Partida Rol por web

De acuerdo. Me... Me quedaré fuera, vigilando

No dijo nada más. No quería discutir con Celeste, pero la idea de dejar que mataran a los cautivos... Era algo insoportable. Aleph estaba triste, y eso se podía notar sin mucha dificultad, sin necesidad de un canal mágico

Caminó agarrada del brazo de su primo hasta el sótano, estaba en un estado de agitación y era evidente.

- Es injusta, Damien, muy injusta. Hará daño a Jules antes de saber la verdad y... - se llevó las manos a las sienes, consciente de que tenía que parar - Lo siento, sé que no debería decirlo, pero no me fio de ella...

Calló al llegar Celeste, a quien no quiso ni mirar.

-Chhssss. ¡No te preocupes!. Hablaremos con Jules, estoy seguro que hay una razón para todo lo que está haciendo.-

-La culpa es de la magia, ciega a las personas, las da una falsa sensación de poder. Eso le pasa a Celeste,  y creo que le ha pasado a Jules, pero él no ha matado a nadie...

A veces hay que tirar de ingenio, si le empiezo a sacar la respuesta mientras le arrancamos la piel, nos mentirá, o nos dirá cualquier cosa.

Damien tragó saliva antes de entrar en el lugar donde tenían prisionera a la mujer. Inspiró hondo y abrió la puerta. Una vez dentro no podía demostrar la más mínima debilidad.

Se situó entre los tres cultistas, todos atados y amordazados, la mujer estaba en medio, con el brazalete puesto. Se arrodilló a su lado y le quitó la mordaza.

-Hace unas horas he visto como escoria aliada tuya destripaba a la familia de un amigo mío, todo para un ritual que logramos interrumpir.-Por un instante Damien volvió a ver los cuerpecillos tirados de los hijos de Tristán.

-Te hago responsable de todo ésto. Y del daño hecho a mis aliados Jules y Celeste. No te voy a engañar, en unas horas, o días, estarás con tu querido Jorosh. No habrá intento de rescate, cuando vuelva a salir de ésta sala, estarás muerta. Y aunque no quiero torturarte y sólo ansío tu muerte, he pasado la noche en vela leyendo ciertos libros... y pensando las peores cosas que puedo hacerte. Y las haré.

-Puedes empezar a hablar sobre cuántos sois, quién es vuestro líder y dónde está el cuarto elemental. Ya no me preocupa tanto porque el tercero está a salvo, pero quiero tenerlo todo bajo control.

-Ahora tu decides la cantidad de dolor, de tus palabras depende si hago que la peliazul traiga el agua caliente y los ratones... o no.

La mujer, Marianna, los miró con una sonrisa fría y dura.

-La tortura es un arte. Dudo mucho que en una sola noche hayas aprendido lo que yo en años. He recibido tortura y la he dado hasta hacerme una con el dolor. Si quieres arrancarme uñas y romperme los huesos, me dejaré hacer de buena gana. Tus amigos pueden decirte lo que he podido alcanzar con años de estudio. No es cosa de una noche...

Pero por la gloria de los Siete Círculos y de mi señor os diré lo que queréis saber. Vosotros no sospecháis nada. Sois niños empujados a un juego para gente mayor. No tenéis ni idea de a qué os enfrentáis. Nosotros hemos hecho el trabajo duro, tres más uno, el premio, que se le da a los chicos buenos. Silas, el hijo de mi señor Lucian, es la llave. Y si no han convocado ya al Cuarto Guardián es que sólo faltan unas horas. Buena suerte impidiendo lo que queréis impedir. Es como evitar que caiga la lluvia.

La mujer empezó a reírse y sus carcajadas se confundieron en el eco del sótano.

-¿Te sientes bien? ¿Torturando y matando gente? ¿Te hace sentir superior?  ¿Mejor en cierta manera? En realidad me da igual, yo mantendré mi pacto, si sigues respondiendo te ganarás una muerte rápida ¿Qué conseguiríais liberando el cuarto guardián? ¿Que Jorosh venga a la tierra? ¿Que se cumpla su voluntad? Habla ahora, no te queda mucho tiempo. 

-Eso es lo que hago. Lo que mejor sé hacer. Para lo que vivo, además de para servir a mi señor y a Jorosh. En cuanto al Cuarto Guardián, es la última llave de la puerta, es cierto. Cuando todo termine y los cuatro sean activados será el momento de llamar a Jorosh. Siempre hay sangre. Siempre es necesario que haya un sacrificio. Como el dolor o la muerte. Pero vosotros no podríais entenderlo. Jorosh pedirá mucha, mucha sangre... Hasta ahogar su sed de siglos.

Marianna los miró y entornó los ojos.

-Matándome sólo comenzaréis a alimentarlo.

-No me gustan tus últimas palabras, y aunque empecemos a alimentarlo con tu muerte, me temo que es inevitable.

-Explica más sobre ese último sacrificio para invocar a Jorosh, y donde suele estar Silas. ¡Vamos!.

Una sonrisa sin gracia apareció en la cara de Damien.-Si no... gracias por revelarme que eras una torturadora, porque en tu cabeza tendrás una tortura favorita, una que seguro hasta tú temes que te apliquen...-dejó pasar unos segundos.-Sí, esa que estás pensando. Algo tan horrible que sólo tú puedes haberlo diseñado.

-Mi amiga la maga más que probablemente te la pueda arrancar de tus pensamientos y arde de ganas de aplicártela, ¡habla! ¡Y sin amenazas que me estás cansando!

Celeste sonrió, la verdad es que era fácil obtener la información, y al parecer Damien no se acordaba que los poderes de la peliazul habían llegado a su límite en el día anterior. Celeste "sólo" podía utilizar técnicas mundanas para extraer información, y la verdad, prefería que lo hiciera Damien. Ella se ocuparía del sacrificio.

No sabía que hacer, aunque por su mente pasaban varias cosas. Arrancarle la piel a tiras, cortarle la tripa y hacerle comer su propio intestino, cortarle un brazo y abofetearla con él, pincharle un ojo con un tenedor, sal en las heridas que no falte... 

Se lo iba a pasar en grande. 

Y tenía más especímenes para torturar. 

Afuera, Aleph comenzaba a sentirse algo enfermo. Era inevitable que algún pensamiento se le escapara a Celeste, pero la propia imaginación del grandullón bastaba para hacerse una idea de lo que su amiga les haría a los cultistas. Sintiendo una insoportable impotencia en la boca de su estómago, cerró los ojos con fuerza y apretó los dientes, mientras intentaba recordarse a sí mismo la razón por la que no debía intervenir en el interrogatorio y acabar con esa demencia

Celeste, no te voy a detener, pero te pido de nuevo que lo reconsideres... La venganza oscurece el alma. Si matas a esas personas, no volverás a ser la misma nunca más. Por favor...

-¡No soy la misma desde que ellos me capturaron!¡Ahora soy capaz de dormir por las noches! Desde que te encontré, desde que descubría que mi magia también sirve para crear soy capaz de alejar los malditos miedos que ellos me crearon. ¿Sabes por qué no soporto la oscuridad?¿No? ¡Por ellos! ¡Por la tortura! Si tú no me hubieras liberado ese día, ahora no estaría aquí.

No es que no volveré a ser la misma, es que no puedo ser la que era antes... antes de que me conocieras.

Lo siento Aleph, necesito esto, necesito calmar mi alma. Y quizá, podría haber sido sólo Lucian. Siempre y cuando esta puta no hubiera usado mi cuerpo como sala de juegos ayer mismo.

Si en las palabras de Aleph era evidente la frustración, las de Celeste destilaban un odio primigenio. Una necesidad de ver sufrir a Marianna. Necesidad de que llorara delante de ella, necesidad de que pidiera morir, y Celeste compasiva le diera ese privilegio.

Y Celeste, de pronto, cambió el tono de voz.

¿Sabes lo que nos ha dicho?

Celeste cambió la "voz" alterándola ligeramente para imitar a Marianna. 

-La tortura es un arte. Dudo mucho que en una sola noche hayas aprendido lo que yo en años. He recibido tortura y la he dado hasta hacerme una con el dolor. Si quieres arrancarme uñas y romperme los huesos, me dejaré hacer de buena gana. Tus amigos pueden decirte lo que he podido alcanzar con años de estudio. No es cosa de una noche...

-Eso es lo que hago. Lo que mejor sé hacer. Para lo que vivo.

La peliazul volvió a cambiar el tono.

-Y, ¿te imaginas que escapa? ¿Te imaginas que alguien la libera? No podemos dejar cabos sueltos cariño, si esta mujer volviera a la libertad, torturaría al que le pasara por delante, es a lo que se dedica, a causar dolor a los demás. ¿Crees que tiene redención? ¿Crees que puede cambiar.

Yo no. Así es más seguro.

Todos tenemos redención, Celeste. Una persona puede ser encarcelada, o vigilada. Y sí, quizás la única salida sea acabar con ella... Pero no así. Déjame que lo haga yo. Será rápido, y no te mancharás las manos de sangre

Su voz temblaba, insegura. Pero estaba dispuesto a matar si con ello ayudaba a salvar vidas. Estaba dispuesto a erradicar una aberración como la de aquella mujer. Estaba dispuesto a hacerlo... Por Celeste

Dices que no volverás a ser la misma... Pero yo no me enamoré de la que eras antes: Amo a la chica que eres ahora. Si no puedes dormir por las noches, yo me mantendré despierto contigo. Si te da miedo la oscuridad, encenderé cualquier luz para que veas. Si la venganza sigue anidando en tu alma, yo te ayudaré a hacerla desaparecer

Pero el odio solo engendra odio. Por favor, te lo suplico: No comiences a andar por un camino del que luego no podrás regresar

Pues... Es posible que tarde o temprano ya no pueda seguirte por él

No dijo estas últimas palabras en alto

Si la venganza sigue anidando en tu alma, yo te ayudaré a hacerla desaparecer

¿Cómo? Es lo que quiero hacer, eliminar mi sed de venganza eliminando el foco que la genera. Es simple, lógico. Tienes calor porque estás al lado del fuego, apagas el fuego. Tienes una flecha clavada y duele, eliminas la flecha y curas la herida.

Eso es lo que me pasa. ¿Como vas a liberarme del calor sin apagar el fuego? ¿Cómo vas a ...?

Celeste abrió mucho los ojos, de pronto.

No es necesario apagar el fuego, sólo apartarse de él. Al final tu temperatura volverá a ser la que era... No hace falta destruir la flecha, sólo sacarla.

Al dejarse llevar por su mente lógica, había encontrado la respuesta. Pero... no todo podía gobernarlo la lógica. Su cuerpo le pedía matar a esa mujer, sus instintos más básicos se lo pedían, aunque su corazón estaba dividido.

Pero... su mente ahora se negaba a ello, o más bien, veía más soluciones... Esperaba que Aleph no se diera cuenta de esa incoherencia lógica, si no, la discusión casi habría acabado.

No puedes destruir todo lo que odias, Celeste. Ese es el camino del miedo, de la locura. No sé como, pero juntos encontraremos un modo de apagar esa sed de venganza. Te lo prometo

Y Aleph no prometía en vano

Celestes, de pronto, se levantó y se acercó a Damien. Susurrándole algo al oído. Parecía visiblemente alterada, en su cara, una mezcla de confusión y frustración, de odio y extrañeza. Era todo un poema.

-No sé qué me ha pasado, no puedo hacerlo, no ahora. Sigue con tu rollo dile que he ido a por agua hirviendo, o a por cuchillos, lo que sea. Pero... reservaré mi sed de venganza para Lucian, esta puta no vale nada.

Separándose de Damien, la peliazul se dirigió a la puerta, tratando de salir de la habitación con aire malhumorado. Algo la había perturbado.

Empezaba a ser algo normal en ella.

-No quiero destruir todo lo que odio. Quiero acabar con esta maldita secta. Quiero que paguen por todo el dolor que me causaron. No es todo Aleph, son ellos, es especial. Además, creo que acabando con ellos haría hasta un bien al mundo, por lo que saciando mi sed de venganza, beneficiaría a la sociedad.

Las últimas palabras de Celeste tenían un rintintín extraño.

-Pero...

Dejó la frase ahí, no la continuó. El silencio se adueño del canal.

Hay una diferencia entre castigo y venganza, pequeña. Acabaremos con los sectarios, y, si no hay otro remedio, les daremos muerte. Pero no así. No de esta manera. Deja que sea yo quién acabe con ellos, te lo ruego

-No sé gran cosa sobre el último sacrificio. Sólo mi señor sabía lo que hacer. Pero hay algo oculto en la ciudad, algo que late con cada gota de sangre derramada y con cada vida extinguida. En cuanto a lo otro, Silas nunca ha tenido una casa fija, siempre ha hecho lo que ha querido. Pero nuestro refugio en la ciudad está en el puerto, en el Barrio de Pescadores. En el edificio de la Cofradía. Si os dais prisa quizá lleguéis para ver cómo Horas se alza ante vosotros.