Partida Rol por web

Esperáis unos minutos hasta que Areth sale por la puerta. Mira a Henry con el ceño fruncido, ante lo cual el hombre le devuelve su más encantadora sonrisa.

- Jakko me ha dicho dónde encontrar al sacerdote - dice finalmente Areth. - También me ha avisado de que es un hombre peligroso, capaz de enfrentarse a cualquiera que considere que está dañando la Tierra... - Mira a Yi Fan con gesto divertido. - ¿Sabías que su religión considera sagrado a Heluso?

Se acerca a una mujer del campamento, que os lleva un pequeño hatillo de provisiones para el viaje. Os da una cantimplora a cada uno, mirando a Henry con suspicacia y se carga la comida a la espalda.

- Bien, debemos partir. No tenemos mucho tiempo que perder. - Volviéndose hacia su enorme gato, que esperaba sentado a unos metros de vosotros, dice - ¡Fawkes! Nos vamos.

Levantándoos con esfuerzo, cogéis vuestras cosas y os disponéis a salir del campamento de Jakko, de vuelta a las tierras del eterno crepúsculo que separan Uldholm de los Yermos Truil.

El día pasa sin que os hayáis alejado tanto del campamento como os hubiera gustado. La pierna de Yi Fan aún le impide caminar al ritmo habitual y Areth sólo tiene una ligera idea de la localización a la que tenéis que dirigiros, pero para a orientarse una y otra vez para seguir las indicaciones de Jakko.

Finalmente, decidís parar para tomar una frugal cena y descansar. Areth se ofrece a hacer la primera guardia y Henry no parece con ganas de llevarle la contraria. Yi Fan, agotado por el camino y el esfuerzo de controlar el dolor, tampoco se opone. El sol se va oscureciendo poco a poco mientras el dindavara se duerme, a pesar de los silbidos ligeramente discordes que el guerrero Uld entona para mantenerse despierto.

- Yi Fan, despierta... - los susurros de Areth hacen que el dindavara abra los ojos, llevando la mano rápidamente a la empuñadura de su espada. - Tranquilo, no pasa nada - añade el hombretón levantando las manos para tranquilizar al duelista.

Yi Fan se incorpora lentamente y se sienta sobre la manta que le sirve de camastro.

- Tenemos que hablar sobre ese medallón - susurra Areth señalando a Henry con la cabeza. Los movimientos rítmicos del torso del secuaz de Asceltis indican que está dormido. - Es peligroso, Yi Fan... Y no sé si podemos confiar en Henry para que lo lleve... Ni en Asceltis.

Yi Fan observa al asesino tumbado. ¿Está realmente dormido? Nada es seguro cuando se trata de Henry. Incluso es posible que los esté escuchando…

El Dindavara mide sus palabras al responder a Areth. Ambos sabemos que es peligroso, pero por el momento él es quien lo lleva y hasta que sepamos algo más del medallón pienso que debe ser así. A medida que habla en susurros, Yi Fan puede leer en la expresión de Areth que no le gusta lo que le está diciendo. Además, estoy en deuda con él…

Ese medallón… si sus poderes pueden ser reproducidos en otras copias, en ese caso, podría convertirse en un arma terrible, un arma que todo soldado querrá poseer para protegerse de la magia… y que todo mago querría destruir a cualquier coste. Un arma que podría ser la causa de una nueva guerra…

¿Quién es él para decidir qué hacer con ella? ¿Y quién Henry, Jakko, Areth, o incluso Asceltis?

Asceltis… Aun perdura el amargor de su último encuentro. Las palabras que le dijo. Lo que Yi Fan sospecha que ella sabe sobre él y su pasado… Quizás ella sea la única opción que tenga el Dindavara de volver alguna vez a su hogar…

¿Y Areth?

Yi Fan apoya su mano en el hombro del guerrero.

Areth… si das la espalda a Asceltis… tu hermana…

Areth cerró el puño, pero contuvo la mano antes de llegar a golpear el suelo, mirando suspicaz a Henry.

- ¡Joder! Ya lo sé, pero nunca me he fiado de ellos... - protesta casi desesperado. - Asceltis es una zorra prepotente, pero su gente es aún peor. - Suspira, forzándose a tranquilizarse. - Pero, tienes razón, es la única que puede decirme cómo encontrar a mi hermana.

Se mueve ligeramente hacia un lado, alejándose de Henry y se inclina hacia ti.

- De todas formas, Asceltis nos pidió información, ¿no? No es necesario que le entregemos el medallón a ella...

Parece que quiere decir algo más, pero duda cuando te escucha decir que estás en deuda con Henry. Sin embargo, la única forma que parece posible para que el medallón no llegue a Asceltis pasa por que su secuaz no vuelva nunca a Uldnacht.

- De todas formas, Asceltis nos pidió información, ¿no? No es necesario que le entregemos el medallón a ella...

Yi Fan lanza una mirada a Areth que implica que tiene razón hasta cierto punto. Después, señala hacia el asesino durmiente y se lleva el dedo a los labios en señal de silencio.

Ya hablaremos. Le susurra con un guiño complice. Buenas noches guerrero...

Dicho lo cual se recuesta despacio sobre la manta, dando por zanjada la conversación. Sin embargo, los pensamientos que cruzan por su mente le impiden conciliar de nuevo el sueño. ¿Estar en deuda con Henry? Lo cierto es que le ha dicho eso a Areth simplemente porque temía que el asesino pudiese estar espiándolos. Quizás un Yi Fan más joven, recién llegado a Uldholm hubiese creido en ello, pero no es el mismo hombre que es ahora. Sigue convencido que si Henry le salvó la vida será por que al asesino le conviene por alguna razón que desconoce. ¿Y por qué salvaría a Martha? Quizás porque sabía que si se presentaba con ella en el campamento de Jakko, él tendría que estar en deuda con él y acogerle, a pesar de lo poco que confía en él...

Suficiente. El Dindavara gruñe, se revuelve sobre la manta y pone la mente en blanco. Debe tratar de dormir y recuperar fuerzas. Los pensamientos oscuros y las decisiones difíciles las dejará para la próxima jornada...

El resto de la noche transcurre sin ningún incidente. Despertáis cuando el sol empieza a aumentar su intensidad, proyectando vuestras sombras alargadas sobre la espalda de Heluso. Tras un frugal desayuno, os ponéis nuevamente en pie y continuais hacia las colinas donde se supone está el refugio de Joseph.

El camino es largo y pesado, y la tensión con Henry hace que resulte aún más incómodo. Yi Fan aún cojea ligeramente de su pierna herida, aunque el profundo corte en el pecho parece que mejora rápidamente. Areth, por su lado, camina distraído con Fawkes a su lado, mientras que Henry lo hace de forma despreocupada.

Súbitamente un ruido a un lado del camino hace que os pongáis en alerta. Un hombre aparece ante vosotros, medianamente bien vestido y con una espada colgando de su cinto. Por su postura, que ambos conocéis perfectamente, podéis adivinar que es un experimentado espadachín.

- Vaya, vaya, vaya... ¿Qué tenemos aquí? - dice en un tono no demasiado amistoso. - Tres viajeros caminando por una zona de guerra.

Antes de que podáis decir nada otros cuatro hombres armados con arcos y las flechas colocadas en sus cuerdas surgen de detrás de unas rocas.

- ¿Qué os trae por aquí? - pregunta casi con curiosidad. - No es una zona muy frecuentada, especialmente en estos tiempos.

Fijándoos un momento en ellos, véis que han pasado épocas mejores. Pese a mantenerse sanos, el adelgazamiento de sus mejillas parece evidente.

Inmediatamente y por puro instinto Yi Fan adopta su postura de combate, su mano se cierra sobre la empuñadura de la Dinda y se encoge ligeramente, como un felino preparándose para saltar sobre su presa. Sus oscuros ojos lanzan rápidas miradas al hombre que les ha interpelado, a los arqueros y a cualquier otro enemigo que pueda esconderse en el terreno circundante.

Claro, como si tuviese alguna posibilidad de detener cuatro flechas con un solo tajo… Yi Fan maldice interiormente. Le han tomado desprevenido. Otra vez. La maldita herida de la pierna le distrae demasiado. Por otra parte, ¿qué ocurre con Areth y Henry? ¿También los han tomado por sorpresa? ¿Qué excusas tienen ellos?

El Dindavara se obliga a normalizar su respiración y los latidos de su corazón, haciendo que su enfado se diluya y sea reemplazado por calma y objetividad. Se obliga a pensar tácticamente. Para empezar no les han disparado directamente. El que parece el líder les está hablando. Eso quiere decir que, o quieren algo de ellos, o poseen cierto honor que les impide matarlos sin más. No son bandidos comunes. No son salvajes Truil. ¿Quizás mercenarios, o soldados de un ejército destruido, o desertores? ¿Ulds? Yi Fan no reconoce las vestimentas, aunque puede que Areth o Henry sí que sean capaces.

Apretando los dientes, el Dindavara actúa contra sus principios ante un posible enemigo y se yergue en toda su altura, retirando su mano de la empuñadura y alzando las palmas en un gesto conciliador, aunque sabe bien que la amenazadora expresión de su rostro revela sus intenciones.

Lo habéis expresado correctamente. Le responde Yi Fan, escogiendo con cuidado las palabras. Sólo somos tres viajeros que no buscamos el mal de nadie, ni albergamos intenciones hostiles. Baja su mirada hacia su Dinda. Pero no somos inofensivos… y las razones de nuestro viaje son cosa nuestra y de nadie más.

Se concentra en el esgrimista, tratando de valorarle por su lenguaje corporal. Tratando de adivinar sus intenciones, que seguramente serán ordenar a sus arqueros que disparen.

Pero si Areth o Henry esperan que el Dindavara se sienta intimidado por la situación y mienta o se invente una burda excusa para salir del paso, bueno… entonces es que no le conocen en absoluto…

El recién llegado mira la espada de Yi Fan durante un momento y un atisbo de avaricia se refleja en sus ojos.

- Hermosa arma - afirma. El guerrero tarda un momento en darse cuenta de que las palabras han sido pronunciadas en su idioma natal, que llevaba meses sin escuchar. - Me pregunto hasta qué punto sabes manejarla... - añade en tono pensativo sin soltar la empuñadura de su propia espada.

- Pero el hecho de que un noble dindavara vague por estos parajes con dos Ulds no parece confirmar que vuestras intenciones no son hostiles... - dice una vez más en el lenguaje Uld. - Y poco hay que merezca la pena visitar en esta región...

Os observa atentamente, separando un instante la mirada de vosotros para comprobar la posición de sus acompañantes. Desafortunadamente, está bastante lejos como para que ese escaso momento os pueda servir para salvar la distancia que os separar.

- ...Salvo que estéis buscando a Joseph... - Añade finalmente tratando de tomar nota de vuestras reacciones.

El hecho de que el extraño le hable en su propio idioma que tanto hace que no escucha turba intensamente al Dindavara. Sin duda esta confusión se ve reflejada en su mirada y en su rostro antes de que consiga enmascararla tras su habitual semblante severo.

Yi Fan maldice interiormente, y aun más cuando escucha en boca del hombre el nombre de Joseph. Parece que este esgrimista va un par de pasos por delante de él, y ahora acaba de coger ventaja nuevamente porque el Dindavara está bastante seguro que el hombre ha leido en sus ojos el reconocimiento del nombre que acaba de pronunciar.

¿Quiénes son esta gente? Es lo que se vuelve a preguntar. ¿Son aliados de Joseph? Pero ¿qué clase de ermitaño se rodea de guardaespaldas?

Manteniendo un tono neutro, responde al hombre usando su idioma natal.

Hemos escuchado que Joseph es un sabio... Alguien a quien plantear preguntas...

Sonríe ligeramente, torciendo la boca en un gesto que os recuerda demasiado a Henry.

- Un sabio - dice relajando ligeramente su postura. - Yo no lo había considerado así nunca, aunque puede que lo sea... Desde luego, es un hombre poderoso.

Hace un gesto a sus compañeros, que bajan los arcos y se acercan a él.

- Bien, parece que vamos todos en la misma dirección - dice finalmente separando la mano de la empuñadura de su espada. Yi Fan no puede dejar de observar sus movimientos, estirando la palma y recorriendo con ella la dirección del puño de su espada, a unos dos centímetros del mismo. Un gesto de respeto por su arma que pocas veces ha visto en alguien que no porta una dinda.

- Pero los caminos son peligrosos y, como yo mismo puedo asegurar, están llenos de bandidos. ¿Os uniríais a nosotros hasta que lleguemos a Joseph? - pregunta con seriedad.

Areth mira a Henry, que se encoge de hombros, indiferente.

- Al menos no nos han disparado con los arcos - dice en voz baja. - Es más de lo que estoy acostumbrado a encontrarme por esta zona.

Se revuelve un poco incómodo, sin su armadura y con una espada que no es la suya. - Tú decides, Yi Fan.

Yi Fan sostiene la mirada del hombre durante unos segundos para después retirar a su vez su mano de la empuñadura de la Dinda.

De acuerdo, viajero. Asiente con la cabeza, casi una ligera reverencia. Juntaremos fuerzas, tus compañeros y los míos... Tú lo has dicho: los caminos son peligrosos y los bandidos acechan...

Claro, como si un grupo de bandidos fuera a atreverse a enfrentarse a ellos. Pero algo tenía que decir Yi Fan, al cual le ha terminado de convencer el respeto que el extraño tiene por su arma. Alguien así parece tener cierto concepto de honor, y el Dindavara no cree que les traicionen, al menos no todavía. Al fin y al cabo, si lo hubiese querido podría haberlos emboscado con los arqueros.

Yi se vuelve hacia Areth para susurrarle: Deja que tomen la iniciativa a la hora de seguir hacia el lugar donde vive el ermitaño... veamos si conocen el camino o sólo quieren saber si nosotros lo sabemos...

La tensión parece relajarse, y Yi Fan vuelve al camino, cerca del líder del grupo que les ha sorprendido. Para romper el hielo, comienza presentándose él mismo...

Ya que caminaremos juntos y puede que luchemos juntos, has de saber viajero que mi nombre es Yi Fan, nativo de Dindavara, como bien has mencionado...

Yi Fan pronuncia estas palabras en su idioma natal, sabiendo que el hombre sabrá comprenderlas. Y si conoce bien su cultura también comprenderá el detalle de darle su nombre sin mencionar el apellido de su familia, lo cual indica que es un desposeído, un exiliado de su patria...

El líder del grupo envía a dos de sus hombres por delante para que exploren el terreno. Evidentemente saben dónde se dirigen, pues lo hacen sin la mayor dilación.

- La espada que portas al cinto desvela tu origen, Yi Fan - contesta el hombre. Una vez pasada la sorpresa incial al escucharle hablar en didavara, Yi Fan se da cuenta de que, si bien habla su idioma de forma bastante fluída, su acento Uld es bastante evidente. - Mi nombre es Fender, por cierto. - Añade con una inclinación de cabeza.

- Un arma maravillosa - dice retomando el tema. - Es extraño ver una de ellas fuera de tú pais natal. - El hecho de que no digas tu apellido le lleva a preguntarse por qué tu familia te permitió exiliarte llevando contigo una reliquia familiar de semajante valor. - Mi maestro me habó de ellas, pero nunca había tenido ocasión de ver una auténtica dinda... Mucho menos una como esta.

Señala con la cabeza la empuñadura, pero no hace el menor gesto por pedirte que se la muestres. Aunque sabes que debe de estar deseándolo, la espada es para ti un símbolo de tu propio ser y sería por su parte una auténtica falta de cortesía pedirte que la desenvaines. Sea quien fuera su maestro, parece que no sólo le enseñó el arte de manejar la espada, sino también algo de vuestra cultura.

Yi Fan agradece interiormente el que Fender no le pide que muestre su arma. Sin duda sabe que estas armas no son para exhibirlas como un trofeo; cuando se desenvainan debe ser por una buena causa. Una buena causa que suele terminar con alguien muerto, generalmente.

El Dindavara comparte una mirada rápida con Areth, percibiendo la desconfianza del guerrero Uld. Yi Fan lo entiende. ¿Pueden fiarse de estos hombres? ¿Pueden incluso confiar en Henry después de la conversación que los dos tuvieron anoche? No hay manera de saberlo, pero en su interior siente que no tienen nada que temer, al menos de momento.

Y a pesar de preferir guardar silencio, Yi Fan se obliga a sí mismo a entablar conversación con Fender sobre la tradición de las hojas Dindavaras y sobre su patria, ya que el hombre parece interesado. Sin embargo ambos evitan un tema importante, y ambos lo saben, y se trata de la razón que lleva a ambos grupos al encuentro del ermitaño.

Eso quedará de momento fuera de la conversación. Un acuerdo entre ellos. Expresado sin palabras...

Camináis durante varias horas. Mientras Yi Fan y el recién llegado Fender hablan en dindavara, Areth no deja de observar a los hombres que les rodean, desconfiando de ellos casi tanto como de Henry, que camina unos pasos más atrás.

Finalmente los dos hombres que se habían adelantado vuelven al grupo. - Estamos cerca - le dicen a Fender.

Seguís caminando un poco más, hasta que véis una cueva. No os sorprende que un sacerdote de Ironbone viva en el interior de la montaña, pues esos hombres adoran a Heluso como su dios. Os acercáis lentamente a la cueva, llamando a Joseph por su nombre para que no piense que sois unos bandidos que llegan con intención de atacarle.

- ¿Quiénes sois? - la vos os sorprende desde lo alto de una roca. No tenéis muy claro si el hombre estaba ya fuera o ha salido por una chimenea lateral de la cueva en que vive, pero desde luego su aspecto es imponente. - ¿Por qué me buscáis?

Tatuado de los pies a la cabeza, el hombre mide casi dos metros de alto y se mantiene en muy buena forma física a pesar de su edad algo avanzada. Da un paso hacia vosotros, que retumba con un sonido metálico. Huesos de hierro, pensáis preguntándoos hasta qué punto eso será literal.

La presencia del sacerdote es imponente, y no decepciona en lo más mínimo al Dindavara, que, acostumbrado a tratar a sus mayores y a los sabios con respeto, decide tomar la palabra antes de que el rudo lenguaje de Areth o la incorrección de Henry causen una primera mala impresión que les evite la ayuda y los favores de Joseph.

¿Pero desvelar el propósito de su viaje ante Fender y sus acompañantes? Yi Fan siente cierta afinidad hacia el guerrero, pero de ahí a confiar en él…

Decide no desvelar más de lo necesario cuando se adelanta y se inclina en una respetuosa reverencia.

Buscamos sabiduría. Respuestas concretas a preguntas concretas que un sabio como vos puede conocer. Preguntas que esperamos que nos permita plantearle…

Mi nombre es Yi Fan, nativo de Dindavara. Y mis compañeros de viaje – dice señalando a ambos – son Areth y Henry, ambos Ulds.

Yi se alza de nuevo, para sostener la mirada del sacerdote. No se hace ilusiones. Ningún sabio ofrece sus conocimientos a cambio de nada.

Siempre hay un precio…