Partida Rol por web

Vuelvo en mí y focalizo a Areth que está espectante.

-He mirado en el espectro de la magia y no he encontrado nada significativo, tú guias- le explico en susurros a Areth.

Asiento y hago un gesto para que continuemos. No es conveniente hablar demasiado ahora mismo.

Os adentráis más en el campamento, guiados por la intuición de Alex para localizar una tienda importante en la que pueda haber algo de relación con lo que estáis buscando. Cruzando entre dos tiendas, podéis ver cómo en la parte central del asentamiento ha quedado un claro donde se ha encendido una gran hoguera. Los truil se han reunido allí mientras se asan un par de lagartos gigantes de los yermos que darán de comer a toda la tribu. Parece que amenizan el rato cantando alrededor del fuego mientras se prepara la comida.

De repente Areth escucha unos pasos mucho más cerca de lo que resultaría prudente. Se para y avisa a Alex para que no siga avanzando, pero no es lo suficientemente rápido. Cubierto en pieles, una mujer da la vuelta a una tienda y os mira apuntándoos con una lanza.

- Gar na du hira? - pregunta en un idioma que no conocéis. Pero su aspecto no es precisamente muy amigable y la punta de su lanza está más cerca de vuestro rostro de lo que os gustaría.

Mi sigilo no es tan bueno como Areth pero se supone que hemos pasado lo peor... cuando una salvaje se planta justo delante nuestra con la lanza directamente en nuestros rostro. Se me cae el mundo a los pies a la vez que se me encoge el estómago, estamos en mitad del campamento ahora estamos realmente jodidos.

No muevo ni un musculo mientras sonrio como un tonto con la mueca ya pretrificada, seguro, para unos cuantos días.

Con un gesto serio, saco el espadón a una velocidad impropia de un arma de ese calibre... pero se quedo atascada con el óxido. Intentando que la mujer no tuviese tiempo de gritar, Areth propinó un fuerte golpe en el brazo que sostenía su lanza.

A la vez que mi compañero ataca que era de esperar, saco un daga y se la lanzo dirigida a silenciarla para siempre.

Tal vez si Areth hubiera llevado la espada de su familia el resultado habría sido diferente, o si la daga que Asceltis le dio a Alex para reemplazar la suya hubiera sido realmente mágica. Tal vez. Sin embargo, el guerrero había lanzado la hoja de los Dhalbach al aire en las calles de Uldnacht y la misteriosa mujer no era tan pródiga en sus regalos.

El tajo de Areth alcanzó de lleno a la truil en el brazo, cercenándolo de un solo golpe. La daga del hechicero rozó su hombro, cerca del cuello, pero en comparación con la herida que acababa de recibir la mujer a penas pareció notarlo. El aullido de dolor de la cazadora de la noche se escuchó en todo el campamento mientras la mujer caía al suelo, desangrándose. No era una voz de alarma, sino el grito primario de un animal gravemente herido. Sin embargo, la mujer consiguió mantener la consciencia, mirando a los ulds con los ojos inyectados en sangre, con una expresión de odio acérrimo que en vano jura obtener venganza.

En pocos segundos el campamento se convirtió en un hervidero de actividad. Los truil que cantaban y bailaban alrededor de la hoguera preparándose para un banquete no tardaron en coger sus armas y ponerse en movimiento, dispuestos a averiguar qué había causado el grito de agonía que habían escuchado.

Comienzan las negociaciones agresivas... - Dije girando el espadón y pegándole un terrible puñetazo en la cara mientras sujetaba el filo con la izquierda- Sea tan amable de mandar este campamento al séptimo infierno, señor Vangrant. Ya tenemos lo que queríamos.

No se lo que ha hecho Areth porque yo cojo vuelo.

Me lanzo contra la primera tienda y me meto dentro, si un matorral está mas cerca me lanzo y comienzo a escapar hacia cualquier lado lejos del guerrero. Ya que creo atraerá su atención sobre él y tengo bastante miedo.

Los gritos de la cazadora de la noche cesan cuando la golpeas en la cabeza con la empuñadura de tu espada. La mujer cae al suelo, no sabrías decir si inconsciente o muerta, pero el sonido del golpe que le has dado no augura nada bueno para ella. Hablas a Alex, pero no recibes respuesta más allá de unos pasos del chico alejándose a todo correr.

Maldices y piensas en salir tras él, pero desgraciadamente ya no es posible. Los cazadores de la tribu no tardan en llegar en respuesta a los gritos de su compañera. Miran el cuerpo tumbado sobre un charco de sangre y su expresión de odio aumenta cuando se giran hacia ti. Por suerte no han tenido tiempo para armarse a conciencia, aunque varios de ellos llevan lanzas, palos o cuchillos largos.

Empiezan a gritar en su idioma, pero no comprendes las palabras. No hace falta, su actitud no es precisamente amistosa y el hecho de que no te hayan atacado aún implica que esperan que te rindas y evitar más muertes. Las leyendas de los truil devorando a sus enemigos no hacen que te sientas especialmente inclinado a una rendición pacífica, pero tal vez sea tu única salida.

Entras corriendo en una tienda, esperando que no haya nadie en ella. Desafortunadamente para ti, no es el caso. Una mujer se encuentra en el interior, cambiándose de ropa tras una jornada de viaje y caza para prepararse para la cena y los bailes de la noche. Se vuelve hacia ti sorprendida por tu precipitada entrada pero sobre aviso del peligro por el agudo grito del centinela. Está aún desnuda de cintura para arriba, sin embargo no muestra ningún pudor mientras saca una larga daga de su vaina y se pone a la defensiva.

- Gar na vu hire? - dice bruscamente sin dejar de mirarte a los ojos, pero no eres capaz de entender su idioma.

Da un paso hacia ti, con el brazo extendido apuntándote con el filo de su arma. Su desnudez te turba, pero tratas de concentrarte en su amenazante daga.

Giro la empuñadura de la espada y echo mi cuerpo hacia atrás, apuntándoles con el filo: -Hagamos las cosas como un caballero. Me importa poco si me comprendéis, pero esta es la única oportunidad que tendréis. -Les miro y aferro la empuñadura del arma-Rendíos y os dejaré vivir.

Maldita sea, pienso mientras la mujer se da la vuelta cuchillo en mano, como de la alarma estoy realmente fastidiado. Me pregunta algo pero soy incapaz de enteder lo que dice o lo que quiere decir. Sólo me queda una oportunidad.

Primero me llevo un dedo a los labios pidiéndole silencio y suplicándole con la mirada, muevo los brazos arriba y abajo para que baje la voz, estoy muy apurado. Señalo a fuera de la cabaña y luego hago un gesto como si me cortaran el cuello. dejo las manos a la vista, esperando que va a hacer.

Los truil parecen entenderte tan poco como tú a ellos. Gritan y parecen decirse algo unos a otros, sin duda discutiendo la forma de reducirte.

Viendo a su compañera en el suelo, los cazadores optan por mantenerse a la defensiva. Saltan a un lado evitando tu mandoble mientras tratan de rodearte. De la misma forma, tú consigues evitar los torpes ataques de los salvajes, agradeciendo que no estén más eficazmente armados.

Con desesperación, ves cómo más cazadores de la noche se acercan a vosotros. Maldices sabiendo que ellos pueden permitirse defenderse hasta que puedan acabar contigo por pura superioridad numérica y te preguntas cuánto tardará en aparecer uno de sus guerreros.

La mujer te mira sin inmutarse, pero parece que interpreta tus gestos como si te rindieses. Ella no baja el cuchillo y grita nuevamente algo que no entiendes. Levantas las manos, mostrando que estás desarmado, pero ves cómo se fija en la vaina de una de tus dagas.

Te grita nuevamente y maldices por no saber su idioma. Sin abandonar su postura de combate, señala el suelo, indicándote que te tires en él. Parece un felino a punto de saltar sobre ti, medio desnuda y con la daga en la mano, sin duda dispuesta a cortarte el cuello si intentas hacer algo que considere un gesto agresivo.

¡Ratas cobardes!- Dije, con la esperanza de que mis... huidizos compañeros me escuchasen. - Váis a necesitar más que eso para llevarme a la tumba.-Eché mi cuerpo hacia delante trazando un dudoso arco con el mandoble hacia uno de ellos. Esto es culpa de Asceltis... Maldita misión suicida... Maldito Henry... Maldito Alex, maldito Yi... ¡¡Cobardes!! ¡Ellos que presumen de conocer la palabra honor y muerte en la batalla!