Partida Rol por web

Una sonrisa felina bastante bien disimulada se curva en sus labios al oír tal grito...

Mira a sus súbditos y niega leve...

-Ya empezamos... Otra vez...-susurra, en un tono raro.-Siempre la misma historia...-señala en voz más alta...-Los gritos, el caos... Ahora ya sólo falta el humo y la lluvia...-Suspira, y posa la vista en sus "invitados".-Si supierais lo que... Ah... perdonadme... No creo que deba molestaros con mis problemas...-señala en tono apagado...

Sus carnosos labios denotan una amarga expresión... Sin querer, su vista se encuentra con la de Markus, y sus ojos muestran una absoluta tristeza...

Otro grito se oye a lo lejos, y la joven dama se lleva una mano a la frente...

-Si supiera cómo hacerlo...-señala, en baja voz... Pero luego vuelve a mirar a los recién llegados, y dando unos pocos pasos hacia ellos, seguida por sus dos gatos, añade:-Oh...Disculpadme... ¿Dónde estarán mis modales...? Estaréis... cansados...-Otro grito se escucha, y su faz se viste de preocupación... Tanto que por un momento pierde el hilo...-Y.. querréis... Comer... ¿Cierto..?

Elisabeth sonríe con tranquilidad... ¿cómo puede guardar la compostura en una situación así? Debe ser cosa de la nobleza...

Claro, señora... Estamos exhaustos y hambrientos... pero ahora también preocupados. No me gustaría que me tomárais como una entrometida, pero os estáis comportando con mucha hospitalidad y nos gustaría hacer algo por vos... ¿Podríais decirnos a qué se deben esos gritos y si podríamos hacer algo por vos?

Al fin y al cabo, dudaba que la reina de los gatos hiciera algo por ellos sin querer nada a cambio. Había algo en la mujer que le hacía desconfiar... y creía que era oportuno ofrecer su ayuda antes de caer en ninguna encerrona traicionera o despertar la ira de su anfitriona.

*Ruidos en la montaña*

*Gritos desgarradores*

Los pequeños habitantes de la isla corren de un lado a otro con los ojos desencajados, con las manos en el aire, sacudiéndolas de un lado a otro, en una clara señal de miedo o pavor.

*Más gritos desgarradores*

La joven mujer esconde una sonrisa para luego dirigirse a Elizabeth con expresión inocente:

-Pero.. Yo.. Eh.. Os ofrezco mi hospitalidad sin esperar nada a cambio...!-La mira, con ojos muy abiertos, mientras los gritos siguen escuchándose...-Aunque... Claro...-Se lleva una mano a la cabeza...-Tengo un gran problema allí arriba...

Les mira, ahora, sin expresión alguna...

-Tan grande que... No podríais imaginároslo...-vuelve a esconder otra sonrisa maliciosa-...Pero... Por supuesto... Su... Recompensa... Es tan o incluso mayor que él...-Aguarda a que la palabra "recompensa" cale hondo, para proseguir:-Si me fuera posible, iría yo misma... Pero... Mi pueblo carece de la entereza necesaria... Y, claro, una persona sola... Es... Un suicidio... Y vosotros... Con taaantoos hombres fuertes... Seríais casi los indicados...

Dirige una sonrisa tentadora a los "hombres fuertes", para luego volverse otra vez a Elizabeth:

-¿Qué decís, entonces...? ¿Podríais hacerme el gran favor de encargaros de "mi gran problema"?

Aquella mujer tenía un "gran" problema que quería resolver pero no nos daba más detalles.

-No estaría mal que nos dijera de que se trata, como ha dicho Elizabeth estamos bastante cansados, pues acabamos de tener un combate en alta mar y hemos perdido nuestro barco llegando a nado a la playa y perdiendo a un compañero. Estamos dispuestos a ayudarla si promete que nos dará cobijo y nos ayudará a salir de la isla en cuanto pueda-

Elisabeth asiente, y sin dejarse engañar por la voz y las miraditas de la reina, dirigidas principalmente a la tripulación masculina del Bereniece, sonríe con amabilidad y asiente a las palabras de Rodrigo.

Aceptar o no, depende del tamaño de ese favor, mi señora.

No añade nada más. Claro y conciso. Sabía que su situación no era la mejor en la isla... pero la reina también tenía un problema y los necesitaba. Y no iba a dejar que pensara que estaba tratando con ingenuos o cabezas huecas.

En ese momento veis como desde el cielo, desde la montaña hacia vosotros, vuelan dos especies de proyectiles.

Sin embargo, no os golpean, simplemente caen al suelo y ruedan un poco hasta quedar a los pies de Elisabeth y de Rodrigo.

Las dos cabezas cortadas os miran y hasta una parece que pestañea todavía.

Lo que esté sucediendo allí arriba debe ser bastante gordo.

Ese "problema" parece tener muy mala leche... Si nos das más detalles tal vez podamos ayudar. Dijo Markus tras agacharse cerca de una de las cabezas para examinarlas.

Elisabeth frunce el ceño y da un pequeño salto hacia atrás, girando la cara, asqueada por la visión de las cabezas cortadas... Pero después del susto inicial, traga saliva y levanta la mirada hacia la reina de los gatos, evitando así mirar de nuevo las cabezas.

Así pues, en una posición firme y decidida de nuevo, vuelve a hablar.

Como bien dice mi compañero, mi señora... si queréis que os ayudemos, deberíamos saber más datos del "problema" que os acecha.

Añade de nuevo, intentando que esta vez, la dama diga algo útil.

Rodrigo mete baza también para ayudar a su compañera - Si el problema es tan gordo como parece nos va a hacer falta un buen plan de ataque...-

La joven mujer simplemente sonríe y decide hablar con claridad:

-El problema es un gigante. Matadle, y obtendréis una recompensa. Por supuesto, esta noche os daré cobijo y comida. El cuánto tardéis, y el plan, os lo dejo a vosotros.-les mira, sus ojos se han vuelto un tanto fríos, pero no parece mentir.-Supongo que querréis saber acerca de la recompensa. Muy bien... El Gigante... Posee cierto tesoro. A mí no me interesa en los más mínimo. Sólo quiero que os deshagáis de él. El resto es vuestro.

Se vuelve a sentar en su trono, y con expresión de aburrimiento, señala:

-No os mentiré acerca del peligro. Es grande, pero la recompensa también lo es. Aparte del tesoro, os recuerdo que tendréis mi gratitud, y todo mi apoyo en lo que os pueda ayudar, incluso después... Con el... Barco...-parece mostrar algo de interés con esa última palabra.-Tomaos esta noche para decidir, si así lo deseáis.

Con un pequeño cabeceo de asentimiento, Markus expresó su conformidad con lo dicho, y quedó pendiente de lo que el resto de la tripulación decidiera.

Elisabeth escucha con atención y finalmente asiente, sonriendo con amabilidad.

Así lo haremos, no sin antes agradeceros vuestra hospitalidad.

Hace una leve inclinación y luego mira a la capitana. Estaba claro que debían discutir ese asunto antes de decidir nada... y al fin y al cabo, ella era la que tomaba decisiones en el barco... también debía hacerlo en tierra, ¿no?

La Capitana miró a un lado, y después, levantó la vista hacia la montaña.

¿Un tesoro, eh? ¿Un enorme tesoro, eh? Ese tesoro será nuestro.

¡Marineros! ¡Marineras! ¡A por ese gigante! Dijo y sacando su sable y su látigo, comenzó a avanzar hacia lo alto de la montaña.

Stan, que llevaba callado bastante más tiempo del habitual en él apareció de detrás de un árbol (donde obviamente ¡NO HABÍA ESTADO ESCONDIÉNDOSE!) recargando su arma.

Ahora lleva un jirón de ropa atado en la frente, un estilo que había puesto de moda el pirata John R. Ambo, El Exterminador.

Mira a sus compañeros antes de empezar a subir la montaña y después sigue a la capitana.

-Por lo menos eres consciente de que vamos a morir ¿verdad?

Encogiendose de hombros y negando con la cabeza con un suspiro al ver la reacción impulsiva de la capitana, Elisabeth empieza a caminar detrás de los primeros en avanzar, no sin antes despedirse de la Reina con una perfecta reverencia. Por el camino, se asegura de tener todos sus cuchillos en su sitio, preparada para sacarlos al mínimo ruido extraño.

Aunque no sé si servirán de mucho contra un gigante...

Suspira una vez más mientras resignada, sigue avanzando agarrándose los bordes de la falda para no quedarse enredada.

Comenzáis a caminar por un camino de montaña bastante precario.

Lentamente vais subiendo y notáis la presión de la altura en vuestros oídos, aunque todavía es soportable.

Al cabo de una hora de caminar, comenzáis a ver verdes prados a vuestro alrededor. Os extraña que a esta altura y con un poco de frío, los pastos sean tan brillantes, tan verdes, tan altos...

Poco a poco os internáis en ellos. Las hojas más pequeñas os llegan hasta la mitad del muslo y algunas otras, las menos, os rozan las manos cuando camináis.

Continuáis avanzando cuando de repente, os parece ver movimiento en las hojas, justo delante de vosotros. Un movimiento rápido, que hace que las plantas se muevan de un lado a otro formando un zurco... después otro más... y otro más... en todas direcciones, hacia la derecha y hacia la izquierda.

Miráis a un lado y a otro, y parece que el zurco en la hierba comienza a rodearos. Pero todavía está bastante lejos de vosotros, a unos cincuenta metros. Pero parece que rápidamente se acerca a vosotros...

En uno de esos zurcos, podéis ver como una especie de criatura pequeña salta de el, para volver a correr a vuestro alrededor. Parece una especie de pequeña criatura de color verde, con ojillos graciosos amarillos y unos dientes pequeños que ocupan casi toda la boca. Dientes diminutos, puntiagudos y seguramente, afilados como agujas.

Elisabeth sigue a buen ritmo a sus compañeros, aunque sea por puro orgullo. La rubia no está demasiado acostumbrada al ejercício físico de ésta índole.

Cuando empiezan a aparecer diferentes circulos a su alrededor en la hierba, se para y saca dos de sus cuchillos, uno en cada mano, girando sobre sí misma para ver si consigue enfocar a esa criatura. ¿Qué debía ser aquello? ¿Una especie de reptil? Había leído algo sobre ese tipo de animales... pero nada que pudiera utilizar en una situación así. Además, quién sabe si ese ser ya había sido descrito por alguien... o no.

Coraline camina cómodamente o almenos eso aparenta. Paso firme y alerta, junto a su mascota. Con el primer sonido, el sentido de ambos se dispara y se ponen alerta.

Déjame uno... Le susurra a Elisabeth pero cuando se da cuenta que había sonado un poco borde añade: Por favor.. en un tono más amable. No era ofensiva, pero de algo le serviría. Mientras, su lobo gruñe junto a ella al ser.