Partida Rol por web

Me quedo mirando a Niobe con mala cara, entrecerrando los ojos de manera amenazadora. Noto como mi sangre comienza a hervir de rabia y miro a la chica como si ella fuese el verdadero problema aquí, no yo. Su empujón hace que aún pierda más los estribos y cierro los puños, con unas ganas horribles de darle un puñetazo en su cara de niña-niño. Cierro la boca y aprieto los dientes, en un rictus de rabia.

Y sin embargo, eso no es lo peor. Bien. En unos segundos de claridad mental, logro razonar y ver que Niobe realmente hace su trabajo, no es su culpa, incluso podría decir que no quería decir lo que ha dicho... o al menos con esas palabras. Vale, de acuerdo, la culpa es mía. Lo siento, joder.

Pero son sus palabras... lo que dicen esos dos lo que logra hacerme saltar de mis casillas. Una punzada de dolor en la sien logra convencerme de que lo que realmente tengo que hacer, es cargarme a esos dos. Sí. Cuando lo haga, la cabeza dejará de dolerme, porque, me cago en Dios y su puta madre, la punzada se acaba de convertir en dolor constante. Los miro fijamente y voy a saltar sobre ellos cuando unas manos apresan mis brazos desde atrás. Voy a luchar contra la presa cuando oigo la voz de "Tío" Jesse.

¿Que no es para mi? ¿Cómo que 'esta pelea no es para ti'? Suelto un gemido de rabia contenida, la cabeza sigue doliéndome horrores, pero creo que tiene razón. O al menos, parte de razón. Está bien. Esta pelea no es para mi... de momento.

- Está bien -Jadeo con voz ahogada y trato de librarme de la presa de Tío Jesse. - Está bien. Ya me piro, puedes soltarme. Joder.

Me libero de la presa de Tío Jesse y me giro para no mirar a los dos hombres. Clavo mi vista en Niobe y guardo silencio, mirándola fijamente, fantaseando con la idea de 'liberar' el dolor. La señalo con un dedo.

- No vuelvas a hablarme así. -Hago una pausa para respirar, intentando calmar mi agitada respiración. - Nunca más.

Lanzo una última mirada a los dos hombres y me giro, comenzando a largarme sin decir nada más. Apoyo mi mano en el hombro de Tío Jesse al pasar, pero tampoco abro la boca. Me voy con mis dolores de cabeza a otra parte.

Paso de largo el puesto de Arturo, caminando en dirección al lugar donde curra Kaylee.

Respiro con alivio, aunque solo un momento en el que me despisto de que sigo tensa por la situación en general, y mas tensa que me pongo cuando el gordo me llama "niña". Vale, sé que soy una niña...de momento, pero... Lo odio. Y mucho mas cuando siento que me dan la razón por chinchar a Jason, y esa no era la intención. Cómo usan lo que ha dicho la "niña" para hacerle sentir peor.

Trago saliva, apretando un poco la mandíbula. Quizás en mi cabeza sonara de otra manera. Quizás...bueno, tal vez debería empezar a controlar mi forma de decir las cosas, al menos para no ganarme esa mirada de odio de Jason. Y las palabras que la acompañan.

Hago un amago de agachar la cabeza, pero no; estos dos tipos no deberían verme dar pasos atrás. Mas tarde le pediré perdón a Jason por mis formas.

- No queremos problemas así que...¿qué tal si les acompañamos afuera? Les devolvéremos el dinero de las entradas, no se preocupen - les comento, natural y tranquila, para ver si cuela o si van a ponerse tan gallitos conmigo como con Jason. Claro que yo estoy siendo bastante mas diplomática que mi amigo - Como comprenderán, no queremos correr el riesgo de que esto vuelva a suceder con alguien y tener que resolver, quizás, una situación peor a lo que ha pasado con mi amigo - señalo un momento el camino por el que Jason se ha ido - Nosotros vivimos de este sitio, caballeros, y tenemos que defenderlo - les sonrío, cordial, mirándoles siempre de frente - Así que... Les acompaño.

La ira, la vergüenza, la humillación sufrida, todo empieza a dar vueltas dentro de tu cabeza, centrando totalmente tus pensamientos, sofocándolos, como un enorme remolino pestilente que parece querer atraparte y engullirte por completo. Todo eso se añade a ese maldito dolor de cabeza que no para de zumbar dentro de tu cráneo, como un maldito jodido enjambre de avispas rabiosas. El dolor aumenta con cada nueva respiración agitada de tu pecho, como si eso aún lo animara más, por unos segundos crees que te va a estallar la cabeza, como en aquella peli cutre de terror que viste en la tele cuando eras niño. Tu intención es buena, quieres alejarte pero tu cuerpo cede y no consigue moverse como tu quisieras. No consigues que te obedezca, el dolor de cabeza te supera. Ya sólo ves rojo, todo está cubierto de una enorme niebla rojo sangre, como si alguien lo hubiera empañado todo de ese color. Pero no es que te falle la vista ni nada, simplemente es la sensación que tienes como cuando estás constipado, sólo que sabes que no estás enfermo. O eso crees.

Y entonces simplemente, como en una enorme olla de presión, lo que sea que llevas dentro de tu cabeza encuentra una salida y escapa fuera de ti. No sabes muy bien cómo ni qué pero por un escaso minuto sientes el mayor alivio de tu vida, todo es calma y está bien dentro de tu cabeza, como no lo ha estado jamás. Te sientes totalmente liberado y en paz contigo mismo. Bueno eso es antes de comerte el suelo al desmayarte, por supuesto. Toda calma interior tiene un precio a pagar, tú te has descargado pero a cambio te has apagado como si se hubieran fundido a la vez todas las luces de un árbol de navidad. Sólo que el apagón es en tu cerebro y eso es francamente malo para mantenerse en pie, andar y ese tipo de cosas.

Tío Jesse suelta a Jason, tras increparle el otro. Se queda callado y muy serio, mirando como el chico se marcha. Se cambia el palillo de lado de la boca, intentando retomar el liderazgo de la situación hasta que de repente se queda con los ojos en blanco y cae al suelo como un muñeco de trapo, totalmente inconsciente. Nadie le ha tocado pero parece que le haya caído un rayo encima, aunque sin los fuegos de artificio de la madre naturaleza, claro.

Dientes de Sable y Mole iban a responder algo respecto al intento de Niobe de echarles del sitio cuando ven como aquel hombre cae como fulminado al suelo.

-Creo que tienes cosas mejores que hacer Niña, como llevar al hospital a tu padre- dice con indiferencia el hombre más gordo del mundo (o casi). Ya no parece haber sorna ni burla en su voz, sólo despreocupación por el desmayo de tu compañero y jefe.

-Mejor ocupate de los tuyoss que nossotros nos ocuparemoss de loss nuesstros- responde el rubio de dos metros, esta vez sin risa alguna, sólo frialdad. Por unos segundos parece hasta un ser humano más o menos normal y no la bestia salvaje que siempre parece surgir con su peor carácter.

-Vamos, tenemos que acabar el trabajo- le da un manotazo a su compañero, para llamar su atención y no volver a caer en lo mismo -Ya hemos perdido suficientemente el tiempo aquí. Y nuestro huésped espera. Seguro que sí.

Ambos hombres se dan media vuelta al unísono, pasando de todo lo que Niobe les ha dicho y reinician la tarea para la que han ido hasta allí. El hombre rubio parece que empieza otra vez a olisquear, esta vez el aire, para orientarse hacia donde dirigirse esta vez.

-Demasiadoss oloress, pero su aroma...- y señala hacia la zona donde está la carpa principal del circo.

Y como si se hubieran olvidado por completo de todo y de vosotros, se van tan anchos, como si aquí no hubiera pasado nada, aunque quizás mejor eso no?

Niobe en pocos segundos ve como primero Tío Jesse cae al suelo desmadejado y seguidamente, a unos cuantos metros, lo hace Jason, sin más. La chica no tiene ni idea de que está pasando ni que lo ha provocado, pero los dos necesitan atención médica de inmediato porque a saber qué demonios les ha cogido a los dos… Pero los dos tipos grandotes se marchan sin más, como si no hubiera pasado nada y está claro que han encontrado el rastro de a quien sea que estén buscando. Decisión complicada, desde luego.

Vale, estos tipos están empezando a cabrearme. No solo porque pasen olímpicamente de lo que les digo, o porque no dejen de llamarme "niña", sino porque odio que me subestimen, que piensen que por ser pequeña y delgada no sepa defenderme o parar a alguien.

Se van a enterar.

Pero tengo que frenarme en seco con lo que iba a decir, o hacer, ni yo misma tengo claro que pretendía, cuando veo a Tío Jesse caerse al suelo. Al agacharme para mirarle, es que veo que, unos metros mas allá, Jason también ha caído.

Cuando quiero darme cuenta, los dos desagradables tipos se han ido tras aquel que sigo sin recordar y ahora estoy sola con dos desmayados que ni siquiera sé lo que tienen... El por qué de esto. ¿Habrán tenido algo que ver los tipos? ¿Les habrán hecho algo? En ese caso, ¿por qué no me lo han hecho a mi también?

Me levanto y corro hacia el puesto de Arturo, donde él y Jason curran.

- Necesito ayuda - el digo a él - Hay dos tipos que... Y persiguen a un... - respiro y le miro - Oye, tienes que ocuparte de Tio Jesse y Jason, ¿vale? No sé qué les ha pasado pero necesitan que les vea un médico o... Yo qué sé - aprieto los labios - Imagino que tendreis a alguien por aquí que se ocupe de estas cosas, ¿no? - no le dejo responderme, no quiero perder mas tiempo - Yo tengo que irme porque se va a liar de aquí a unos minutos... ¿Te ocupas de eso? - le pido, mirándole - Creo que están bien... Es como si se hubieran desmayado...

El joven latino se queda estupefacto ante lo que apenas consigues articular entre respiración y respiración acelerada, que no es mucho. Pero consigue entender Tío Jesse, Jason y médico y su reacción es automática.

-Señoras y Señores, cerramos por hoy!- vocifera a los transeúntes presentes en su parada. Salta ágilmente por encima del mostrador, casi como un gato.

-Roger! Busca a Doc YA!!- grita hacia la derecha, en dirección a una de las casetas de los Freaks, al que en seguida identificas como el más conocido Hombre Elefante. Por lo poco que has tratado con él sabes que es un tipo listo, del tipo profesor de escuela pero con un "ligero" problema estético. Podría haber sido uno de esos catedráticos de universidad si no fuera por eso. De hecho, te dijo que te prestaría libros si querías. Te pareció buena gente, tremendamente educado en todos los sentidos.

-Lisbeth puedes ocuparte de los remolones?- a esa no la conoces personalmente, es la adivina, sale poco, es lo único que sabes. De su parada sale una mujer, cubierta con ropas típicas de zíngara, que te recuerdan más al personaje de Esmeralda y casi esperas ver salir de detrás suyo al Jorobado de Notre-Dame, siguiéndola como un perrillo. Pero no es así.

Tras eso, Arturo se marcha corriendo hacia donde le has indicado para ver qué demonios ha ocurrido. De reojo ves como le intenta tomar el pulso a Tío Jesse y luego a Jason, mientras mira a los lados esperando la llegada del médico de la compañía. Saca su móvil de última generación y marca un número, el de emergencias y se pone a explicar la situación. Parece estar fastidiado por tener que hacer aquello, pero tiene sus serias dudas de que el médico pueda hacer algo al respecto.

-No te preocupes, yo me ocupo- su voz suena melosa y musical. Su cabello rojizo y sus curvas sensuales son lo más destacado que consigues ver antes de salir corriendo, hacia donde?

Entonces notas como alguien te toca en el brazo, es una mano femenina con una manicura perfecta, en rojo sangre. Es Lisbeth.

-Deberías ir por ahí- te señala hacia la zona que hay más allá de la noria -Pero no vayas sola. Deja que me ocupe de estos señores e iremos las dos- dice con firmeza de labios sensuales y carnosos y como por arte de magia, la barraca simplemente se cierra y los clientes desaparecen de vuestra vista.

-¿Vamos?- sonríe pícaramente.

Me cago en la puta. ¡Joder! Puta niñata. ¡Y comenzaba a caerme bien! Vale que tiene parte de razón, pero como vuelva a hablarme así, juro que...

Aaaagh... Cómo me duele la cabeza. Joder... es insoportable... Me cago en la puta, cómo odio este dolor de cabeza. Ni siquiera presionando mis manos con fuerza en mis sienes se alivia. Me cago en Dios y en su puta madre, ¡cómo duele! No le desearía este dolor ni a mi peor enemigo. Solo... solo quiero que pare. ¿Por qué tiene que dolerme tanto? ¿Por qué a mi? ¡Ni siquiera me drogo, joder!

Me giro y miro a Tío Jesse. Él es un adulto. Él... igual sabe cómo pararlo. Sí. Le voy a pedir a él...

Y entonces... alivio. ¿Habéis notado alguna vez que tu cuerpo va a reventar como no eches una meada? Lo bien que te quedas después... es prácticamente lo mismo. Similar sensación. Es como si... como si todo lo malo fluyese fuera de mi cuerpo. Ya no noto el dolor. Todo es paz.

Gimo de placer, sin apartar la vista de Tío Jesse. Es como si al mirarle, todo se calmara... es como si...

Le veo caer al suelo. ¿Qué le ha pasado? ¿Por qué ha caído? ¿Y qué es...? Sangre. Me sale sangre de la nariz. ¿Por qué? Enfoco la mirada y veo a Niobe dándose la vuelta, mirando cómo ve a Tío Jesse en el suelo. Y entonces, de repente todo se vuelve hacia mi. El suelo avanza vertiginosamente hasta que mi cara topa con el fresco césped. Y luego... calma.

La prisa que llevaba, el estrés y la urgencia, se ven parados un momento por la presencia de Lisbeth, la Adivina del Circo. Vale que ya la había visto por ahí pero nunca, nunca, la había visto cómo ahora. Tan...sensual. Y esa es una palabra que hace poco comencé a entender...o a sentir.

Me giro para mirar su roja melena como el fuego, y su cuerpo sinuoso. Le sonrío cuando me habla, señalándome el camino a seguir y ofreciéndome su compañía. Cosa que no me vendría nada mal.

Mis ojos miran fascinados cuando todos los clientes desaparecen ante mis ojos, y por un momento miro fascinada sus labios.

Joder.

- Claro... - digo cuando logro salir de mi estupefacción. No sé si es también mutante o acabo de alucinar. Y si es una mutante, ¿por qué me quedo siempre fascinada ante ellas? Sí, ellas, porque ningún mutante hombre me ha fascinado aún, lo que han hecho mas bien es ponerme de mala hostia - Gracias - le sonrío y me obligo a volver a correr ahora hacia la dirección que ella me ha señalado.

Lisbeth te sonríe cálida y sensualmente, porque no puede evitar serlo, está claro y tras eso ambas os marcháis rápidamente a buscar y detener a las dos moles que se habían ido hacia apenas nada. A pesar de que la bruja había hecho desaparecer en el aire a unos cuantos, seguía quedando mucha gente en el recinto y eso dificulta algo vuestro camino. Lo bueno es que en seguida les veis al fondo, destacando entre la muchedumbre al sacar como varias cabezas de alto a la gran mayoría de los presentes. No consigues ver más allá ni si han encontrado realmente el rastro del hombre al que persiguen, el afro-americano cuyo rostro te suena tanto. Ambas corréis y esquiváis y saltáis, como si eso os fuera completamente natural ( y eso que Lisbeth se ha recogido parte de la falda para ello) y vais a la par, sin problema alguno.

Os lleva un tiempo preciado pero conseguís alcanzar de nuevo a los dos tipos cuando ambos se frenan, cerca de la enorme noria.

-Por fin le encontramos Doc, nos ha costado un tiempo precioso- dice la Mole -El paquete- le ordena a éste finalmente.