Partida Rol por web

Varek siguió al reptil humanoide a trompicones por el pasillo. La falta de luz y sus ansias por arrancarle el cuello de cuajo al ofidio no le permitian sacar todo el provechio de su legendaria agilidad (para lo que es un pielescarcha) en la caza uno a uno. Aun asi siguió adelante con la intencion de conseguir el material para sus nuevas botas. Los Pielescarcha tenian fama de salvajes. Aunque Varek no entendiá muy bien por qué era así, si que sabia que mantendria esa fama si daba alcance al serpiento huidizo. 

VEN AQUI MALNACIDO, QUE ME FALTA TU CABEZA EN MI COLECCON DE TROFEOS!!

-Aaaarrrggggg! -Filippo maldijo para sus adentros su fallo ante el oponente. ¿En qué estaba pensando cuando se metió en combate singular? El era un ladrón, por el amor de los dioses! Las peleas sangrientas y enfurecidas eran para gente como Varek, que parecía disfrutar de dejar su sangre en la arena. Que, por cierto, el muy mal nacido lo había dejado allí, luchando contra ese monstruo, sólo para satisfacer su orgullo. Mira que coleccionar cabezas de bichos enemigos...

Sin dejar de saltar y esquivar los mandobles del esqueleto que tenía enfrente (si en algo era bueno, era en evitar que un filo le alcanzara la piel, cuestión de alergia solía decir), volvió a arremeter. Si no acababa aquello de una vez, su suerte terminaría por abandonarlo.

-Botas, maldita mujer! deja de papar moscas y ven a dar una mano!

Ahora más segura con la aparición del "No Sutilidad" y renovó sus fuerzas. Ahogando un grito se incorporó recuperando precariamente la verticalidad apoyándose con la lanza. Esto no había acabado.
- el dolor es de cobardes- dijo más para sí que para los demás.
Estaba controlado esa parte del camino. Era momento para ayudar a controlar el otro pues a juzgar por los ruido de pelea y dolor sus compañeros debían pasarlo mal. Sin hacer caso al dolor lacerante de su pierna se dispone a cruzar la entrada a la habitación donde esperaban más enemigos.

Botas, viendo que la dura norteña se levantaba terstaruda, y de que no quedaban enemigos a la vista que representaran un peligro, fue en apoyo de Equis y Filippo en la sala del tesoro, dejando la lámpara en el suelo antes de abalanzarse como una tormenta con su espada contra el más cercano de los esqueletos, el que se enfrentaba a Equis, con la fuerza de su cuerpo le arrancó la mandíbula al guardián con la guarda ornamentada de su estoque (-2).

Sintiendo perlar su frente por le dolor que llegaba en oleadas de su muslo con cada movimiento, Neulens logró llegar a la sala del tesoro.

Por su lado, Varek, a pesar de arañarse la piel y la armadura contra la dura piedra del tortuoso pasillo, en persecución de la abominación serpentil. En la oscuridad reunante, con apenas un apagado y marchito resplendor ténue a su espalda, el gigante siente que su presa se ha escapado en algún lugar de su madriguera...

Filippo, entre órdenes a la Botas recriminándola, logra dejar un surco profundo en la caja torácica del guardián de ultratumba (-2), tras arrancar otro leve resplendor verdoso de la punta de cuerno de su lanza.

Por su lado Equis, primando su seguridad por encima de deshacerse del esqueleto, logra golpear de nuevo, pero otra vez el filo de su daga se muestra ineficaz contra su adversario. 

Por su lado los esqueletos golpean imperturbables a sus agresores, uno a Delfiore y el otro a la reciénllegada mercenaria... pero los dos resultaron ser objetivos demasiado diestros...

La cosa parecía estar por terminar de un momento a otro... pero aún no lo había hecho, y tanto jaleo, en caso de haber más.. cosas por la zona, las habría alertado, especialmente por los gruñidos guturales de Sutilidad.

La Piel Escarcha dio alarde a la bravura norteña y ignorando el dolor de su pierna se abalanza gritando contra el enemigo más cercano. Todavía resonaba las palabras de Neulens en su cabeza. el dolor es de cobardes.
- ¡Siente mi lanza maldito!
El grito de la norteña se alzó y resonó en la cámara, cosa que no era buena idea pero llevaba por la excitación de la batalla no dudó ni un solo momento para lanzarse descuidando su vida.

Maldita sea. Ya tenía pensada la manera de hacerse con el corazón del hombre serpiente y comérselo sin sazonar, introducindo su mano por debajo de la caja torácica del serpiento y arrancándolo de cuajo. Y ahora se quedaba sin bocado. Frustrado, dio un fuerte golpe con su guantelete acorazado en la pared y volvió sobre sus pasos refunfuñando. Se haría las botas y sus nuevos guanteletes con los cuerpos de los serpientos insconscientes, entonces. Seguro que su sangre tambien estaba rica como aperitivo. 

Al menos habia podido proteger a la chiquilla y no tendría que enfrentarse a su amigo y padre de la chica. La niña necesitaba clases de cómo usar su superior (y racialmente mejor, claramente por encima de estos frágiles sureños) masa corporal para enfrentarse a hordas de chusma. Para cuando estuviera recuperada del corte, algo que seguro que sucedería pronto. Los pielescarcha eran duros.  

Finalmente lograron deshacerse de los guardianes de aquel lugar.

Neulens, demostrando de que pastaba están hechas esas gentes del norte, una vez llegada a la sala del tesoro estrelló la lanza contra el guardián esqueleto que acosaba a Equis y a la Botas, esparciendo sus huesos por el suelo como si de un muñeco roto se tratara.

Por su lado, Filippo logró arrancar los huesos de la caja torácica en un golpe ascendente que terminó con la punta de cuerno saliendo pro detrás del cráneo, envolviendo por un instante a la figura en un resplandor verde.

La sala se llenó con la respiración agitada de los compañeros que habían sobrevivido a esta primer contacto con... con lo que fuera que haya en este lugar. Por el angosto pasaje de donde habían salido los hombres serpientes, se escuchaban los juramentos airosos de Sutilidad, todo enfurruñado.

Allí estaba el grupo, con Neulens muy tocada, entre las armas ornamentadas, con empuñaduras enjoyadas, colgaba de las paredes de una sala rectangular de cuatro por seis metros, con una pesada puerta cerrada al fondo. A parte de los reflejos de las joyas, a parte de cuatro cofres de maderas exóticas y refuerzos de metal parcialmente ocultos por las pesadas cortinas arrancadas y un buen puñado de viejos huesos amarillentos esparcidos por ahí.

Neulens se sentó recuperando el aliento. No estaba de humor para nada y prefirió esperar que sus compañeros abrieran los cofres y rebuscaran. Ya había tiempo para repartir, ahora debía descansar. La furia la había abandonado y el lacerante dolor de su pierna volvía a atosigarle pero de sus labios no saldría ni un sólo quejido, estaba dispuesta a demostrar que las mujeres norteñas también eran valientes y eficientes con las armas y no dejaría que ningún varón se pusiera en su camino, en el camino del guerrero.

Filippo no daba crédito a lo que había logrado. Él solo y con una lanza se había cargado al esqueleto. ¡Él solo! Como un pavo real en celo, se paseó alrededor de los huesos que quedaban y arrojó sobre ellos la lanza con desprecio. Aunque su desempeño había estado bien, aquello no era lo suyo. A él le correspondía el subterfugio y la sorpresa, no los combates singulares como si de un caballero se tratara. Sabía por experiencia que estos últimos morían con mayor facilidad que los arteros como él.

Una vez terminado su ritual de la victoria, observó a su alrededor. Al parecer, la única que lo había pagado caro era la norteña. También, qué se podía esperar de una bárbara. Seguramente, la muy inconsciente se había lanzado de cabeza sobre el arma de sus enemigos, creyendo que con eso se ganaba la gloria. ¡La gloria! cuan sobrevalorada estaba esa virtud. Viendo que sus heridas tampoco implicaban incapacidad, comenzó a llenarse los bolsillos de gemas y monedas. Dudaba que pudieran volver a buscar el tesoro una vez que abandonaran aquellas catacumbas.

Sin embargo, mientras la codicia del mozuelo iba saciándose, otra idea se abrió paso por su cabeza. Aún no tenían ni idea de por qué los habían mandado a matar, ni como se relacionaba aquello con la búsqueda de Lucius. Si bien el tesoro que estaba recolectando compensaba las monedas que no se ganaría por no hallar al monje, el hecho de tener la espada de Damocles pendiente sobre su cabeza y no saber por qué lo molestaba de sobremanera. La única forma de sobrevivir es conocer a tus enemigos para que no puedan emboscarte, solía decirle Casimuerto. Por ello, el ladrón no podía dar media vuelta e irse de allí. Al menos no por el momento.

-Voy a intentar abrir la puerta -dijo una vez que sus bolsillos estuvieron llenos-. Estén atentos a lo que pueda venir -y sin mucha parsimonia, se puso a estudiar la abertura y su cerradura para ver como podían pasar al otro lado sin que ninguna trampa los sorprendiera.

Varek observó al ladrón empezar a mirarse la puerta. Él tambien conocia el valor del dinero, aunque no le daba el valor intrínseco que el ladrón parecia profesarle. Con algunas gemas en los recovecos de sus bombachos tuvo suficiente de momento.

Lo importante era Neulens. Se acercó a la norteña y observó sus heridas. No era un gran curandero, pero sí que conocia la manera de tratar las heridas de combate con maña tras docenas de enfrentamientos con oponentes del clan. Estate quieta chiquilla, que esto hay que cuidarlo. Con unas zarpas bastante diestras aplicó un bendaje improvisado a los cortes.

 El tiempo se desliza perezosamente lento mientras Varek atiende a Neulens y Filippo abre la puerta, trabajando con sus ganzúas en los cerrojos de la puerta. Pasados unos minutos, con la norteña luciendo un basto entablillado en su pierna y cargando su peso en la lanza, la puerta queda abierta y no parece ser que ya peligros al acecho... está todo tranquilo, demasiado tranquilo. 

Filippo entreabre la puerta con sigilo y lanza una fugaz mirada al pasillo que hay más allá, aguardando imperturbable, bajo la titilante luz de una antorcha que tizna de negro el techo.

No parece haber nadie aguardando en el pasillo. ¿Qué harán los compañeros? ¿Explorarán las puertas que ven desde su posición, irán por el pasadizo pod donde se fue el líder de los hombres serpientes? ¿Buscarán a Lucius?

Neulens se levanta con ayuda de su lanza y ignorando la lacerante punzada de dolor de su pierna se incorpora y avanza como cojeando como si no tuviera dolor alguno. avanza hacia la puerta y tras asegurarse que Filippo no detecte nadie en el pasillo, ella avanza con resolución con su lanza y escudo con su agilidad algo mermada pero no su espíritu y su bravura.

Nuevamente el ladrón, una vez hubo realizado su tarea, dejó que el resto del grupo se le adelantara. Aunque esta vez ya no iba tan confiado pues, ¿quién le garantizaba que aquellos hombres serpientes no volvieran por más?, quedó a lo último para cerrar la retaguardia. Si se iban a enfrentar a nuevos peligros, mejor que los descubrieran los guerreros. Aunque su desempeño con la lanza había sido bueno, sus habilidades distaban mucho de las de Varek, Neulens o la Botas misma.

Despues de arrancarle la cabeza a uno de los hombres serpeintes inconscientes mediante fuerza brita de sus brazos y rematar al resto con cero misericordia, Varek se colgó la cabeza del ofidio del cinturón con una tira de tela pasandola por las cuencas de los ojos del bicho. Satisfecho con el resultado y ahora que su sobrina ya habia sido tratada, se dirigió a la puerta con el resto, secándose parte de la sangre que le cubria cuerpo y brazos en su raída camisa sudada.

Siguió a su sobrina, y en un momento que esta redujo la marcha pasó a su lado como quien no quiere la cosa para ponerse delante. NADIE iba a atacar a la pielescarcha a traición, él se encargaria de ello. Su ánimo seguia en un estado altamente homicida, lo cual era bueno. En este estado es cuando rendia mejor en batalla, aunque él lo detestaba, ya que se trataba de un estado mental que reflejaba que algo no habia ido bien.

Mirando a lado y lado siguió avanzando por el pasillo. Con la mirada atenta a posibles emboscadas o casos sospechosos. No le gustaba estar bajo tierra, los pielescarcha eran gente de espacios abiertos. En ese espacio el calor asfixiante y la humedad se combinaban de esa manera tan... sureña. Despreciable. Le hacia sudar como a un manatí lanudo. Gruñendo por lo bajo siguió avanzando

Los aventureros no se amilanaron.

Con un vistazo al pasillo no cabía duda de donde tenían que ir, en dirección norte, al fondo del pasillo, unas grandes y dobles puertas pesadas de madera reforzadas en metal aguardaban. Filippo las examinó un vez llegados allí y garantizó que no había cerrojo o trancas que las mantuvieran cerradas. Era... era como si losmoradores de aquel lugar los estuvieran esperando...

Al abrir las puertas os encontráis frente al brillante fulgor de unas antorchas. Cuando vuestros ojos se acostumbran a la luz, podéis ver que habéis llegado al corazón mismo de aquel lugar: un enorme salón, de unos 40 pies de longitud por otros 35 pies de anchura, flanqueado por seis grandes columnas. Cada columna parece tener una serpiente gigante enroscada en ella, y ese mismo motivo puede verse también representado en los frescos de las paredes. Al final del salón se alza un enorme altar de basalto negro; en la pared, justo detrás del altar, hay inscritoun extraño símbolo amarillo. Sobre el altar reposa la estatua sentada de un ser monstruoso, mitad hombre, mitad reptil.

Probablemente sea una imagen del algún dios tenebroso. Dos figuras vestidas con túnicas oscuras acechan junto a las columnas más lejanas, con ballestas cargadas y apuntando hacia vosotros. Tras el altar se dibuja la silueta de un hombre de pequeña estatura, con una túnica negra y una capucha que le cubre el rostro. Cuando entráis en la sala se adelanta un par de pasos, se quita la capucha y tanto Varek como Neulens reconocen sus características gafas de montura de cuerno, el secretario del Sumo Sacerdote del Saber, quien les atendiera en el Templo del Saber.

Milos sonríe al veros y dice:

- Sois los primeros extranjeros que jamás hayan entrado en el Templo del lnnombrable. Vuestra hazaña merece una felicitación, ¡pero también será vuestra perdición!

La cosa se esclareció, al parecer alguien se había molestado por sus preguntas en Puertolibre, y ahora estaban ante él... Un leve movimiento os llamó la atención, una figura yacía semi desnuda sobre el altar, con varias heridas menores a la vista, un hombre de edad media que encaja bien con la descripción que os diera el hermano Egil en su momento sobre Lucius.

La norteña tras las palabras de Milos frunció el entreceño y escupió al suelo. Sin ningún asomo de miedo ni muestra de vacilación escupe unas palabras y emite una fría carcajada.
- ¡acaso crees que tus palabras me van a asustar! - entonces escupe al suelo a modo de desprecio - Te maldigo a ti, a tus reptilianas criaturas y a tu maldito culto, no ha nacido hombre alguno que me amenace y viva para contarlo.
Dicho esto clava una rodilla y se protege con su escudo, preparada para recibir las saetas de sus enemigos, error que pagarían con su ofídia sangre.
- ¡tras de mi,compañeros!

Ni corto ni perezoso, Varek ignora totalmente el discurso del sacerdote (que tendria que tomar clases de retórica si queria llegar a algun lugar hablando) y mientras este habla arroja su cachiporra a uno de los ballesteros para cargar a continuación en zig zag contra el derribado y el sacerdote en un amoroso abrazo que ya ha usado con los ofidios anteriores. Espera que sus compañeros se encarguen del otro ballestero mientras él machaca cráneos aplastándolos contra el suelo con violencia extrema. 

GRAAAAAAAAARRRRGGGGG!!!!

La misión había llegado a su fin. Allí se encontraban, enfrentados a un chalado que adoraba a un ser que se hacía llamar "el Innombrable" y que quería usar al pobre Lucius como sacrificio humano. El ladrón, a pesar de su cinismo, se compadeció por el monje. Después de todo nadie tenía por qué ser sacrificado en contra de su voluntad.

Mientras el sacerdote pronunciaba su amenaza, Filippo observó sus alrededores, buscando posibles salidas de escape disimuladas con tapices o tras algún mueble. Era mejor contar con una ruta alternativa si las cosas se ponían feas. También, de un rápido vistazo, miró que no hubiera más guardias escondidos en la habitación. Si tan solo se trataba de los ballesteros, el bárbaro podría encargarse sin problemas.

Casi como si le leyera el pensamiento, Varek atacó. Su sobrina, un poco más sensata esta vez, buscó cobertura para los virotazos, ofreciéndoles a ellos la misma protección. Bien por la chica! tal vez no era tan descocada como parecía. Sin dudarlo, con sus dagas en mano, Delfiore se adelantó para ubicarse detrás de ella, aguardando a que llegaran los disparos para luego saltar velozmente sobre uno de los ballesteros mientras intentaban recargar.