Partida Rol por web

Si bien eran solo suposiciones, Joe había aprendido a confiar en su intuición hacía buen rato. Podia que el Capitan White desconfiara de el, pero el joven estaba casi seguro que no y eso debia bastarle. Dio un fuerte apretón a la mano del hombre, con una sonrisa de oreja a oreja y su Corpish acompañaba la situacion con leves vitoreos. -Phish cor Cor

Cuando el hombre le explica acerca del viaje y el trabajo, Joe no puede mas que sentir un alivio. ¡Esta dentro!. En menos de un día llegara a la región de Johto y eso seria una gran parte de la misión cumplida. La mas fácil, si, pero no menos importante. 

White le acerca un contrato al cual Joe ojea con detenimiento, no vaya a ser que este a punto de firmar algo que lo ate al barco o que diga que es un viaje de ida y vuelta y esto complique las cosas. No quiere ni debe llamar la atención. No hasta que se le ordene lo contrario. 

Si el contrato no le resulta que vaya a ser un problema, toma la pluma que el capitán le ofrece y firma diciendo en voz alta: -Tiago Rortion, señor. A su completa disposición durante las próximas 20 horas. 

El contrato no dice más que lo que le ha dicho el Capitán de viva voz rebozado en la palabrería habitual. El contrato es solo para el viaje de ida.

Tras la firma, el Capitán los despide y empieza el trabajo.

Los nuevos compañeros de Joe le explican brevemente la disposición del barco: las cubiertas, las escaleras, el comedor del personal, el estrecho camarote con una litera que compartirá con otro de los marineros... Tras la rápida guía por el barco, le indican las tareas que tiene que realizar* y a continuación se dirigen ellos mismos a realizar sus tareas acompañados de sus machokes.

Joe puede notar que uno de los marineros se le queda mirando más rato de lo habitual, pero cuando se da cuenta de que Joe se ha dado cuenta de que se le ha quedado mirando, aparta la vista enseguida y se va.

¡Bien lo conseguí! -piensa Joe mientras escucha las indicaciones de sus nuevos compañeros. Cuando ya esta listo para empezar se percata de que alguien ha puesto su atención en el. Tomando algo de coraje el joven hace como si le hablara a su Corpish: -¿Bonito barco verdad? Tengo entendido que se llama S.S. Aqua, imagino que por nada en particular. Simplemente por que Aqua rima con Agua... Mientras habla hace incapie en las palabras Aqua y espera detectar alguna señal del marinero. 

Ahora que lo piensa, Joe cae en la cuenta de que el marinero tenía cara de estar tratando de recordar de qué le sonaba su cara. Sin embargo, Joe está seguro de que es la primera vez que lo ve, así que igual simplemente lo estaba confundiendo con otra persona, a no ser que sea que el marinero por cualquier razón ya lo ha visto alguna vez aunque Joe a él, no.

No parece haber notado el énfasis puesto en la palabra Aqua.

Como si el marinero siempre hubiese formado parte de la conversación entre Oup y Joe, el joven le pregunta: -Entonces... ¿porque el nombre? S.S.Aqua, ¿es por algo en particular?.

Ahora si le habla directamente al hombre esperando alguna respuesta sincera acerca de su comportamiento. 

El marinero se vuelve.

-¿Eh? ¿Ah? -¿Que me estaba hablando a mí?- Mm, no, no que yo sepa. Creo que "aqua" significa "agua" en algún idioma antiguo o algo... Supongo que el que le puso el nombre al barco no tenía mucha imaginación, je je. Oye... Esto... Entonces es la primera vez que vienes en este barco, ¿verdad? Mm, pero claramente no es la primera vez que te montas en uno, ¿no? ¿Has estado en el SS. Dewgong, quizá? Perdona, es que me suena tu cara... pero no termino de ubicarte... -El marinero pone la típica cara de extrañeza que pone la gente cuando intenta sacar un recuerdo particularmente rebelde. Quizá espera que Joe lo reconozca de algo, aunque el chico está seguro de que no lo ha visto en la vida.

El chico se acomoda el pañuelo, dudando de llevarlo a tan a la ligera, mientras pone cara de pensativo. -Pues no, en el S.S. Dewgong no he estado. Tampoco es que haya estado en muchos barcos, aunque vengo de un pueblo pesquero y estoy acostumbrado a barcazas y al mar. Pues bien, mi nombre es Tiago Rortion, mucho gusto. Joe le tiende la mano al hombre, es hora comenzar a acostumbrarse a aquel nombre. 

El marinero acepta la mano de Joe y se la estrecha.

-Tiago Rortion, ¿eh? -Pues no, no me suena de nada. Los pensamientos del hombre pueden leerse como si se tratara de un libro abierto. -Ian Scoresby, un placer. -Le da una palmada al chico en la espalda -Si cualquier cosa, no dudes en preguntarme :) Ah, por cierto, el pañuelo ese que llevas es bastante salado, pero como estamos atendiendo a los pasajeros y eso, es mejor que te pongas la gorra del uniforme -Señala la suya-. Bueno, pues ¡manos a la obra!

Tras esto empieza el trabajo de verdad. Joe y Oup se ven a partir de ese momento realizando las tareas más variopintas, desde amarrar cuerdas y mover cajas a fregar el suelo, pasando por sacar al asustado y mareado snubbul de una distinguida pasajera del rincón en que se había escondido en el cuarto de calderas -tras lo que hubo de fregar el suelo, subsiguientemente-. El trabajo es duro, pero también en cierto modo revitalizante, además de que le brinda la oportunidad al muchacho para disfrutar de estar en pleno mar abierto y también de relacionarse con otros marineros aunque, excepto a la hora del rancho, no es que tenga realmente un solo minuto libre hasta la hora en que finalmente queda libre para poder dejarse caer extenuado en una de las literas.

Con el consejo de Ian, Joe acomodó su distintivo pañuelo bajo la gorra del uniforme, aunque no paso mucho para que sintiera la calurosa necesidad de quitarselo. Pese a poder refrescarse durante algunas tareas, no desaprovechaba la oportunidad de mojarse los pies con las burbujas de su compañero mientras fregaba los pisos, por momentos debía regresarlo a su Pokebola pues podía llegar a estorbar mas que ayudar. Aun asi pudo hacer uso de todos sus equipo de Pokemon acuáticos, incluso a Lenton, cuando tuvo que buscar aquel Snubull enfermo. Consiguio encontrarlo con suma facilidad, el hedor en la caldera resultaba intenso, pero temía que el pequño hiciese uso de alguno de sus ataques al estar asustado, por lo que envió primero a su Pokemon psiquico para que su mirada vacia e inocente puediese bajar la guardia y asi usar Bostezo. El efecto tardo un poco, pero una vez dormido el Pokemon tipo Hada resulto sencillo de llevar con su dueño.

Durante la comida no hablo demasiado, estaba algo cansado y a su vez asqueado, por lo que bebio un poco de agua y luego se fue a dormir. Amaba estar en un barco pero en el Team Aqua tenia ciertas libertades que comenzaba a extrañar.

Mejor te olvidas de las pulseadas de Octillery o las carreras de Wingulls siendo perseguidos por Lanturns... mejor te olvidas Joe. Algo entristecido decidio darse la vuelta e intentar dormir antes de seguir con las labores.

Joe siente que no bien ha cerrado los ojos cuando una algarabía lo saca de su sueño. Ya es de día y en cuanto el sol sale los marineros ya están otra vez en pie cargados de energía y no se cortan en despertarlo animadamente. Después de un desayuno bien surtido con huevos con bacon, ensalada, tostadas y café con leche empieza otra jornada similar a la del día anterior, aunque esta solo debería de durar hasta las 12 del mediodía, por lo que se hará mucho más corto.

Tanto es así que a Joe le parece que no han pasado ni dos horas desde el desayuno cuando el barco se para. Como en ese momento está en la bodega del barco no puede ver la tan ansiada estampa de Ciudad Olivo acercándose, pero hasta los motores se han parado y si se han parado es que han llegado... ¿no?

En estas está cuando Ian aparece por la puerta de la bodega.

-¡Ah, Tiago, estás aquí! Ven, tienes que ver esto...

Al subir a la cubierta, Joe nota enseguida que algo está mal. Efectivamente, no pueden ser aún las doce del día y Ciudad Olivo no se ve por ninguna parte. En la cubierta están diseminados la mayor parte de los marineros, unos cuantos pasajeros y el capitán, todos mirando por la borda hacia afuera, hacia el mar. Algunos de los pasajeros cuchichean, comentan, inquieren o protestan entre ellos o al personal de abordo, mientas que unos cuantos sacan fotos. Algunos marineros también comentan y cuchichean, estupefactos. Ninguno parece saber qué hacer.

Bajo el amplio y despejado cielo azul de la mañana de verano se extiende un mar de un intenso color rosa.

En ocasiones cuando el mar estaba tranquilo y la luna junto a las estrellas brillaban en una noche despejada, los marineros se juntaban a contar historias. Muchas veces debían viajar con las luces apagadas, pues se encontraban en una misión donde no deseaban alertar a sus enemigos. La ambientacion era la ideal. Con el batir de las olas y algunos ruidos de la noche como única compañía, todos prestaban atención a lo que se decía de las leyendas. 

-En noches como esta, dicen, el palacio del Príncipe del Mar aparece. Solo a la luz de la luna llena los humanos lo pueden ver. Y aunque los Pokemon de Agua saben por donde se mueve, es posible que ellos tampoco lo vean sin las mencionadas condiciones. 

Joe escuchaba sumido en las palabras de una persona a la cual no alcanzaba a ver el rostro. Un hombre sentado algo mas cerca suyo continuo: -Así es. Y también he oído que cuando el Príncipe va a nacer todos los Pokemon del mundo se acercan lo mas posible para honrar el momento. Desde los pequeños Shellders hasta los enormes Wailords, todos procuran acercarse a rendir pleitesía a su nuevo señor. Y hasta los océanos del mundo lo proclaman y en el momento en que nace cambia de color.

Al subir a borda Joe no podía creer lo que sus ojos le mostraban. Tras un momento de deslumbramiento, recordó aquella historia. Seria cierto?. Habría el Príncipe de las aguas nacido?

Con cierta timidez, se acerco a sus compañeros y pregunto: -¿Que ocurre? ¿Como es posible que el mar este rosado?

Los marineros abren hueco para dejar paso a Joe y enseguida le comentan la situación. En cuanto puede llegar hasta la borda y asomarse para ver, queda claro que lo que ocurre es que el barco ha encallado en un arrecife de coral que se extiende hasta el horizonte.

-Pero ¿de dónde han salido? Si ayer pasamos por aquí y no había nada...

-Que Kyogre nos ampare...

-No tiene sentido... Ningún instrumento de navegación indica nada raro... Bueno, sí, que el radar dice que estamos rodeados de corales, por supuesto.

Los marineros cuchichean y comentan.

-¡Capitán! -Junto al casco del barco, en el agua, hay un marinero agarrado a una escalerilla del barco. Es uno de los que apostaban con los machops en el bar del albergue el día anterior. Lleva unas gafas de buceo en la cabeza que le chorrean agua por la cara-. Efectivamente, hay una auténtica selva de coral ahí abajo. He visto más de una veintena de corsolas, y también remoraids, qwilfish, clamperls y hasta octillerys...

Entre los pasajeros se oyen desde quejas hasta expresiones de entusiasmado asombro:

-No puede ser, yo tengo que coger un tren esta tarde...

-¡Que me devuelvan el dinero! Este capitán inútil nos ha llevado por el camino equivocado.

-Mami, mami, mira qué bonito, el mar está rosita :D

Junto al capitán White, un marinero pregunta con voz queda, preocupado.

-¿Qué vamos a hacer Capitán? ¿Cómo podemos llegar a Ciudad Olivo? ¿Deberíamos volver?

-No, aún no. Si pudiéramos mandar a alguien con Vuelo o aunque fuese un pokémon volador para ver si hay una ruta practicable aunque sea dando un rodeo... -contesta el capitán sin apartar la mirada del mar ni dejar de fruncir el ceño, con las nudosas manos apoyadas en la borda. -En realidad no estamos tan lejos, debería de haber alguna forma de llegar.

-La verdad es que casi que podríamos ir andando -comenta Ian medio para sí, observando a su compañero que tantea con cautela el arrecife, pisando en los corales con cuidado, hundido hasta el vientre.

Por un momento Joe se sintió algo tonto, al pensar en la historia del Príncipe del Mar, pero luego sonrió, le había agradado creer en dicha historia, al menos por un momento. 

Cuando oyó las palabras del Capitán, dudo por un momento. Estaba esperando a que algún voluntario saliese montado sobre un Pokemon Volador, y le hubiese gustado poder hacer el mismo encima de Nor, aunque sin evolucionar era imposible que lleve volando a algún sitio. 

Sin embargo no aguardo demasiado y en seguida hizo salir a su compañero de su Pokebola. El Pokemon emitió un chirrido de alegría al poder desplegar sus alas sobre el barco anclado. 

-Señor, mi Wingull podría echar un vistazo por la zona. Digame, ¿cual cree que sea la mejor ruta para poder llegar a tierra?.

No parece que ningún miembro de la tripulación ni ningún pasajero tengan pokémon voladores.

Nor revolotea feliz aunque apacible describiendo un pequeño círculo sobre la cabeza de su entrenador.

El capitán lo mira y parece gratamente sorprendido.

-Ah, estupendo. -Mira a Joe- Muchas gracias. Tiago... ¿verdad? Bueno, no puede llevarte encima, pero si tienes una buena comunicación con él... O aún mejor, si pudieras engancharle una cámara... Yo tengo una que no es muy pesada. 

Si Joe da su visto bueno, vuelve dentro a por una pequeña cámara de vídeo con capacidad para grabar dentro y fuera del agua y un rollo de cordel y otro de cinta adhesiva y se lo entrega todo al chico para que se lo coloque a Nor.

-Ciudad Olivo está ahí delante -Señala a proa-. A menos de una hora a velocidad de crucero. A estribor, es decir, en dirección... aproximadamente sudeste o este-sudeste, queda Ciudad Trigal. Podríamos llegar a atracar ahí si no queda más remedio, aunque nuestro destino es Ciudad Olivo.

El muchacho de nombre falso asiente en silencio y cuando le traen el dispositivo extiende el brazo para llamar a su compañero volador. Mientras le coloca el aparato le dice: -Nor, necesito que sobrevueles la zona, pero solo planea... así. Joe se levanta con los brazos extendidos hacia los costados y se balancea de un lado a otro con delicadeza. -Y mientras lo hagas ve en aquella dirección, pero por sobre el nivel del mar, incluso entra en el agua, se que te gustara. 

Una vez concluidas las instrucciones, se acerca hasta el borde del barco y lo lanza con el brazo hacia la dirección deseada. 

-¡Graaa! -Grazna Nor animado y con un aleteo de sus esbeltas alas echa a volar en la dirección indicada* seguido por varias docenas de ojos. Planeando como le ha dicho su querido compañero, la pequeña ave blanca se pierde en la distancia.

Al menos durante un rato, solo quedan la espera y la esperanza.

Tras un rato de suspense* Nor vuelve y, gracias a lo que ha grabado en la cámara que llevaba amarrada, el capitán es capaz de diseñar una nueva ruta para llegar a Ciudad Olivo rodeando el arrecife de corsola que ha inundado el mar, aparentemente, de la noche a la mañana. Representa un rodeo largo hacia el oeste, pero finalmente el barco consigue llegar a Ciudad Olivo, su destino, aunque con varias horas de retraso. Pese a que la llegada estaba prevista para el mediodía, para cuando atracan en el puerto de la ciudad, el sol ya se está poniendo, y el color del cielo rosado encuentra su reflejo en el extraño arrecife que ha aparecido debajo, en el mar.

La noche es húmeda, de un calor pegajoso. Sin embargo, la ciudad y el puerto parecen rebosantes de vida. Si pretende investigar sobre cómo dar con el Team Rocket, las abarrotadas tabernas del puerto parecen un buen lugar por donde empezar.

Luego de aquel extraño episodio con los Corsolas, que resulta ser solo un item mas en la larga lista de sucesos llamativos que ocurren en la zona, Joe, alias Tiago, acompaña a sus camaradas a un bar en el puerto. Tras la travesía, extrañaba la sensación de estar en el puerto, parte de su vida marítima que tanto adora. Una vez en la taberna, su plan es sencillo. Observar cautelosamente por algún indicio del Team Rocket y no beber demasiado. 

Ian, los otros dos marineros que suelen ir con él y Joe entran en un garito en primera línea del puerto.

El lugar es un antro y está a reventar. Nada más abrir la puerta, una animada oleada de risas y gritos les da la bienvenida.

El interior es casi todo de madera, pegajosa y renegrida, decorado con aparejos de pesca, anclas, fotos y demás, aunque no es que pueda contemplarse muy bien, porque casi todo el espacio lo ocupa una muchedumbre en diversos estados de embriaguez, repartida entre los asientos de las mesas y la barra. La cerveza -en jarras-, las canciones de borrachos -a voz en cuello-, y los pokémon -en cualquier parte-, son los protagonistas del ambiente.

Joe escruta a la concurrencia, pero no consigue identificar a ningún soldado Rocket. Es decir, no hay nadie que vista el arquetípico uniforme negro con la R roja, ni tampoco ningún sospechoso tipo sobrio observando fríamente desde una esquina cubierta de sombras. De hecho, no parece haber nadie del todo sobrio. Si allí hay realmente algún soldado Rocket, está claramente haciendo buen uso de un día libre y no se distingue en absoluto de los marineros y otros trabajadores del puerto que disfrutan también de su tiempo de ocio.

Una fuerte palmada de Ian en el hombro derecho lo saca de sus reflexiones.

-¡Jefe! ¡Cuatro jarras por aquí! –grita desde la izquierda de Joe, apretándole el hombro derecho en gesto de camaradería.

Dicho esto, los compañeros de Joe se sientan en la barra, donde aún quedan algunos taburetes vacíos. Justo al lado de ellos hay un hombre entrado en la cuarentena o, como mucho, a principios de la cincuentena, robusto, claramente hecho al mar, con ojos brillantes de vida, que los saluda al sentarse. Los marineros le devuelven el saludo:

-¡Eh, Gray! ¿Qué tal todo por aquí?