Partida Rol por web

Morriset bajó con cuidado del árbol, agarrándose bien a cada rama para no resbalar. Cuando le faltaba poco, saltó para caer con los dos pies en el mullido suelo de la jungla. Baronetti temblaba de pies a cabeza, así que el cabo le palmeó la espalda mientras mascullaba:

- Tranquilo, joder... Hay más amarillos en un burdel de Dogtown que ahí dentro. Además ya es hora de parar un rato y pensar en toda esta mierda de día. Desde que aquél capullo de la radio la cagó, no hemos podido estar más jodidos...

Se colocó al lado del sargento, preguntándose a quién ordenaría que cubriera la retaguardia al grupo, mientras todos se preparaban para entrar en el recinto amurallado.

Esta vez el sargento fue el primero que se acercó a la entrada. Sacó su machete y golpeó la maleza que cubría la zona más baja de la misma para impedir que sus hombres se enredasen si había que salir de allí por piernas. Era lo peor: una salida estrecha y varios hombres retrocediendo de espaldas mientras disparaban... había vivido una escena así en Tia-ghan y no pensaba volver a sufrirla.

Limpiada la entrada se asomó al patio. El suelo era de piedra, de una piedra similar a la del templo y de las paredes. Efectivamente hacia la derecha parecía estar el patio principal desde el cual, posiblemente, se accedía al interior de la estructura. Mills levantó la vista al igual que Morriset: el templo se mantenía en buen estado y desde aquí no se veía ninguna pared derrumbada. Su estructura parecía mucho más sólida que las ruinas habituales que se habían encontrado en la selva. Lo que sí se había venido abajo era la torre que parecía proteger la zona frontal, siempre hacia la derecha, y que se mezclaba con la muralla. Sus rocas desperdigadas se esparcían por el patio.

Hacia la izquierda, que era por donde Mills tenía pensado avanzar, la muralla formaba diversas estructuras. Posiblemente en la época en la que aquel sitio había estado lleno de vida puede que esas paredes adicionales sirvieran como establos o como almacenes. O algo así.

El sargento ya estaba en el interior del recinto, entre la muralla y el templo, avanzando con Morriset a su lado. Baronetti y Maverick venían un poco más atrás y por primera vez, cerrando el grupo, el propio Bings.

Tal como habían visto desde fuera la jungla había tomado el lugar. Crecían lianas entre la muralla y las paredes del templo.

El lugar hacia el que avanzaban - la parte trasera - estaba algo más oscuro debido a las hojas de las palmeras que se agolpaban contra las paredes de la muralla.

Bings sintió un escalofrío en la nuca. Inmediatamente se le erizaron los pelos del vello. Mientras atravesaba la puerta se giró hacia lo que quedaba tras ellos, es decir: el patio delantero. Allí, en medio del mismo, había un individuo de pie. Era un hombre caucásico, de piel blanca y pelo rubio. Alto y delgado. Vestía una bata blanca y no aparentaba tener más de treinta años. El hombre le sonrió a Bings, como si se sorprendiese de ser visto. Bings miró a sus compañeros. Maverick, que estaba junto a él, echó un vistazo al patio sin sorprenderse. Era evidente que aquel individuo de bata blanca no estaba ya entre los vivos. Pero ¿qué hacía allí? 

El hombre de la bata sonrió nuevamente y luego se puso un dedo en la frente, como si fuera una pistola.

Morriset observaba el templo. No, decididamente aquello no era oriental ni vietnamita. Las líneas rectas, la estructura. Joder... él había visto planos similares en algún tratado de historia. Nuevamente quedaba claro que aquello era un templo sumerio... si hasta la planta le parecía de manual. La entrada estaría por delante, a través de unas escaleras, y posiblemente hubiera al fondo algún altar. Hacia donde ellos iban eran, efectivamente, los establos... Establos que en vietnam carecían de sentido en medio de la selva.

Mills iba enfrascado en sus propios pensamientos. Éste tenía que ser el templo que buscaba. Seguro. Pero nadie le había hablado de los simios ni del camino de piedras... ¿Tendrían que ver los alienígenas con los monos que encontraron en el camino? El sargento estaba casi seguro de ello.

Maverick sintió un escalofrío. Desde que adoraba a la Virgen de la Muerte se había acostumbrado a ese tipo de 'latidos' como él los llamaba. No sabía de que coño iba este templo pero tenía algo claro: allí había muerto mucha gente. Pero mucha. Sólo sentía los latidos en sitios similares...

Baronetti pensaba en las historias de su tío Petucho. Sí, aquel lugar rezumaba sangre. De pronto se detuvo un momento parpadeando. Efectivamente ¡las paredes rezumaban sangre! Cerró los ojos e incluso puso una mano sobre la piedra. No. Se lo había imaginado. ¿Se lo había imaginado? Miró a los demás: nadie parecía haberse dado cuenta aunque todos parecían nerviosos como él.

Mientras avanzaban en formación, Baronetti no se atrevió a pronunciar palabra o a quejarse inconscientemente como muchas veces ocurría. Estaba atento (mirando por su flanco), y unas gotas de sudor recorrían de nuevo a su frente, fruto de la tensión unida a la humedad de aquel ecosistema.

En un inciso, murmuró algo al grupo, muy bajito, aunque en realidad dijo "cabo", como refiriéndose a él:

-C..c....creo que deber...beríamos separarnos, se....ñor... ejem... si esto est....uviera lleno de norteños, amarillos o rrr...rusos nos pet...arían nuestr... bueno.. ejem... ya sabe sss...eñor ¡¡nuest...ros preciados tr...tr...tr... ejem... traseros americ...anos!!

Su carencia de fe era constante, al igual que su prolífica "voz de pito", la cual pronunciaba continuamente frases y proposiciones pesimistas. Baronetti las consideraba, por contra, realistas, pues creía haber vivido mucho de esta forma escuchando simples historias, historias de su tio

De repente, mientras recorrían el espacio cercano a una pared, el joven Bartholomew se paró en seco. Mientras sus compañeros y superiores avanzaban un poco agachados, Baronetti se estiró y tragó saliva. Luego se fijó muy bien en la muralla interior. Cerró los ojos e incluso puso una mano sobre la piedra. Notaba incluso, cómo sus compañeros estaban algo nerviosos.

En su caso Bartholomew cerró con fuerza sus ojos varias veces, mientras que cada vez que los volvía a abrir suponía una frustración aún mayor, pues no llegaba a comprender lo que éstos le estaban diciendo, le estaban comunicando: estaba viendo cómo las paredes... ¡emanaban sangre!

Si. Ahora estaba claro. Si verdaderamente Baronetti hubiera dicho lo que sus ojos vieron (o creyeron ver) en esa pared ensangrentada, cualquiera de sus compañeros le hubiera abandonando allí mismo, por temor a ser descubiertos por su torpeza o locura, o sencillamente le hubieran "dado pasaporte" con una de sus pistolas por temor a poner en peligro al pelotón... Lo realmente increíble, es que eso fue lo que hizo.

-Sa...sa... sss... glup....

Baronetti no podía pronunciar palabra. No era algo nuevo, obviamente, pero esta vez estaban cargadas de un temor mucho más terrenal, no una posible invención de un chiquillo urbanita y desorientado...

Acto seguido soltó una de sus manos puestas en su arma, la cual ahora apuntaba al suelo, desprotegiendo su flanco. Como pronto la noche caería, un rápido exámen visual podía confundirle, por lo que, debido a eso, sacó su cuchillo.

Lo hizo de forma magistral; no se limitó a extraerlo de su estuche, sino que hizo un amago con su mano y el arma bailó compenetradamente entre sus dedos, creando una especie de ilusión óptica, denotando un grandísimo manejo del mismo. Acto seguido, lo agarró firmemente por el mano, se separó un poco del pelotón y se dirigió a la piedra, la misma que rezumaba... sangre.

Después, acercó el filo hasta la roca, pareció impregnarlo de aquel líquido, se lo acercó a la nariz, y, tras otearla, la olió. Aquel olor contenía el aroma típido de "hierro", el mismo que la muerte, que la vida...¡el jóven se cercioró (dentro de su malograda mente) que era sangre!. Tras ello, intentó pronunciar de nuevo las palabras mágicas:

-Sa... s... s... ¡es SANGRE! -esta vez no cuidó su tono de voz.
-Chicos... ¡¡¡brot....a s..ss...sangre de est...a mu..ralla!!!
 

Los demás miraron de reojo a Baronetti. ¿Sangre en la muralla? No: enredaderas, basura, tierra... pero ¿sangre? Aquel chico estaba perdiendo el norte muy rápidamente... demasiado rápidamente...

Bings estaba sorprendido; no tanto como la primera vez pero si sorprendido; había sido un día de los mas extraño, y si ahora se le aparecían fantasmas las cosas no parecían ir mejorando para él.

-Sargento…- su primer llamado fue austero, por algún motivo sentía escalofríos y su voz apenas lograba escucharla el mismo.

-Sar… Sar… Sargento- Le era difícil hablar mientras retrocedía; sus compañero estaban a solo unos paso de él, sin embargo sentía como si estuvieran muy lejos. Bings sentía que algo andaba mal, demasiado extraño, deberían irse de ese lugar. Que se jodan los simios y las pirámides pensó Bings, yo no vine aquí revisar templos.

-Sargento, Sargento, creo que no deberíamos seguir, creo que deberíamos marr..- No supo si el sargento llego a escucharlos pues sus murmullos fueron acallados por la voz de aquel imbecil, pero lo que decía aunque carecía de sentido le helo hasta los huesos –Sangre?- murmuro para si, mientras volteaba consecutivamente a sus compañeros y aquello que mostraba frente a él.

-No me jodan,… No me jodan, No me jodas…-

Bings miro fijamente a aquel ser espectral que se postraba frente a él. Tenia miedo y lo único que alcanzo a decirle fue –No me jodas-, quería haberle preguntado muchas cosas en ese momento, quien eres? Que haces aquí?, que es este lugar? Que esta pasando?; pero solo eso alcanzo a decir, ninguna otra palabra logró escapar de su boca en aquel instante.

- Maldita sea, Baronetti... ¿De qué coño estás hablando?

Morriset se sentía muy confuso. Aún no había dicho nada al sargento ni a los demás sobre lo que acababa de deducir, pero estaba a punto de hacerlo cuando Baronetti se puso a delirar, soltando estupideces sin sentido.

- ¡Cállate, joder! No sale nada de esas paredes, baja la puta voz...

Se dio la vuelta y caminó hacia el sargento Mills. No sabía qué decirle primero, si que soltara un puñetazo a ese chico para que no acabara delatando su posición o que aquel templo era muy extraño. Finalmente, se decidió por lo segundo.

- Sargento -dijo-, esto es muy raro. Este templo tiene una estructura sumeria, no me cabe duda. Y además parece que está fuera de lugar aquí... ¿Establos? Nadie podría cabalgar en esta jung... ¡Baronetti, joder, cállate de una vez!

Mav oyo al "Chico" gritar. Miro rapidamente apuntando con el arma. Sangre. No habia sangre, el chaval estaba fuera de si.

Pronto oyo los reproches de los compañeros, al crio y como este no se calmaba. Sin duda habia algo extraño en el lugar, sus palpitos no engañaban, pero no habia sangre por ningun lado.

-Calmaos todos- Dijo caminando hacia Baronetti- Toma chaval, tomate una de estas, te ayudaran un rato- Acto seguido saco un "downer" y se lo ofrecio a Baronetti mientras buscaba con la cabeza el asentimiento de Mills

-Calmate, no hay sangre. Solo es tierra chico, solo tierra

Se dirigio hacia el sargento y llamo al cabo, tras lo cual su voz se convirtio en un susurro

- Sargento, es mejor que se la tome y duerma un rato, asi solo nos pone en peligro. Aqui hay.... algo... no se explicarlo, siento... sufrimiento, dolor.... muerte. Algo malo acontecio aqui hace tiempo y los espiritus no reposan en paz

Seguramente sus compañeros lo mirarian de forma extraña, maldijo haber dicho la palabra "espiritus". Ahola lo tomarian por loco...

Se dirigio hacia la pared que Baronetti señalaba y la toco, quizas "Ella" le mostrase lo que habia pasado.

De pronto el espectro hizo un gesto con el dedo como si hubiese saltado un percutor ¡y su sesera saltó como si se hubiera volado la cabeza de verdad! Bings abrió los ojos de par en par viendo caer al fantasma...

Maverick puso la mano sobre la pared rugosa sin notar nada particular. Baronetti sostenía en su mano el cuchillo como si en él hubiera una prueba irrefutable, pero en el cuchillo sólo había tierra y hierbajos.

Baronetti se da cuenta ya de su pifia o sigue creyendo ver sangre?

Viendo al soldado Baronetti perder los estribos, Mills no pudo dejar de recordar el caso del soldado que, viendose superado por la presión, había cogido su pistola, se la había metido en la boca y apretado el gatillo en apenas unos segundos, en medio del campamento. Y por lo que sabía, no eran casos aislados. Cuando Maverick le ofreció una pastilla asintió con una mueca de esperanza. Muy a peor no podía ir.

- Con cuidado, Maverick, el cuchillo...

Con Bings empezando a ponerse nervioso, Maverick hablando de espíritus, Bings llamandole para vete a saber que queja y Morriset hablando de arquitectura sumeria el sargento empezaba a estresarse. Joder, al menos los putos monos venían en una dirección y sabías que hacer con ellos, pegarles un tiro. Así que optó por la opción menos mala que se le ocurrió, explicar las ordenes.

- Este templo es... - al pensar cómo definirlo frunció el ceño - extraño. Eso lo saben los de arriba. Por eso estamos aquí. Por lo que se, los charlies o incluso los rusos podrían estar haciendo cosas... extrañas aquí. Y los jefazos quieren saber que coño pasa. Así que irnos de aquí está fuera de cuestión.

Mientras explicaba las ordenes, el sargento no paraba de darle vueltas a una cosa. Estaba pidiendo mucho a sus hombres y quería darles algo a cambio, aunque sólo fuese una pequeña esperanza. Sabía que en el templo acabarían su misión, así que la idea de la vuelta a casa era tentadora, sobretodo si tenía en cuenta que implicaba salir de ese entorno hostil. Pero tenía que ir con cuidado con cómo lo explicaba, su experiencia le había enseñado que los soldados que pensaban demasiado en volver a casa - y de hablar de las dulces novias que habían dejado atrás e iban a ver en breve mientras enseñaban sus fotos - tenían un fea tendencia a morir, sobretodo en su última mision antes de regresar.

Aquello estaba empezando a superar a Mills pero intentó mantener la calma. La misión ya no le parecía tan sencilla. Cuando recogieran lo que fuera que tenían que recoger deberían reunirse nuevamente con la unidad y regresar a la base. Allí informaría a su superior, que también estaba al tanto, y lo sacarían de aquel infierno. Pero sólo ahora se le dio por pensar en sus hombres. Creía que, si pasaban por aquello, podría pedir que los destinaran con él. Después de todo mejor tener a gente de confianza ¿no? Y como mínimo los sacarían del Vietnam.