Partida Rol por web

Nereida se quedó mirando al Tempestus y frunció ligeramente el ceño, seguía sin sentirse capaz de confiar en ellos al ciento por ciento, aunque sus acciones le invitaban a pensar que si podía, al menos, de algunos de ellos - ¿por qué se interesa por esta chusma? - preguntó de manera directa sin imaginarse si habría segundas intenciones, sin embargo, le restó importancia con un gesto de mano, estaba bastante cansada y su voz aún no se había recuperado del todo - si es lo que desea, adelante, no le negaré a un Tempestus la libertad de obrar como desee, pero le advierto, con Holt aquí, extremaría ese tipo de intenciones - no le iba a decir que hacer o no, pero en su opinión, no merecía la pena el riesgo.

Nerida entró en la tienda quitándose la gorra, esperando que ese gesto, pudiera distender el encuentro, o al menos esa era su táctica antes de hablar, que se relajara un poco. Observó al técnico de comunicaciones, pero sin poder evitar que su mirada se afilara - Saludos señor Dotstry - empezó con calma - supongo que será consciente, de que su nombre se oye de aquí para allá, es usted bastante famoso, y me temo que es una fama de la que debería sentirse orgulloso - avanzó unos metros - vengo en calidad de comisaria menos mala, no me lo tome como amenaza, sino como advertencia, creo que todos conocemos la fama del comisario Holt, y después de todo lo ocurrido, creo a bien advertirle, de que mejor mantenga un perfil bajo, y mantenga la información que va aireando al mínimo - negó con la cabeza - algo me dice que sabe que se vendrá, o que algo habrá oído. - ahora sí que lo miró de una manera claramente amedrentadora - ¿el qué? - exigió saber.

-Uno de ellos intentó ayudarme con mis heridas, señora-explicó Orrin, mostrando parte del cuello de sintepiel-no logró mucho, pero al menos intentaba ayudar. Y recordará la conversación que tuvimos en la antigua cantina... Si la cosa va como me temo que va a ir, los va a necesitar todo lo enteros que pueda. Si un penal ha de dar la vida por el Emperador, al menos que pueda exprimirla todo lo que pueda, ¿no cree?-preguntó, encogiéndose de hombros. No es que sintiera simpatía por ellos ni nada de eso, a pesar de estar tan condenado como ellos. Él seguía siendo un vástago tempestus, lo mejor de lo mejor, y ellos chusma... Pero seguía siendo lo justo.

-En cuanto al lord comisario Holt-replicó, prefiriendo usar el rango a pesar de las libertades que Kriemhild se había tomado en su presencia-no hago más que cumplir órdenes: ayudar a levantar el 42. Tras terminar aquí, veré si puedo poner estas bellezas a trabajar en la cantina-añadió, refiriéndose a las herramientas que cargaba.

Malcom tragó saliva al ver entrar a la comisaria en la carpa de la zona de mando, ya reparada de los desperfectos sufridos durante el ataque, y más tragó aún al escuchar su "consejo" — S-sí, claro, c-comisaria Kriemhild — logró decir. Miró hacia ambos lados, nervioso, ¿Temiendo que alguien pudiera escucharles? ¿Esperando que alguien se acercara e interrumpiera aquél incómodo momento? ¿Hacía bien acaso en hablar con la comisaria, o tan solo era una prueba que lo acabaría llevando ante el cañón de una pistola bólter?

No es que tuviera mucha opción en aquél momento, claro, de modo que acabó desembuchando en voz baja — Vamos a entrar en la Ciudadela a través del Dique, el Alto Mando quiere ver que nos tiene preparado el enemigo. Será un tanteo de las defensas, de modo que no van a arriesgar unidades muy valiosas, solo una prueba a ver hasta dónde se puede llegar — dijo, cubriéndose la boca con la mano para evitar ser oído — No quieren perder tiempo en reorganizar toda la cadena de suministros tras los ataques, así que para ese primer asalto va a haber regimientos que entren ahí con lo puesto. Acumular munición y equipo mientras sea posible seria una... Inversión de provecho, en mi opinión.

Dotstry se grió hacia su consola de comunicaciones e hizo como que escuchaba y transcribía un mensaje entrante mientras dos oficiales pasaban cerca charlando. Sin dejar de mirar la pantalla, el técnico volvió a relatar sus confidencias — Será combate urbano, del feo. Los tácticos preveen que habrá que luchar calle por calle y que el sitio estará repleto de trampas y emboscadas enemigas. No he logrado averiguar los índices de éxito de la misión y de bajas previstas, pero todo a punta a que uno es muy alto y el otro muy bajo. De usted depende creer cuál es cuál.

Sí, intuyo de quien me habla, como le digo, es libre de ir donde quiera, tenga cuidado, vigile sus bolsillos, porque por muy necesarios que sea tenerlos en el frente para hacer de carne de cañón, no dejan de ser escoria que se atreverían a robarle hasta a su madre - se encogió de hombros, como restándole importancia - solo era un consejo vástago, Holt tiene un historial impecable y no nos va a pasar ni la más mínima, estoy segura, pero siga ayudando a recuperar el puesto, cuanto antes lo tengamos, antes seremos útiles a la causa - lo miró, con la sospecha habitual a los Doblesueldos, no podía olvidar lo que se rumoreaba de ellos, que, realmente era poco, solamente la consecuencia de lo que hicieran era lo conocido por todos - ¿necesita algo más? O solo hablar - pudo sonar borde, pero no era su intención, era comisaria todas las horas del día. 

Nereida recibió la información sin pestañear. Sin duda eran malas noticias, muy malas, pero se esforzó en que no se le notara la preocupación en el rostro, había ido a saber algo, y se iba a ir con demasiada información, y ninguna buena a su entender. Asintió repetidas veces y su mirada se paseó por la tienda mientras sintió el reflejo de desenfundar su pistola bolter y ejecutar a ese bocazas; sin embargo, ¿fue solo un reflejo? Los dedos acariciaron la empuñadura y luego miró al técnico. 

De usted depende su supervivencia, técnico Dotstry, la tropa no necesita saber todo lo último que me ha dicho, ¿qué asaltemos la ciudadela a través del dique? No tendría problema que se le soltara la lengua al respecto, pero, ¿lo demás? - repitió y negó con la cabeza muy lentamente mientras chasqueaba la lengua - no, eso no. Advierta a los curiosos de que acaparen munición, granadas y alimentos, que racionen lo que tienen y cuiden lo que poseen; las bajas serán altas, siempre lo serán, no obstante, algunas podrían evitarse - le clavó la mirada y se colocó la gorra - ¿nos entendemos?

-Si alguno intenta lo que no debe, le romperé la mano, eso no me preocupa-contestó con una débil sonrisa y un encogimiento de hombros-le agradezco el consejo, señora... Y no, solo quería pedirle permiso.-explicó, antes de saludar de nuevo y marcharse, si la comisaria no tenía nada más que decir.

El operador doblesueldo registró el campamento hasta dar con quien buscaba, acercándose a él con paso tranquilo.

-Gabarri... Has tenido suerte-saludó, avanzando hacia él sin mayores cortesías, mientras que echaba mano del medikit-no me olvido de que intentaste arreglarme el destrozo cuando lo de ese condenado blindado, así que vengo a devolverte el favor.

El operador se dedicó a moverse aquí y allá, con combiherramienta y cortador láser a cuestas, dispuesto a ayudar a levantar todo lo que hiciera falta y a prestar su mano en los proyectos necesarios para tener el puesto en funcionamiento. Al fin y al cabo, órdenes eran órdenes... Y cuanto antes terminaran con esto, antes podrían ponerse con lo que de verdad importaba: echar abajo la condenada fortaleza.

Einar se bajó del camión de transporte, estiró un poco las piernas y se aseguró de llevar su macuto militar bien amarrado. No tardó en darse cuenta de que su nuevo destino, sin duda, iba a ponerlo a prueba (como si en cualquier otro sitio, con su profesión, no fuese así). Estaba al tanto de lo que pasaba en el planeta, pero no de los acontecimientos recientes, y con una sola ojeada se daba por enterado de que las cosas se había torcido recientemente. 

Durante el viaje no habló mucho, pero escuchó bastante, lo suficiente como para darse cuenta que los refuerzos eran mayoritariamente hienas, y bien pocos varangianos. Al menos le quedaba el consuelo de ser algo más numerosos que los doblesueldos. Bueno, esto, teniendo en cuenta lo que a refuerzos se refiere. La situación de efectivos en el campo así como la misión asignada a cada uno era algo que tenía pendiente. Lo mejor sería presentarse formalmente ante su superior y sus compañeros de batallón.

Tras salir de estas breves elucubraciones mientras observaba su nuevo "hogar", le preguntó al primero que encontró con pinta de no ser un soldado de refuerzo recién llegado:

-Eh, por donde andan los varangianos.

Nereida fue a quien preguntó, seguramente ese varangiano no se había percatado bien de a quien le estaba preguntando, pero por lo que parecía, la comisaria, que no había cesado de ir de un lado para otro desde la llegada del Lord Comisario Holt, se paró unos instantes dedicándole un repaso de pies a cabeza al soldado que pedía indicaciones - polvo, uniforme arrugado - chasqueó la lengua en señal de disgusto y entornó los ojos. Su voz no se había recuperado del todo, por lo que seguía sonando bastante grave. 

Comisaria Kriemhild - se presentó al anónimo soldado, y tras ello, le indicó el camino - siga ese camino, no se perderá, el olor a alcohol y los gritos y peleas le guiarán hasta el campamento de los suyos - lo miró nuevamente - ¿se ha presentado ya a su oficial superior? Más le vale darse prisa, seguro que tiene una pila de tareas pendientes, soldado - y se lo quedó mirando, con los brazos en jarra.

La pequeña capilla de los tabrisianos de momento estaba siendo atendida por un hombre de piel morena, barba y cabello castaño dorado y altura no muy destacable, que seguramente pasaría desapercibido de no ser por los tatuajes que adornaban su cara, con la intención de que su rostro se asemejara un poco más a una calavera que otra cosa, así como el turbante que cubría su coronilla, del cual colgaban varios abalorios con forma de cráneo.

Lo otro que llamaba la atención era el espeso humo que brotaba de un dorado incensario que llevaba en la diestra, tan pesado que apenas llegaba a flotar. Tras unos cuantos segundos, la comisaria pudo notar que, conforme aquel vapor se adentraba más por sus fosas nasales, sus dolencias, si bien no desaparecían ni mucho menos, al menos dejaban de escocer un mínimo.

De más está decir que en ningún momento ofreció su apoyo a la mujer, en parte porque su presencia era imponente, y también porque cada quien tenía que hacer frente a sus propias pruebas. Se despidió de ella con una respetuosa reverencia de cabeza, sin dejar de mirarla a los ojos.

— Normalmente, dejaría que la sacerdotisa hiciera los honores —la voz surgió desde la espalda de Nereida—, pero creo que es un caso excepcional, en el que podemos dejar las formalidades de lado —y siguió moviéndose por el costado, hasta sobrepasar a la mujer. Era el hombre que atendía la capilla—. Hamza Burakgazi, Medicae del 18° de los Devotos de Tabris —se presentó, llevando los dedos índice y medio hacia la calavera en el centro de su turbante y luego dejándola caer por frente a su rostro—. Mis conocimientos están a su disposición, Komiser —concluyó.

Einar se dio cuenta demasiado tarde de que no le había preguntado a una cualquiera, así que intentó "remediar" su entrada sacudiéndose el polvo y haciendo lo que parecía un gesto de respeto.

-Gracias por las indicaciones Comisaria. Tenía la intención de dejar el petate y presentarme a mi superior. Voy a ello lo más rápido que pueda.

Dicho lo cual, esperó algún gesto que le permitiera irse a sus tareas.

Antes de que se marchara, Nereida le dedicó una mirada con la ceja alzada, en una clara señal de incrédulidad - ¿no va usted a presentarse? - era una pregunta, bastante directa y clara, pero la sorpresa que dominaba a Nereida le refrenaba las ganas de darle un puntapie.

La verdad sea dicha, Hamza se sorprendió bastante de llegar a un sitio tan desorganizado y caótico como aquel. Claro, toda su vida la había pasado en un Mundo Santuario, completamente alejado y felizmente ignorante de lo que la Guardia Imperial vivía día tras día. Por si fuera poco, su oficio como mortuorio lo apartaba todavía más del resto de la gente, así que por un instante el tabrisiano se sintió sobrecogido por el panorama, pero apretó la mandíbula y se obligó a seguir adelante, muchos necesitaban de él.

Lo primero que hizo fue presentarse ante su superior, siguiendo las para nada sencillas indicaciones de... bueno, la cantidad de gente a la que le fue preguntando cómo llegar al campamento de los tabrisianos. Luego se dedicó a los tradicionales rezos y adoraciones al Emperador en aquella capilla, ofreciendo consuelo a apoyo a cualquiera que lo necesitase.

Finalmente, Hamza se internó en la caótica enfermería, con todos sus utensilios dispuestos para sanar a aquel que lo necesitase, un espeso y pesado humo brotando de un dorado incensario que colgaba de su cinturón.

La llegada de un lord comisario no era buena noticia, Ardous Holt, un nombre que conocía por rumores, ahora sabía que el número de cadáveres iba a aumentar considerablemente.

Igualmente tenía que volver a mi puesto, tras devolver todo lo que recogí para poder luchar y recuperar mi armamento reglamentario, me tocaba volver al puesto medicae a atender a los heridos que hubiera de la batalla. 

Einar tragó saliva lo más disimuladamente que pudo. Cierto es que no estaba demasiado acostumbrado a las formalidades allá donde venía, pero el cuento cambiaba, y debería de adaptarse rápido:

-Especialista en Armas Einar, del 62 de Zapadores Varangianos.

Hizo la posición de firmes que mejor le salió durante unos instantes, dejando su petate en el suelo, para acto seguido recogerlo de nuevo, e intentar zafarse de aquella incómoda situación:

-Si me disculpa...- dijo mientras miraba hacia la zona que le habían indicado como su barracón.

Zhao se había quedado horrorizado cuando vio la cabeza del hombre que pocas horas antes había luchado por proteger a toda costa ser reventada grotescamente por la pistola bólter del comisario. El proyectil explosivo había volatilizado la carne y había lanzado esquirlas de hueso y sesos tan lejos que varios aterrizaron a sus pies. Zhao tuvo que hacer un esfuerzo ímprobo por mantener la posición de firmes, y dio gracias al Omnisiah por llevar un casco con máscara tras el que no se le veía la cara, porque su expresión no encajaba mucho con la de un valeroso guardia imperial. 

Aquel hombre era el mando supremo del Puesto 42 y la máxima autoridad drafelivana en el campo. Su ejecución era una desgracia y shock para todos, especialmente para los drafelivanos, aunque se cuidó de decir nada al respecto. En cuanto el comisario se retiró, sin embargo, fue a grandes zancadas hacia el descabezado cadáver, se arrodilló junto a él y susurró, en binario, pues nadie que no fuese drafelivano tenía derecho a entender aquellas palabras. 

-Omnisiah, acógelo en tu seno. Mao Fu, acaricia su alma con tu cola. 

Vio que Clank se acercaba, y se alegró de que la máscara ocultara una lágrima traidora que había salido de su ojo izquierdo. La tecnosacerdotisa comenzó a registrar el cuerpo, según era costumbre en Drafeliv, para rescatar todo aquello que fuese de valor, y Zhao y Ming la ayudaron. Luego, se llevaron el cuerpo fuera de allí, y fuera de la vista de todos los demás. 

Zhao estaba herido, pero podía aguantar. Las heridas eran graves, pero al ser de láser no sangraban, y sanarían con un poco de tiempo. Así que se dedicó a reparar su Chimera, a limpiarlo de todo el barro concienzudamente y a sacarle brillo y hacer mantenimiento de todos los sistemas del vehículo. Los daños habían sido casi anecdóticos, pero siempre le venía bien un mantenimiento completo. 

Solo interrumpió aquella tarea para ir al altar de Mao Fu, a rezar y a dedicarle unas oraciones en binario a sus muertos, desde KiKi hasta los soldados que habían perecido protegiendo a Changpú, y también al propio comandante. 

Zhao estaba frente al altar, agachado y entonando algunos cánticos en binario, junto con Ming a su lado. Llevaba la armadura, pero no el casco puesto, y se le podía ver la cara por primera vez en casi un día entero. Aunque llevaba ropas nuevas sin agujeros, su armadura delataba que había sufrido duros impactos de láser. 

Al oír acercarse a alguien, se giró y vio que era uno de los doblesueldos. Sonrió al ver la bastamente tallada figura del plato y los palillos. Al oír sus palabras, su rostro se tornó algo más triste. 

-Gracias por tus respetos. Ahora Mao Fu lleva sus almas con su cola hacia el regazo del Omnisiah, y allí no tendrán nada que temer. 

Una vez salvó mi vida, ¿sabéis? Me operó el estómago de un tiro, mientras conducía el Chimera. Allí, en aquel estrecho espacio y en movimiento. Me extrajo la bala y me cerró como si estuviéramos en un quirófano. Era siniestra, pero era la mejor medicae que he conocido. 

Y por desgracia, no es a la única a la que hemos perdido. 0101001110001010.

Desastre se quitó el odiado cabestrillo con un gesto de hastío y probó a girar el hombro con una mueca. Todavía le dolía un poco, pero al menos podía mover el brazo. Suspiró aliviado, había sido una caída muy fea y ya se veía teniendo que buscar un brazo biónico. Con lo mal que estaban los suministros, seguro que sería un pedazo de chatarra con mala neumática robado a los doblesueldos. Su brazo quizá solo era vieja carne, pero era suyo y lo prefería, la verdad.

Con la llegada del sol y el fin de la tormenta, una relativa paz volvió a la sección penal del puesto 42. Los penales podían ser muchas cosas, la mayoría malas, pero si eran expertos en algo era en vivir bajo la bota del terror. Desastre había conseguido sacar la mayor parte del barro de la tienda. Bueno, su camarada había hecho la mayor parte del trabajo pero su labor de supervisión había resultado esencial. Una vez despejado, había extendido sus posesiones sobre su cama y las miraba con aire apreciativo, tratando de adivinar que clase de ley seguiría Holt. Los rumores hablaban de un tipo inflexible, pero por su registro, parecía uno orientado a resultados más que a cumplimiento ciego de las ordenanzas. Una cosa estaba clara, como el tipo se pusiera en serio a purgar cualquier uso ilegal del equipo o modificación, podían despedirse del regimiento entero. Tenían la concesión extraoficial de reciclar equipo del campo de batalla y a ella se aferraban para operar como operaban, pero la verdad era que, con la ley en la mano, si el Lord Comisario quería matarlos a todos lo haría.

Tampoco era que pudiera hacer nada al respecto, pensó, con un encogimiento de hombros, antes de guardar sus cosas con cuidado. Las muertes varias y la aparición del nuevo comisario con su espectaculo para todos habían hecho que los ladrones del campamento estuvieran calmados. Bien por saciedad bien por cautela, pero iba a siendo hora que Desastre volviera a los negocios. Necesitaba deshacerse de algunas cosas y transformarlas en algo más útil y menos sospechoso. Necesitaba encontrar un valor refugio.