices entre sí por la punta mirando hacia abajo. 

- Me dió el mensaje - dijo a Zaina. Y ante la tortura al hada añadió. 

- No hagas eso, Zaina. Entonces seríamos lo mismo que ellas. Nosotros no somos los malos. - y puso la mejor sonrisa que fue capaz de conseguir. 

Y asi, con una frase, Ander acababa de cargarse el farol. La niña miró al hada y se dio cuenta de que también ella lo sabía. Claro que aquello le daba la oportunidad de jugar a poli bueno/poli malo, como las pelis. La niña volvió a agitar al hada para que no viese como guiñaba el ojo a Ander. Esperaba que lo entendiese.
—No sé...Puede que sea más amable si nos ayuda–respondió–, además no creo que sea tan tonta de desaprovechar esta ayuda. He visto la verdadera forma del naranja y esta es una mosca a su lado.

Zaina estaba todavía moviendo en el aire la carta de la Reina Hada, cuando Anette se sentó en el suelo. Estaba pálida y parecía muy cansada. Se llevó una mano a la cabeza como si se sintiera mareada, y pudieron ver que los ojos se le entrecerraban.

—Hmmm... —murmuró la cerillera—. No me siento bien...

- ¿A... Anette? - dijo Ander sin poder moverse mucho. ¿Qué le pasaba? ¿Un dolor de cabeza? ¿O algo más? 

–¡Anette!– Zaina se olvidó de su guerra particular con la Reina de las Hadas para atender a su amiga– ¿Estás bien? ¿qué te ocurre?

Temiendo lo peor y con unas sospechas funestas, la gitanilla tomó la mano de su compañera y la tocó la frente para ver la temperatura. Asustada, se volvió hacia el Hada.

–¿Qué le pasa? ¿Qué está pasando?

-A mí se me ocurre... -me callé la boca a tiempo, porque había visto en alguna película de estas de risa que cuando alguien se marea viene otro y lo abofetea. No era mi intención hacer daño a Anette, pero...

-Aenemos que evitar que se desmaye, abanicadla con algo. Aunque sea con la carta de la Reina Hada, así también se lleva un buen mareo ella... ¿Annette? -le pregunté, agitándola un poquito. No quería ser muy bruta. Le dí un golpecito en la cara, por si reaccionaba-... ¿Annette?

Me daba miedo verla cerrar los ojos. Me daba miedo que no volviese a abrirlos.

Si tenía que darle un sopapo lo haría, pero no mientras pudiese evitarlo.

Desde su carta, la Reina Hada estaba viendo toda la escena, y cuando Anette pareció debilitarse, se rió con crueldad.

—Vaya, vaya —murmuró—. En realidad, tiene sentido... 

Anette alzó la cabeza e intentó sonreír para tranquilizar al resto.

—No es nada —dijo—. Ya me encuentro mejor. Ha sido sólo un momento...

Se levantó despacio del suelo, aunque todavía temblaba un poco. Sacudió un poco la cabeza para despejarse.

—Tendríamos que intentar salir de esta oscuridad, ¿no? Los demás estarán preocupados...

Pasó el susto, y me alegró que Annette volviese a la normalidad y ya no se encontrase tan malita. Pero la reina Hada dijo algo que...

-¡Oye, tú! -le pregunté, dejando de lado la educación. Me enfadaba solo mirarla-. ¿Qué es lo que dijiste? ¿Qué es lo que "tiene sentido"? ¿Que Annette se encuentre mal? Es cosa vuestra, ¿verdad?

Oh, las hadas. ¿Qué ganas tenía de volver a la normalidad y perderlas de vista. Al menos a las puñeteras, como esta reinia.

Ander miró a la reina y después a Anette con desconfianza. No es que creyera que la niña fuera mala, pero o no era quién parecía o algo importante tenía que ver con todo aquello. Algo que la reina roja parecía saber y que a ellos se les escapaba. 

Zaina ayudó a levantarse a Anette. Al menos no estaba fría, como ella había temido, pero estaba segura que aquel desvanecimiento tenía que ver con quien era Anette. ¿Y si no podía llevarla con ella? Aquello sería terrible... Y la Reina sabía que le afectaba mucho el saber lo que le iba a pasar. Lo único sensato, al menos en la cabeza de la niña, era fingir que no pasaba nada. Igual que cuando fingía que la Lamia no estaba espiando desde el armario y, así, se libraba de que la chupase la sangre.

–Tenemos que salir de aquí, ahora mismo. – dijo Zaina, lanzando una mirada malhumorada al Hada. En aquel momento echaba mucho de menos a Kolda y empezaba a plantearse como cambiar el final de aquel cuento cuando saliese de allí. Si lo conseguía, cambiaría su historia. ¿No había conseguido el año anterior darles a todos poderes contando un cuento? Pues bien, haría uno para Anette. Pero para ello, tenía que salir de aquel erial. Cuando estuviesen juntos, les contaría a todos su historia.– Y parece que la mosca tonta esta no quiere llegar a ningún trato. O no sabe como se sale de aquí. ¿Se os ocurre algo? La salida que estaba haciendo ya no sirve.... aunque somos cuatro, como las hojas de los tréboles mágicos, las estaciones o las direcciones.

Eso tenía que significar algo

La Reina escuchó lo que Jess le decía y negó con la cabeza.

—¿Cosa nuestra? —repitió—. No, yo no lo diría exactamente así. Pero parece que alguien está empezando a darse cuenta de que... la pequeña Anette ya no le es tan útil como pensaba al principio.

Y después de decir eso, miró a Ander y ensanchó aún más su siniestra sonrisa.

¿Que Annette le era útil a alguien? Ya se me había pasado por la cabeza que la niña y los demás personajes eran parte de las historias de cuentos, y también se me ocurrió ya hace tiempo que tuvieron que ser creados, o traídos a la vida por alguien.

Pero costaba hacerse a la idea de que no eran reales y que podían desaparecer... Si alguien los estaba usando, quizás aquel bicho de las escaleras mágicas, no me iba a afectar. Los defendería de él como si fuesen mis verdaderos amigos.

-No me importa. ¿me has oído? Me da igual. Annette es nuestra amiga ahora. Si alguien le hace daño, se las verá con nosotros.

Ander no había tenido mucho trato con Anette y, aunque era un chico sociable y majo, en aquel sitio era bueno no fiarse de las apariencias. Por mucho que le cayera bien la chica, no sabía si sería un arma o incluso un intruso, por lo que no daría las cosas por sentadas como estaba haciendo Jess. 

Se mantuvo en silencio, pese a que se dió cuenta de que la reina se había dirigido a él. Quería hacerle dudar, y seguramente enfrentarlos a unos con otros, pero tampoco se dejaría engañar. Era pequeño, pero no idiota...

–No te preocupes Anette– Zaina abrazó a la niña mientras tragaba saliva. Su cerebro funcionaba a toda velocidad y sentía el corazón a mil por hora, como cuando tomaba mucha coca-cola– Se lo que tenemos que hacer. Quería que estuviésemos todos juntos para usarlo y arreglarlo todo, porque la magia con las cartas me hacía daño... aunque no creo que esto lo haga. Es muy diferente...Además, tenemos prisa. Jess y yo dejamos nuestros cuerpos al otro lado... Pero para que funcione, tenemos que cumplir una norma. Es una norma fácil... 

La niña miró a los otros tres con ojos suplicantes. Era un momento delicado. Un error y las consecuencias serían devastadoras. Al menos para la mente de la gitanilla y de Anette. Zaina cogió aire. Tenía que confiar en sus amigos.

–Voy a contar una cosa que nos sacará de aquí. La única norma es... que si habéis oído otra cosa parecida, nos concentremos en esta. Como cuando jugamos al parchís en casa de alguien que juega diferente. Aunque creemos que es así, jugamos. ¿De acuerdo? Creo que podemos salir... o por lo menos encontrar la salida.

-¡Cuenta conmigo! -asentí. Seguro que era una buena idea. Siempre que nos juntábamos y uníamos nuestras intenciones de hacer algo, resultábamos ser más fuertes que nunca. 

Así que presté atención a lo que Zaina iba a decirnos.

Anette se levantó con cuidado, dispuesta a hacer lo que Zaina le dijera. Parecía encontrarse un poco mejor.

—Yo también estoy lista —dijo.

Entonces alzó la cabeza, mirando algo situado por encima de los cuatro pequeños. Frunció el ceño extrañada.

—¿Qué... qué es eso...? —preguntó, señalando en la misma dirección en la que miraba.

Cuando alzaron la mirada, vieron algo muy raro. A una altura difícil de precisar, había aparecido un rectángulo de luz. Era una luz muy tenue, como la de una habitación en penumbra, pero en contraste con la oscuridad total que les rodeaba, resultaba bastante llamativo. Y recortadas contra el pequeño cuadrilátero, se veían varias cabezas que se movían, como si estuvieran observando desde una trampilla abierta por encima de sus cabezas.